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domingo, 10 de julio de 2011

Vuelven por sus fueros

Emilio Méndez

















Buenos Toros estos de la Doña. Bien comidos, sanos, de patas y cabezas duras, con casta, siempre casta, en la sangre, gazapones y briosos, más nobles de lo normal, pues también. En el caballo no se emplearon, o sea, que cumplieron con la obligación que manda su linaje de bravo, que tira al manso, para apretar en banderillas y poner en no pocas dificultades a las lidias. Al tercio de muerte llegaron con emoción y si algunas faenas carecieron de interés fue más defecto de los coletillas que de los Aguirres. Resumiendo, que vimos seis encastados muestrarios de lo que debe de ser un Toro con su diversidad y complejidad de comportamiento. Eso a lo que el maestro Esplá llamaba algo así como "animalidad". Que es lo contrario a la famosa toreabilidad que propagan los toreabiliadores de esta última época. Pelearon también su muerte, agonizando, tragándose su propia sangre, tirando cornadas con tres cuartas de acero atravesándole las carnes. Muerte con honor, como el que no tienen aquellos animales que no respetan la solemnidad del instante en el que la bestia rinde su bravura a los pies del hombre. Corrida de nota.

Salvador Cortés está para no estar. Que este torero tenga la legión de partidarios que tiene es uno de los mayores enigmas de la actualidad taurina. No tiene nada. Destaca en no destacar y torea sin torear. Los años de alternativa han ido curtiéndolo en un diestro más siniestro, cada día un poco más inexperto, que en vez de madurar va enverdeciendo hasta mostrar deficiencias casi de becerrista en conceptos y conocimientos. No ha dado una durante toda la tarde como director de lidia, incapaz de poner orden, ha destoreado a cada Toro en todos los terrenos posibles menos en el que debía, para terminar aburriendo hasta a los del Sol, que ya es decir. Se lleva de los sanfermines un esportón bien cargado de dudas.

Un segundo encastado, que no fue comprendido, pues su condición de manso pedía guerra en otros terrenos, no los medios, se fue al desolladero sin ser visto. Las pocas veces que se fajó por abajo Aguilar con él, demostró que carbón había, además embistiendo con profundidad, hasta el final. Tenía, y se llevó con él a la carnicería, quince pases, no más, como para poner la Monumental boca abajo. En el quinto estuvo más "en profesional", que es una de las peores cosas que se les puede decir a un torero, ya que suele ser sinónimo de no decir nada, de que dentro de diez minutos nadie te recuerde ni un maldito pase de pecho. 

El triunfador de la tarde fue Joselillo, un torero cabal y comprometido, que suple con mucha verdad su notable falta de arte. Ni maldita falta que le hace. Se llevó un lote que era como el ying y el yang. Su primero noblón, si bien transmitiendo, le permitía hacer ese toreo de quilates que no está al alcance de este decoroso obrero del escalafón. Cortó una oreja, que es lo de menos, por una faena aseada a derechas y deficiente a izquierdas. El de la Dehesa de Frías mereció más. En el sexto, un julandrón que se lo quería llevar al catre de la enfermería, dió la verdadera dimensión de su arte, que no es ni más ni menos que el de jugarse la vida y no perderla sin echar mano de las trampas ni el enredo. Como además es capaz de triunfar en las malas, sólo nos queda mostrar nuestro más absoluto respeto hacía José Miguel Pérez Prudencio, Joselillo. 

sábado, 10 de julio de 2010

La traición del triunfo

`Nada tan estúpido como vencer; el verdadero triunfo esta en convencer´. Victor Hugo. Foto: Maurice Berho.



Plaza de toros Monumental de Pamplona. San Fermín. Sexta de feria. Lleno. Toros de Dolores Aguirre para Ivan Fandiño, David Mora y Joselillo.



Nada que ver la corrida de la señá Dolores con las que pudimos disfrutar aquí hace un año o en la isidrada de Madrid. Correctos de presentación, mansos, como era de esperar, algunos tirando al buey y otros sacando ese fondo de casta que hace que embistan con transmisión, presentando sus dificultades. Segundo y sexto bis, buenos, tuvieron unas cuantas arrancadas vibrantes, los demás no llegaron a tanto. Defraudando, estas ganaderías siempre dejan algo que otras no pueden ofrecer, aun triunfando. Toros con la boca cerrada hasta el final, pencos por los suelos, hombres al agua, tercios de banderillas sin ofrecer su rendición o no dejarse matar como corderillos asustados. También son éstas características del toro de lidia, que aunque se encuentran cada vez más perdidas en el oceáno de los tiempos, siguen suscitando el interés del aficionado.



Se presentaba en esta plaza el vasco Iván Fandiño, que empieza a acudir a todas las ferias importantes como el yerno que va los domingos a comer a casa de la suegra: todo buenas intenciones, pero sin terminar de cuajar la cosa. Su toreo apunta alto pero no termina de disparar. Es uno de esos toricidas, que amparándose en un sello clásico y ortodoxo dan cobijo a unas formas frías y rutinarias. No está de más arrebatarse, sin llegar al esperpento, y respetando unas normas. Que ya dijo Belmonte aquello de `torear es básicamente un ejercicio espiritual´. Debería de serlo más aún cuando el toro no pone el espíritu que se le supone: el de la lucha, el de la casta. Otra tarde que se le escapa entre los dedos.



Mora, David, se llevó uno de los dos con posibilidades. El segundo, nada del otro mundo en cuánto a presentación, pero con muchas teclas que tocar, se le fue a medio torear. Sacrificó, como es costumbre en estos tiempos, la colocación, la pureza en el cite y el mando en pos de la estética del muletazo. Mucho pico, perfilero y despegado, aunque la condición de manso del galafate le hacía difícil mantener la colocación deseada. Dos series, ligadas y templadas por la derecha y una con la zocata, irregular y embarullada, le valieron para que le dieran otra oreja de esas que cuelgan al lado del perrito piloto en la tómbola.



