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lunes, 9 de abril de 2012

¡Viva Joselito el Gallo!



















¡Viva Joselito el Gallo!, rompió una voz el minuto de silencio en honor al Pasmo de Triana, como la cacofonía de una pantasma gallista que arrastrando cadenas y sábana blanca, se hubiése mudado desde la antigua plaza de toros de la carretera de Aragón. Por el tendido seis andaba, el energúmeno, como comentan casi todos los que estuvieron presentes, que no podían saber, del ataque visionario, rabión e inesperado, como si hubiese sido picado por una pulga, que estaba sufriendo el abonado del seis, que ya mascaba lo de José Pedro Prados. Hasta las pulgas, por muchas categorías y subdivisiones zoológicas que haya, se dividen entre las de Gelves y las de Triana. Y algunas pueden ser premonitorias.

 Lo que vendría después, sería el Fundi y su magisterio, que subyace del gallismo más primitivo, ese que alejado de las catacumbas faranduleras del arte trae consigo la pureza más virginal que en términos taurómacos haya existido: no hablamos de las formas, muy mejorables, sino del fondo: un tío que se pone delante de un toro sabiendo lo que tiene que hacer. Verbo, el del saber, que escrito a la ligera puede llevar a equívocos y pasar como cuestión baladí, pero que desde hace más de doscientos años es la raíz del arte de torear, antes de que el parto de cultura nos alumbrara con el amaneramiento ilustrado de semaris, talas y julys.

Con inteligencia y paciencia, el veterano matador moldeó la embestida del Huérfano, al más puro estilo del mejor Ponce, de mucho sobeteo y consentimiento, de bisho mirá aquí y pasa por ahí, hasta que, como por arte de magia, y no es magia, sino el viejo arcano del toreo, empiezan a aparecer por allí muletazos estimables, profundos, con el toro yendo a más, mientras una legión de taurinos en el callejón muelen a palmaditas en la espalda al ganadero, porque el Huérfano tenía "fondo". Faena que choca de frente con el chenelismo, el pronto y en la mano, que demuestra que mientras las cosas están hechas con criterio, dándole ventajas al toro y echándole lo que un torero le tiene que echar, toda clase de coletudos son bienvenidos, respetados y hasta admirados, independientemente de que después puedan tener la gracia de Pepe Luis o la industrialización muleteril de Dámaso. Ayer nos tocó más de lo segundo que de lo primero, pero bien contentos que salimos, porque se había visto torear.

Otra cosa es la de Víctor Barrio y Del Álamo, que verles torear y caérsete los palos del sombrajo es todo un uno.  El segoviano, que tomaba alternativa, anduvo desafortunadísimo, manteniendo el nivel descendente que ya apuntó en sus últimas actuaciones como novillero. Acelerado, descolocado, sin ideas y echando mano al repertorio de tretas modernas -pico, encimismo, zapatillazo- que sirven para triunfar... en todos lados menos en las Ventas. Lo de Barrio es curioso y viene a refrendar el daño que escuelas taurinas, y taurinos sin escuela, hacen sobre los que deben ser brotes verdes de nuestro toreo. Cuando el toricantano no sabía torear, leáse sus primeras actuaciones novilleriles, toreaba muy bien; una vez que se han puesto a enseñarlo a torear, no sabe hacer otra cosa que tundir los garlopos a mantazos. 

Juan Del Álamo, con unos meses más de alternativa, usó los mismos trucos pero de manera más templada, sin tanto atosigamiento al toro y con algo más de acople, fruto de que sabe bien para lo que se está preparando, que no es otra cosa que el gato por liebre del toreo moderno, perfilero y fingido que tantas panzas llena ahora.

El domingo fue el de la resurrección de un maestro crucificado en los últimos años por la vida. Domingo que también nos deja la triste convicción de que con estos jóvenes para el toreo no habrá insurrección, rebelión ni alzamiento que valga.




