domingo, 16 de mayo de 2010
A Joselito le ha matado un toro
Mausoléo en honor a Joselito.
INFORMACIÓN DE NUESTRO COMPAÑERO SR. CORROCHANO, ÚNICO REVISTERO MADRILEÑO ASISTENTE A LA CORRIDA. COMO OCURRIÓ LA COGIDA.
ABC, Edición Madrid, 17 Mayo 1920. Corrochano
Todo lo que ocurre me parece una pesadilla. Lo he visto y no lo creo. Me cuesta un esfuerzo horrible escribir: A Joselito le ha matado un toro. Pero es así, así ha ocurrido: a Joselito le ha matado un toro en Talavera de la Reina. Estoy bajo la terrible impresión de la tragedia. No quisiera ser el cronista a quién la fatalidad le reservó esta narración. Estoy entristecido, y sin embargo, tengo que escribir. Escribiré; sería mi sino: como el del pobre Joselito sería venir a morir aquí.
Lo que más me preocupa, lo que me obsesiona, es lo que hay de fatalidad en todo esto. Joselito, desde que supo que se organizaba una corrida en Talavera, no pensó nada más que en torearla. La empresa no quiso traerle, porque esta plaza, de poca cabida, no admite presupuestos caros. Un íntimo amigo suyo tomó el negocio a base de Joselito, y quedó Joselito contratado en Talavera. Entonces surgieron más dificultades. La Empresa de Madrid le reclamaba para ese día, llegó a intervenir la Dirección de Seguridad, y anunció que no dejaría a Joselito salir de Madrid. Este se obstinó en venir; ofreció nuevas fechas, buscó combinaciones, dió toda clase de facilidades para el nuevo abono, a cambio del favor de que le dejaran venir a Talavera. Y vino, y murio casi en el ruedo, pues entró en la enfermería con un colapso, del que no volvió.
Le ha matado el toro quinto; se llamaba Bailador, era negro, tenía cinco años, era muy chico, era corto de pitones y pesaba sólo 260 kilos; pertenecía a la ganadería de la viuda de Ortega, una cruza de Veragua y Santa Coloma.
La corrida se deslizaba alegre y animosa. Había un lleno imponente. Se le recibió a Gallito como reciben estos pueblos, con entusiasmo y gratitud; como se recibe al artista que hace el favor de ofrendarles su arte: dándose perfecta cuenta de su papel de favorecidos.
Gallito brindó animoso, y aún recuerdo el brindis, que fué una evocación: `Brindo por el presidente, por su distinguido acompañamiento y por el pueblo de Talavera, adonde tenía muchas ganas de torear, porque esta plaza la inauguró mi padre, por cuya memoria brindo también´.
COMO OCURRIÓ LA COGIDA
Salió el quinto toro, tan certero como suelen ser todos los toros cornicortos, y sin recargar, sin llegar apenas a los caballos pues fué el menos bravo, mató tantos como varas tomó. Joselito me indicó con el gesto que el toro no le gustaba, yo le contesté que a mí tampoco me agradaba... Uno de tantos comentarios mudos como Joselito y yo haciamos en las corridas. Más tarde le indiqué que el toro era burriciego, el me dijo que el toro había perdido la vista en los caballos. Y salió a matar. El toro se defendía y estaba bronco. José medio lo dominó con la muleta y el toro se fué a las tablas, cerca de mi barrera del 1. Oí perfectamente que le dijo al Cuco dos veces: `Quítate, Enrique, que está el toro contigo y por eso no toma la muleta´. El Cuco se cambió de lugar. Joselito lo sacaba con pases de tirón, muy trabajosamente, pues el toro apenas le embestía. José, que estaba muy cerca, dándole con la muleta en la cara, se retiró, y entonces el toro, acaso porque le viera mejor por el defecto de la vista ya apuntado, se le arrancó fuerte y pronto, inesperadamente, en un momento en el que el torero no hacía nada, sino que se disponía a hacer. A José, a quién indudablemente, había sorprendido el toro, no le dió tiempo de nada, ni de darle salida ni de quitarse de allí, a pesar de sus facultades. No hizo más que adelantarse la muleta para taparle y parar el golpe. El toro le cogió de lleno, le enganchó por el muslo derecho, y en el aire le dió una cornada seca y certera en el bajo vientre, como las que había dado a los caballos. Cayó José mortalmente herido, se contrajo, y el toro le derrotó en el suelo pero no lo recogió.
