jueves, 9 de septiembre de 2010

Cincuenta años en los altares






Cuando corren los primeros días de este Septiembre, turbio e inestable como todos los setiembres, llenos de soles y granizos, y mientras, en la civilización, en el progreso, en la Europa del ciudadano modélico, la sociedad pacífica, los gobiernos de la prosperidad, de los derechos ovejunos y las obligaciones resbaladizas, echan -iba a decir como perros, pero los canes hoy día son tratados como borbones- de La France a los gitanos, todos los aficionados a la tortura, la barbarie, que formamos las hordas taurinas recordamos hoy, nueve del nueve, a un gitanito de Jerez con el mismo respeto y devoción que un cristiano romano apostólico c
onmemora la alternativa milenaria de un niño betlemita en la Misa del Gallo. Así de malos semos.


Rafael Soto Moreno, hijo natural de Francisco y Tomasa, ahijado de la calle Cantarería, en las mismas entrañas del Barrio de Santiago, que cuando suenan no lo hacen a tripas y mondongo, sino a palmas por bulerías y compás del 12. La calle Cantarería, es la calle de la pena, que canta por bulerías, que pregona a los cuatro vientos Manuel Ríos Ruiz. Setenta años han pasado desde que un dos de febrero, víspera de San Blas, el sol babeó de alegría y llenó de luz para siempre, sin lunas ni eclipses, al arte del toreo, que desde entonces riega cada célula calé que da forma biológica a uno de esos seres propios de la mitología griega, como el centauro o las sirenas: Rafael De Paula, mitad gitano, mitad torero.





Cincuenta años se cumplen desde que Julio Aparicio nombró doctor en el supremo arte al gitanillo jerezano. Cincuenta años de naturales colmados de naturalidad. Cincuenta años de quebradiza imperfección, de misterioso conjuro. Cincuenta años de capotes azules y pañuelos blancos. Cincuenta años de soplos y pellizcos. Cincuenta años de decencia y frescura. Cincuenta años de toros vivos y aficionados enloquecidos. Cincuenta años que ya son eternos por los siglos de los siglos.



Cincuenta años llorando de alegría porque hoy torean El Paula y dos más.


3 comentarios:

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Ya sé que es redundante al cien por cien, pero no puedo por más que recordar aquella faena de la feria de otoño de Madrid, la más perfectamente imperfecta que yo haya podido presenciar. El capote, la muleta y aquellos naturales de frente y como broche: el no poder matar al toro. Tan exhausto quedó que no pudo concluir la obra de arte, pero hasta eso tuvo toda la épica de Rafaé. Yo es al que mejor he visto con el capote y con la muleta, pero en días y años diferentes. Esa imperfección le hacía parecer un dios y nosotros sus beatos seguidores. Podría esatr toda la vida escribiendo y hablado de él, pero para torear como él, para eso tendría que volver a nacer.
Un saludo

Javier García Nieto dijo...

Aquella perfectamente imperfecta faena que recuerda Enrique al toro de Martínez Benavides el 29 de septiembre de 1987 fue objeto de una de las crónicas más intensas que escribió, bajo el título de "Nunca el toreo fue tan bello", Joaquín Vidal y que en uno de sus párrafos, si me permites reproducir Antonio, decía:

Los ayudados por alto, los redondos, las trincheras, los naturales... Sí, el toreo ya inventado, las suertes clásicas. Pero en la interpretación genial del diestro gitano no surgían de los propios cánones de la tauromaquia sino de otro orden, desconocido, que las convertía en nuevas, y cada pase que desgranaba era una creación exclusiva del arte de torear.

Los que fuimos, y somos, paulistas hasta la médula siempre nos acordamos de un torero genial al que, a pesar de seguirle por buena parte de la geografía, casi nunca vimos torear -porque lo de la Paula no era torear, era otra cosa-, pero que nos hizo, como ningún otro, soñar el toreo. Ahí estaba el duende de su Tauromaquia.

David Campos dijo...

Antonio:

¡Tú no dibujarás!, pero... ¿para que coño quieres saber tú dibujar, escribiendo como escribes?
Que bien expresado, que suavidad en la lectura, cuanto temple, qué manera de meter los riñones para desgranar tanta pureza.

Te felicito, de corazón, por haberte acordado de unt TORERO apasionante, que nunca debe ser olvidado.

Un saludo!