A la gallista pulga trianera,
 que anda desaparecida en combate.







miércoles, 29 de febrero de 2012

Más que decentes. Toros en el día de Andalucía


















28 F: Día de Andalucía. Con las cámaras de Canal Sur presentes. La banda de música -apenas se escucha- toca, decir interpretar es aventurarse demasiado, el "andaluces levantaos" de Blas Infante mientras un gitano en el seis pide un coca cola al pipero, el mellao de la barrera de sombra grita un "Paílla que güevos tienes" y un grupo de marujas con más papada que años, en el sol, discute fervorosamente sobre lo bien que han agarrao los injertos de pelo a Ponce. Son las mismas criaturas que un rato después, en la taberna o la peluquería, pedirán que se levanten unos tabiques en las vascongadas y Barselona -jamás en la vida sus bocas eruptaran un Euskadi o una Catalunya-, porque son unos malajes que no respetan el himno de España la noche que sus dos equipos fetiches juegan a la pelotita. En fin, que estamos en Sanlúcar de Barrameda, con toros de la prestigiosísima ganadería de Hnos. Sampedro, una de esas en cuyo cuyo árbol genealógico reza el epitafio "elimina todo lo anterior para adquirir reses de Juan Pedro Domecq". El medio pensionista Enrique Ponce, el jubileta Ruiz Miguel y el carilampiño David Galván. El festejo, cinco minutos antes de que empezase, nos lo sabíamos de carrerilla, como la lista de reyes godos. Pues anda que de éstos no hemos vistos unos pocos, tú. Pero el vicio es el vicio y ahí que nos pusimos, como koalas mascando eucalipto, delante de la pantalla.




Pero sonaron clarines y timbales y una rueda de toros cinqueños, con presencia, cuajo y pitones -a esto hemos llegado, señores del arte del taurineo, a tener que alabar que un bicho bicorne tenga dos cuernos-, saltó a la arena del delta guadalquiveño, para sorpresa y algarabía del personal. Cuesta recordar un festejo de pueblo de Despeñaperros pa'bajo con esa fachada y galanura. Lo que llevaban por dentro es otra historia, también cantada, aunque para disgusto del mismo personal, aquí ya no hubo milagro y casi tres horas que estuvimos escuchando la coplilla de la falta de fuerzas, la baja laboral de la casta y la huída del miedo, trillo de las emociones, lejos del graderío. Se salvó el quinto, premiado con la vuelta al ruedo, huelga decir que otorgada con demasiada alegría, un buen toro que pecó de falta de fiereza aún siendo un dechado de eso que los sénecas de las revistillas llaman classsse -en la plaza hacen malabarismos con el frenillo de la lengua para poder pronunciarla con acento en la ese, quiera dios que los coja una tarde cambiando las tíldes el sillón T de la Real Academia, Pérez Reverte-. Hay que decir en descargo de la sam-pedrada que fue picada horriblemente, no por que los leñazos con las varas fuesen infames, sino por las maneras de los tíos de las varas y sus jefes, que hicieron las suertes de cualquier manera, al relance, metiendo el toro debajo del caballo o con cariocas.


















De los matadores se puede decir que estuvieron cada uno en su línea, que es la de tres maneras distintas de entender el toreo. El toricantano David Galván, que abandona el escalafón novilleril para enlustrar la nómina de jóvenes espadas que tienen que dar tute a los acomodados jédiez, demostró una gran seguridad en sí mismo, una atípica serenidad para la edad y no se puede dudar que está dotado del sentido natural del temple, si bien es cierto abusó del manzanarismo, ese destoreo perfilero y suavón tan en boga en nuestros días.

Paco Ruiz Miguel está hecho un chaval. Fuerte como roble y con más afición y hambre que un maletilla sin tabaco. Verlo moverse con mando en plaza, gritándole al peón que hace derrotar al negrito contra las tablas, comerse al picaor para que levante la vara o instruir al bregador que lidia en banderillas, merece tanto la pena como la mejor media de Morante. Recuerdo de otros tiempos, como la picaresca, el borderío, el ir y venir con el público, enjaretarle cuatro guasas, esa torería golfa que ha quedado soterrada por unas repelentes buenas maneras. En sus dos toros el león de la Isla dió una demostración de conocimientos: de capa, a la verónica, en las dos ocasiones ganó siempre el pasito a cada lance, de la primera raya para fuera, al cabo de seis o siete lapas, no más, bicho parado casi en los medios. Con la franela se gustó más en el cuarto, donde reverdeció viejos laureles, embistiendo él más que el cornúpeta, pegándose un arrimón de antaño.