Cuando le incorporaron me miró con cara de angustía, y me señaló con la mano la ingle, al mismo tiempo que se recogía los intestinos, que le asomaban.
Al Cuco, que le llevaba a la enfermería, le dijo: `A Mascarell, que avisen a Mascarell ´. Y ya no hablo más, le dió el colapso.
Sus íntimos amigos Leandro Villar y Darío López salieron, sin perder un minuto, para Madrid en busca de los doctores Mascarell y Goyanes. Todo inútil. Apenas recorrerían unos minutos, ya su pobre amigo no tendría necesidad de la ciencia que iban a buscar.
A Sánchez Mejías le ocultaron la gravedad, y lidió el sexto toro, vengativo, descompuesto, haciendo tantas y temerarias cosas, que ya temíamos por el segundo percance.
Mientras tanto, en la enfermería, los médicos Sanguino, Ortega, Muñoz, Luque, Pajares, y no sé si alguno más, cuidaban de reaccionarle con suero, cafeína, alcanfor...; nada, todo inútil porque el pobre torero no reaccionaba. Sólo hubo un momento de esperanza, en que movió los brazos, para caer nuevamente en el sopor, y cuando su cuñado, Sánchez Mejías, muerto el último toro, entraba corriendo en la enfermería ya alarmado por el rumor de la plaza y el ir y venir de la gente por el callejón, expiraba Joselito, de schot traumático.
Yo le he visto muerto, le he visto y no lo creo. He visto como le quitaban del cuello un retrato de su madre y una medalla de la Virgen de la Esperanza, deformada por un toro en San Sebastián. Me parecía dormido. No puedo creer que esté muerto quien unos minutos antes era la alegría de esta plaza y el sueño de todos las Empresas. Me parece mentira que haya muerto quién llegó hace unas horas conmigo, y al montar en la estación en un coche, como esos que van en Madrid con bodas a la Bombilla, empezó a cantar alegremente y fué hasta el hotel gritando como un chico: `Viva la novia´. Me parece mentira, pero es la realidad, la trágica realidad: a Joselito le ha matado un toro y yo tengo que contarlo, que es otra dolorosa realidad. Porque lo terrible no es que a un torero le mate un toro, sino la manera, la forma, las circunstancias de este caso concreto. Con Joselito no ha muerto solamente un torero, sino la figura representativa del toreo, y quién sabe si la Fiesta misma.
Joselito, 1912 en Salamanca.
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3 comentarios:
Todavía noventa años después, ¡qué descanse en paz! Hoy Madird se volverá a acordar de él y callará durante un minuto, aunque ya no sea ni sombra de la plaza que él conoció.
De nada sirve guardar un minuto de silencio por el alma de Gallito si, por otra parte, estamos olvidando y renegando del legado que, basado en su ejemplo, dejó para la construcción de una Fiesta mejor.
Estoy convencido que Gallito se avergonzaría de la situación actual de la Fiesta. Quién protagonizó en su carrera más de 20 encerronas (incluidas Miura, Veragua o Martínez), quien toreó más de 50 tardes en cada una de las tres plazas más importantes y quién alternó con todas las figuras de la época (más de 200 tardes con Juan Belmonte, entre otros) no creo que aprobase lo que está sucediendo hoy día en las plazas.
Descanse en paz.
J.Carlos
Impresionante la descripción de aquella tarde en Talavera de la Reina. Conocia los datos historicos de aquella tarde pero no con tantos detalles. Muchas gracias por compartirlo con todos.
Un saludo.
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