Rullot para Aplausos |
Dejando Castaño a un margen, el sopor continúa siendo el común denominador de este arranque petardeante de Fallas. Ayer, los atanasiardos de Valdefresno, mal presentados, anovillados, una pareja tuvo que soplar las cuatro velas de la tarta -el 141, Fardero, guarismo 3/8, y Manzano, 130, del 12/7-, además acusaron manifiesta invalidez, tanta que, de los seis, cinco, perdieron varias veces las manos durante la lidia. Sólo se salvó Lisonjero, cinqueño aleonado, que si bien pecó de falta de fuerzas, quiso comerse por abajo los engaños, abriendo surcos con el hocico en la tierra valenciana. Ni éste ni sus hermanos fueron colocados al caballo con un mínimo de torería, y a más de uno, y de dos, se les simuló el segundo puyazo. Al flojo y noble Lisonjero le sacaron en el desolladero ciento veinte pajuelas de semen, cuestión que marca claramente el tipo de toro que se busca en Valdefresno, y que me da, visto lo visto, que no va a ser muy de mi agrado.
Los jovenzuelos Dufau y Silveti aburrieron al más paciente, a base de mantazos recetados a gran distancia, con el toro en Elche y las nalgas del torero en el palo de la bandera valenciana, demostraron saberse la teoría de los circulares, los martinetes y el teléfonillo de memoria, pero carecieron de hambre, valor y ambición. El mexicano se dejó ir un triunfo gordo, viendo el nivel del público y solo pudo rescatar la honrilla de la tarde con algún natural arrastrapanza de la muleta y con el deseo, más que hecho, de querer darle brillo a la capa, como buen manito, en quites. El francés llevó durante toda la tarde un paso más allá el destoreo, que no es ya no cargar la suerte o retrasar la pata, sino adelantar la pierna que no es, resultando cómico como en el remate de alguna tanda y en lances sueltos, la descolocación y ese retorcimiento lo llevan a darle la media espalda al garlopo y el culo a la muerte. De conocimientos, y mira la reata de apoderados y ayudantes que llevan, tampoco es que lleven estos jovenzuelos de escuela taurina la lección muy aprendida. El bleu se fue a los lomos, incomprensiblemente, de un Atanasio, abanto, al que de salida quiso darle, sin sacarle los brazos para más calamidad, una chicuelina para los adentros. Si esperpéntico es el presente, ni imaginarnos el futuro.
Jiménez Fortes fue el "triunfador" de la tarde, a pesar de hartarse también a echar la patita atrás y darle vidilla al pico de la muleta, pero hay que reconocerle cierto temple a su labor, temple a lo ya templado, se entiende, y ganas de agradar, que debería ser lo mínimo, pero que tal y como están las cosas, muchas tardes se convierte en lo máximo. Con el manso de la tarde se fajó de lo lindo, hasta que cantó la gallina, momento en el que el Manzano se agrió y para cuya muerte hizo pasar las de Caín al verde coleta. A éste lo picó muy bien Tito Sandoval, que domeñó el mal son, los testarazos y la rabieta que vertió el mansito contra el peto.
Lástima de juventud torera, de patita pa'trás en vez de paso al frente.
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