miércoles, 27 de abril de 2011

Dolores de manso



Carlos Ilián



La llamada preferia, antes de los inefables farolillos, tiene el aliciente de ver el toro encastado, ese que luego brilla por su ausencia cuando llega el lujo de las figuras. Para nuestra desgracia este año las llamadas corridas toristas van de mal en peor. Ni toros espectaculares, ni un gramo de casta y la bravura totalmente ausente. Para colmo la fuerza y el poder brillan por su ausencia.

Pero la guinda ha sido la corrida de Dolores Aguirre lidiada ayer. Ella, que pone el alma en su ganadería, seguro que se ha llevado un disgusto de muerte. La corrida ha oscilado entre auténticas alimañas, sin un pase, como el primero y el sexto, y unos animalejos inválidos como el segundo y el quinto. Ha sido la peor corrida que he visto, y son muchas ya, de este hierro. Lo siento por doña Dolores pero lo de este martes en Sevilla supone un monumental descalabro.

No faltó un Antonio Barrera que se plantó ante sus dos alimañas y a base de tragarse su miedo logró robar algunos muletazos de mucho mérito. En el primero y en el cuarto hizo lo único que se podía para ligar dos pases seguidos: jugársela. Hay que reconocer con justicia la importancia de ambas faenas. Otros vendrán a cortar las orejas a la borrega de turno. Ayer nadie sacó un pañuelo para `premiar a un hombre que se había jugado la vida de verdad.

Salvador Cortés tuvo enfrente dos toros absolutamente lisiados. Allí no podía sacar nada en limpio por la absoluta invalidez de su lote. Y el tercer espada, Alberto Aguilar anduvo regateando la cogida ante dos auténticos canallas con pitones.

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