sábado, 17 de julio de 2010

La vieja escuela





Respiramos, y nos atufa hasta llenarnos los pulmones de desesperanza, el aire de una época de academias taurinas, en las que se adoctrinan a decenas de alumnos bajo unos mismos cánones, que buscan crear contrabandistas de orejas antes que toreros, dónde la teoría la imparten unos maestros que vestidos de oro por cada grano de cal dieron diez de arena. A dios gracias, o al que le pertenezca, sobrevive un pequeño lugar, patria del aficionado, en el que a los profesores se les sigue tratando de usted, el secular crucifijo de madera preside las aulas, el paseíllo lo abre un padrenuestro y a los malos alumnos que se libran de ponerse de rodillas contra la pared, se les obliga a escribir quinientas veces en la pizarra las cuatro palabras elementales para comprender cualquier leccion: parar, templar, cargar y mandar.



La vieja escuela del toreo, con sede en Cèret. Único lugar dónde se reunen los eternos valores, basados en el Toro y las capacidades de todos los que se ponen delante de la muerte -centauros y bípedos- , y el antiguo testamento de la lidia clásica, que se saca y se desempolva, por unos días, del baúl de las añoranzas, dónde comparte polvo, tiempo y oscuridad con la chicuelinas de frente de Camino, el olor a macho de Diego Puerta o las verónicas, cargadas de arte y ciencia, de Curro Romero.



No le hace falta a la escuela ceretana el presupuesto de las universidades de Madrid, Sevilla o Bilbao para ofrecer lecciones magistrales de toreo. Ni presupuesto, ni figuras, ni gacetilleros que vengan a informar sobre algo que no conocen, ni mucho menos las orejas, que aquí adquieren el verdadero valor que han tenido siempre, como desechos de tocinería, que sólo interesan al matador y a los que se pirran con el arte del orejismo -aquí desaparecido-. Por su cátedra han pasado maestros como Esplá -que casi se deja la vida en ella-, Fundi, Frascuelo, Manili, Pauloba, Domingo Valderrama o El Cid, que conocen lo que se siente cuando el cuerno de un Miura o un Victorino te saja las carnes, y han hecho bueno, con su sufrimiento, el dicho popular, la letra con sangre entra. Se han visto anunciados con ganaderías sobre las que no se escribirán libros, ni sus toros se verán premiados por las gentes del toro y que seguramente, algunas desaparecerán en no muchos años. Conde de Murça, Isaías y Tulio Vázquez, Fernando Palha, Barcial, Hernández Plá o Valverde, son los ejemplos más preocupantes. Los jandillas, vellosinos, cuvillos, garcigrandes y demás basura genética con honorífico título de toro, tienen el territorio vedado. Cèret tiene una fuerza y carácter que la hacen inmune a las fuerzas corrosivas del taurineo.


