Resulta inquietante ver como la especie humana desde hace algunos siglos ha entrado en una constante involución. Frutos de este retroceso evolutivo son las numerosas taras biológicas y genéticas que arrastra consigo el hombre, salvadas en gran proporción en el último minuto por avances científicos y tecnológicos.
Frutos también son el salvaje y déspota tratamiento que le damos desde los tiempos de Adán y Eva al planeta Tierra y a los miles de millones de seres vivos que en él habitan. Apretamos el gatillo sin ningún rubor sentenciando a muerte al Tigre Dientes de Sable, el Tilacino (tigre de Tasmania), el Pájaro Carpintero Imperial o nuestro Bucardo, esa cabra montesa ibérica, cuyo último ejemplar feneció ya entrando en el 2000. En estos casos se dice que no se pudo hacer nada, que son avatares del destino y de la malicia e imbecilidad del homínido, y todos tan contentos. A otra cosa mariposa.
Ahora salta a las desnutridas portadas de muchos medios una noticia tan interesante como veraz. Han encontrado junto al mar Rojo un cráneo de un toro. Sí, un toro, no un Cuvillo. Tampoco es un animal que podría haber sido en la escala evolutiva el antecendente del toro actual, como lo puede ser el mamut con el elefante, no. Hablan de un toro ``moderno´´, según los científicos un animal con cuernos abiertos, dirigidos hacia afuera y apuntando hacia delante, con dos metros de pitones. Un pavo. Un tío. ``Bos buiaensis´´ es su nombre.
Datos y más datos de estos Colones del siglo XXI aseguran que el hombre y el toro nacieron y convivieron juntos en el este de África hace más de 2,5 millones de años. Casi ná. Luego acabarían dispersándose paralelamente por todo el globo. Hasta llegar a la involución de ambas especies: los unos, los de dos patas, echando al ruedo especímenes como Hitler, Franco, Bush, Risto Mejide o Pilar Rahola; los otros, los pielesnegras, llevando de por vida el tatuaje a fuego candente de Juan Pedro Domecq, Zalduendo o La Campana, por ejemplo. Esta unión, que fue creada por la naturaleza sin aficionados, empresarios, ganaderos o toreros por medio (que se enteren los antis) están apunto de hacerla añicos unos seres poco evolucionados, tan tercos como ignorantes, que curiosamente, creen que defienden a esta misma naturaleza creadora. Esa que unió al toro y al hombre no en un ruedo, ni en una dehesa de Salamanca, sino en un lugar que albergaba condiones ambientales óptimas para la supervivencia de la especies. Pero ahora a la especie a la que nos toca sobrevivir es a nosotros, los últimos aficionados (?)...
Frutos también son el salvaje y déspota tratamiento que le damos desde los tiempos de Adán y Eva al planeta Tierra y a los miles de millones de seres vivos que en él habitan. Apretamos el gatillo sin ningún rubor sentenciando a muerte al Tigre Dientes de Sable, el Tilacino (tigre de Tasmania), el Pájaro Carpintero Imperial o nuestro Bucardo, esa cabra montesa ibérica, cuyo último ejemplar feneció ya entrando en el 2000. En estos casos se dice que no se pudo hacer nada, que son avatares del destino y de la malicia e imbecilidad del homínido, y todos tan contentos. A otra cosa mariposa.
Ahora salta a las desnutridas portadas de muchos medios una noticia tan interesante como veraz. Han encontrado junto al mar Rojo un cráneo de un toro. Sí, un toro, no un Cuvillo. Tampoco es un animal que podría haber sido en la escala evolutiva el antecendente del toro actual, como lo puede ser el mamut con el elefante, no. Hablan de un toro ``moderno´´, según los científicos un animal con cuernos abiertos, dirigidos hacia afuera y apuntando hacia delante, con dos metros de pitones. Un pavo. Un tío. ``Bos buiaensis´´ es su nombre.
Datos y más datos de estos Colones del siglo XXI aseguran que el hombre y el toro nacieron y convivieron juntos en el este de África hace más de 2,5 millones de años. Casi ná. Luego acabarían dispersándose paralelamente por todo el globo. Hasta llegar a la involución de ambas especies: los unos, los de dos patas, echando al ruedo especímenes como Hitler, Franco, Bush, Risto Mejide o Pilar Rahola; los otros, los pielesnegras, llevando de por vida el tatuaje a fuego candente de Juan Pedro Domecq, Zalduendo o La Campana, por ejemplo. Esta unión, que fue creada por la naturaleza sin aficionados, empresarios, ganaderos o toreros por medio (que se enteren los antis) están apunto de hacerla añicos unos seres poco evolucionados, tan tercos como ignorantes, que curiosamente, creen que defienden a esta misma naturaleza creadora. Esa que unió al toro y al hombre no en un ruedo, ni en una dehesa de Salamanca, sino en un lugar que albergaba condiones ambientales óptimas para la supervivencia de la especies. Pero ahora a la especie a la que nos toca sobrevivir es a nosotros, los últimos aficionados (?)...
Tarragona, 10 dic (EFE).- Un investigador del Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), con sede en Tarragona, ha hallado en África los restos fósiles del cráneo de un toro de un millón de años, el más antiguo del mundo y que sitúa el origen de los toros modernos en ese continente.Según ha informado hoy el IPHES en un comunicado, se trata de "una pieza espectacular" que, una vez reconstruida, ha permitido observar que los cuernos del animal medían dos metros, dirigidos hacia fuera y finalmente ligeramente apuntados hacia delante y hacia arriba, mucho más grandes que los de los más grandes toros de lidia actuales.El cráneo de toro, prácticamente completo, ha sido localizado por el paleontólogo Bienvenido Martínez-Navarro, profesor de investigación del IPHES, en el yacimiento paleoantropológico de Buia en Eritrea, junto al mar Rojo, donde fue encontrado un cráneo humano de un millón de años en 1995.Este hallazgo ha permitido describir una nueva especie de toro, denominada 'Bos buiaensis' -tomando el nombre de la localidad donde fue hallado- y, al mismo tiempo, ha servido para confirmar que homínidos y toros se originaron en el este de África hace 2,5 millones de años y luego se dispersaron en paralelo fuera de ese continente.El descubrimiento se describe en un artículo recientemente publicado en la prestigiosa revista Quaternary International por Bienvenido Martínez-Navarro.El investigador ha destacado que la estructura craneal del toro, aunque presenta algunos rasgos primitivos de sus ancestros -los correspondientes al linaje de los grandes bovinos llamados Pelorovis, conocidos en la literatura científica como los búfalos de Olduvai-, presenta, en general, una anatomía como "la de un toro moderno".En este sentido, los restos fósiles localizados muestran que el animal tenía "un cráneo robusto en comparación con sus antecesores, adaptado a una dieta pastadora, y habitante de espacios abiertos, ya que con su cornamenta difícilmente podría moverse en ambientes forestados", ha señalado Martínez-Navarro.El cráneo de toro fue encontrado fragmentado en diversos pedazos, algunos de ellos todavía 'in situ', mientras se realizaba una prospección en el área de Buia en el año 2003.
Fuente: EFE
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