viernes, 28 de octubre de 2011

Tó pa ná

Talavante en Tlaxcala Mundotoro






Cifras, dineros, porcentajes, derechos, convenios,
comunicados, reuniones, abogados:  
tó pa ná



martes, 25 de octubre de 2011

En el adiós de un mito

Julián Jaén

















El único consuelo que me queda en la muerte de Antoñete es que el pobre no se ha llevado el chasco de asistir -en vida, claro- a su propio entierro. No se lo merecía. Un tío entre cuyas virtudes estaba la generosidad y el altruísmo, y que no ha hecho nunca mal a nadie, salvo a sí mismo, merecía otro adiós. Unos no se lo han sabido dar, otros no han querido saber nada del tema.

Vale que el día, laborable, lunático, gris, lluvioso, muy madrileño, ayudaba poco. Pero qué es esa minucia, cuando el aficionado, a estos últimos vestigios del hombre cabal, llamados toreros, los arrojamos inmisericordemente a las fauces del horror en tardes lluviosas, de arenas movedizas contra garlopos de furia pantanosa. Que ingrato es este mundo las más de las veces. No ha habido multitudes soliviantadas por el dolor ni grandes masas añorando la grave pérdida. No por lo menos en la cantidad que exigiría el sepelio de uno de los mejores toreros que dió y dará este terruño cainita que tenemos por patria.

El aficionado cabal, que es minoría, sí que peregrinó durante toda la mañana a su plaza de las Ventas, a ver al ídolo, ojito derecho, héroe, amigo, hijo predilecto y maestro que todo el que ve de toros tuvo, tiene y querrá volver a tener. Sorprendente y pesarosamente, por lo menos para mí, las mal llamadas figuras, o alguna de ellas, como Morante de la Puebla, Juli, José Tomás, José María Manzanares o el Cid, no tuvieron a bien acudir a las exequias. Sí que lo hicieron Cayetano, Ponce, Fandiño, Uceda Leal, Rafaelillo, Frascuelo, Juan Mora, Encabo, Robleño y algunos compañeros más del oficio. Tomo nota, que dijo un guaja que de esto chanelaba. Tampoco hicieron acto de presencia los grandes empresarios del momento, ni los Chopera, que vuelven a demostrar que es mentira aquello de "de tal palo tal astilla", ni siquiera Simón Casas que, aunque tiene comité para la ética, se puede decir que de ella, va escasito. Los políticos, esos que son a la tauromaquia lo que Batasuna a la democracia, no han estado a la altura, que no era mucha, sobre todo los del bando socialista, invisibles, aunque para ser justos, nos figuramos que si los peperos estuvieran fuera del trono, la historia sería justo al revés. Les interesa poco y mal. A todos.

La agonía social de la tauromaquia, y la apatía de los que la regentan, los inútiles del Centro de Asuntos Taurinos, aquí en Madrid, fue evidenciada en una patética metáfora: mientras en el redondel, los julais de Cold Play, millonarios gracias a su tema "Viva la vida", eran ya dueños, con llaves, del cortijo; fuera, sin poder dar una última vuelta al ruedo -de fuera vendrán que de tu casa te echarán-, se llevaban muerto Antonio Chenel, Antoñete. Cuanta crueldad.

Por fín podrá descansar en paz, Antonio Chenel Albadalejo, "Antoñete" en la memoria.





La última Puerta Grande de Chenel from Rosa Jiménez Cano on Vimeo.


Video de Rosa Jiménez Cano.

domingo, 23 de octubre de 2011

Chenel, Torero de Madrid




Uno, que va teniendo la desasosegante conciencia de haber nacido en tiempo equivocado, tendrá que irse al más pa'llá con la pena de no haber disfrutado, en presente, de las cátedras antoñetistas. Pero siempre oyó hablar de aquel Atrevido de Osborne, el toro blanco que, como el caballo de Santiago, pasó, con pelaje que no era, a los anales de la historia. Ese, en el 66, es el tratado culmen de la teoría chenelista. Que no es otra que el toreo en pureza, el que apenas hoy puede resistir ante el acoso y derribo de las gazmoñerías del arte. Aquel que no menosprecia al Toro, que no le hurta la posibilidad de embestir a galope y cuya arma más notable es el conocimiento de un oficio, de los terrenos, las distancias y de toda aquella virtud que conlleva el privilegio de ser mataor de toros. El empaque, la hondura, la sobriedad clasicista y la huída permanente del adorno estéril y el fingimiento, hacen de Antoñete Maestro de Maestros. Torero de Toreros. Siempre la suerte cargada, la pata pa'lante, o como le cantó Joaquin Vidal: nadie arqueó la pierna mejor que Antoñete. Los saludos de capa, el mando en plaza, la lidia, sus contundentes y escuetas faenas de muleta, siempre orientadas en la búsqueda de la verdadera raíz del toreo: vencer al Toro, a ser posible, convenciendo al aficionado. Y vaya si lo consiguió.

Encorsetado como torero de clase, pero de segunda fila antes de la primera de sus multiples retiradas, volvió viejo al toreo para dejar en evidencia a aquellos jóvenes a los que muchos tomaban como maestros superiorísimos. El Capea, Paquirri o Espartaco sucumbieron a la realidad: Antoñete era uno de los llamados a la gloria: los otros, unos grandes pegapases. Bajo la aureola bucólica que le daban esos ternos en lila, malva o rosa palo con el mechón blanco, la abultada barriga y los vaivenes de los alamares de la chaquetilla, impulsados por el exceso de trabajo al que se veían sometidos sus pulmones, jodío fumeque, prontó se convirtió en torero de culto. Torero de Madrid. Profeta en su tierra.

Hace unos años me lo encontré en los alrededores de las Ventas, con su gorrilla calada, los ojillos entornados, de puro pillo, y el cigarrillo en la comisura de los labios, más castizo que el oso y el madroño. Con trapío de torero, con innata torería, se alejó de mi vista, poco a poco, entre el murmullo y las miradas indisimuladas de admiración, que con casi reverencia eclesiástica, le proferían los aficionados, a modo de reconocimiento.

Hoy me gusta imaginármelo así, yendose poco a poco, feliz, pensando en la próxima faena por hacer, recogiendo todo el cariño que sembró. Mañana dará su última vuelta al ruedo, y volverá a salir entre vítores y lamentos  por la Puerta más Grande del Toreo. La de su casa.

Descanse en paz Antonio Chenel, "Antoñete". Torero de Madrid.

sábado, 22 de octubre de 2011

Fallece Antoñete




La tristísima noticia la adelanta Manolo Molés en la Cadena Ser. Chenel, que descanses en paz.

Jodío fumeque



Al parecer Antonio Chenel, "Antoñete", se encuentra hospitalizado, otra vez, como consecuencia de un nuevo problema respiratorio. Aún no se sabe mucho sobre su estado de salud, esperemos que se quede sólo en el susto. Jodío fumeque...

jueves, 20 de octubre de 2011

Padilla vive, la Fiesta sigue...

Toreros de Cultura




Menuda cara de gilipollas que se le queda al aficionado viendo la mariconada de cartel en el que se anuncian nuestras figuras en el cachibache ese de Quito, donde los toros serán finiquitados a balín y pistola por carniceros en un matadero rodeados de cabritos, gallinos y cochinos. Los ves ahí, sonrientes, con un fondo rosita, y sus nombres escritos en letritas muy lindas, que en vez de tres matadores de toros parecen tres novelas de Corín Tellado. Talavante, Abellán, Castella, Fandi, Ponce, Fandiño, David Mora y hasta Ruíz Miguel, con lo que ha sido, se apuntan, por cuartos, por que otra cosa va a ser, a la parodia de un rito, a la burla de un arte que nunca ha estado más desapegado de la verdad que ahora. Con sus actos, subvecionan moralmente a todos aquellos que intentan enterrar la tauromaquia, y de paso, cultivan en el resto de la sociedad la idea de que sí que puede haber corridas de toros sin muerte, y que de ahí también puede salir "arte".



