jueves, 23 de febrero de 2012

El que fue a Sevilla, mató Jandilla

Torero, empresario y ganadero, demontando el Toro.



Ya habemus carteles en Sevilla, para tranquilidad de los revistosos, que dormían estos días como sabuesos sin olfato, a la caza de la exclusiva tomasera, con un ojo abierto y otro cerrado. El abono de la segunda plaza del planeta de los toros, deja al desnudo las carencias tercermundistas de la fiesta, inunda de desazón al aficionado, que empieza a mirar el futuro de las corridas de toros como el que oye llover, y certifica que nuestro presente, por mucha recogida de firmas, motínes artísticos y sublevaciones culturales que se hagan, es simplemente un día más y un día menos a tachar en el vencido almanaque de la tauromaquia. 

Ahora, en el centro de cada corrillo de aficionados se edificará un tabique de las lamentaciones, el clavelero pagará de su bolsillo una misa de domingo llena de cantos, ruegos y plegarias para redimir el arte de su muerte y antes del comienzo de las tertulias se guardará un minuto de silencio en memoria de los ausentes. Por lo que a mi respecta, me da igual que esté o no el July, con su importancia ante bichos que carecen de ella; Perera, que lleva años sin empatar con nadie o José Tomás, que hace ya tiempo que ni empata, ni pierde, ni gana en fechas de postín. Para qué se va a calentar uno la cabeza dilucidando lo que sería de una tarde de garcigrandes, cuvillos o danieles con el Juli, Pepete o el Hambrientito de Cuenca, si cada función, en eso de cuando el operario de la puerta cuadrillas pega el cerrojazo macabro, es un día de la marmota en el que el de las patas negras es lo de menos; la capa, un estorbo; la suerte de varas una desgracia; y el toreo puro se rebaja al pírrico orejismo: al fulanito dos, menganito tres. Qué más dará, si llevamos viendo las mismas ferias los últimos quince años y hasta hoy casi nadie ha dicho ni .

Podríamos decir, buscando el consuelo que solo encontramos en el Toro, que ahí están para regar, un año más, de casta el albero de la Maestranza, los badanudos triguereños de don Fernando Cuadri, los del Conde de la Maza, finos y guapos como ellos solos, que bien está que vuelvan los grises de Victorino, que se respete la tradicional miurada, ya del año I d.F. -después del Fundi-, y que se asistirá al bautismo oficial como hierro del clan torista de FuenteYmbro.

 A uno, que estaba deseando que se esfumara el jédiez y que dejase de chupar primer plano, se le hace la boca agua por ver triunfar a jóvenes como Nazaré, Silveti, Aguilar o Jiménez Fortes junto a aquellos, que estando más vistos, o será por eso, con los que sentimos que se les debe algo, que existe una cuenta pendiente, una deuda de caballeros, y que no hay mejor fecha para pagarla que abril y Sevilla con televisión, para que lo vea toda España, como son los Urdiales, Fandiño, Mora, Castaño o Moreno.

 El capítulo de ilusiones toreras queda deslucido por las proporciones ganaderas del abono. Serán veintitrés los festejos de a pie, casi dos docenas de tardes en las que habría de caber de todo, pero en las que, nada más lejos de la realidad, sólo seis se escapan de la plaga bodeguera, que Luis Valdés bien podría haber pintado debajo de su Joselito, "Domecqs en Sevilla 2012". De cada cuatro pavos que salgan por chiqueros, tres serán de la misma casta, estadística que viene a reafirmar que el principal exterminio del toro empieza en la plaza, pasa por los profesionales, que van a lo suyo, y acaba en el público, incapaz de despojarse de las anteojeras que sólo les permite disfrutar de un arte paticojo.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Fuenteymbro torista? Ya lo que les faltaba a los sevillanos.
Jose Luis