martes, 17 de noviembre de 2009

Bautismo taurómaco



Abril de 1996. Día 18 por más señas. Las televisiones nos bombardean con Aznar y sus posibles pactos con los nacionalistas, con una extraña enfermedad que hace enloquecer a las vacas en Gran Bretaña o con la constitución del primer parlamento democrático en Palestina. Vienen tiempos de cambio. O eso dicen los mayores. Es una tarde más, de esas en las que regreso del colegio pensando que mañana no vuelvo a ir, que ya está bien la broma. Entre tanto carcamal oxidado, tantos niños andrajosos y niñas petulantes acabaré más loco que Nerón. Llego a casa y mi madre, como las de todos mis amigos, ya me está esperando en la puerta para que me ponga a estudiar ¡Pero si no he llegado aún! Ahora es cuando me acuerdo del Kiki, un compañero de clase que siempre me dice que madre no tiene más que una y aún así le sobra la mitad... La mía no está mal del todo, por lo menos me da una onza de Elgorriaga todas las tardes antes de ponerme con la tarea. Eso sí, de ver la tele ya me puedo ir olvidando. En mi casa, cuando hay toros no se ve otra cosa. Menos mal que sólo dan toros un par de días a la semana. A mí sólo me gustan cuando me lleva mi padre a la corrida de la feria, en la que siempre vienen toreros muy famosos, de los que salen en la tele y que lo hacen muy bien, pues la gente, mi padre incluso, los aclama y les aplaude más que a Hugo Sánchez cuando metió aquel gol de tijereta. De todas maneras, y aunque voy con ilusión, tampoco es que vea yo esto de los toros muy divertido. Prefiero jugar con mis amigos en la calle al fútbol o a las canicas, aunque ultimamente jugamos menos porque cada vez pasan más coches, hay veces que es imposible porque pasa un coche cada cinco minutos. Así no se puede.

Estoy hasta las narices de la Feria de Abril de Sevilla, esta semana ya es la tercera corrida que echan, los de la Primera se están colando. Pero bueno, yo a lo mío: primero Gramática y después Historia. Un truño. Estoy con un ojo en el libro y con otro en la tele, aunque no me vuelven loco, tengo que reconocer que llaman la atención estos toros que salen en el UHF, como dice mi abuela. Lo primero, por que me he dado cuenta de un desastre yo sólo: no me explico como en una ciudad que, según Don José, el profesor de Historia, fue una capital importantísima, no se da nadie cuenta de que la plaza está ``torcida´´, no es redonda. Supongo que por eso ya no es una capital importante, porque la gente más lista que hacía estas cosas se habrán ido. Además, los toros que salen no son iguales que los que vinieron este año en la feria, cuando vino Espartaco. Están más cabreados y menos cansados. Aquí Espartaco los cansó mucho o lo que fuera, pero el caso es que estaban siempre con la lengua fuera, como yo cuando subo a por leche a la vaquería. Hay más cosas raras: los toreros no tienen que ser muy buenos porque no son los que salen en las revistas del barbero, pero a la gente le da igual, porque la plaza esta llena. Entre lo del redondel torcido de la plaza y la clase de toreros que van a ver, me parece que éstos de Sevilla no tienen ni idea de toros, no como los de aquí, del pueblo, que saben tanto que todos los años la corrida es un éxito. Si es que como dice el frutero: ``el que sabe, sabe´´. Además, en vez de ir a pasarlo bien van a pasar miedo, como en las películas de Hitchcock. Hay mas ¡uys! que olés. Aquí a todo lo que se hace delante del toro le dicen olé. Creo que voy a cerrar los libros un rato y voy a ver que es lo que altera a la gente tanto. Hay un tal Tato, que vaya nombre para un torero, que aunque parece muy valiente y al público parece gustarle, tengo que decir que suda mucho y está muy colorao. Como un tomate. ¡Pues vaya torero! Aquí a Espartaco mientras toreaba su toro le daba tiempo a hablar con el tendido y sonreír al público. Con razón dicen en el pueblo que es el mejor. Poco a poco voy entendiendo porque suda tanto, el toro que le han ``comprado´´ es malísimo, no entiende que tiene que tirarse a por el trapo rojo y no a por el Tato. Que mal rato está pasando ese hombre, aunque cuando termina de torear con la tela colorá y se va del toro para darse un paseíto se le ve más contento que un perro con dos colas. Es la primera vez que paso miedo viendo un torero, se está poniendo en frente del toro, que no deja de mirarlo al pecho. Pero como Sansón con el león, el Tato con sus manos y un trapo rojo lo está dominando y lo hace ir por donde él quiere aunque el toro no quiera... ¿será magia? ¿es un domador como los del circo? ¿que es torear? ¿Lo de Espartaco o lo del Tato? Si torear es engañar a alguien para que termine haciendo lo que no quiere hacer, ¿quiere decir que mi padre torea a mi madre cuando se va al bar? Ahora mismo me asaltan mil dudas, dudas de las que no me sacan todos mis libros de la EGB. Tengo que volver a ver esto en cuanto pueda. Mientras tanto, abro el libro de Historia, y en el glosario, en la R, entre Rodrigo Díaz de Vivar y Ricardo Corazón de León, apunto con el lapicero: Raúl Gracia ``El Tato´´


PD: El chavea soy yo y éste es el vago recuerdo que tengo de cómo me entró el gusanillo por los toros. Gracias a El Tato y aquella tarde con los Victorinos...

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