jueves, 5 de mayo de 2011

Con la boca cerrada





















No aprendemos nada. Vamos a la plaza, asistimos a una liturgia -los de la foto en primera persona- en la cual se mata a un animal como parte de un ritual que simboliza vida, pasión y muerte. Muerte del toro bravo, la más digna de cuantos bichos pisan la Tierra. En los medios, engallado, con noventa centímetros de acero clavado en el hoyo de las agujas, a veinte segundos escasos de caer patas arriba, tragándose su propia sangre, con la boca cerrada.


Y leo que los toreros ecuatorianos se arrastran vestidos de luces para manifestarse con la misma pobreza que un vulgar tirititero antitaurino. Se tapan con un esparadrapo la boca, pero al contrario que el Toro, no para tragarse su sangre y morir con dignidad; sino para tragarse el orgullo y seguir viviendo de aquella manera.

Morir con honra. Esa es la lección que nos llega al tendido cada tarde.

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