Morante de La Puebla por fin ha hecho una temporada acorde a su categoría y caché. Con muchas nubes y claros, eso sí. Ya se sabe, la dulce y deliciosa irregularidad del artista. Preferible a la monótona e insulsa regularidad de Castella, más digna de un funcionario en su día en la oficina que de un matador de toros. Dejó para el recuerdo una faena en Sevilla y la sinfonía a la verónica en Madrid. Inolvidable. Eso si, siempre con el toro chico y facilón, incluidos los Victorinos, que no lo dejaron en muy buen lugar. Terminó la temporada vistiendo el mismo traje pues no le cabía otro y con unas idas y venidas dentro de su cabeza que aún no han terminado.
Sebastián Castella si hablásemos de fútbol, donde goles son amores y amores son orejas, sería el triunfador absoluto de la temporada. Mucho número, mucha Puerta Grande y mucho toreo barato. La Puerta Grande de San Isidro, indigna y ofensiva para la Fiesta, dos orejas sin dar un sólo natural. En Otoño mejoró algo la cosa, pero sigue sin calar en el alma de los aficionados. Tuvo momentos importantes también en Francia, Málaga o Santander, entre otras. A mi sigue sin llenarme.
Daniel Luque ha sido otro de los que ha puesto plazas importantes boca abajo. Podría ser en esto lo que él quisiera. Se lleva bien con el capote, tiene valor y sabe torear con ortodoxia (otros años lo hemos visto) aunque este año se ha decantando por el encimismo y la vulgaridad. Ha venido ocupar el lugar que el año pasado era de Perera. Así pudo cortar cuatro orejas en San Isidro con unas extrañas faenas y en Sevilla acarició la Puerta del Principe. En Granada causó sensación y en muchas plazas dejó en estado de shock al público menos entendido. Espero vuelva a templarse y a hacer un toreo más clásico.
Grandes olvidados: Leandro por firmar una de las mejores faenas en Santander, Esplá y Beato, Eduardo Gallo en La Glorieta , la torería de Urdiales, la mala suerte de El Fundi, el renacimiento de José Luis Moreno y la dignidad de Uceda Leal.
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