domingo, 15 de noviembre de 2009
Animalistas
La noticia en sí misma no tiene mucho que ver con el arte de Cúchares, pero si viene a ilustrar la tremenda hipocresía y estupidez de la que hace gala la especie humana. A principios de octubre, muchos recordareis una extraña noticia que saltó a los telediarios y primeras páginas de casi todos los medios. Una leona había sido avistada por unos montañeros en Tarragona dando éstos aviso a las autoridades de la zona. En cuestión de un par de días fueron más los avistamientos, todas las personas que la veían, aunque fuese a cientos de metros de distancia y en plena sierra, reconocían perfectamente al felino. Dando todo lujo de detalles, como si por Tarragona estuviesen viendo leones todos los días. Dada la gravedad de la situación la Generalitat montó un operativo urgente de búsqueda que acabó con el animal abatido, tras cuatro días escudriñando la sierra tarraconenese, con unas cincuenta personas y más de 100.000 euros gastados por la administración para dar caza al rey de la selva. Tras el safari made in Spain, el resultado fue que la leona no era más que un perro de gran tamaño y potencial peligro que andaba a sus anchas por ahí. No cabría más que felicitar a los miembros del grupo que dieron y acabaron con un animal sumamente peligroso y que de haber alcanzado a alguna persona nos haría estar lamentando una desgracia. Pero nada más lejos de la realidad, bastantes días después, y sorpredentemente, un juez ha ordenado que se investigue el caso , pidiendo incluso una necropsia del can para averiguar si existió maltrato animal. Varias organizaciones pro-animalistas o anti-humanistas, que muchas veces es lo mismo, se están encargando de meter presión a través de los medios pseudo-progresistas de siempre. Se están pidiendo penas de cárcel. Insólito. Me pregunto que pensaría cualquiera de los animalistas que apoyan esta denuncia si fuese uno de sus hijos el que se hubiera encontrado frente a frente con el mastodóntico chucho. ¿Lo hubiera metido en casa a jugar con los niños?
Fuente: El País
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