domingo, 26 de septiembre de 2010

Con lo bueno que era...





Me levanto esta mañana y me encuentro, sin tiempo ni para quitarme las legañas, con una buena nueva morantista, con una nueva obra antológica del ruiseñor de la Puebla, esta vez en el Frente de Barcelona. Si miras en seis o siete medios hay tres palabras que se repiten de forma sistemática: faenón, cumbre y temple. También se hace referencia -en todos- a lo bien que estuvo, que hasta le tocaron un aviso mientras toreaba. Como si el factor tocino fuera componente fundamental de la fórmula física de la velocidad.


Faenón, cumbre, temple. Faenón, cumbre, temple. Faenón, cumbre, temple. Faenón, cumbre, temple. Faenón, cumbre, temple. Faenón, cumbre, temple. 


No existe vida, ni crítica inteligente, detrás de esa trilogía de palabras de andar por casa, que lo mismo valen para El Juli en Atarfe, Fandi en Marbella o Javier Conde en Torremolinos. Por omisión, o por comisión, no hemos podido saber de la flojedad del zalduendo, que perdió las manos alguna vez. Tampoco podremos saber de su bravura en varas, si es que las hubo. Sí que nos han contado, con pelos y señales, que la masa embarretinada y ensenyerada lo sacó en procesión a través del Paseo de la Marina, garbeando con el artista a hombros Diagonal abajo, mientras saludaba montera en mano a la Torre Agbar, causando un caos en la circulación de la Ciudad Condal. De la circulación que nos importa, la que riega quinientos y pico kilos de masa córnea, magrosa y peluda, no nos indican nada. Desconocemos, aunque imaginamos, por la calaña de los borregos que se hierran con la zeta antitaurina, que por el torrente circulatorio del bicho transitarían litros de fino aguao en vez de linfa con linaje bravo. Total, a quién le interesa esa cosa de la bravura o la casta, pudiendo hablar de un personaje que por días se supera, capaz de frenar el segundero y el minutero de los relojes, ente capacitado por orden y gracia del espíritu muso a, en un sólo cuarto de hora de toreo del barato, dejar en evidencia a la DGT y congestionar hasta detener el tráfico del centro neurálgico de la segunda ciudad española -por ahora-.  

Faena de cante jondo -dicen-, que es como no decir nada. Si acaso, más que cante jondo, sería zapatilleo y toconeo en sarao taurino. Ni una sola vez le dejó al zalduendo, que en paz descanse, la muleta puesta en el hocico, ni los pies quietos en la arena. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos perdidos y derechazo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos perdidos y natural. Así, hasta que le tocaron el aviso, intercalando de vez en cuando un molinete, suerte que se ha convertido en la vaselina de los tontos, el engrasador perfecto para meterte doblada una faena grosera como fenómeno paranormal de inspiración celestial. Como quisiera que la estocada fue a la primera, o casi entera, o simplemente, como se puede leer en un portal taurino, `mató de estocada´-así está la crítica-, le dieron las dos orejas sin posibilidad de discusión. 


Y como a gato escaldado le quema el agua fría y no pienso discutir con nadie la importancia de esta tarde histórica en la Monumental de Barcelona, le pego un telefonazo, como siempre hago en estos casos, a mi amigo Tolo, exiliado por temas laborales en un pueblo cercano a Barna. 



- Tolo, menuda la habéis armao. ¿Tan gorda ha sio la cosa?
- Ná, lo de siempre. Mu bonito, mu suave y mu falso .
- Pues la gente ha enloquecío y se lo han llevao en volandas hasta el hotel, como antes...
- Ya. Y la gente, en el 2010, se cree que nos toca currar hasta que a Zapatero le dé la gana porque la Eva se jaló media manzana porque se lo dijo una serpiente...
- ¿Entonces?
- Entonces, . Que paeces nuevo. La Fiesta está muerta y estas últimas corridas son el entierro. Ahora toca, lo que toca en cualquier funeral, por muy cabrón que hubiera sio en vida el difunto. Las viudas, con lágrimas de cocodrilo, venga ensalzar al fiambre: que con lo bueno que era, ¡digo!, ¡un santo!; que si siempre se van los mejores; que si la gente lo quería mucho; que si no tenía enemigos... Pues estos, lo mismo, ahora en quince días quieren sacar todas las maravillosas virtudes de una cosa que hace años, o decadas, que aquí no las ha tenío. A mí, hasta me hace gracia. Que ya hay que ser tolili... 



PD: Dejo el enlace al vídeo de la faena, siento no poder colgarlo por aquí.



Morantada en Barcelona, pincha AQUÍ.


3 comentarios:

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Definitivamente, lo hemos perdido. Lo de Barcelona no lo voy a juzgar porque el momento debe ser bastante complicado para ellos y la percepción de las cosas puede que esté distorsionada por la situación que viven; hoy he visto que Serafín ha indultado un toro, no sé ni la ganadería, ni nada de nada, aunque resulta curioso que tarde tras tarde aparezca la apoteosis. De Morante lo mejor, por donde agarraba la muleta al natural.
Un saludo

Juan Arolas dijo...

¿Es normal que las corridas que televisa Canal Sur sean un alegato contra la dignidad de este espectáculo?, ¿por qué, en vez de exhibir toros afeitados no montan festivales donde se anuncien que tienen sus defensas despuntadas?. ¿Es normal que en la radio pública digan los comentaristas “si se pudiera cambiar el toro con un sólo puyazo... aunque lo suyo sería sin picar, porque ya está picado”?, desde ni más ni menos que la plaza de Sevilla. Es tan difícil respetar a los que nos gusta esto. Yo desde aquí para que no pase lo que ha pasado en Barcelona, grito ¡Libertad! ¡Libertad!.

Antonio Díaz dijo...

Alguna vez he visto alguna corrida en Canal Sur y les quito el sonido. Un rato más tarde, lo que quito es el televisor, directamente. A mí me da mucha pena ver a Ruiz Miguel, con lo que fué, prostituirse de esa manera.

Enrique, lo de Barcelona me parece una vergüenza, un sindiós en el que los taurinos siguen parasitando hasta el último instante. A mi, como aficionado, me gustaría ver morir a mi plaza con dignidad, siendo exigente hasta el último día, hasta el último toro.


Saludos