jueves, 9 de diciembre de 2010

Romance de José Tomás con la Alhambra





* 8 de Junio del 96. Primera salida a hombros como matador de toros de José Tomás. Le cortó las dos orejas -cosa rara en Granada- a Oasis, de la ganadería de El Torero.







* 2008. El retorno. Cuvillo mediante.

























* 2009. Apoteósis tomasocuvillista.







¿2011?  ¿Con cuvillos o con juanpedros?


4 comentarios:

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Yo creo que el toreo de José Tomás no tiene discusión con la diferencia de ser uno de los pocos que da los pases completos, pero hay que reconocer que ese toreo se agranda, o no, dependiendo del toro que haya delante. Aunque esto sí creo que sea una norma fija para todos, así es el toro, así es la categoría del toreo. Y también pasa, como se ve casi todas las tardes, que cuando no hay toro, esto se convierte en una pantomima.
Un saludo

Juan Arolas dijo...

Antonio, hablar de José Tomás se me hace difícil. Por un lado tengo que reconocer que su primera etapa me encantó por su valor y por los terrenos que pisó. Sin embargo, una vez que entró en la "cúpula del mando" efectivamente se ancló en el monoencaste y cuando se salió de él con la de Adolfo, fue un esperpento. Pero hay otros aspectos de su reaparición que me preocuparon como:
1.- Los carteles del monotomasismo con dos acompañantes sin copetencia alguna.
2.- Su desprecio a la vida con cornadas dantescas.
3.- La historia de la televisión, que ha sido usada como obstáculo para torear con Ponce.

Al final me quedo con la impresión, de que la realidad es que hay algo grande que nos estamos perdiéndo, y esa es la gran lástima.

Un saludo Arolista.

Anónimo dijo...

:)

Javier García Nieto dijo...

Querido Antonio:
Yo soy de la opinión de Enrique: el toreo, más el de José Tomás, llega en algunos momentos a alcanzar la perfección conceptual; sin embargo, el toro, como elemento sustancial de la creación artística, da o quita grados a esa creación y la coloca en su justa medida. Es decir, la grandeza de la Fiesta, como bien sabes, reside en la combinación de dos factores independientes necesarios: diestro y toro, de cuya simbiosis a los ojos del observador, más o menos crítico, se obtendrá el resultado especulativo y por tanto dimensional de la obra. Por tanto, si no hay un toro que reúna las condiciones que entendemos debe tener un toro no puede haber profundidad, que no perfección, conceptual y, como dice Enrique, en muchos casos nos encontraríamos, algunos que no todos, ante una pantomima.
Un saludo