miércoles, 25 de enero de 2012

El artista (II)




Antes... (los aficionados modernos no lo saben, porque no lo han visto nunca), antes se daban con la muleta todos estos pases: el ayudado por alto con dos manos, por la derecha; el ayudado por alto con dos manos, por la izquierda; el pase alto con la derecha; el pase alto con la izquierda; el de pecho con la derecha; el de pecho con la izquierda; el natural con la izquierda; una especie de natural con la derecha, que entonces se llamaba de la firma; el ayudado por bajo con las dos manos, por la derecha y por la izquierda; el pase por bajo con la derecha; el pase por bajo con la izquierda; ayudado por bajo con ambas manos, por la derecha, de rodillas; de pecho con la derecha, de rodillas; con la derecha dando salida hacía la izquierda (se llamaba de trinchera), de pie y de rodillas; molinetes con una mano o con otra, no sólo el que ahora veis dar, sino otros dando la salida hacia el lado de la mano que sostenía la muleta... Y todos, aún los de rodillas, aún los de puro adorno, llevando toreado al enemigo, mandando en él, pasándosele cerca todo él por delante..., y pasándosele muy cerca. TAN CERCA COMO HOY, aunque no lo creáis, que también es un mito inaguantable eso del terreno inconcebible de hoy.

Pero, a lo que íbamos. Si os moléstais en contar, veréis que eran diecinueve pases. Hoy se dan cuatro: el estatuario por ambos lados, el natural y el derechazo.

El estatuario, que es la degeneración del ayudado por alto con la dos manos. El natural -medio natural-, ayudado con el estoque, que es la degeneración del verdadero natural. Y el derechazo, que es la degeneración del pase de la firma.

El pase ayudado por alto, consiste en citar al toro de cerca, provocando su arrancada, esperando con los pies separados; dejar que el toro meta la cabeza en la muleta; y, llevándole embebido en ella, mover los brazos, marcando la salida; quebrar la cintura acompañando al toro, y hasta levantar un poco el talón del pie contrario, cargando la suerte, con lo que el pase resulta más largo; y, cuando los brazos no dan más de sí, levantar la muleta un poco, muy poco, lo suficiente para que los pitones pasen por debajo de ella y, haciéndola descansar sobre el lomo del toro, dejar que caiga por su propio peso por detrás de la penca del rabo, después de haber pasado todo el toro delante del torero, rozándole el pecho. Eso, amigos modernos, sí que es estatuario; no en el sentido de la quietud, sino en el de la belleza y armonía de líneas, verdaderamente escultóricas. 







Lo que ahora llamáis estatuario, es aprovechar el viaje rápido del becerro, ponerse al borde del camino por donde va a pasar, juntar los pies en postura rígida y antiestética, levantar la muleta, como un telón, sin marcar la salida, sin llevar toreado, sin mandar al becerro, sin hacer pasar al becerro, sino dejándole pasar, que no es lo mismo. Si el becerro pasa, allá va el ole. Si el becerro no pasa, allá va el hule. Poco hule, porque los pobres, con tres añitos, destrozados por los puyazos, destrocandos contra los burladeros, derrengándose y cayéndose por... lo que sea, y con los pitones arreglados, poco daño pueden hacer.

El pase verdaderamente natural se da con la muleta en la mano izquierda, el estoque sin ayudar a la muleta, en la mano derecha. Y, como dijo Sassone, el corazón en medio. Y, con las mismas características de todo el toreo, llevar embebido al toro sin que la muleta se separe de su cabeza, cimbrear la cintura, levantar el talón contrario, sin caer en ese otro tópico horrible de los talones clavados en el suelo, porque con los talones así no se puede torear, hacer que el toro pase de la derecha a la izquierda del torero, con los dos planos verticales de torero y toro paralelos durante el pase. 

El natural de hoy se da ayudado con el estoque (con lo que el pase no es un natural, sino un ayudado por bajo), el plano vertical del becerro va oblicuo, casi perpendicular al plano vertical del torero, y así resulta que el becerro pasa un momento por la cadera del torero, en lugar de pasar todo entero por delante del pecho del lidiador. Y así, los pases son medios pases, y el becerro, desde que el torero inicia la serie hasta que vuelve a encontrarse en la misma orientación en que la inició, describe una circunferencia, de la que el matador es el centro; mientras que, con el verdadero pase natural, cuando el torero vuelve a encontrarse en su posición primitiva, el toro ha trazado un triángulo, ya que sus recorridos son rectos y no curvos, y ya no caben más que tres pases, porque esos recorridos son más largos, y esas tres rectas suman más que los trocitos de curva que va desarrollando el becerro en esos medios pases ayudados con el estoque. 

Los mismos razonamientos pueden hacerse en cuanto al derechazo, que, al fin y al cabo, es un natural con la derecha o debería serlo. 

Dije antes que el toreo se ha empequeñecido. Pero no sólo en cuánto al número de pases que se dan en una faena, sino en el sentido de que sólo existe una faena. Si el becerro se presta, se le hace. Si no se presta, ya no hay nada que hacer. ¡Y qué faenas más interesantes hemos visto en aquella época, con toros que no se prestaban! Que se lo pregunten a Vicente Pastor. 

Otro empequeñecimiento: el torero de hoy se repite en todas las faenas.

(Continuará...)


"Hoy se torea peor que nunca"
Adolfo Bollaín
De la conferencia celebrada en el Club Taurino Madrileño
el 7 de Febrero de 1947

2 comentarios:

Gil de O. dijo...

Hay mucho concepto equivocado en esos textos parcialmente transcritos de Bollaín. Tantos que sería como para reunir una mesa redonda y discutirlos urgentemente.
No conocía ese libro del acérrimo belmontista; y me he quedado de palo.
Bueno, todo es mejorable.
Ejemplo: Los fundamentos de parar, templar y mandar son para aplicarlos al toro. Al torero se le presupone parado; bailando a su casa.
Y yo qué, tanto a Don Luis como a Don Adolfo Bollaín, les tenía en un pedestal...

Saludos de Gil de O.

Antonio Díaz dijo...

Gil de O. colgaré más de Adolfo Bollaín, y le puedo decir que no está tan alejado de lo que usted o yo tenemos por toreo puro. Otra cosa es que en dicha conferencia lo explicase mejor o peor. En el trozo que he transcrito hoy habla de parar, mandar y templar, analizando sólo la figura del torero porque el librito se divide en capítulos que hablan, uno del toro, otro del torero y otro del público. En este caso, copié el que se refiere a las coletas. De ahí que parezca incompleto. No me gustaría que por unas letras colgadas en el blog a la ligera, tenga usted mala reputación sobre las obras de Bollaín.




Saludos.