miércoles, 13 de enero de 2010

El mueco de Pepito


Copio un artículo escrito por José Ramón Márquez, hace unos días, en el magnífico blog Salmonetes ya no nos quedan. De fundas, esquilados, afeitados y de ganaderías rimbombantes va la cosa, oiga.




Llevaba unos días dándole vueltas a lo de los afeitados de
Miura y de El Tajo y La Reina, y a ver cómo se come eso, porque a uno siempre le ha sobrecogido la ganadería de la A con asas y las dos divisas, y la verdad, que ésa es una de esas noticias que no gusta leer y que entristecen un poco. No por lo de El Tajo y la Banda, que a fin de cuentas eso es menos que nada, y que por no tener ni tienen antigüedad, pero sí por lo de Zahariche, con sus calaveras a la entrada, con su secreto -recuerden en Los Toros del Sol cuando Don Eduardo no quiere a Navalón allí y se tienen que encontrar en el Hotel Colón- y con sus rarezas. Bueno, dejemos pendiente hablar un poco otro día de Miura, que si tienen algo de vergüenza los herederos del caballista de las patillas estarán abochornados de salir así en los papeles, y vamos con La Reina del Tajo.

Dice el propietario en el diario
La Rioja que él no ha afeitado a ninguno de los toros que dieron positivo en Logroño, aunque sí reconoce que los ha manipulado para ponerles y quitarles unas fundas, pero sin ánimo de reducir su peligro ni de cercenar sus puntas. Bueno está que, ya que el hombre tiene a su nombre una fundación, se dedique a poner fundas pitoneras a sus ganados, que sin duda eso será una práctica fundamental en su afán ganadero, pero es que luego dice que el año 2006, se conoce que por no poner las fundamentales fundas, se vio en la obligación de sacar punta a los pitones de unos toros que se les habían estropeado, para que no fuesen rechazados por los alevosos veterinarios, que se ve que no le dejan al hombre ni a sol ni a sombra.

Bien, pues nos quedamos a la espera de que descongelen a
Walt Disney para que venga a hacer la película correspondiente sobre esta tierna idea de las fundas y los pitones afilados, que es que lo lees en el diario y te dan ganas de mandar treinta euros a fondo perdido a la fundación ésta de las fundas, para ayudarles a que compren sacapuntas, pues como que todo suena como del capítulo de Hanna Montana que nunca se rodará.

Recordamos un poco cómo se tiraron los revistosos toda la temporada pasada dando la murga con esta ganadería, con que si el gran triunfo de por aquí y el éxito de por allá. En Bilbao le soltaron el último ejemplar de uro primigenio a
El Cid, que por suerte es un torero que no se aflige. En Málaga no recuerdo qué les pasó, pero nada bueno, desde luego, y los revistosos vuelta y vuelta con La Reina y con El Tajo, preparando el advenimiento del ganadero como naciente estrella de la Ganadería Andante amén de como cronista de postín en las retrasmisiones televisivas del Dr. Zaius y los monitos que le hacen la pelota, que al final parece que no va a ir, y a nosotros qué más nos da.

Y para completar el dibujo, nos podemos quedar con dos imágenes del rutilante ganadero que, en mi opinión, creo que retratan acertadamente a la persona que hay tras las fundas y las fundaciones. La primera tiene lugar en la Feria de Abril de 1991, cuando este hombre era matador de toros y el sacrílego se anunciaba como ‘Joselito’ en los carteles. Puso de patitas en la calle, como un rabioso, a
Martín Recio, porque este gran peón les mostró a él y a Jesulín de Ubrique –que aquel día se presentaba en la Maestranza- como se para y se lidia un complicado toro de Viento Verde.

La segunda es la famosa corrida del 2 de mayo de 1996, que tanta mella ha hecho en jóvenes aficionados. El hombre hizo de todo, puso banderillas, mató de seis estocadas en su estilo un poco acelerado para mi gusto y fue una bonita tarde, pero lo que de verdad queda de aquella corrida goyesca es el desgarrado par de banderillas de
José Antonio Carretero a aquel sobrero de Cortijoliva que había impuesto su mala ley en el ruedo y hacía volar los capotes.

Algunos le llamaban maestro. A mí su estilo basado en un desmayo impostado nunca me gustó. De los de su generación me encantaba la elegancia de
Bote, que no llegó a nada, gran torero corneado por las circunstancias y la mala suerte. Pero el triunfo grande de esa época se lo llevó, a base de verdad, el maestro Rincón.



Vaquero con lazo a caballo en los brazos y cuernos de vaca,
de Boris Valedzho


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