Torero de Interior


Contrasta todo tremendamente con las imágenes de Padilla saliendo del hospital. Con la fortaleza de ese hombre pálido y enjuto que vagamente recuerda al turbulento Ciclón. El rosa, y las letras moñas, aquí se han sustituido por cicatrices de guerra, por la ceguera de un ojo, pero también por el cariño y la admiración de todo el mundo, que esto es serio, señores. La verdad está aquí, con tantos Padillas que se juegan la vida sin mentiras durante muchas tardes, con hierros que están destinados a perderse en el recuerdo de los tiempos gracias a la asquerosa moto que quieren vendernos con el artista de piloto y el torito de copiloto.


El slogan que se han inventado para el putiferio quiteño reza que "la feria vive... la Fiesta sigue..." No pueden estar más equivocados. La solución, es otra: con más tíos como Padilla, siempre habrá un hálito de esperanza para el toreo. Y si no, pues ya se está viendo lo que hay.

Padilla vive... la Fiesta sigue... #fuerzapadilla


miércoles, 19 de octubre de 2011

Juampedrada fin de temporada en Jaén








Una gran parte de la plaza se divirtió mucho en esta corrida que pone el punto final de manera oficial a la temporada española. Un grupo minoritario se mostró indignado por el contenido del festejo. Como estamos en tiempos democráticos, la mayoría gana. Pero mucho cuidado, porque los indignados taurinos en la plaza de Jaén eran los entendidos. No es cuestión de cargar sobre los que acuden de forma ocasional a una plaza, porque ellos son muy necesarios en estos tiempos, pero si devaluamos el espectáculo, poco a poco perderá categoría esta fiesta que tiene unos fundamentos eternos.

Se indignó el buen aficionado por un lote de toros de Juan Pedro en los límites mínimos de todo: poco trapío, nada de casta y pocas fuerzas, pero de una gran nobleza. Es el toro ínfimo que se deja torear sin que aquello tenga verdadera importancia. Es el toro que divierte a la masa.








Francia frena la sinrazón



Este viernes, los responsables de las siete plazas clave del país galo mantendrán una reunión en la que se tratarán aspectos como la reducción del IVA y los honorarios de los toreros. "Son problemas comunes que nos afectan a todos. La reducción del IVA permitiría a mucha de estas plazas fomentar la Fiesta de forma más amplia. Por otro lado está el honorario de los toreros. En época de crisis en las que vemos como todas las plazas entán sufriendo un bajón de asistencia, no tiene sentido los altos honoraros de muchos toreros. No se si es viable poner un tope salarial común pero lo que si se tratará es de poner freno a la subida de estas cantidades"

Hoy, en el Mundo Clic aquí

martes, 18 de octubre de 2011

Torería a cuatro patas










La instantánea, tomada por el notable aficionado Antonio Mechó, y publicada por los de Torear, muestra la primera vara del gran tercio protagonizado por Tito Sandoval y Remendón, con la venia de Javier Castaño. Eso es torería. Y delante de un Toro.



BONUS TRACK TAURINO



















Veo, en el Rincón de Ordoñez, una foto tomada al Niño de los Moruchos, en la que se ve como "le toman las notas". Éste, ese día, el día de Remendón y de Maquinista, fue el que no paró de escribir en su crónica -su, o de su subalterna, quién sabe- eso del "toro de la bravura otorgada de antemano".

Que cada cual vaya sacando sus propias conclusiones sobre el crítico de la buena pluma otorgada de antemano. Yo creo que va estando claro...

lunes, 17 de octubre de 2011

Los Palha para recortes







Estos son los Palha, los auténticos, que fueron jugados en el concurso goyesco (menuda diferencia con la de Ronda) de recortadores en Zaragoza. Sobran las palabras con estas imagenes, que ayudan a entender el gran arraigo que está teniendo en la gente más joven los festejos populares.

Estas fotos y algunas más las puedes encontrar en la web de Toropasión.

domingo, 16 de octubre de 2011

Cuadri: la esencia. Castaño: la torería.

Javier Arroyo. Aplausos


El toreo, en esencia, antes de que el lobby cultural lo secuestrara de sus raíces ancestrales, es eso que el aficionado ha podido sentir en sus entrañas durante el rato, que se nos hizo cortísimo, que duró la sagrada comunión del toro y el hombre con la muerte. El rito, que ha podido sobrevivir a reyes crueles, papas tiranos, dictadores déspotas y sociedades maniqueas, lo ha hecho gracias a hierros como el triguereño, cuyos toros, unos mejores, otros peores, han vuelto a poner en suma los valores que nunca debieron perderse. El miedo; la emoción; la dificultad de hacerse con la voluntad de una bestia; la importancia de todo lo que se haga delante del garlopo; el cuidado en los más mínimos de los detalles; el orden y la hombría, virtudes espartanas que hace tiempo sucumbieron al travestismo de la tauromaquia en esas cosas escochambrosas del arte y que nadie puede aún explicar de qué demonios va sin caer en la cursileria o el flamenquismo español, que diría Eugenio Noel.

La corrida mandada por Don Fernando Cuadri a uno de sus fueros, aún sin toros de vacas, que aquí nadie se da coba con corridas del siglo semanales y falsas antologías que luego tornan en cantes gordos, fue de nota. Impecables en cuanto a trapío, se da por hecho que a Comeuñas se va el premio al encierro mejor presentado. Bien comidos, lustrosos, duros de pitones, de pelos limpios y brillantes, con culata, pechos y romana, con sus marcas del herradero bien tatuadas y definidas, y las pezuñas como tienen que tener estos bichos las pezuñas, y no esos que se ven por ahí, que las tienen como los chanchos, que dicen en suramérica. Vamos, que si uno se tropezara por la calle con uno de estos galanes los reconocería de inmediato, "vaya, ya tenemos aquí otro año a la familia Cuadri Vides."

En cuanto al comportamiento, si hay justicia, que aquí no lo hay, también suyo sería el premio a mejor toro y corrida más completa, que no está mal para ser uno de esos hierros repudiados por las figuras y escupidos y pisoteados bajo la lápida del torismo. Exceptuando quinto y sexto, que acusaron más nobleza de la cuenta, el resto sacaron disparidad de comportamientos, todos de juego interesante, encastados, listos, nobles, pero de esa nobleza viva que nunca debió abandonar el toro de lidia, algo justos de fuerzas y a menos, todos, en el tercio de muerte -para las equivocadas exigencias en cantidad de pases que se requieren hoy-. Pero al cuarto hay que echarle de comer aparte.

Remendón, que venía de reata con fuste, de la familia de los zapateros, conocida ya por los aficionados como antiguamente era sabida de carrerilla la lista de los reyes godos, pues en Comeuñas se cuida todo, hasta los nombres, cada uno de ellos es portador de una historia, un presente y un futuro, y ahí que no se verá al bueno del mayoral hacerle el rabisaco en la derecha y el despuntado en la izquierda a una vaca de nombre Pantomima, como hemos visto que salen en casas de otros ganaderos que van dando lecciones por ahí, mientras pierden los papeles en los callejones de esas plazas de Dios. Todo suma. Y todo resta.

