Luis Miguel Sánchez |
S.M el Rey, como es costumbre, asistió a la Corrida de la Prensa desde una barrera del tendido 1. Y desde su localidad el jefe del Estado pudo apreciar el juego variado y desconcertante de los toros de Alcurrucén. Don Juan Carlos seguramente lo pasó muy bien con los dos primeros de Alcurrucén, encastados y que metieron la cara de lo lindo, especialmente el segundo, un grandísimo toro, ideal para hacer el toreo bueno, el toreo soñado si enfrente hubiera tenido un muletero de la vieja escuela.
Por desgracia ese toro le correspondió a Sebasatián Castella que se pasó de tiempo en una faena limpia, aseadita y ligada, pero a la que la faltó hondura, grandeza y empaque, a tono con el largo recorrido del excepcional toro, un núñez clásico. ¿Verdad José Luis Lozano?. El torero francés mató arriba y cortó una orejita. Sí, una orejita que sabe a poco porque delante tuvo un toro para poner la feria patas arriba. En el cuarto, un manso que embestía a oleadas, había que aprovechar esas arrancadas porque metía la cara con codicia y transmitiendo emoción. Castella no supo o no pudo entender que con tres tandas vibrantes y profundas podía haber montado la mundial. Peor para él.
El mexicano Adame, que confirmó la alternativa, cuajó los mejores muletazos en juna serie con la mano derecha y sin ayudarse del estoque, que tuvieron muchísima fuerza estética y mucha torería. Luego la faena bajó de tono, más aseada que profunda. En el sexto, mamnso declarado, Adamele pudo en los medios, demostranso recursos y un valor auténtico. Bien por el manito.
Perera tuvo un lote manso pero toreable, a poco que se hubiera decidido a colocarse en ese terreno donde se cuajan los toros a los que se debe vencer por redaños y meterlos en la muleta. Perera estuvo espeso y torpe, cerrando de mala manera su actuación en esta feria, con un pobre balance.
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