La Vaquilla de Berlanga |
No ha sido la de Palha una corrida buena, ni mucho menos, pero tampoco ese petardo que nos quieren vender. Más culpa de los toreros, de su nula ambición y de su escaso oficio, que del ganado. Porque han embestido tres, sin nada que envidiar a cualquier negrito comercial, con mucha más dulzura de la que se quiere en esta casa. Hubo más nobleza que casta, y sin el pánico, que no deja hacer, que se tiene de antemano a estas ganaderías, se hubiera cortado alguna oreja. Pero como no es esto lo que se busca en los productos de Heredade de Adema, la nota general da suspenso. Tema aparte es la desastrosa presentación, muy en Palha, es decir, cada uno de su padre y de su madre, de un cruce diferente gestado de una manera de entender la ganadería que no es la de mi agrado. Cuando uno va a ver una corrida espera seis toros parejos, uniformados en hechuras y reconocibles en tipo. En lo de Joao Folque esto no se puede dar, porque carece de proyecto genético para sus toros. Se limita, como si jugara al Monopoly, a comprar allí de dónde sale bueno: ayer, Torrealta, ahora dicen que se fue a Fuente Ymbro. Y mañana, Dios dirá. Y como que cuesta hacerse partidario de hierros así, por mucho que embistan en las buenas. El tercero parecía una vaca travestida, quizás pariente lejano de aquella vaquilla que Berlanga hizo estrella de cine. Las -o los- dos -la de Berlanga y la de Joao- han acabado lidiándose en talanqueras, que es otra señal de que el toreo y la cultura están unidos como siameses. Se lidiaron también dos sobreros, uno de Carmen Segovia, cabezón y descastado, y un jabonero claro de Aurelio Hernando, cinqueño con un mes de mili en los corrales. Se dejó hacer pero no transmitió.
Bolívar, peor que mal. Se dejó ir al primero, noblón, como si llevara un hierro cualquiera, y que estuvo embistiendo por abajo incansablemente, pero con poco motor, en una larga faena. En otras manos, toro de triunfo. Con el cuarto, que se quedaba más corto y era más bronco, no se dió coba. No tiró la moneda entre otras cosas porque no la trajo consigo. Si un torero humilde viene a Madrid sin ambición, apaga y vámonos...
Hacía tiempo que no veía un torero tan pesado como Salvador Cortés, que se ha tirado toda la tarde dando mantazos sin mellar en su autoestima. El sobrero de Carmen Segovia, descastado, no tenía posibilidades de triunfo, que sí de faena honrosa, pero no lo vió. Con el quinto, que dió 650 kilos en la báscula -tendría los bolsillos llenos de piedras, porque si no no se entiende-, pegó un petardo importante, candidato a la peor faena de la feria. Además de pesado, se dejó ir otro toro noblote, con embestida templada, que no se comía a nadie, nada ofensivo por delante, que no paró de engancharle las telas una y otra vez. Desastroso Salvador Cortés.
Y David Mora puntuó en su primero, merced a las ganas de justificarse, de dar todo lo que tiene además de poner lo que le falta al toro. Pero en el sexto, el remiendo veragüeño de Aurelio Hernando, fracasó, y no por la faena de muleta, en la que estuvo correcto, sino por la nefasta lidia dada a un toro manso y corraleado, de la que el matador es responsable.
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