El galafate, guapo y hondo como el solo, tuvo la suerte de tropezarse con un torero cabal, Javier Castaño, que no dudó en satisfacer las exigencias del respetable y hacer lo que no ha hecho todo el G-10 en una sola de las tardes de esta temporada: poner eso en suerte. Hasta tres veces lo hizo, siempre atento al protocolo de la lidia, dejándolo bien largo, mandando en jinete y caballo. Y tres veces que Tito Sandoval, que es gente en esto, lo citó de largo con maestría, toreando sobre el penco, incluso gustándose. Con buen criterio, midió mucho el castigo, y protagonizó un tercio de varas vibrante por lo emotivo y casi clandestino del momento. De seguido, David Adalid, otro que es gente aquí, con los rehiletes dió una lección de torería y  hombría, colocándole en el canto de una perra gorda, citando y retando en largo, dos pares de aúpa a uno de Cuadri, que ahí es ná. Y la plaza en pié, los abonados, los que han sufrido a los benjumeas, los juampedros y los veraguas, pellizcándose para despertar del sueño, llorando de alegría, por ver al fin el toreo en plenitud. Sin la censura de las figuras ni los atropellos de las modas. Ya con la pañosa, y con la montera calada hasta las cejas, se empeñó Castaño, otra vez, en volver a darle distancias al morito, dejarlo que venga al galope para traerselo toreado, como mandan los cánones, haciendo el toreo de adelante hacía atrás y de arriba a abajo. Unas veces salió aquello mejor, y otras peor. Pero nunca dió un paso atrás, con mucha firmeza no dejó que  el bicho se le subiera a las barbas, que es parte importante en el argumento de las corridas. El fallo a espadas, clamoroso e imperdonable, le hizo perder dos orejas y posiblemente, la vuelta póstuma para Remendón, que al final fue arrastrado entre una gran ovación.

Iván García y Paulita merecen todo el respeto del mundo, además de ser valientes para matar esta clase de corridas con lo verdes que están, han mostrado ser grandes aficionados, mostrando los toros, aun en su propio perjuicio. Gratitud eterna y peros ni uno para ellos. 

Al acabar, los revistosos se quejaban -nunca se quejan, pero antier y ayer, sí, tocaba- de que la corrida ha sido mala porque no se han paseado orejas. Mentira. Sí que se han paseado, como cada tarde en la que le llega el buen toreo al aficionado. No había nada más que verle salir de la Misericordia con el pañolico y la sonrisa de pánfilo, engatusado por lo que acababa de ver, Paseo María Agustín pa' bajo, haciendo palmas por bulerías con las orejas porque, por fín, había visto la tauromaquia en todo su apogeo.

sábado, 15 de octubre de 2011

#FuerzaTomás




Tarde de expectación, tarde de decepción, que decían los clásicos. El encierro traído desde la Ruiza  no ha estado a la altura de las expectativas de los muchos y buenos aficionados venidos desde toda España. Gente buena que se hace quinientos kms de ida y otros tantos de vuelta para ver seis vestigios de la historia del toreo delante de tres tíos como templos. No hay afición más honesta y llana que esa, a pesar de que determinado sector de plumillas quieran vender el torismo como religión de chulos. Se cree el ladrón que todos son de su condición. ¿Cuántos de éstos aficionados que dicen portar "la verdad" se cruzarían la Piel de Toro para ver a Carlos Gallego con un Cuvillo? La respuesta es obvia. Ni uno. Su sitio está en el pesebre de las figuras.

La corrida no tiene salvación posible. Fue mala. Más que eso: infumable.Tanto o más que otra cualquiera. Y no hay problema en decirlo. Lo penoso, y preocupante a la vez, está en la reacción en cadena que ha conllevado el fracaso de los Veraguas. En la alegría de muchos al ver como se estrella públicamente un encaste que se preserva en las poco más de 180 vacas que pastan en la Ruiza, que es como regocijarse por ver un Lince espachurrado en una carretera de Sierra Morena. En aplaudir como monos de circo mientras una especie única se despeña hacía la desaparición. ¿A que viene tanta bilis? ¿A que los que defienden hierros malditos son herejes del Juampedrismo? ¿Es un ajuste de cuentas entre bandas? Lamentable.

El espiritu de ese pensamiento estúpido, que raya con el antitaurinismo, lo encarnan, como siempre, en Burladero -el portal más dicharachero- no ya en las crónicas del niño de los moruchos, sino en sus atrapados lectores, en esos personajes mitad Félix Rodríguez de la Fuente, mitad Walt Disney. Como el que firma como "er Selu", que en su elocuente sabiduría aconseja que "A Tomas Prieto de la Cal mas le valdría mandar toda la ganadería al matadero, y no vivir de contarnos el cuento de que esta preservando un encaste, ese encaste hace ya muchos años que esta muerto, porque los ganaderos que lo han tenido no han tenido la suficiente afición para ir amoldandola a los tiempos como hicieron los ganaderos que si tuvieron afición. Este señorito Andaluz si le gustan los toros de colores que se compre una puntita de Charolesas, otra de Avileñas, otra de retintas un poquito de Moruchas de Salamanca y lo cruce todo con Limosines Y vera como se le llena La Ruiza de chotitos de muchos colorines y seguro que embisten mas que lo que tiene ahora".

Ante eso, y todo lo que está cayendo, solo me queda reafirmarme en el respeto y admiración hacía Tomás Prieto de la Cal y familia, que se han ganado el cielo luchando por hacer pervivir uno de los últimos encastes románticos, uno de los pocos hilos que nos llevan al pasado. Ahora le toca ganarse la tierra, reto inalcanzable estando el hombre, tan ruin y rastrero, de por medio.


Mientras tanto, #FuerzaTomás

miércoles, 12 de octubre de 2011

El hombre sin miedo, por Chapu Apaolaza




Chapu Apaolaza


Si algún director de cine rodara la película sobre la vida de Juan José Padilla, la banda sonora no sería 'Martín Agüero', ni 'Nerva', ni 'El gato montés'. Nada de pasodobles: para descifrar a Juan hay que pinchar 'Walk on the wild side', de Lou Reed, a todo volumen. Solo así se entiende el paseo por el lado más salvaje de la vida que un día decidió emprender el hijo de un panadero de Jerez, un tipo que más tarde se pasó por la barriga la muerte, el destino y los cuatro jinetes del Apocalipsis con caballo, lanza, casco y armadura. «Solo tengo miedo a defraudar», le soltó en 2004 a este periodista en el sillón de su casa de Sanlúcar, con su pequeña Paloma jugueteándole en las rodillas. Desde entonces cumplió el compromiso asesino que firman solo algunos toreros con el triunfo y con la gloria, un camino difícil sembrado de cristales que lo ha llevado hasta la cama del hospital Miguel Servet de Zaragoza, en la que está postrado después de que un toro le sacara un ojo y media cara de un pitonazo contra el suelo. «Evolución incierta», dice la doctora y la lógica manda que pierda la sensibilidad y el movimiento en el lado izquierdo de la cara y la visión en el ojo. Y el torero se vuelve a pasar la razón y al equipo médico por el Arco del Triunfo. Toreará «con parche» si es preciso. No es la primera vez que le ocurre. El viacrucis de Padilla por las enfermerías y los quirófanos comenzó hace 35 cornadas, mucho más de lo que cualquier cuerpo y mente podrían aguantar. 
 
