Carlos Ilián
La noticia taurina no estaba en Zaragoza, como debe ser, tratándose de la última gran feria de la temporada. No, estaba esa noticia en el ministerio del Interior a dónde se acercaron siete señores, vestidos de domingo. Nadie sabe quién los eligió para ese cometido de ir pidiendo que los toros salgan de Interior y pasen a Cultura. Ignoro que representatividad tengan un Talavante, un Perera o el mismo Juli. Cayetano podría representar a Armani o a Loewe pero no al conjunto de la profesión taurina. Ayer se vieron con Rubalcaba quien les prometió que los toros pasarán a Cultura en un tiempo breve, una vez que se hayan coordinado todas las cuestiones relacionadas con comunidades autónomas y sus competencias en materia taurina.
Los toros deberían seguir en Interior. Lo de Cultura es un embeleco con un trasfondo diabólico: que los propios profesionales controlen los resortes de la fiesta. Si eso llega a ocurrir, que Dios nos coja confesados.
No me imagino a los funcionarios de Cultura, gente dedicada a labores relacionadas con la pintura, la escultura, la ópera o cualquier otra manifestación de ese rango, metidos en labores de corrales, sanciones por afeitado, control del registro de nacimientos de becerros, ni en el intrincado y misterioso mundo de las suspensiones. A esos buenos hombres y mujeres los devorarían los taurinos de una dentellada.
Es de imaginar que Rubalcaba no vió por la televisión la corrida de ayer aquí, en Zaragoza donde salieron algunos toros literalmente despitonados. Sería un timbre de alarma para que sepa hasta dónde podrían llegar los taurinos con el control del toreo, una vez que la fiesta pasara a manos de Cultura, un ministerio ajeno a las potestades que ejerce Interior.
De todo lo anterior nos acordábamos en el triste espectáculo de toros de sospechosas defensas, inválidos y descastados que se lidiaron ayer. Con tal género sólo César Jiménez logró algún muletazo decoroso en su primero, el único toro de la tarde que medio aguantó unas cuantas embestidas. En el cuarto, que era una auténtica tora, mansa y rajada, el bueno de César se aburrió y nos aburrió en un intento imposible de sacar algo de aquel bóvido.
El torero local, Serranito, sustituyó a última hora a Uceda Leal, aquejado de ciática. Este muchacho que tiene buen corte de torero, pero al que se le pasó el arroz hace tiempo, tuvo enfrente dos imposibles mansos. Su primero, rajadísimo, y el sobrero de Los Bayones a punto de echarse en cualquier momento por su total ausencia de casta.
Matías Tejela se empeño en lucir a su primer toro,una especie de carretón sin casta que embestía como lo haría una borrega. Brindó la muerte de su segundo toro a su apoderado, Enrique Patón. No pudo ser un brindis triunfal porque el de Valdefresno se rajó, literalmente.
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