jueves, 21 de enero de 2010

Boris y Bombito




Las lágrimas del torito Boris. La muerte de un ser sintiente
.

Ése es el título que han dado a un vídeo unos señores que se hacen llamar los amigos del toro; ya saben uno de esos grupetos compuestos por heterogéneos personajes necesitados no se sabe si de cariño, notoriedad o de un equipo de psiquiatras. Populismo barato, del que les gusta atestar los mercados, llevado a límites caricaturescos, con olor a rancio, a rebuscado y a orina de perro.

Boris, el prota de la historia, es un ternero al que una chavala con tendencias vanguardistas, ecológicas y progresistas, pero con menos estudios que el feo de los hermanos Calatrava (de formación en veterinaria ya ni hablamos) decide recogerlo de una granja en donde al parecer no tenía las atenciones necesarias. Tras unos días dándole mimos y caricias, atusándole el pelo como a una muñeca chochona, pasarse unas cuántas horas construyendo con sus propias manos una casetita de pacas de paja, coqueta y acogedora, va el ternerillo con nombre de presidente ruso y se despide de su cuidadora regalándole unas lágrimas cristalinas.







Bombito nació en Zahariche allá por diciembre de 1994 haciendo gala de un lustroso pelaje colorao. Creció al amparo de su madre, la vaca Bombita, rodeado de sus bravos hermanos de camada. Siempre acostumbrado a las mejores hierbas, los mejores cuidados y a una vida plena en un paraíso babilónico. Serenidad que sólo vio enturbiada el dia del herradero, cuando el hierro candente con los numeros 3 y 8 le dieron una identidad; acababa de convertirse en un toro de Miura.

Cuatro años después de aquel invierno agreste del 94, Bombito, ya hecho un mozo, tuvo el honor de ser uno de los elegidos para representar a su estirpe, para defender con su lucha y su sangre primero su propia vida y luego la grandeza de La Fiesta. Lo que pasó en el ruedo, todos ustedes ya lo saben, se marchó aplaudido por más de diecinueve mil almas, que rendidas a sus pies jamás lo olvidarán. Mientras que en los libros quedará escrito su nombre con letras de oro, por los siglos de los siglos.



¡Cómo para no llorar, eh, Boris! ...

4 comentarios:

sol y moscas dijo...

Que esta gente no este en sus cabales no quiere decir que sea mejor morir dejando tu nombre escrito en sangre en el libro de la historia que morir en una cama de viejo con una lagrimilla en el ojo... lo de la identidad y el herradero también es monstruosamente acertado. Un hierro candente que nos acompaña toda la vida...


Por qué me gustan los toros se preguntará... porque es extremadamente elegante y un espectáculo ejemplar sobre nosotros (hombres). Pero toda esa mitología de engrandecer las cosas (la fiesta o la patria) con sangre y sacrificio (ya sea de toros o toreros) me da un poco de tirria...


Un saludo y continuo felicitándole por el blog

Antonio Díaz dijo...

Decir a Rafael y a un par de valientes anónimos que ésta casa es taurina, donde casi todo el mundo tiene la puerta abierta, excepto los cuatro gatos que pretenden con sus actitudes fascistas decirnos a los demás lo que tenemos que hacer en nuestro tiempo libre. No es cuestión de valentía o cobardía, simplemente tengo que decirles que expresen sus opiniones en uno de esos lugares en los que comulguen con su credo.

Saludos

entradas jose tomas bilbao dijo...

A mi los toros no me gustan pero tampoco estoy a favor de que se carguen un elemento fundamental de nuestra cultura popular.
En este país somos muy dados a la polémica y a los extremos. En vez de reformar lo que hacemos es prohibir...y así nos va.

kaparra dijo...

Pues a mi lo que realmente me toca los cullons es que le llamen al borrico ese Boris,con lo bonito que es ese nombre,vamos tu.