Manuel Durán. Larga Cambiada |
Viendo la cantidad de palabras facilonas que la cartelería nos ponía a huevo, juntar unas letras muy a modo ayer no conllevaba ningún compromiso. Lo suyo es escribir de la tarde que fue un recital de descaste y blandura y que esa eterna promesa que es Leandro, como Guti en el Madrid, dejó irse un toro que le hubiera valido como resurrección. Aunque pensándolo bien, es más correcto y va más acorde con el resultado artístico y torístico, resaltar que lo único que puede salvar a Leandro Marcos es un recital en los despachos de su apoderado y que no hay resurrección posible para esto de los Recitales, que lleva en la sangre una trilogía más comercial que la de la Guerra de las Galaxias: esto es, Marqués de Domecq, Juan Pedro Domecq y Osborne.
Mucha leña y poca lumbre, afirmación apuntada en la lista negra de ganaderías, y que me da, que viendo el no-criterio de la empresa al contratar ganado, valdrá para resumir lo que será más de la mitad del ciclo isidril. Como ahora lo que se busca es que esto de los toros sea algo snob y vanguardista, guapo e higiénico, no puedo dejar de pensar que esto -por lo menos, lo de ayer- es como la Pasarela Cibeles, en la que circulan por un lujoso entarimado, con movilidad y trote cochinero, una serie de cuerpos bonitos con problemas para no tropezarse, que son vistos y aclamados por miles de almas que en realidad, no tienen ni idea de lo que realmente van a ver, si carne o pescado.
Total, que Leandro se dejó ir sin torear el quinto, que embistió con cierta transmisión pero sin comerse a nadie. Morenito nada pudo hacer ante un lote de inválidos, si acaso abreviar más para no aburrir, y manejar mejor los aceros. Qué recital de mandobles y navajazos. Y Curro Díaz dejó un buen recibimiento capotero al que abrió plaza y una mala lidia con el cuarto marrajo en los dos primeros tercios. Ya con la muleta, expuso y le pudo al bicho con unos toreros doblones por bajo, para no poder después más que justificarse.
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