La suerte de varas es la asignatura que ocupa el centro de este universo. El picador vuelve a ganarse el oro que debió perder hace años en su chaquetilla; el matador debe demostrar la inteligencia, el conocimiento y la destreza que se le supone. Más ciencia que arte. También debe ser agradecido, con el toro y con el aficionado, enterrando en la arena el egoísmo y afán de buscar sólo el triunfo en el último tercio, para ofrecer al respetable -aquí sí- el ritual al completo. Caballos con buena doma, y buenas hechuras; petos en peso pluma, monosabios transparentes, pero siempre al quite; respeto, conocimiento de las distancias, las rayas y la colocación; y sobre todo, dos cosas importantes: El Toro, dispuesto a honrar a todos los de su raza a base de poder, bravura y lucha. A demostrar que es capaz de dejarse hasta la última gota de sangre antes que aceptar la derrota. Casta. La otra media naranja corresponde al aficionado, que se muestra abierto, entendido y agradecido en la suerte de picar. Sus ojos vienen dispuestos a ver algo tan difícil y a la vez tan sencillo, como un galope hacia el rocín, un puyazo en la cruz o un toro que romanea. Desmitifican con su actitud la mentira, que por mucho que la difundan nunca llegará a convertirse en certeza, de que los aficionados más entendidos son los más exigentes. No se reclaman quintales de gracia y pellizco ni un cuarto de millón de sal andaluza. Ni sillas, ni violines. No. Con algo tan sencillo como seguir unas reglas, que además ya están escritas y devolverle su lugar en la Fiesta al Toro es suficiente. Suficiente para sacar sobresaliente. Y si no, basta con ver esas fotos, tan de antaño, en las que un varilarguero sale a dar una vuelta al ruedo, o a saludar castoreño en mano. O ver el triunfo rotundo de un toro al que le llegan a pedir la segunda vuelta al ruedo. Qué mayor indulto para el bicho y su familia que quedar en el recuerdo, de los que no se borran, del aficionado más cabal. ¿Alguien se acuerda, con los ojos llorosos por la emoción, de alguno de los animalitos indultados por Ponce? ¿Y de Idílico, que se murió más sólo que la una? En cambio, ¿por cuántas bocas ha pasado ya el nombre de Oye-Mucho? ¿Cuánta emoción y cuántos suspiros de melancolía ha provocado el novillo de Guardiola? Si el tiempo es oro, ¿qué tiempo es más valioso, los cuatro años que se pasa Cuvillo llenándole el pesebre a Lanudo para que le perdonen la vida, lidiado como toro, en Badajoz, o los tres años -casi cuatro- que empleó Fidel San Román en criar un novillo de los que pasan a los anales?



En esa clamorosa vuelta al ruedo que dió Oye-mucho, de Villamarta, se resumen los casi trescientos años que han pasado desde que Pepe Hillo, Costillares y Pedro Romero empezaran a otorgarle un rigor a lo que antes era sólo una fiesta. La alegría de un público que ve de toros, la admiración por un toro que ha sido bravo y ha peleado su muerte, la justa recompensa a unos hombres que, con más o menos arte, han hecho una pelea respetando las normas y el rival. ¿Qué más se puede pedir? Larga vida a Cèret, ejemplo de ejemplos.




11 comentarios:

Gil de O. dijo...

Ole! Ole! y Ole!.
Gracias por ese compendio de Tauromaquia que ha hecho al describir lo de Ceret.
Si me permite un apunte...?
Gracias; y con la venia de esa autoridad taurina que le confieren sus conocimientos y su sensibilidad, digo:
me falta que se supriman las dos rayas; ma falta que entre el caballo, el picador y los atalajes, no se supere el peso del Toro; y que todo lo que se le haga al Toro, sea con Arte, para lo cual con menos de veinte muletazos -siempre que vinieren completados los dos primeros tercios- entendiendo que un muletazo de piton a piton, en un aliño o en castigo y un cambio de mano ganando los adentros para dejar al toro en la suerte que convenga para entrar a matar, tambien hay que ejecutarlos con Arte. Eso si, sin carreritas ni pasos de gorrion para cruzarse.
Que bello es hablar de Toros!
Saludos de Gil de O.

Antonio Díaz dijo...

Gil de O. hay muchas cosas sobre las que tratar de lo que pasa en Cèret, o lo que deja de pasar cuándo no estamos en Cèret. Porque, viendo el tercio de varas de Oye-mucho, con ese picador que lo borda, toreando a caballo, sujetándose de los arreones con una facilidad increible, citando con los pechos del caballo, acertando con la puya en el sitio... cabe preguntarse que les pasa al atravesar los Pirineos que aquí, en cualquier lugar de España, de un día para otro, vuelven al puyazo trasero o paletillero, a hacer la carioca y a no respetar nada. Yo creo saberlo, o por lo menos tengo una teoría, que no es otra que la exigencia. Allí se saben exigidos porque el público sabe de lo que va el tema. Aquí se relajan, se dejan ir, a sabiendas de que en cualquier plaza sólo va a haber un puñado de ``ceretanos´´ a los que, además, no van a tardar mucho en callar los vecinos bullangueros del tendido.


Cuestión aparte es la del Toro, que aquí no soportaría esa dureza. Pero no sería malo para empezar, que si sólo se puede dar un puyazo o dos, se hiciera la suerte con la mayor ortodoxia posible.


