sábado, 11 de septiembre de 2010

¿Qué es torear?, por Federico Alcázar





Crónica de la corrida celebrada en Madrid el 3o de Septiembre de 1923, con dos toreros temerarios -Gitanillo y Silveti- y un estilista -Márquez-. Federico Alcázar, desde el Imparcial, titula la crónica `¿qué es torear?´.




¿Qué es torear? La respuesta no puede ser más clara y sencilla: torear es dominar al toro. ¿Y cómo se domina al toro? Pues por medio de la inteligencia o de la sensibilidad. La maestría o el arte. Joselito y Belmonte. Y para hacer esto, ¿qué se necesita? El valor. Sin la cantidad precisa de valor no se puede desarrollar el arte y la sabiduría que un torero lleva dentro. Luego para torear hay que estar cerca de los toros: pero... no todo el que está cerca del toro torea. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque puede tener valor, pero faltarle arte para producir el entusiasmo de lo bello e inteligencia para suscitar la admiración de la sabiduría. Estando cerca producirá sustos, pero nada más. La emoción es otra cosa aparte y distinta. Ahora mismo luchan un león o un tigre con un toro. El público siente la proximidad del peligro, la inminencia de la muerte. El miedo se apodera de los espectadores, y la lucha es un susto continuo. Por fin vence el más fiero o el más fuerte, y el público, instintivamente, aplaude. Si en vez de un animal colocáis a un hombre, entonces el susto es mayor y el entusiasmo de la victoria es más grande. Se trata de un semejante nuestro, y hay en el contagio una emoción de humanidad que nos conmueve profundamente. Este es el caso de Gitanillo. Se trata de un hombre que, con la menor cantidad posible de inteligencia y de arte, lucha y triunfa con los toros. Es el valor que suple todas las deficiencias y salva todos los peligros. Y esto es siempre estimable y gallardo. Donde esté un torero valiente allí puede estar Gitanillo hombreándose con él y tuteándole. Muy pocos le habrán aventajado; ninguno será capaz de superarle, hoy por hoy. ¿No es éste su mayor elogio? Hace poco más de un año era un modesto novillero; hoy es un torero lleno de gloria y de dinero. ¡Valor, valor, divino tesoro, cuántos milagros se hacen con tu esfuerzo!

El domingo tuvo Gitanillo la suerte de tropezar con dos toros bravos, nobles y pastueños, y en ellos estuvo tan valiente con la capa, la muleta, y el estoque, que cortó la oreja del tercero, y hubiera cortado también la del sexto si no siente miedo al matar el último, y pincha varias veces y de mala manera.

Yo no puedo aplaudir aquellos lances de capa y aquellos pases de muleta sin arte, sin gracia, sin gusto, sin inteligencia y sin destreza. Es algo que repugna a mi sensibilidad. Aquella figura desgarbada y violenta me da una sensación de malestar que no puedo reprimir. Por no tengo más remedio que inclinarme ante aquella decisión, aquella voluntad, aquel deseo de agradar y aquella tremenda valentía que puso en toda su labor. Esto es lo honrado y lo noble, y yo lo aplaudo sin regateos.

Sin llegar a Gitanillo, también Silveti estuvo extraordinariamente valiente en el cuarto, que era una idealidad. Claro es que con aquel toro hubiera sido un crimen el estar cobarde. Silveti, que ya que tampoco podía dar de sí otra cosa, dió su valor, que como el de su tocayo Don Juan, es bien notorio. Con la muleta y el estoque estuvo a la misma altura. En cambio, en el primero dejó mucho que desear. Unos lances incoloros y varios mantazos de aliño para un pinchazo, media tendenciosa y otra delantera y atravesada.

La suerte no es para quien la busca. Esto es lo que diría Márquez al ver salir por los chiqueros l
as peras en dulce de Gitanillo y Silveti y tropezar él con dos mansos, de los cuales hubo que foguear al primero y hacerle cumplir a fuerza de acosarlo, al segundo.

Y, sin embargo, lo más artístico, lo más fino, lo más torero que se hizo en la plaza fué lo de Márquez. ¡Como que era el único torero! Por eso, para mí, lo mejor y más estimable de la corrida fueron aquellas cuatro verónicas por el lado derecho, verdaderamente maravillosas por la suavidad y el temple, y la faena de muleta al quinto toro, valiente, dominadora y torera, sin otro defecto que el de equivocar los primeros pases, dados por alto a un toro que comenzó quitándose el palo, siguió desarmando en banderillas y llegó derrotando alto a la muleta. Matando muy bien. Hubo decisión y coraje. Los dos primeros pinchazos equivalieron a otras tantas estocadas.

Para mí, aficionado antes que nada y crítico por necesidad y por temperamento, lo mejor de la corrida fué la labor de Márquez, entre otras razones por ser la más torera. Porque a mí me gusta más un torero huyendo, aunque sea un sinvergüenza, taurinamente considerado, que un hombre colgado constantemente de los pitones de los toros.

Por haber sido desechados tres toros de Pérez de la Concha, se lidiaron en su lugar tres de Villalón, resultando ideal el cuarto. Los corridos en tercero y sexto lugar, también fueron superiorísimos, sobre todo para el torero.

Esta es mi opinión, que, a veces, podrá resultar equivocada, pero que siempre, ¡siempre!, es sincera, honrada y veraz.

2 comentarios:

Javier García Nieto dijo...

Como bien sabes Antonio, Federico Manjavacas Alcázar, que ese era su verdadero nombre aunque firmara siempre con el segundo apellido, entre otras cosas dejó escrito en 1936 un interesante tratado sobre la Fiesta que bajo el título de Tauromaquia Moderna ofrecía lo que para el autor eran o debían ser los parámetros técnicos del nuevo toreo. Compartirás conmigo que la obra es muy interesante porque parte de un cronista de contrastada independencia que vivió personalmente la primera gran transformación de la Tauromaquia en el siglo XX. Su visión -un poco como nos pasa ahora a nosotros que fundamentamos nuestra doctrina en idealizados saberes pretéritos- es un ajuste, forzado a veces, a su presente del conocimiento de quien vivió el esplendor y dureza de la Fiesta de la Edad de Oro del toreo: un cierto escepticismo circunstancial de quien sabe, a su pesar, que el pasado no volverá nunca. Creo, es mi modesta opinión, que, sin ser una obra redonda, es un texto fundamental para entender la evolución de la Fiesta de los toros desde una posición alejada del taurinismo.
Un saludo y gracias por traernos esa bonita crónica de Federico M. Alcázar.

Antonio Díaz dijo...

Muchas gracias por tus aportaciones, Javier. Precisamente, en el facebook, Martín Ruiz Gárate me ha comentado lo mismo, y me ha enviado la dirección de un post más amplio sobre Federico M. Alcázar, que enlazo a continuación. También me dice que el libro se puede encontrar aún en alguna libreria vieja. Habrá que buscarlo.


http://taurofilia.blogspot.com/search/label/Federico%20M.%20Alc%C3%A1zar


Saludos