Manon |
Parece mentira que detrás de esos ojos aturquesados que alumbran, como faros de Alejandría, el camino en el que han de encontrarse el miedo -barco pirata con el toro por bandera- y la astucia -con su cuadrilla de pintas, niñas y santa marías, colmadas de bravos íberos-, que lucen como un par de gemas encaladas en un rostro que bien podría ser de travieso monaguillo -de los que se beben el Rioja cobijados tras el altar- o de protagonista barbilampiño de Harry Potter, se esconda un matador de Toros con todas las de la ley.
No es que acojone, como la de Clint Eastwood, ni que te deje petrificado, como la de Audrey Hepburn, simplemente es la mirada del tigre, del "tigre de San Fernando", como es aclamado por el tigrerío y por tigristas partidiarios, felino castizo que ahí sigue, dale que te pego, el fiera, miurada pa'llá, victorinada pa'ca, sin tener el gesto y el decoro, en pos de la cultura, de cortarse la coleta antes de ser devorado por el arte como cuando Saturno, durante el toro de la merienda de un sanfermín mitológico, se almorzó a sus hijos. Avergonzando la neotauromaquia que tratan de imponer los antisistema del jédiez, que son a la tauromaquia clásica lo que Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, al capitalismo -unos tocapelotas que caen simpáticos, como el cuñao que se lleva de casa a una hermana tonta-. Empecinado el tigre, a pesar de que hace una década ya de sus dos salidas por la Puerta Grande de Madrid, en ser gente en esto, cuando no caben más. Antes en España levantabas una piedra y te salía un albañil. Ahora, apartar con el dedo gordo del pie un chinarro y explotar por los aires una densa metralla de artistas, albardanes y saltimbanquis es todo uno. A donde irá Robleño sin tuiter, como Manzanares, sin el porte telenovelesco de Cayetano, que ahí está la criatura, en el listín de la Vanity Fair -el seistoroseis del glamour ibicencomarbellí-, como uno de los cien metrosexuales votados por la mujer española para en mano a mano, ponerselos astifinos al marido -de lo que se puede deducir que la hembra española del veintiuno es torista y con su pañuelo verde pasa por el siete de la vida, protesta que te protesta- y sin estar llamado por las sendas de las importancias -todos los caminos importantes llevan a Velilla- como el July, que se cree más importante que el que inventó la pólvora.
El de la importancia que, por cierto, anda metido a cooperante en la oenegé Save the Children -salvad a los niños, para el lector que sea de la Logse- cargándose las novilladas de las Ventas, que son así desde que el mundo es mundo, y convidando a los chaveas a una ronda de garcigrandes y juampedros, que son animales beodos que en lugar de galopar con bravura brujulean haciendos ochos, como Ernesto de Hannover en una boda gitana y que debieran ser lidiados -o cuidados, mejor dicho- en botellódromos portátiles y de tercera.
El de la importancia que, por cierto, anda metido a cooperante en la oenegé Save the Children -salvad a los niños, para el lector que sea de la Logse- cargándose las novilladas de las Ventas, que son así desde que el mundo es mundo, y convidando a los chaveas a una ronda de garcigrandes y juampedros, que son animales beodos que en lugar de galopar con bravura brujulean haciendos ochos, como Ernesto de Hannover en una boda gitana y que debieran ser lidiados -o cuidados, mejor dicho- en botellódromos portátiles y de tercera.
Para espejo de juventud, el de Robleño, que ha hecho carrera a base de cantidades industriales de quina, pantanetas de sudor, barricas de sangre y temporadas enteras a pan y agua convertidas en huelgas a la japonesa en los tentaderos de Cuadri, Miura o Victorino. Trabajo, esfuerzo y coraje frente a la comodidad, engaño y manipulación del Juli, que por mucho que este año se haya hecho antisistema, con su terno pañuelo palestino y oro, no deja de ser el Juli, al que padre y apoderado convirtieron en lo que es. Por sus frutos los reconoceréis -a los profetas, lobos con vestiduras de oveja- dice el sermón de la montaña. Y del Juli, que sermonea contra el judas que se sienta en el tendido y pide la casta del toro y la valentía del torero, en catorce años de alternativa, catorce años amamantado por el sistema, catorce años con sus noventa tardes haciendo el paseíllo de bankia y oro, no se recuerda ni un maldito natural cargando la suerte, ni un domingo de abril con Miuras en Sevilla, ni nada que lo haga merecedor de ser recordado como matador de enjundia ni mucho menos como ejemplo para el maletilla que sueñe con ser (buen) torero.
Lo que el ojo no ve* |
*Isaias y Tulio Vázquez, José Escolar, Cuadri, Miura, Victorino, Moreno Silva, Palha, Barcial, Cura de Valverde, Prieto de la Cal, Partido de Resina Antiguo Pablo Romero, Fernado Pereira Palha, Flor de Jara, Murteira Grave, Hubert Yonnet, Dolores Aguirre, Tardieu, Guardiola, Hernández Plá, Juan Luis Fraile, Irmaos Díaz, Conde de la Maza, Miguel Zeballos, Saltillo, Sánchez Fabrés, Assunçao Coimbra, Rekagorri (y un largo etc que no incluye los derivados juampedreros).
6 comentarios:
una vez mas me rindo a sus pies y mas ahora que DON JULIAN se mete a salvador de los chicos de la novilleria.
J. Salamanca
Antoñito: Igual que a Paco Abad, te doy la enhorabuena por estar de nuevo por estos andurriales, ya se te extrañaba por aquí.
Yo de "tigres", solamente recuerdo a uno, que fue mi profesor de topografía en un paso poco digno de recordar por la Facultad de Arquitectura...
El tipo en cuestión nos citaba a práctica de campo los sábados y cuando alguien preguntaba "¿a qué hora profesor?", la respuesta era un seco: "¡a la hora que el tigre se levanta a tomar agua...!".
Supondrás que el tío era apodado "El Tigre"...
Bueno, también sé de otro, "El Tigre de Guanajuato", pero ese... ese se cuece aparte.
Un abrazo y bienvenido de nuevo.
Extraordinario, Antonio
Saludos
Pgmacias
Antonio:
Doy por bien empleada la espera. Eres como el buen vino.
Un abrazo
AMÉN. Saludos desde Bogotá. Excelente tu blog Antonio.
pues no puedo estar de acuerdo... lo siento. como siempre ingeniosa la literatura, pero no entiendo esa fijación por la crítica, a mi entender poco edificante.
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