Foto: Ruaza |
Mendruguito se llamaba el quinto tris que salió por chiqueros para vergüenza de conocidos y extraños. No podía tener nombre más apropiado como punto álgido de una tarde para no olvidar. Mendrugos no de pan, sino de bichos de saldo, que son con los que Taurodelta premia a sus abonados. Mendrugos es lo que en otras épocas los señoritos le tiraban a los perros. A veces sacaban su fondo de caridad y se los lanzaban a sus siervos. Y ocho mendrugos, los primeros de la temporada, son los con los que los Choperita han obsequiado a los aficionados, mendicantes de Toros. Seis de la ganadería de Matilla, encaste Nuñez vía Mari Carmen Camacho. Chicos, descastados, inválidos y feucos. Tapados algunos por las puntas. Otro de la prestigiosa, y cara, ganadería de Cana Vigoroux y el Mendruguito, de Mauricio Soler Escobar, viejo inquilino de los corrales venteños con casi seis años y setecientos kilos que hubiera hecho las delicias del pueblo de Coria del Rio.
Con este percal, Serafín Marín se reafirmó como torero valiente y honrado, muy capaz con capa, muleta y espada, atento en la lidia y comprometido con el aficionado. Sí además le sumamos el componente seductor que produce su status de maldito en su tierra, de héroe desterrado al exilio, puede tenerlo todo para convertirse en el ojito derecho de la afición. No se arredró con el búfalo, se jugó la pelleja y mató por derecho. Más no se puede pedir.
Victor Puerto y Javier Cortés no tuvieron opciones, y las pocas que tuvieron las malgastaron de mala manera. El primero, fatal con los aceros, a punto de escuchar los tres avisos en el primero y muy pesado en el cuarto. Intentan vendernos una segunda juventud de Puerto que no aparece por ningún lado. Al joven madrileño le faltó demostrar el hambre que se le presupone, ir a comerse el mendrugo, como hizo su compañero de terna catalán. Si además nos ponemos pesados en plan multi-muletazo a este pedazo de pan no hay por donde hincarle el diente.
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