Maurice Berho |
Contrario a la corriente de la crítica, y seguramente equivocado, no comparto la alta nota que se le ha dado a la corrida de Gallardo. En presentación, nada que reprochar, un ejemplo, con cornamentas pavorosas, seriedad de caras y remate de los cuartos traseros. Trapío. En cuanto a comportamiento, muy buenos para el torero, excelentes para el corredor de la mañana, pero flojos, al límite de lo permisible, dos de ellos perdieron las manos varias veces durante su faena de muleta, y en el caballo no se les pudo castigar. Fuenteymbros como la Coca Cola sin burbujas, mucha marca y poco gas, a los que los toreros les suministraron el toreo de enfermería que tanto necestitan los negritos hoy. Dicho esto, como es normal, si llegan a estar mejor Ferrera y Jiménez, les cortan un chorro de orejas.
Porque no estuvieron bien, Ferrera acelerado, que lo raro sería verlo templado, en plan pegapases, con su número de banderillas, variado, pero demasiado circense, con los recortes al quiebro, con esa carrerita que parece un legionario jurando bandera y con ese salto del tigre que hiciesen Bien de Interés Cultural Pajares y Esteso. El torero extremeño sigue entrando en ferias, viviendo de las cornadas -una cosa es dar valor a la sangre derramada y otra vivir exclusivamente de ella-, sin apenas cosas que contar con su toreo.
Jiménez estuvo algo mejor, que no es decir mucho. Se puso a darle, a un toro tela de noblón, pases y más pases, unos despegados, otros a media altura, los hubo también templaditos, y hasta unos muy playeros, con el madrileño descalzo y con los juanetes bien plantados en la arena. Ya puestos, podría traerse unas chanclas. En fin, demostró tener un amplio vademecum médico de remedios para cuidar inválidos. En el quinto, peor aún, se pasó el jandillo una y otra vez lo más lejos que le daba el brazo, sin ninguna apretura. En este cabe destacar que lo lidió vestido de torero, circunstancia que el público no supo apreciar y no le pidió la oreja.
Claro, y a estas, que después de ver al legionario y al capataz de la Hermandad de los Descalzos, sale Fandiño y se pone, así como el que está esperando un taxi, enfrente de toriles, con el capote a la espalda, a recordar a Gaona, y ahí que le sale eso, que más que taxi era un tanque de la Segunda Guerra Mundial, y lo despacha el tío, como el que no quiere la cosa, con cuatro lapas y un remate casi sin enmendarse, sin tener que darle marcha a las zapatillas. Eso es tener ganas de ser torero. En la faena, que no pudo ser más brillante porque le tocó sin duda el peor lote, hubo momentos de interés y emoción, en los que Fandiño se pasó el toro cerquísima, rematados con unas bernadinas muy emotivas, con tanto velamen, y una estocada a ley, que le han valido una oreja de las que saben bien. El sexto fue un manso, con el que se justificó, derrochó nuevamente valor y ganas, llevándose una voltereta y matando horriblemente, en los bajos, que todo hay que contarlo. Sale reforzado, igual que su alma gemela, David Mora.
1 comentario:
Antonio:
Ya lo sabes, pero contigo uno se entera, otros confunden.
Un saludo
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