Sobre el arte, creo que lo principal en un torero debe ser el saberse su oficio, siendo esto del arte un aspecto a sumar. Las figuras del toreo siempre lo han sido por eso mismo, por esa suma de oficio más arte. Por eso mismo, mis cortas entendederas no toleran, ni de lejos, el toreo de tantos artistas que carecen de oficio. Son como un día sin pan.



Oiga, como hablar de toros, ¡ná!


Saludos

fabad dijo...

Un detalle de Céret: El último picador, de la cuadrilla de Joselillo, que había pedido el cambio, viendo la exigencia del público, dijo energicamente: ¡Déjalo ahí! y haciendo valer el oro de su chaquetilla, sin pedir permiso al matador le arreó un señor puyazo.
Lo que tu dices, cuando estás en Céret, te preguntas ¿como es posible que estos picadores sean los mismos que masacran a los Toros en un multipuyazo asesino en España?.
Hay varias respuestas, la primera, la exigencia del público, que pide caballo de frente, que impide puyazos traseros y cariocas con malas intenciones. Otra que premian, en metálico, los mejores puyazos y se les rinde homenaje en el centro del ruedo al acabar el festejo. Se sienten toreros.
Algunos ¿toreros?, como David Mora, se propasan y este año no ha vuelto.

kaparra dijo...

Que bueno le ha salido el escrito oiga. Cuando uno esta en Iruña y lee Ceret y lo que alli ocurre,como aficionado,yo personalmente me como los higados po lo que veo en Iruña citi. Muy buen escrito oiga.

Antonio Díaz dijo...

Paco, cómo me gustaría pensar que estás equivocado y que sólo lo hacen bien por la exigencia, que el premio extra en metálico les da igual...


Lo que apuntas con el tema de los toreros que están mal y no vuelven, se me ha pasado comentarlo. Tu has dicho David Mora, y a mi me viene a la mente Padilla, cuándo la cornada de Esplá, que se comportó como un miserable.




Kaparra, si usted desde Pamplona se come los hígados al oir hablar de Cèret, dígame que tenemos que hacer los de Granada, Alicante o Albacete, por poner tres ejemplos, ¿cortarnos las venas directamente? Disfrute de Iruña, que aunque menos, sigue siendo mucho.



Saludos

Anónimo dijo...

Céret: ¡placita de TOROS!
¡Placita con cojones!
¡Pùblico con aficion torista exigente, respectuoso con los cañones de la fiesta brava autèntica!
Como otra placita de Landas, PARENTIS EN BORN, donde los seis varilargueros- !SEIS! - fueron invitados a saludar por el pùblico en pié, al fin de una novillada en 2008.
!Ejemplo(S) de los ejemplos: muchisimas gracias, Antonio, de si bien hablar de los toros!
Pedrito

Enrique Martín dijo...

Antonio:

Yo hace unos años decidí pasar las vacaciones en Ceret, bueno a tres kilómetros más exactamente, y hasta entonces tenía mis reticencias respecto a todo lo que oía de Francia, pero allí me despeté en un mundo donde se respiraba toros por todas partes, pero con más verdad que folklorismo; es un espectáculo digno de ver. Lo curioso es que allí basan el espectáculo en el toro y la suerte de varas, lo cual resulta insultante para las plazas de España, un insulto para todos nosotros que tenemos que aguantar el medio toro y el simulacro del primer tercio. O quizás no me haya explicado bien con lo de insulto. Quizás se comprenda mejor el que nos dan un sopapo que espabila. Nosotros aquí tan encantados de nuestra verbena y de habernos conocido y alli, en un pueblecito de la CATALUÑA francesa, dan verdaderas corridas de toros (lo de su prohibición les parece de chiste). Creo además que a cualquier aficionado le encantaría ver una feria, miniferia o lo que se quiera, viendo anunciados cualquiera de los toros o toreros que nombras antes de los Cuvillitos y Fuentimbritos. Estos francesitos que no han tenido un Pedro Roemro, Lagartijo, Joselito, Belmonte o Domingo Ortega, si poseen la fórmula mágica del toreo: toros, toreros y suerte de varas. Y ya me adelanto por si alguien me manda a tomar por ahí y me invita a marcharme a Francia, como ya se ha dado el caso en otros blogs, que a pesar de todo prefiero exigir que esta combinación mágica se vea en España todas las tardes de toros.
Antonio, como siempre muy acertado y dando en el callo de los defensores de la vulgaridad. Un saludo

Javier García Nieto dijo...