Uno de los primeros 'tabacos' gordos se lo llevó de novillero en Arcos de la Frontera (Cádiz), cuando un toro le partió en dos el muslo. Ese fue el arranque de la canción salvaje de Padilla. El doctor Julio Mendoza, cirujano taurino de Jerez, descubrió que en la enfermería no podía operar y tuvo que trasladarlo en ambulancia a la ciudad. «Yo estaba muy asustado, pero todo salió bien». Aquel primer encuentro se repitió muchas más veces. A Mendoza (48 años con los guantes puestos), el torero le ha querido como a un ángel de la guarda y le ha engañado como un adolescente vacila a sus padres un sábado noche. Más de una decena de veces le ha hecho la misma jugarreta, siempre con la fe ciega y la obstinación irracional y desesperada de reaparecer. «Quedábamos pasado mañana para hacer una cura y de pronto se iba a torear con los puntos puestos y reaparecía vaya usted a saber dónde». Después llamaba alguien al doctor, nunca él, con la excusa de que el torero se había levantado bien. Al final lo curaba, pero si más tarde lo volvían a coger, se escapaba de los hospitales con el cuento de que en Jerez esperaban las manos sabias de Mendoza que le echaba unas broncas de órdago. Si la cosa se ponía fea y no le ofrecían ambulancia, Padilla, padre de dos hijos y marido de la bella Lidia, salía en el coche de cuadrillas con el gotero recién arrancado. Después, en la casa de Las Jaras, en Sanlúcar, un chalet con cabezas de toros y fantasmas con pitones paseándose por los pasillos, se levantaba la pantaloneta y enseñaba los muslos cosidos a cornadas y las trincheras en los músculos, el mapa de una carrera taurina en la que nadie le regaló nada: ni el toro, ni los despachos ni la prensa. Toreó en la cara oculta de la luna, lejos de las orgías artísticas de las figuras, allá donde los triunfos se pagan a sangre y fuego. 
 
El más grave de esos descosidos se lo hicieron en 1999 en Huesca, en la barriga, y lo destrozó por dentro. Pronto tomó las de Villadiego y apareció en Jerez doblado por el dolor y la fiebre. El drenaje no funcionaba y estaba al borde de la infección severa, con un abceso en el intestino. «No quería sueros, así que tuvimos que ponerle un tratamiento oral. Le limpiamos con un catéter engañado y así pudo mejorarse. A los días, reapareció. Tiene una fortaleza muy grande, por eso sale pitando de los hospitales. Una persona normal, con la mitad de sus lesiones estaría en una silla de ruedas». 
 
Debajo del traje de luces, Padilla ha vestido suturas, drenajes y todos los artilugios ortopédicos posibles. Fuera, al hijo del panadero solo se le veían las patillas, la sonrisa, la mirada loca de los toreros locos, los vestidos de dibujos extraños y las monteras al estilo de Paquiro y los toreros románticos de hace dos siglos. En ellos reconoce quizás el impulso descabellado de triunfar o morir, como cuando en abril de 2001 se fue a portagayola de la plaza de Illumbe en San Sebastián. En el pase, el pitón le entró, en un golpe seco, por debajo de la clavícula y salió por detrás de la nuca, del otro lado del cuello. Lo llevó por todo el ruedo prendido del asta, hasta que lo puso en órbita, el capote y las zapatillas tiradas en el suelo, inertes. «Me ha matado», gritaba al entrar en la enfermería. 
 
Cuando el doctor le metió los dedos y comprobó que todo estaba en su sitio, le dijo: «No tienes nada» y saltó de la camilla. El equipo médico tuvo que hacer una barricada en la puerta para que no saliera a matar al toro. Le convencieron para infiltrarlo, lo sedaron y operaron a traición. A los pocos días, reapareció en Santander como un espectro. 
 
Tres meses después, un 14 de julio de tormenta sanferminera, entró a matar y el pitón le volvió a partir el cuello, y una vértebra. Esta vez, el que quedó en el ruedo era él, boca arriba, con los ojos abiertos y los brazos ligeramente doblados hacia un cielo de escalofrío que rompió en un chaparrón histórico. Sonaron los móviles, temieron lo peor. El doctor Ángel Hidalgo, acostumbrado a lidiar con los corneados de los encierros, confesó que esa era una de las heridas más graves que había visto en su mesa de operaciones. Mendoza es aún más gráfico: «Sobrevivir a dos cornadas en el cuello es como sobrevivir a un rayo».
Y Padilla, eterno Lázaro del toreo, regresó del túnel por el lado más salvaje. El 25 de agosto mató seis Miura, seis, en Bilbao. Días antes, había vuelto a San Sebastián. «¿Cómo estás?», le preguntó este reportero en el patio de cuadrillas. «Aquí, con el mismo traje -el de la cornada-», sonrió. 
 
 
Una mente poderosa 
 
«Una persona cualquiera sometida a este nivel de estrés tendría que estar ingresado y necesitaría la ayuda de un profesional para salir adelante», admite el psicólogo granadino Juan Francisco Delgado. Son de otra pasta, «mental y físicamente». En otro paciente, una lesión como la de la cara habría dejado secuelas en forma de ansiedad, miedos a enfrentarse al toro, de volver a la plaza, fobias diversas... Juan ya quiere regresar al ruedo aunque sea con parche. Paradójicamente, en el caso de los toreros, «enfrentarse a esas situaciones les ayuda a superar el miedo», detalla Delgado. 
 
El valor, de todos modos, tiene un límite. El cirujano Julio Mendoza precisa que la pérdida de la visión de un ojo limita «la percepción de distancias y volúmenes y de la aproximación de los objetos», tres nociones fundamentales para entrar a pie en el hotel de los toreros. 
 
Más milagros. En 2005, Padilla volvió a llamar a las puertas del cielo y de la suerte... y le abrieron la segunda. Pasó en Dax (Francia), cuando le dieron una cornada seria en un muslo. Cualquier otro hubiera pasado una semana a base de sopa de hospital; Juan saltó de la cama y al día siguiente estaba toreando en la plaza francesa de Béziers. Más tarde entró en los carteles de Bilbao y en San Sebastián indultó a un Victorino. Con ese historial, los amigos de Juan saben a ciencia cierta que se pondrá delante de un toro de nuevo, con parche, garfio o pata de palo. Otra cosa es cómo saldrá el experimento. Cosa de cábalas. Por ahora, bastan las caricias y los susurros de Lidia, los niños al teléfono y el descanso merecido del hombre de hierro.

martes, 11 de octubre de 2011

Vaquero de pantomima

Javier Arroyo. Aplausos



Con la mosca detrás de la oreja acudía a la plaza el aficionado maño, que regresaba a la etérea semiclandestinidad que otorga tanto cemento en el tendido. El insecto, cargante y cojonero, español pues, que acompaña de cuando en cuando al aficionado suele ser entendido en encastes y materia ganadera. Formando pareja con cada abonado venía una de éstas, cuyo afanoso seseo, propio de la especie a la hora de comer -y todo el mundo sabe que comen las moscas- no vaticinaba nada bueno. Algo se olerían. Y su instinto, el de aficionadas y el biológico, no les falló para reconocer la llamada de la mierda.

Porque eso es lo que esta ganadería que se anuncia como Benjumea vino a traer a la feria del Pilar de Zaragoza. Como si no supiese la familia Cuvillo que aquí se traen toros lustrosos, bien comidos, con sus pitones, bichos que no se caigan como magdalenas en cuánto ven un capote y que no enseñen la lengua nada más salir por toriles, que es por dónde esta bosta cuatreña nunca debió haber salido. Un ganadero de enjundia, lo primero, es lo suficientemente honrado como para no venir a una plaza de primera sin antes haberse probado y en segundo lugar, tiene el señorío de rechazar los cuartos, que serán pocos, que les han ofrecido por venir a hacer el ridículo a una de las plazas más importantes.

