Por las rutas del toro. Arse y Azpi |
Empezábamos el curso taurino, allá por febrerillo el loco, con los Choperitas en los carabancheles, en esa Feria de Invierno que parecía el Botellón de la Primavera, con unos toritos de Algarra, Garcigrande y Zalduendo despanzurrándose por los suelos, y con las que serían señas de identidad de la temporada: corrida tan chotuna como gloriosa de Cuvillo, Morante "desgraciaíto" en el sorteo, pero triunfando con el sota, caballo y rey del toreo morantiano: el medio pase, el trincherazo y el molinete. También a El Juli los alguacilillos le injertaron tres orejas en las palmas de las manos, injertos que no se podó en toda la temporada. De cómo toreó, ni me acuerdo. Aquí, tan temprano, ya se escucharon las primeras voces de la temporada, cargantes en asilvestrada sabiduría: `la culpa es de la yerba´.
Marzo, Simón Casas se estrenaba en las Fallas, y para ganarse el levante español, como si fuera Napoleón, no dudó en usar la pólvora y mimetizar la feria taurina con el ambiente festivo de la calle: fue un petardo.
Abril y Sevilla, sin José Tomás ni Cuvillo, aliados en los frentes de Olivenza, Granada, Linares o Castellón, sucumben ante el poderío industrial y el toreo mecanografiado del Juli. Los jandillas, fuenteymbros, gaviros o ventorrillos campan a sus anchas, con la lasciva inmunidad que otorga el silencio de la Maestranza. Para los palhas, victorinos o miuras ese silencio es otro ruidoso cantar. El gitanito Oliva Soto se cobra viejas deudas de sangre y triunfa con los condesos.
Mayo, San Isidro, Madrid, Las Ventas, la finca de los Choperitas. La nada más absoluta. Líos en corrales. Romanas trucadas. Baile de veterinarios. Treinta tardes de toros, treinta cátedras de destoreo. Un grupo de controladores le montan una huelga al Cid. Privilegios de consentidos burgueses. La Corrida de la Prensa, pues eso mismo, una corrida como le gusta a los que la escriben y la cantan. Sálvesen de la deshonra las coletillas de Rafaelillo, Curro Díaz, Robleño, Macías o Abellán. Hierros como Cuadri, Dolores Aguirre, Moreno Silva, los Bayones o el Cortijillo bien que merecieron la pena. Gloria a las cuadrillas. El toreo se engalanó de plata.
7 de Julio, San Fermin, Iruña, el toro -y el vaso- grande. Tanta jarana no hay hígado que la aguante. La Feria del Toro-Toro se convierte en la del Modesto-Modesto. Manzanares, Morante, Ponce, Cayetano, todos fuera, por motivos de planificación, cuando es sabido que la vergüenza no entiende de planes ni de agendas. Sí acude el Juli, con su media naranja, los jandillas, que, ¡lo que es la vida!, son los toros con menos trapío y fuerzas del ciclo pamplonika. A su manera, pero estuvo, como en todas las ferias de la temporada.
Agosto, las Corridas Generales de Bilbao. Arenas cenicientas; aficionados con conocimientos. La Aste Nagusia sigue siendo un oasis, aunque cada vez más pírrico, dentro del desierto de toro en que se ha convertido la vieja Iberia. Vimos una corrida de Alcurrucén como pocas; saltaron al ruedo seis de la A coronada que fueron media docena de obras de ingeniería copyright de la madre naturaleza -en estrecha colaboración con otro ingeniero con gorrilla, el cateto de Galapagar-; Joselito lidió como ganadero una corrida no sabríamos decir si afeitada, manipulada o enfundada, el caso es que parecían murubes para rejoneo; unos cuantos zalduendos recorrieron España de sur a norte para vergüenza de la tauromaquia -hasta la de los modernos, que ya sería grave el asunto-; los escolares nos dejaron, como los malos amantes, los que van por el mundo con la bragueta abierta y sin viagra, a medias, bastante chafados. Sí que hubo tres tíos que honraron el oficio: Rafaelillo, Diego Urdiales y Sergio Aguilar. Mención especial a el Cid, que con una corrida de toros pavorosa estuvo más que digno; a los que le achacan que no cargó la suerte hay que decirles que tampoco descargó la vergüenza. Tenía que estar con los grises y ahí estuvo, sin excusas.