Jo-se-lillo, Jo-se-lillo, cantaban las peñas del sol, cuándo rodilla en tierra, torero en los medios, toro en tablas, empezaba la lucha. Era el sexto bis. Allí no hubo arte, ni toreo, ni dominio, ni nada que pueda interesar seriamente al que entiende de toros. Sí que hubo cantidades industriales de muletazos, mucha vergüenza torera -aunque no se usara para torear- y unas ganas tremendas por las dos partes -torero y público-, de conseguir un mismo fin: el triunfo de Joselillo, torero serio, de castellanas costumbres, que hoy ha tenido que prostituirse -taurinamente hablando- para procurarse una puerta grande que le permita seguir ganándose la vida en el futuro. Si pudieramos rascar con una navaja en la corteza de ese gran árbol que es la Historia, veríamos que por orden de antigüedad, detrás del oficio de María Magdalena, se situaba el de matador de toros. Dos oficios que demuestran claramente que para triunfar hay que tragar sapos y culebras y traicionarse, en ocasiones, a uno mismo. Son escasas las excepciones que se ganaron un lugar de grandeza, sin apostatar en alguna ocasión de sus ideales. No podemos avalar con pruebas esta teoría porque los antis de la época, que también los hubo, se deshicieron de todas las evidencias. Curiosamente, o no, aquellos antis, como los de ahora, que defienden a rabiar el sentimiento animal, disfrutaban con un mismo pasatiempo: crucificar a los que piensan distinto a ellos. Para terminar, y no sacar más de madre el asunto, hay que subrayar que tras un bajonazo infame el presidente se sacó de la chistera la segunda oreja, que jamás debió de concederse. Ni tanto ni tan poco. Lo que le faltó a Fandiño le sobró a Joselillo, pero si hay que elegir, mejor el arrebato y el frenesí al tostón insustancial con el que nos machacan todas las tardes.

viernes, 16 de octubre de 2009

Viernes de Dolores


Plaza de toros de La Misericordia. Feria del Pilar. Novena de abono. Un tercio de plaza. Toros de Dolores Aguirre. Fernando Robleño, Serranito y Joselillo.


Dolorosa y decepcionante corrida de toros la enviada por Dolores Aguirre a Zaragoza. Los que teníamos marcada con una X la fecha en el calendario nos hemos llevado un chasco de los grandes. Petardo en toda regla, sin paliativos. Primero, en presentación, un punto por debajo de lo esperado. Muy desiguales, algunos con cara de novillo, como el tercero de la tarde. Aún así, con una corrida tan mansa y mala, se vieron enormes lagunas tanto en los matadores como en los subalternos. Hoy día la inmensa mayoría están preparados para poner posturitas y acompañar la embestida del toro facilón. De lidiar, ni idea, ni falta que les hace para hacerse con el cortijo. Mal durante toda la tarde los varilargueros, no se salva ni uno, algunos además de montar mal y demostrar mucho miedo son inmensamente torpes. Daría gusto verlos hace un siglo en una corrida sin petos. Los subalternos de a pie no les van a la zaga, capotazos y más capotazos, sin tener ni idea de colocación en la plaza, con algunos de ellos daba la impresión de que no sabían lo que era un toro manso.

Tenía uno ganas de ver al gran Robleño, que apenas ha tenido oportunidades este año. Pechó con un primero manso, muy mal lidiado que no tardó en orientarse mucho con la muleta. El diestro estuvo por allí, insistiendo, con muchas precauciones, metiendo pico y fuera de cacho. Un tanto dubitativo para como lo hemos visto en otras ocasiones. En su segundo estuvo más entonado, le saca un par de tandas más emocionantes en el inicio de faena. El de Dolores se agría pronto y deja demostrar toda su técnica y oficio, esta vez sí, al Robleño de siempre. Entra a matar mal y la cosa se desinfla. Tal y como están los públicos me queda la duda si le hubieran pedido la oreja. Espero que le den más oportunidades a este pequeño gran torero el año próximo.

A Serranito, que todos los años mata algunos de los hierros duros, habría que explicarle lo que es lidiar, tomar el mando en la plaza. La lidia a su primero fue un disparate, un esperpento, al picador debió la benemérita ponerle el globo para que sople. Hasta cinco veces tuvo que ir el toro al caballo, en las dos primeras no fue capaz de acertar en lo negro. Después acertó, pero donde le dio la gana. Tela de guasón en la muleta, lo mejor que hizo el coletilla fue abreviar, aunque en el poco tiempo que estuvo se le vio desbordado, sin ideas, como preguntándose que hacer con un manso. Ni un solo muletazo de castigo, macheteo o pases por bajo. Lo dicho antes, si no es para poner posturitas se ven superados por los acontecimientos. A su segundo lo frió en el caballo y llego muy parado a la muleta donde no tuvo ni uno. Luego se quejan algunos toreros porque torean poco... En cambio a mi me parecen que lo que torean es mucho...

Joselillo fue el más suertudo de los matadores. El único astado con posibilidades le tocó en tercer lugar. Un toro feo, con la carita lavada y andares caballísticos que se dejó pegar algún muletazo más templado, eso sí, con el torero siempre fuera de cacho y muy prevenido. Mató de una estocada pescuecera. En el que cerraba la tarde estuvo voluntarioso, en profesional con un toro que se movió más pero con nula clase. A espadas, otra vez mal.