Tres le echaron para atrás, que se dice pronto, mientras a los otros hermanos no se les ocurrió otra cosa que ponerse a dar tumbos, pegar saltos y hacer regates como saltinbaquis, en vez de embestir, para vergüenza de todo el que lo haya podido ver. El inválido, anovillado y bobo primero, para más inri, y para que quede constancia de lo que es un ganadero con amor al campo, se llamaba Pantomimo, de lo que la deducción taurina nos sugiere que este hombre no tiene otras labores que hacer en sus fanegas portuguesas que bautizar a una vaca, de mala nota por lo visto, como Pantomima. Menuda carta de presentación al gran público. No se le ocurriría ni al moruchero de Adolfo, ni al anticuado de Tomás Prieto de la Cal, ni siquiera a la familia Miura, a pesar de que tengan todo el ganado para enfilarlo en la manga del matadero. Es por eso que cuando pasan las modas aquí quedan siempre los mismos, los ganaderos de reata, de raza, los que viven, sufren, gozan y mueren por y para el Toro. Los que dentro de unos años tendrán que venir a echarles una mano, en forma de sangre y conocimientos, a todos los colegas que por cuatro perras, dos cariñosas portadas y una palmadita en la espalda están acabando con el rey de la dehesa. Si hubiera morucheros, que no creo que los haya, saque cada cual sus conclusiones de quién es quién en esta historia.

Remendaron la pantomima, sobreros de los Bayones, el primero se dejó, que se dice ahora, y eso le valió para ser ovacionado y desposeído de una oreja, culpa de César Jiménez, que repitió una de esas faenas con que tan buena nota le han dado en la prensa, llena de temple y tramos estéticos, pero vacía de cualquier aptitud o manera que se pueda catalogar como toreo del caro. Quieren vendernos una reinvención del matador fuenlabreño, por su pose más armónica, descalzamientos gílis incluidos, pero sigue faltándole el acople y sobre todo, la actitud de querer comerse el mundo. El mosqueo, que también lo tienen los toreros, que cogió con el mundo al echarle para atrás los dos inválidos titulares, explica muy bien a lo que vienen unos, como David Mora, y lo que quieren otros, como César Jiménez.

Nada pudieron hacer Salvador Vega y el matador Uceda Leal, salvo salir dignamente y a pie de la plaza, esperando por su propio bien no volver a encontrarse con otra pantomima de éstas ni con el vaquero que la crío.

Cínicos y provocadores

Portada del Sport de hoy.



lunes, 10 de octubre de 2011

#broncasporelrabo












A.V.G.


Las siete personas detenidas el sábado por la Policía en Baza (Granada) por enfrentarse violentamente con otros aficionados por la posesión del rabo del quinto toro que lanzó al tendido el diestro Miguel Báez, Litri, recobraron la libertad tras prestar declaración el domingo. Uno de los cinco policías heridos en el altercado continuaba ayer de baja. El enfrentamiento ocurrió en un tendido de sol al terminar la corrida en la que hubo un abundante reparto de trofeos: nueve orejas y tres rabos. El responsable de la comisaría de Baza, casi 48 horas después de los incidentes, aún no daba crédito a lo sucedido: "Llevo en esto 20 años y es la primera vez que veo algo parecido". La querella entre los aficionados se originó cuando el torero, durante la vuelta al ruedo, lanzó el despojo del toro a un grupo de aficionados que reclamaba el trofeo. La cola, sin embargo, tras describir una parábola, fue a caer entre dos personas que sin dudarlo la agarraron por cada extremo y forcejearon por su posesión. A cada uno de los contendientes que porfiaban por el apéndice se unieron varios amigos y consejeros. Al fin, el rabo cayó en manos del grupo a quien el torero lo había brindando con tan desigual atino. Sin embargo, lejos de serenarse el pleito, los que perdieron el rabo continuaron exigiendo el botín. Mientras Julián López, El Juli, lanceaba al sexto de la tarde, el grupo que estaba en legítima posesión de la cola intentó un acercamiento diplomático. El ofrecimiento consistió, según las investigaciones de la Policía, en repartir el rabo equitativamente. La oferta no fructificó y los individuos más enardecidos, los que habían perdido el rabo, replicaron que lo querían entero y para siempre. La disputa se mantuvo latente hasta que el público comenzó a abandonar la plaza. Entonces reventó la contención de ánimos y ambos grupos se enzarzaron en pos de la piltrafa. La policía, que ya estaba sobre aviso, acudió de inmediato e intentó mediar. Los agentes tuvieron que emplear sus defensas de goma para aquietar a los aficionados. Uno de los policías perdió su porra en la refriega. Durante el tumulto doce personas resultaron lesionadas, entre ellas cinco agentes. Los policías lograron por fin reducir a los aficionados, que salieron del coso taurino esposados. Los daños no acabaron ahí y uno de los coches de la policía apareció con los neumáticos desinflados y con diversas abolladuras. Los detenidos permanecieron durante 24 horas en los calabozos de Baza. "Hubo palabras fuertes entre ellos. No obstante, uno de los grupos, el que cogió el rabo, actuó bien, pero los otros se lo querían quitar a toda costa", contó ayer a este periódico el comisario de Baza. "¿Que dónde está el rabo? Si le digo la verdad no lo sé. Supongo que lo tienen quienes lo cogieron", agregó.

Un Toro y un Torero

 .



(Hoy no ponemos foto en honor de Rescoldillo, damnificado por la crítica taurina)



Rescoldillo y Alejandro Talavante. Uno que no parecía de Cuvillo. Otro que parecía más mexicano que español. Uno encastado y fiero. El otro, instintivo y arrebatador. El uno, fue corrido sin pena ni gloria en cuarto lugar. Para el otro, sería la gloria en el que hacía tres. Gente con oficio y mando le faltó al uno. Al otro, garlopo con casta y brío. A Rescoldillo, cuyo nombre es obviado por la crítica, como si no fuese importante, sólo le queda la ovación póstuma al arrastre, pues ni han tenido a bien sacarle una instántanea de su bella estampa. Mientras el otro es el que se lleva flores, cigarros, puros, palmaditas en las espalda, miles de fotos con el Nokia y un esportón de elogios hiperbólicos. Hace tiempo que se perdió el equilibrio en la balanza entre el torero y el toro, que también debe de poner algo en esto, digo yo.

En lo que va un cuarto de hora, que eso es ná, se derramó la escasa suerte de la que goza el aficionado. Qué bello, sin coñas marineras, hubiera sido ver en el ruedo, a la vez, a Rescoldillo y Talavante. Un Toro encastado, como pocos del Grullo se han visto, con un torero que, por fin, ha dejado atrás la pesada y amoral carga de ser sucesor de Jotaté. Pero la realidad nos tenía preparada otro destino.