Hola Antonio:
Lo de Ceret puede tener todo el romanticismo que le quieras poner; pero te recuerdo que en esa plaza francesa se destorea como en cualquier plaza de por aquí: basta con ligar los pases para hacerse acreedor del beneplácito del público. Mucha parafernalia torista -toro de largo, toreo con el caballo, etc.- pero luego importan poco el resto de aspectos fundamentales de la Tauromaquia como la colocación o disposición del diestro. Si nos conformamos con ver pelear en varas a los toros, vale, no hay problema y todo queda perfectamente enmarcado; pero creo que la Fiesta, en su lógica evolución, es algo más que un primer tercio clamoroso o espectacular, más si no termina ahí la función. Hace falta un criterio uniforme sobre la concepción artística de la misma que precisamente en la Francia taurina no tienen (4 orejas hoy el Juli en Mont de Marsan y se han quedado tan agusto). Por tanto, se reduce el valor de una plaza que exige en puridad la suerte de varas y premia el toreo ramplón y de trámite. Algo falla.

Antonio Díaz dijo...

Hola Javier:

Yo pienso que más que destoreo, lo que pasa muchas veces en estas plazas es que los toreros no son capaces de hacerse con la embestida de estos toros. Para mi, destorear es meter pico, torear de perfil y despegado a un toro tonto o inválido de éstos que vemos todas las tardes. Si lo que pasa, como suele ser el caso, es que un torero no puede con la casta de un toro fiero, no creo que se puede llamar destoreo. Sólo que ha habido un tío que ha estado por debajo del toro. Cosa que debería de ser casi normal. El destoreo no tiene que ver con las plazas, sino con los toreros, con su incapacidad para lidiar algo ``distinto´´. No me queda otra que discrepar totalmente en cuánto a la importancia de la disposición. Creo que es a lo que verdaderamente le dan valor, así hemos podido ver toreros dispuestos que han estado por debajo de los toros, casi quedando en evidencia, y se les han reconocido las ganas. Lo que no toleran bajo ningún concepto es la desgana, la falta de actitud. Torero que la hace, torero que la paga. David Mora o Padilla pueden valer de ejemplo.


Todo va en cuestión de gustos, el mío, por ejemplo, le otorga más valor al tercio de varas que al de muleta. Y más en estos tiempos.

En lo de Francia, más razón que un santo, no todo el monte es orégano. Es más, es que orégano hay muy poquito. Cèret, Vic Fezensac, Parentis, Orthez y algunos -pocos- sitios más. La mayor parte de las ferias francesas son tan malas como aquí.



Enrique, esa es la meta: conseguir que no tengamos que ir a Francia para ver estas corridas de toros. ¿Lejana? Pues sí, para que engañarnos.


Pedrito, no sabéis la suerte que tenéis. Suerte ganada a través del trabajo.



Saludos

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Perdona que vuelva a replicar en esta entrada, pero hay una cosa que me parece importante. Es verdad eso de que puede que se deje de lado un poco el toreo de muleta, pero si hay que elegir entre corridaas con mucho trapazo de muleta o corrida con toros y una suerte de varas con toda su importancia, pues yo me apunto a lo de picar a los toros. AL fin y al cabo, las faenas repletas de trapazos te aburren, pero ¿quién es el guapo que se duerme cuando se pica al toro toro como Dios manda? Es cuestión de sopor o no sopor.

Un saludo

Antonio Díaz dijo...

Cuestión de gustos. Para mí, por ejemplo, no hay nada más bello que un toro galopando en el tercer o cuarto puyazo hacia el caballo. Ni una verónica de Curro, ni un natural de Antoñete, ni una estocada de Rafael Ortega. Como lo ideal, que sería que se unieran las dos cosas, hoy es casi una utopía, comparto tus gustos, prefiero un buen tercio de varas a una buena faena de muleta.



Saludos