Llegábamos a octubre con la lengua fuera, sin aire en los pulmones, exhaustos como el Cachorro sevillano, flagelados por esta gazapona afición que por mucho que uno quiera cuadrar para entrarla a matar, siempre te persigue, siempre te tapa su muerte, hasta que te dan los tres avisos y el que termina en los corrales apuntillado eres tú. O lo que es peor, en el tendido el año próximo. Decíamos, octubre, La Pilarica, Coso de Pignatelli, también regentado por los Choperita, como en Vistalegre, ocho meses después de aquella Feria de Invierno, y casi llegando al invierno siguiente, saltan en Zaragoza, moruchos de Montalvo, Juan Manuel Criado o Valdefresno, que se caen como moscas, igual que sus parientes de sangre chochona, aquellos que se lidiaron en la carnavalada de febrero. Los antiguos Pablo Romero, guapos como ellos solos, nos enamoran con su galantería, pero su nómina de bravura no nos convence como para llevarnos al altar. Los cuvillos, en plan gira de los Rolling Stones, cosechan un nuevo triunfo gracias al playback que sus toretes hacen de la bravura. ¿El Juli? Bien, gracias.
Agosto, las Corridas Generales de Bilbao. Arenas cenicientas; aficionados con conocimientos. La Aste Nagusia sigue siendo un oasis, aunque cada vez más pírrico, dentro del desierto de toro en que se ha convertido la vieja Iberia. Vimos una corrida de Alcurrucén como pocas; saltaron al ruedo seis de la A coronada que fueron media docena de obras de ingeniería copyright de la madre naturaleza -en estrecha colaboración con otro ingeniero con gorrilla, el cateto de Galapagar-; Joselito lidió como ganadero una corrida no sabríamos decir si afeitada, manipulada o enfundada, el caso es que parecían murubes para rejoneo; unos cuantos zalduendos recorrieron España de sur a norte para vergüenza de la tauromaquia -hasta la de los modernos, que ya sería grave el asunto-; los escolares nos dejaron, como los malos amantes, los que van por el mundo con la bragueta abierta y sin viagra, a medias, bastante chafados. Sí que hubo tres tíos que honraron el oficio: Rafaelillo, Diego Urdiales y Sergio Aguilar. Mención especial a el Cid, que con una corrida de toros pavorosa estuvo más que digno; a los que le achacan que no cargó la suerte hay que decirles que tampoco descargó la vergüenza. Tenía que estar con los grises y ahí estuvo, sin excusas.
Llegábamos a octubre con la lengua fuera, sin aire en los pulmones, exhaustos como el Cachorro sevillano, flagelados por esta gazapona afición que por mucho que uno quiera cuadrar para entrarla a matar, siempre te persigue, siempre te tapa su muerte, hasta que te dan los tres avisos y el que termina en los corrales apuntillado eres tú. O lo que es peor, en el tendido el año próximo. Decíamos, octubre, La Pilarica, Coso de Pignatelli, también regentado por los Choperita, como en Vistalegre, ocho meses después de aquella Feria de Invierno, y casi llegando al invierno siguiente, saltan en Zaragoza, moruchos de Montalvo, Juan Manuel Criado o Valdefresno, que se caen como moscas, igual que sus parientes de sangre chochona, aquellos que se lidiaron en la carnavalada de febrero. Los antiguos Pablo Romero, guapos como ellos solos, nos enamoran con su galantería, pero su nómina de bravura no nos convence como para llevarnos al altar. Los cuvillos, en plan gira de los Rolling Stones, cosechan un nuevo triunfo gracias al playback que sus toretes hacen de la bravura. ¿El Juli? Bien, gracias.
Nueve meses, un parto, de toros mendigando la muerte por las plazas de España, con sobreros viajando más que el baúl de la Piquer; zalduendos pasando más reconomientos que los quintos en la mili; y la proliferación del descaste y la blandura de sesos hasta en las ramas más selectas del torismo. Mil y pico, o dos mil -¡qué se yo!- festejos en los que se ha venido repitiendo lo mismo: ausencia de las dos terceras partes de la lidia; el uso del duende y el salero como merchandising de venta en gasolineras; el sacrificio de la exigencia en pos del arte quincallero; y el definitivo advenimiento al mundo de los vivos de la oreja como verdadero eje de la Fiesta. `Nada tiene importancia si no hay oreja´.