A el Tala, como lo llaman los partidarios, le tocó lucirse con un jabonero claro que era una carmelita descalza, todo caridad el hombre. Bueno para el coleta desde el principio, obediente o colaborador, como se dice ahora de los bichos sin casta, no tiró un mal derrote durante los veintitantos minutos que se supone, el humano le da para defender su vida. Al del caballo se le tiró con desgana, total, pa' qué, y tampoco es que el piquero pusiera mucho interés en hacer su trabajo. Que se note que es taurino y español. El colmo de la vagancia. Con uno y uno se salvó el trámite. Un puyazo rasgapellejos más una una picadura de pulga. Nos roban el tercio de varas, corrompen la lidia y desvirtuan una de las razones que dan vida a este rito: la demostración, en loor de multitudes, de la bravura de un animal único. Hace ya tiempo que al taurinismo le molesta la casta, tienen pánico al primer tercio, a que el público tome partida por el galafate, a tener que enfrentarse a pavos con poder, así que mejor borrarlo de la faz de la tauromaquia. En toda regla, una ablación a uno de los núcleos de la lidia. Son los mismos que, por el pecado venial de pedir el Toro, te señalan con el dedo: "¡talibán!" O sea que, de aquella manera, sin picar ni mucho menos molestar en banderillas, llegó al último tercio, en el que el extremeño sacó todo su repertorio, colmado de inspiración y donaire, de pases de todas las clases que un alumno de escuela taurina pueda soñar. Arrucinas, pases cambiados, naturales larguiiísimos, gracias al pico de la muleta y a la escasa colocación, triunfal pócima para los públicos de hoy. El toro, a todo esto, de nombre Esparraguero, derrochó clase y buenas intenciones, siguió la muleta por todos sitios como un perrillo faldero y ayudó a su matador a poner la Misericordia boca abajo. El fallo a espadas evitó un rabo, dicen.

Fandila tuvo la mala suerte de llevarse el toro bravo de la tarde, que también fue el de más trapío. Dió guerra desde un principio, la casta, no se achantó en el caballo, empujó en una primera vara en la que recibió más castigo que todos sus hermanos de camada, y en una segunda se arrancó de media distancia con codicia aunque se le dió poco, por la costumbre, ya se sabe. Con los rehíletes apretó, cosa que el Fandi arregló como es habitual en él: desapretándose. Ya en faena, Rescoldillo se comió a mi paisano. Literalmente. A base de embestidas vibrantes y emocionantes fue ganando terreno y moral, hasta que harto de no encontrar enemigo a la altura se termino rajando y siendo tratado de manso. La poca justicia que se hizo con él fue a cargo del aficionado maño, que le tributó una merecida ovación.

La tarde no dió para mucho más, el resto del ganado, mal presentado y de nulo juego para como se esperaba, ni movilidad, ni clase ni nada de nada. Manzanares se justificó en el quinto mientras en el segundo protagonizó otra nueva entrega de su versión moderna del toreo, basada en llevarle la contraria no al toro, sino al maestro Domingo Ortega y su incontestable parar, templar, cargar y mandar.

domingo, 9 de octubre de 2011

Menos que una vaca, por Gistau





El Mundo



LA PERIODISTA Julia Otero suele decir que no entiende cómo la misma persona que va a los toros luego puede abrazar a sus hijos con cariño. No te cuento si el que va a los toros es para matarlos. Tan sorprendente, ¿no?, como enterarse de que en los einsatzgruppen de las SS había exquisitos melómanos y doctores en filosofía que al terminar la matanza se invitaban a té. Estaríamos ante un estereotipo que deshumaniza al taurino hasta el punto de considerarle incapaz de sentir amor por sus propios hijos, como si lo lógico fuera que les infligiera el mismo trato que el del toro recién aplaudido en la plaza, corte de orejas incluido. Total, se empieza comprando una entrada para los toros y, por pura inercia degenerativa, se acaba practicando la antropofagia con escolares robados en el parque e incluso votando al PP.

Admito el matiz demagógico si ahora propongo a la señora Otero sorprenderse aún más con el rasgo de humanidad de un taurino de acuerdo a la siguiente información: según testimonios, el torero Padilla, mientras era transportado en volandas con la cara destruida y el ojo fuera de su órbita, además de «¡No veo!», dijo «¡Mis niños, mis niños...!». El relato obliga a sospechar que, en ocasiones, Padilla puede incluso haber sido capaz de abrazarlos, aun dedicándose profesionalmente a matar toros. ¿Resulta que el monstruo toca el piano?

La escalofriante cogida de Juan José Padilla ha vuelto a destapar un fenómeno del cual Julia Otero por supuesto no es culpable, pero que sí perfecciona con maldad, con sorna cruel, su aberrante estereotipo. El torero tan definitivamente cosificado que su desgracia se festeja como una revancha del toro. Los animales hablan, como nos enseñó Disney, y preguntan por su mamá. De los taurinos sorprende que tengan síntomas de humanidad, y en todo caso éstos no han de interrumpir el festival del humor que nos inspira su atroz dolor de torturador con el que se ha hecho justicia. Hasta hace poco, y aun comprendiendo el rechazo a las corridas, la exageración del argumentario animalista que a uno le revolvía era la elevación del animal, no ya a mascota urbana, sino a categoría humana, igualado hasta en derechos.

Es obvio que las cosas están ahora peor, cuando se hace necesario vindicar al hombre, incluso al taurino, que ha sido degradado a una condición inferior en la que no merece ni siquiera la misma compasión que el toro. Ni siquiera cuando lo sacan de la plaza con el rostro triturado y el ojo fuera de su órbita. Que sí. Que abrazan a sus hijos. Y si les pinchas, sangran. Y no merecen ser víctimas de una inversión de valores tan delirante como para que su vida no valga la de una vaca.

América
























"No me quitéis ninguna corrida de América"




sábado, 8 de octubre de 2011

Padilla. Una vida entre dos orillas. Como Caronte.

Padilla en Pamplona con Miuras, en una de sus victorias sobre la vieja de la guadaña

















Padilla es la sonrisa del hombre que vive acampado al filo de la navaja. Legionario romano al paso marcial de los jaleos de Jerez. Un tipo sin fisuras, hecho de una sola pieza que no deja indiferente a nadie. Misterio pendenciero de un hombre pegado a unas patillas, que diría Quevedo. Un héroe con espiritu de boy scout capaz de matar la camada cinqueña de Miura con su navaja suiza. Un ciclón que, como buena tormenta tropical, deja huella imborrable a su paso: a veces desertiza, otras arrasa. Maestro que se equivocó de época al nacer, por hacerlo un siglo tarde perdió un reino al sur de Despeñaperros, aunque en el norte ganó trato de Lehendakari. Ahora, al tatuaje de torero que le hizo un tatuador de Zahariche en Pamplona, le va a sumar otro parche en el ojo, distintivo de jerarquía como pirata de los mares, su otra gran pasión. 

El bueno de Juan José, al que nunca aguanté como torero, ha vuelto a esquivar la parca. Parece Caronte, el barquero que por un óbolo cruzaba de orilla a las almas errantes, de la costa caribeña de la vida al fondeadero de la muerte, y al que unos pintaban como demonio alado y otros como un viejo desaliñado con ropajes extraños. Quizás Padilla tengo algo de eso, de picardía de diablo y del saber de viejo estrafalario, por cojones curado de espanto. Tal vez la explicación a sus aventurados viajes reside ahí: en la chulería de ver como en cada uno de ellos coloca la guadaña al cuello de la afición del más pintao. En sentirse dueño de dos mundos. En ponerselos por montera. 

Fuerza, Padilla.

Fuerza Padilla














*Última hora: 02:46: Acaba la operación. Es pasado a la UVI aunque su vida no corre peligro. No son buenas noticias, es practicamente seguro que perderá la visión en el ojo afectado y tiene parálisis total facial al verse nervios afectados -arrancados-.

23:55. Patricia Navarro, de la Razón, afirma que los doctores creen que aún puede salvarse el ojo. Anuncian otras tres horas más de operación (seis en total).

23:40: Según Carrusel Taurino, es muy difícil que pueda salvar el ojo izquierdo.

21:45. Van a operar a Padilla. Preocupa que pueda perder el ojo.

