domingo, 1 de noviembre de 2009

Filosofando




Copio un trozo de la entrevista a Sánchez Dragó en el núm. 23 de la revista Taurodelta:

...la plaza de toros representa el mundo en la
hora del crepúsculo, cuando el sol desfallece
y se va retirando la energía que alimenta al cosmos.
En ese momento, un sacerdote, que es el
torero, tiene que dar muerte al animal, que al
verter su sangre sobre el ruedo regará la tierra
y mantendrá la energía del Universo en tanto
el sol esté escondido. Y otra dimensión, análoga
en cierto modo, es la connotación sexual
erótica que tienen las corridas. Es evidente que
el diestro cuando pisa el ruedo es hembra: hace
el paseíllo, lleva medias rosas, se viste de lentejuelas,
se contonea… y el toro es el macho por
antonomasia. A lo largo del festejo, los papeles
se truecan y el toro vencido ofrece el hoyo
de las agujas, que tiene forma de sexo femenino,
y es en él donde el torero tiene que hundir
un estoque, con forma de falo. Esto lo cuentas
y siempre sorprendes...



Uno ya no sabe si esto que dice es de una brillantez extrema, digna de un genio o una extravagancia de un personaje quijotesco.

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