Y el año acaba con algunos mensajes, si no apocalípticos, sí reveladores, que nos dibujan un futuro encorsetado en un terno de tinieblas y oro. Indultan ilegalmente dos novillos en un par de festivales, uno es de Garcigrande, el otro de Fuenteymbro -encaste vitivinícola-. En eso que van al matadero los patasblancas de Sánchez Cobaleda y los santacolomas de Trifino Vegas. Dos por dos. El Fandi y Enrique Ponce lidiaron dos toros afeitados -no lo digo yo, lo dice la Ley- de Torrestrella y Victoriano del Rio -del encaste de siempre-. El Califa y José Ignacio Ramos, expertos en las duras, con los encastes de casi nunca, se retiran. O medio los echan. Otro cuatro. Mientras tanto, en Dólar, Granada, se da uno de esos festivales de aúpa, con bichos con mala baba, de esos que son los patitos feos de cada casa. Y a eso que va un novillo y manda a tres tíos al hospital. Uno de ellos, el Ruso, banderillero que se sabe de memoria el número de azulejos que hay en las paredes de la enfermería de las Ventas, es sacado a gañafones, trallazos de metralla brava, de un burladero sin poder hacer nada. Le revientan el muslo. Será por aquello del equilibrio del Universo, que se da la circunstancia de que unos cuantos miles de kilómetros más allá, diez o doce, en las tierras en dónde se produce la contradicción en la cual no existe el toro pero sigue habiendo corridas, se ha armado la de Dios es Cristo, con motivo del enésimo robo a un figurón de la torerimaquia. A tal punto de obsesión ha llegado el afán resultadista de muchos, que ya no se sabe si se pelean por orejas, rabos, escapularios de oro o bacinillas de hojalata. (Más) Malos síntomas, para acabar el año. El nuevo no tiene pinta de empezar mejor.
Conforme voy terminando de escribir este real y descorazonador -aunque algunos nieguen la mayor- memorándum del dos mil diez taurino, y sin olvidarme -colocando aparte, en el tarro donde van las esencias- de la genuina tarde de Juan Mora, ni del gran número de toreros que rozaron la muerte, con Tomás a la cabeza -tampoco me olvido de Adrián, que se nos fue- a servidor no le queda otra que darle la razón a los que echaban pestes en contra de la hierba.
La culpa es de la yerba. Y del camello que trapichea en los tendidos con las pipas y las pepsicolas. Por no traficar con ella. Porque la única manera de entender y poder consumir lo que acontece en el ruedo es ésa: fumar un poco de ella.
Y el año acaba con algunos mensajes, si no apocalípticos, sí reveladores, que nos dibujan un futuro encorsetado en un terno de tinieblas y oro. Indultan ilegalmente dos novillos en un par de festivales, uno es de Garcigrande, el otro de Fuenteymbro -encaste vitivinícola-. En eso que van al matadero los patasblancas de Sánchez Cobaleda y los santacolomas de Trifino Vegas. Dos por dos. El Fandi y Enrique Ponce lidiaron dos toros afeitados -no lo digo yo, lo dice la Ley- de Torrestrella y Victoriano del Rio -del encaste de siempre-. El Califa y José Ignacio Ramos, expertos en las duras, con los encastes de casi nunca, se retiran. O medio los echan. Otro cuatro. Mientras tanto, en Dólar, Granada, se da uno de esos festivales de aúpa, con bichos con mala baba, de esos que son los patitos feos de cada casa. Y a eso que va un novillo y manda a tres tíos al hospital. Uno de ellos, el Ruso, banderillero que se sabe de memoria el número de azulejos que hay en las paredes de la enfermería de las Ventas, es sacado a gañafones, trallazos de metralla brava, de un burladero sin poder hacer nada. Le revientan el muslo. Será por aquello del equilibrio del Universo, que se da la circunstancia de que unos cuantos miles de kilómetros más allá, diez o doce, en las tierras en dónde se produce la contradicción en la cual no existe el toro pero sigue habiendo corridas, se ha armado la de Dios es Cristo, con motivo del enésimo robo a un figurón de la torerimaquia. A tal punto de obsesión ha llegado el afán resultadista de muchos, que ya no se sabe si se pelean por orejas, rabos, escapularios de oro o bacinillas de hojalata. (Más) Malos síntomas, para acabar el año. El nuevo no tiene pinta de empezar mejor.