20:40: la lesión cerebral está descartada. Sufre, en términos médicos, una afección maxilar cigomática orbito-ocular izquierda. Esperemos que lleguen buenas noticias en las próximas horas...

viernes, 7 de octubre de 2011

Airbus-380 para abonados



Hace días, merced a todo el lío traído por la moruchada charra de los Adolfos -que es buen nombre para una ranchera o para hacer el ridículo en Burladero-, se formó a través de las redes sociales una gran polémica. La de siempre, vigente desde los tiempos de Pepe Hillo y Pedro Romero, enconada disputa entre toristas y toreristas. Los primeros, huérfanos de una tauromaquia y un toro enterrados, machacan los oídos de los otros con el ruído amartillado de siempre la misma palabra. TO-RO. Bendita cabezonería. Los toreristas replican con aquello del arte, el embrujo, la magia y todas esas zarandajas sobre las que normalmente se esconde un esportón colmado de vergüenzas. Huelga decir que todas las opiniones son muy válidas, y muy respetables...

... hasta que llega el interfecto de turno: amigo de, primo de, hermano de, partidario de o enamorado de.., al que no se le ocurre otro pensamiento que alegrarse de que los aficionados quepan en un autobús. La misma criatura, de la que desconozco el nombre, opina que el futuro de este tinglao está en el público, capaz de engancharse en tardes como la de Zafra, Valladolid y no sé cuántos pueblos más. Rematando toda la serie de fruslerías con un antológico e importante elogio a la estupidez taurina: según él, la corrida de Adolfo Martín es una moruchada porque no engancha ya que su hermana invitó a una amiga, que dijo que los mansos de su padre musaban más. Y que no vuelve, la probe muchacha, que para ver mansos dice que ya se queda en su casa, que a ella le va más el Manzana, el iTorero, con el que se pirra más, o más pirrable que dirán ya mismo en Burladero, aunque sea en Colinas del Campo de Martín del Moro Toledano, -sito en la provincia de León-. 

Esta situación tendría su gracia y no dejaría de ser anécdota de no ser porque es pensamiento general entre el taurinismo. El aficionado es un mal, quizás necesario, pero no trae el dinero a espuertas. Ni te hace famoso. Ni te encumbra, a no ser que seas Robleño, Fundi, Urdiales o te hayan pegado cien mil cornadas los toros y seas un desgraciao que cuando vengas a ganar dinero con el Toro ya te tengas que retirar. El aficionado, como la casta, es un sobrante reminiscente de una tauromaquia primitiva con el que tienen que lidiar, por lo menos hasta cuadrarlo para entrarle a matar. Algunos estamos igualaos ya. Otros hace tiempo que fueron desollados vivos de su afición.

En Zaragoza, ayer tarde, en novillada dentro del abono, con lo cual no hay muchas excusas, había una entrada en tipo a la de la ex-Monumental de Barcelona. Según David, que es el que pasa lista todas las tardes en la Misericordia, este año los abonados caben en un Airbus, apenas llegan a mil. Hace no mucho multiplicaban ese número por siete y hasta por ocho.

Lástima de unas cuántas dioptrias que me dejé pegadas a la pantalla del televisor, buscando por el tendido a los salvaores de la Fiesta, a la tonta de los mansos que musan y al interfecto amigo, primo o fulano de menganito. Pero por mucho que mirase allí sólo estaban ellos: los aficionados ultrajados que caben en un autobús. No hay oro bastante en el mundo como para pagarles. 

Aunque algunos se empeñan en hacerlo con el desprecio.

jueves, 6 de octubre de 2011

La buena reata: De Santanerito a Santanero II





Santanero, de Baltasar Iban, indultado en Arnedo... por LcbTV
















Videos vía la Cabaña Brava y canal Hastalrabotodoestoro en youtube.

¡Taparse, hombre!





Miguel Conesa y Francisco Cuadrado, presidentes de plaza en la pasada Feria de Septiembre, anunciaron que el año próximo serán "más exigentes" a la hora de conceder la segunda oreja, sobre la que tienen potestad, en el marco de los Martes Taurinos del Club Taurino de Murcia, que se reanudaron ayer tras el parón vacacional y las retransmisiones televisivas de las Ferias más importantes de España.
La plaza de toros de Murcia tiene cierta fama de alegre en la concesión de trofeos y los presidentes mostraron el propósito de cambiar en lo sucesivo. "La afición espera muchas veces a que el toro está a punto del arrastre antes de pedir una oreja y eso dificulta nuestra labor", afirmaron los presidentes, que ofrecieron una perspectiva de la Fiesta "desde lo alto".

Para Conesa y Cuadrado, la Feria de Murcia estuvo "bien presentada y con más trapío que otros años, pero a los toros les faltó fondo en líneas generales". Destacaron como excepción "la gran corrida presentada por Salvador Domecq".

Los asistentes tuvieron oportunidad de compartir sus opiniones con los presidentes de la plaza, lo que dio pie a un animado debate.

Vía: Burladero.


Nota: Es de risa que quince días después del ciclo murciano, que es un circo como lo son la mayoría por aquí abajo, vengan estos dos a darnos una ración de coba a cambio de un cuartito de hora de fama. Hagan bien su trabajo, cosa que no han hecho hace unos días, y no vengan con milongas. ¡Tapénse, tengan vergüenza!

Al asalto de las Ventas




Y como éramos pocos, parió la abuela. El que faltaba para el duro. Simón Casas, alter ego de Bernard Dombs, dice que se presenta a "Presidente del Gobierno del Toreo", cargo que cree merecer, desde su profunda modestia. Al francés charlatán lo va a derrotar su propio ego. Bueno, eso y Manolo Molés, al que con Taurodelta no le ha ido mal del todo, y ha podido ampliar el cortijo con otras pocas fanegas más.

No vamos a redundar en lo mismo de siempre, en el vendedor de brebajes crecepelo que está hecho, en que el toro le importa un pimiento, que ahí están Valencia y Nimes para dar fé de ello, en lo cursi y amanerado de su discurso, emponzoñado en hacer del toreo y, lo que es peor, del Toro, una cursilería para snobs que con el tiempo no será sostenible en esta sociedad -no es tolerable el dolor, la tortura y la muerte pública de un animal para el mero divertimento de la masa si no hay unos mínimos, en cuanto al Toro y su lidia-.

Le deseamos, implorándonos a los dioses si es menester, la derrota. Porque su victoria es nuestra ruina.

martes, 4 de octubre de 2011

Convergencia i Unió (del taurinismo)




Miuras. 1842. Al matadero. Marqués de Albaserrada. 1912. Moruchos. Pablo Romero. 1885. La necedad vestida de cárdeno. Esto, sin que se les caiga la cara de vergüenza, es lo que han escrito durante este verano tres de las eminencias taurinas más célebres del país. Moncholi, Javier Hernández y Carlos Ruíz Villasuso. Tres arquitectos de la fiesta moderna, madre de la corrida incruenta; tres monosabios al quite del empresario, ganadero o figura de turno; tres atúnes sin chispa de respeto por una Historia, la del toreo, que ha permitido que llegue con salud, poca, el arte que les da el pan de sus hijos; tres actitudes irresponsables y antitaurinas; tres futuros cargos de CiU.

