Arjona |
Estos taurinos se han propuesto, con la testada fórmula magistral de tedio + repeteción, momificar al aficionado, a ser posible, enconfrado al cemento del tendido, con los brazos en aspa -para evitar malas manías- y en la boca inserto el abono, como chucho con su hueso o zalduendo con su propia lengua. Aquellos que echaron los dientes en la época del faraón, honrados con la fortuna de pasar escasas plagas bíblicas y difrutar del toreo bello sin complejos, ven ahora como en el mismo escaño su afición se convierte en cecina y colesterol. Carne dura, secada bajo el tendido de sol y engordada artificialmente por los métodos de engorde del ejército fenicio.
Ayer el tutankamón que dijo de ir a la corrida, en lugar de irse a bailar las sevillanas del Mani a la caseta que es lo que procedía, se comió una tarde cumbre para quedarse en estado comatoso y no volver a la vida hasta los abriles de la futura década de los cuarenta, en la que despertará y podrá seguir leyendo a Amorós en el ABC. Todo fue muy actual, empezando por la cría del ganado anunciado, que se ha llevado sus meses en el campo, aporreando encinas con el peuvecé de sus fundas y que ha dado un juego modernete, esto es sin casta, tirando al inválido y con pocas ganas no ya de embestir, sino de molestar. Ya se sabe, en algunos casos con ganaderías conocidas, lo que más molesta en una tarde de toros no es el toro. Aquí aparecen los demonios del viento, la responsabilidad, el drenaje del albero, el ángulo de la pendiente del piso o la eficiencia de la cuadrilla de areneros...
Muy contemporáneo ha sido el hacer de los coletillas, que han dado todo un compendio de lo que se podrá ver este año por esas plazas de Dios. Y aviso, que al creador omnipotente la cobertura también le llega a Madrid. He visto con mis propios ojos como una figura del toreo, anunciada a bombo y platillo en las mejores ferias y miembro de los legionarios de Cultura, se ha ido a chiqueros -si hay que ir se vá, pero ir pa'ná...- a dar una larga y ha acabado con un sálvese quién pueda, tirando la capa, intentando dar una larga barriga en tierra. Roguemos para que de ésta no saquen la "larga a rastrapanza o rastrapancina". Después nos dejó sus dos típicas faenas que se trae hechas de casa. Se echa encima de los toros, sin importar terrenos, distancias ni alturas. Bueno, altura sí, que este es un torero poderoso: si el que tiene delante tiene invalidez permanente lo torea a media altura -lo cuida- y si es como Marichalar, le baja la mano de vez en cuando -lo domina, dicen ¿?-. Antes de todo esto salió Tejela, que se dejó ir el único potable de la corrida, entre decenas de pases a todas las velocidades posibles, pero siempre las elegidas por el toro. Arrojado fue indultado por su nobleza y movilidad. 71 pases tienen la culpa. ¿Que sería de esta ganadería si la camada entera la matase Tejela en vez de José Tomás? ¿Cuantos indultaría por tarde este gran pegapasista? Y por último vino "el Tala", que gastó en el capote, por la mala lidia, los pases que tenía su primer toro, y a la muleta, ná de ná. En el sexto, con un bicho en paro, ni caso.
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