Conforme voy terminando de escribir este real y descorazonador -aunque algunos nieguen la mayor- memorándum del dos mil diez taurino, y sin olvidarme -colocando aparte, en el tarro donde van las esencias- de la genuina tarde de Juan Mora, ni del gran número de toreros que rozaron la muerte, con Tomás a la cabeza -tampoco me olvido de Adrián, que se nos fue- a servidor no le queda otra que darle la razón a los que echaban pestes en contra de la hierba.
La culpa es de la yerba. Y del camello que trapichea en los tendidos con las pipas y las pepsicolas. Por no traficar con ella. Porque la única manera de entender y poder consumir lo que acontece en el ruedo es ésa: fumar un poco de ella.
15 comentarios:
Antonio:
Ahora me doy cuenta de que la yerba esta es de comer, pero me da la impresión de que muchos antes de ir a la plaza u otros antes de escribir las crónicas se la fuman.
Un saludo
Antonio:
Al igual que Romero, no eres de apéndices auriculares, pero, sí puedes darte una clamorosa vuelta al ruedo en esta blogosfera.
Has resumido el año en 15 extraordinarios muletazos, aunque haya cosas que no comparta (tú ya lo sabes), como tu valoración de El Cid y tu antipatía por Morante, torero que un día te gustó, me consta.
Pero... ¡Al César lo que es del César! ¡Enhorabuena!
Un abrazo!
Pd.: Yo creo que está más enfermo Mourinho que el Atleti.
Si usted sigue escribiendo así, no le auguro más de tres telediarios en la blogosfera. Se está ganando muchos enemigos, y ya sabe como se las gastan por aquí...
Yo le animo a seguir contando verdades, deleitándonos con sus escritos. Es de lo poco que vale la pena leer.
Felices Navidades
Me ha gustado mucho la entrada pero se olvida de Cuadri en la feria del Pilar del Zaragoza pero todo lo demas impecable
Excelente, aunque siempre se queda algo, pero sublime y lo malo señor Diaz, es que nos espera mas de lo mismo,mientras otros le despellejan por la red, yo le subo a los altares.
Juan carlos
Muy buena descripción del circuito impuesto por "El Fariseismo actual taurino" o como queramos llamarlo. Hoy en día la verdadera tauromaquía no está en esas grandes ferias oficiales donde la podredumbre abunda, sin ir más lejos, hay plazas sin bombo y platillo donde he visto toros y toreros, ¿verdad Villarubia de los Ojos, 10 de septiembre?.
Enhorabuena.
Leña a estos dos enfermos mentales, que todos sabemos quienes son, hasta el culo como todos sabemos.
La hez de Internet, o ellos o nosotros, gracias Antonio
y FELICES NAVIDADES para la los aficionados de verdad.
Joshué
Amen
Sólo añadiría una cosa: la buena corrida de Pablo Romero en Las Ventas. Toda la publicidad de encastes de este tipo es poca.
Feliz Navidad a los aficionados.
Luis Miguel.
Se quedan muchas cosas... Cuadri en Zaragoza, Partido de Resina en Madrid, un toro de la Quinta, en Valencia, creo que se llamaba Pajarito (hablo de memoria), varias faenas buenas con el medio toro, una del Juli en Francia, buena de verdad -para que luego digan-, unas cuantas actuaciones de banderilleros que nos han puesto los pelos como escarpias, el regreso, más por la noticia que por el juego, de los Gracilianos a Madrid, han aparecido algunos novilleros interesantes, Del Álamo o Barrio, por ejemplo, en fin... todo no cabe.
Saludos y gracias a todos.
Bien Antonio, certero como es habitual en tí, con esos matices que te han aportado y que tu has añadido...es un placer leer tus post
Felices fiestas
Un saludo
Pgmacias
¿Quién le facilita a usted esos "matices que te han aportado y que tú has añadido...", según confiesa Pgmacías?
La condesa de Estraza
PD: Por sentirme aludida en el contenido de la presente entrada, ruego la publicación de este comentario.
Es fácil, la información escrita en esta entrada, como en todas, me la han facilitado mis dos ojos.
Saludos
Un post como las buenas faenas cortas pero intensas, y con mucha verdad. Gracias Antonio.
Que rica la yerba Alpujarreña...
Mari Guanes
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