Y Ponce era Ponce, ahora es Enrique, un triste jornalero del toreo que echa sus peonadas de vez en cuando, por esos pueblos de dios, a la caza de un puñado de cuartos, algún elogio y de resistir algo más en el candelero. A su primero le enjaretó una faena larga, despegada y monótona, asentándose y ajustándose algo más con el quinto, al que a fuerza de no exigirle nada, a punto estuvo de indultar.

En resumidas cuentas, una tarde con sus grandezas y miserias, como todas, pero dónde siempre hubo un mínimo de seriedad y dignidad, que ojalá marque un precedente en los festejos de dudosa calificación en cosos de tercera, sobre todo en los televisados al gran público.





















Las fotos las ha cedido amablemente el fotógrafo Paco Gallardo.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Alternativa de Joaquín Agudo en Baza (Granada)
















Informa Burladero:

Los aficionados taurinos de Baza disfrutarán el próximo 12 de septiembre de una atractiva corrida de toros que reunirá a los espadas Rivera Ordóñez Paquirri, El Cordobés, Diego Silveti y Joaquín Agudo, para lidiar ocho astados de la ganadería de Guadalest. Éste último, Agudo, se convertirá en el primer torero local que tomará la alternativa en la plaza bastetana, gracias al apoyo del Ayuntamiento de Baza y de la Peña Taurina.

El empresario José María Garzón, de la empresa Lances de Futuro, SL, organizadora del festejo, definió la corrida del día 12 como "un pequeño milagro que se ha hecho posible gracias al esfuerzo de todos. Será una tarde muy especial, porque tomará la alternativa la futura figura del toreo Joaquín Agudo".


Nota: Aunque, desde luego, no es el cartel soñado para tomar la alternativa, deseamos mucha suerte a Joaquín Agudo en su nueva andadura. Hace pocos días, otro granadino, Alejandro Enríquez, se doctoró como matador de toros en el arte supremo. Con ellos, si no me equivoco, son ya seis los matadores de la provincia, que no sólo del Fandi vive el aficionado granaíno.


jueves, 9 de septiembre de 2010

Cincuenta años en los altares






Cuando corren los primeros días de este Septiembre, turbio e inestable como todos los setiembres, llenos de soles y granizos, y mientras, en la civilización, en el progreso, en la Europa del ciudadano modélico, la sociedad pacífica, los gobiernos de la prosperidad, de los derechos ovejunos y las obligaciones resbaladizas, echan -iba a decir como perros, pero los canes hoy día son tratados como borbones- de La France a los gitanos, todos los aficionados a la tortura, la barbarie, que formamos las hordas taurinas recordamos hoy, nueve del nueve, a un gitanito de Jerez con el mismo respeto y devoción que un cristiano romano apostólico c
onmemora la alternativa milenaria de un niño betlemita en la Misa del Gallo. Así de malos semos.


Rafael Soto Moreno, hijo natural de Francisco y Tomasa, ahijado de la calle Cantarería, en las mismas entrañas del Barrio de Santiago, que cuando suenan no lo hacen a tripas y mondongo, sino a palmas por bulerías y compás del 12. La calle Cantarería, es la calle de la pena, que canta por bulerías, que pregona a los cuatro vientos Manuel Ríos Ruiz. Setenta años han pasado desde que un dos de febrero, víspera de San Blas, el sol babeó de alegría y llenó de luz para siempre, sin lunas ni eclipses, al arte del toreo, que desde entonces riega cada célula calé que da forma biológica a uno de esos seres propios de la mitología griega, como el centauro o las sirenas: Rafael De Paula, mitad gitano, mitad torero.





Cincuenta años se cumplen desde que Julio Aparicio nombró doctor en el supremo arte al gitanillo jerezano. Cincuenta años de naturales colmados de naturalidad. Cincuenta años de quebradiza imperfección, de misterioso conjuro. Cincuenta años de capotes azules y pañuelos blancos. Cincuenta años de soplos y pellizcos. Cincuenta años de decencia y frescura. Cincuenta años de toros vivos y aficionados enloquecidos. Cincuenta años que ya son eternos por los siglos de los siglos.



Cincuenta años llorando de alegría porque hoy torean El Paula y dos más.