Hablábamos aquí hace unos días, cuando el entierro de Barcelona, de la necesidad de "que la crítica actúe con honestidad, que cada tarde, desde el cero, pongan en la balanza el valor y oficio de unos, y la bravura y trapío de otros. Y que lo cuenten, que expliquen el toreo, que lleguen dónde el resto de la sociedad, más analfataurina que nunca, jamás podrá llegar por sí sola." Visto lo visto, toda una utopía. Con los Adolfos, esas viudas catalanas que lloraban por la mala dicha de la Monumental, cuya muerte se da por buena si en el entierro ha cantao por bulerías la Tomasa, ha vuelto a renacer toda la mala casta, moruchera de verdad, de algunos críticos que escriben desde el más despreciable resentimiento hacía según que ganaderías. Esta vez le ha tocado a Adolfo Martín, como era de esperar con un tío que, sencilla y llanamente, cría el Toro. Antes Miura. Los viejos Pablorromeros de Partido de Resina también se llevaron lo suyo. Los herederos del Duque de Veragua, de Prieto de la Cal, fueron "nacionalizados" como juampedros, que hay que tener mala leche. Los de Escolar, triunfadores en San Isidro, fueron tratados de ladrones. Los portugueses de Palha, de hermafroditas. Y así, con un largo etcétera de hierros de leyenda, emblemas del aficionado, garantía de autenticidad de la Tauromaquia. Escrito está en las hemerotecas recientes de los portales taurinos, para los descreídos que no lo quieran ver.

Todos estos, a los que se les llena la boca de ecologismo, tanto que parece se van a atragantar con su propia bilis, que apostillan una y otra vez como loros que el futuro pasa por la unión, como si la unión en este mundo de chalados fuera posible, sólo son capaces de unirse para hacer daño a la figura vital e insustituible de la Fiesta: el Toro. Si dependiese de ellos, los Alijares, Cortijo de Arenales, Partido de Resina, Zahariche, la Ruiza, Comeuñas, Valdetiétar, Dehesa de Frías, las Tiesas o la Zorrera sí que estarían llenas de moruchos, de charoleses, de ibéricos, hasta de cabras piyoyas; si estuviesen en sus manos, que en cierto modo están, los guapos habitantes de esas fincas míticas desaparecerían para siempre. Por moruchos.


Pensar así si es de buenos aficionados. Yo me quedo con los malos, los del autobús. Por encastaos.

domingo, 2 de octubre de 2011

Un brindis por el toreo

Salmonetes


Cuando no hay tregua, cuando en vez del todopoderoso bieeeeen los únicos ruidos que se escuchan en el tendido son los de los aficionados tragando saliva -glup, glup-, de los relojes no se acuerda ni el Tato, así que ni se escacharran ni se paran. Y si lo hacen, que más dá. Por esto que no sé las horas que serían cuando Iván Fandiño y David Mora se marchaban milagrosamente a pié de las Ventas del Espíritu Santo. Tampoco sé si el bendito milagro sería cosa de ese mismo espíritu biblíco de buena fama, de las meigas o de que ya no se ve un maldito gato negro por las calles gallardianas de Madrid. Y ahí que iban, con sus trajes de mataores de toros, esto no es con los colores más vanguardistas en pret a porter, sino con las telas esjarrás por las cornás, con las sangres del toro y del hombre formando un óleo de crudeza sobre la seda, con la baba del morito y la sudor espartana del romano esparciéndose a modo de agua bautismal por los desvalijados bordados de oro bien merecido. Así abandona un torero una Plaza de Toros. Con la cabeza bien alta y el cuerpo hecho escombros.

Para llegar a este punto el aficionado -santo, santo, santo, carne de beatificación vaticana-, tuvo que soportar una nueva golfada de la empresa que gestiona como si fuese un cortijo andaluz la primera plaza del mundo. El ganado de Gavira había conseguido, a priori, lo que no consigue ni el mismo José Tomás: poner de acuerdo a todo el mundo. Era un petardo cantado. Los bichos de la divisa gaditana son un compendio de lo que no debe ser un toro bravo. Flojos, mansos, descastados, al que no gazapeaba se le partía el cuerno, al que no se desmochaba embestía como un borracho, y el que no iba mamado no dudaba en cocear como burra resabiada al llegar a la jurisdicción del caballo. Qué montón de basura. No los bichos, que no tienen culpa, animalitos míos, sino aquellos malhechores que los compran para hundir a los dos toreros que, junto a Urdiales, están llamados a ser voz y voto de la afición conspicua.

Tres veces se vió Fandiño emperchado en las engatilladas astas de los gaviras. Y tres veces que la muerte lo negó. En competencia en quites fue volteado en dos ocasiones: una acordándose de Chicuelo y otra, más dramática, rememorando a Gaona. No volvió la cara en toda la tarde, con el sobrero de Lozano Hermanos anduvo aseado hasta que se invalidó el bestiajo. Pasó las de Caín con el tercero, gazapón por poco picado y con no muy buenas ideas, que se hizo el amo del redondel a pesar de los intentos baldíos del vasco por dominarlo. La apoteósis vino ya en el quinto, que si dice el dicho que no hay malo, este era malísimo. Negro chorreao, serio, astifino y colocao de cara, encampanao como el portero de un puticlub, una mole con más de 600 kilos y toda la mala baba que su casta mansa le prescribe. Cinco veces fue al encuentro con los del castoreño, que sólo recibieron coces a cambio de cinco picotazos sin importancia. Con este, y lo que son las cosas, se empeñaron en picarlo con ortodoxia, en tratarlo como bravo, sin echar mano a la suerte de la carioca que, para una vez que se requiere es olvidada. Crudito llegó al tercio de muerte, en el cual Fandiño echó toda la carne en el asador. Acertó con los terrenos, llevándose al manso a los medios, quitándole resabio, lo tanteó y antes de que cantara un gallo ya lo tenía metido en el canasto. Sacó una media faena vibrante, basada en el pitón derecho de donde no la había. Unas manoletinas aturulladas y emocionantes sirvieron de epílogo a la faena que, siendo importante, quedaba escasa para la oreja. Un estocadón a ley, entrando por derecho, del que resultó prendido como un espantapájaros, valió por sí sólo esa oreja que es de las más pesadas de la temporada. Gloria para Iván Fandiño, torero de otra época, ayuno de triunfos y sobrado de casta, como aquellos maletillas que venían a Vistalegre en busca de una oportunidad. La misma oportunidad que algunos, con sus hechos, parecen querer negarle a este titán del toreo.

No le anduvo a la zaga en redaños David Mora, mucho más asentado, más cerebral que Fandiño durante toda la tarde sin tener por ello que ceder un ápice en entrega. Recibió a porta gaiola casi en los medios a su primer toro, para después darle de capa con vibrantes verónicas. Nada pudo hacer de muleta con este marmolillo. Con el cuarto, que debió irse para atrás por inválido, más de lo mismo, sólo demostrar sus buenas maneras en labor de enfermero. Una vuelta al ruedo dió en el que cerraba plaza, otro manso geniudo que desarrolló peligro y se orientó demasiado pronto, quizás producto de un mal inicio de faena, dónde fue citado de largo, coleta en los medios y astado en tablas. No tardó en darle el palizón, en decir aquí estoy yo ante un Mora al que se le juntaba la rabia por la voltereta y el amargor de la hierba en la boca -por la oreja cortada por el compañero- y que le llevaron a perder los estribos. Valiente, rayando la imprudencia, estuvo toda la faena a merced de Notario, que pudo dar fé de que aún existen caballeros capaces de arriesgar su vida en batalla de poder a poder con un animal.

La tarde fue de los toreros, sin antologías, sin importancias, sin cumbres, sin necesidad de mentar a los maestros muertos. Ni falta que hace. Mientras se esté como han estado esos dos jabatos, con la verdad delante del toro, todo lo demás es casquería de ternera. Toreo de segunda.