miércoles, 15 de septiembre de 2010

En vuestras manos entrego mi vida

Toros Comunicación.




Cosas corrientes que suceden sesenta segundos por minuto en el mundo: una mariposa cejialba que aletea; el caos luciferino que pudre la urbe más serena; las olas que se suicidan contra el malecón; el león que sólo entiende de la filosofía que le alecciona su barriga y devora vivo al ñú; los goles son amores de Messi y los amores son goles de Ronaldo; el cóctel de burlas y bostezos en una sala de cine dónde se proyecta un filme de Almodóvar; un Toro que dice de usar su cornamenta.


Entonces es cuando gracias al orgullo de algunos hombres buenos ocurre que una cosa ordinaria se convierte en un trance egregio. Toreo puro. Y ese Toro que salta al redondel y cornea a alguien que opta en el duelo por no tomar ventajas. O que simplemente se equivoca. Llegan las manos a la cabeza. El silencio, los olés, la barahúnda se convierte al unísono en quejío. Un muslo que parece un manantial de linfa caliente que va a desembocar en un Mar Rojo que se moldea en el albero. Aparecen los miedos, que aquí no son escénicos. Como si de una conjugación verbal se tratase, el miedo va variando según el género y el número del que lo sufre. La primera persona, el que se ve colgado del velamen, padece el miedo a morir. La primera persona del plural, nosotros, los del tendido, sufrimos el espanto a ser testigos, y casi cómplices, de un sacrificio humano por satisfacer nuestra alma ayuna de héroes. La segunda persona, singular, la del dedo acusador, la del , está calada por el desasosiego por partida doble, por el chaval con futuro incierto que se desangra gracias a uno que lleva tu nombre, y por la inquisición hipócrita que lo bautiza con un injusto alías: `Gabriel Rojas, el de las femorales´. La tercera persona del plural, ellos, los dos compañeros que lo llevan en volandas hasta su salvación, padecen el terror a que sus brazos se estén convirtiendo en el santo sepulcro de un joven onubense que de novillero soñaba con labrarse un nombre en esta historia, sin cuento, de la tauromaquia. Y la Historia, que sigue escribiéndose en estos momentos en renglones torcidos, le tenía reservado un lugar entre los elegidos. Elegidos para, con su sangre, reabastecer el vegetativo estado de la tauromaquia, volviendo a oxigenar las partes del enfermo que nunca debieron dejar de regarse: las que corresponden al peligro, la emoción y la autenticidad.

Cada equis tiempo, se produce el maquiavélico trueque: algun humilde torero tiene que empeñar su vida para reedificar la obra que unos taurinos ávaros sin escrúpulos, más parecidos al siniestro personaje del sepulturero mellado de las películas del lejano Oeste, que a gente del arte, se han encargado de hipotecar.


La imagen de los dos compañeros, en la que más que compañeros hacen de ángeles, custodiando a Jesús Márquez hacia la enfermería, hacia ese limbo de azulejos pálidos y olores estériles del que no habla la Biblia, es el vivo retrato de la dignidad y sabiduría del hombre que aprecia el toreo como forma de vivir, ser y estar en paz con todo lo que le rodea. Que uno, a pesar de tener poco mundo y menos luces, todavía no ha visto, ni ha dado, con alguien que conozca a un ecologista, ecosocialista o ecoloquesea, darle a lo que llega a su plato la oportunidad de defenderse cabalmente. Son los que lloran como magdalenas en comités científicos por los peligros del anisakis, la triquinosis y la gastroenteritis y menosprecian al torero que se juega la pelleja unas cuantas docenas de tardes al año con el único y gran propósito de defender su vida y la dignidad del Toro por ser Toro.


El amigo que desfallece; la tez pálida que barrunta luto; la parca, silenciosa e invisible, que con sus dedos escamados entorna los ojos de su próximo cliente; el ángel de blanco y azabache que busca la mirada cómplice del herido, y se encuentra con ojos vacíos e inertes, por los que pasa a la velocidad de la luz la película fotográfica de toda una vida; el otro querubín, el de violeta y azabache, sucumbe ante el padecimiento del amigo, su cara no puede disimularlo, que los ángeles por mucho ángeles que sean, antes que toreros son hombres, y tal condición les permite expresar la pena, el sobrecogimiento y la amargura. Márquez, el que se desangra, el que ve como se va transformando su cuerpo torero en un saco de patatas tonelítico mientras la enfermería se le antoja tan lejana e inalcanzable como la línea del horizonte del mar, se olvida en esos escasos segundos de las estampitas, de la capilla de la plaza, de todos los beatos del santoral y se aferra a la vida con la tranquilidad del que se sabe en manos que son patrimonio del saber.

Estampa ésta, reconocible a través de los siglos, desde que José de Arimatea y Nicodemo bajan a Cristo de la cruz y llevan el cuerpo a su madre; fotografiada en la posguerra española, cuando dos maquis arrastran a otro compañero herido hasta el corazón de la montaña; descrita en los tiempos en que los indígenas eran atormentados y torturados por el poder devastatador de la colonización de los conquistadores españoles. En cada tarde de toros, tienen lugar aconteceres y caprichos propios de la vida. Quitar el toreo es prohibir una parte de la vida de muchos. Lo que un Toro en La Maestranza no ha podido hacer con Márquez o Mariscal en unos días, van a lograrlo unos hombres a través de unos votos. La abolición es un boquete como el puño en la femoral de cada uno de los aficionados.


Jesús Márquez ha vuelto a la vida, gracias a los compañeros y sobre todo, gracias a que existen médicos, y no doctores, que doctor por ejemplo es Mosterín, que cada vez que tumban en la camilla a un paciente se hacen a la idea de que la vida que tienen en sus manos es la de su propio hijo. Una santidad, en lo suyo, Don Ramón Vila. Que aprendan los matasanos que aprobando las mismas asignaturas, y teniendo Diploma, se conforman, y se enorgullecen -lo que es peor- de firmar, como si fueran padres de alumnos que sacan malas notas en Septiembre, los partes por gastroenteritis a las figuras que la única enfermedad que sufren es la cangrena de su alma y la parálisis de su afición.












14 comentarios:

Juan Medina dijo...

Antonio, es difícil comentar algo digno de un texto tan desgarrao y tan hermoso. Literatura taurina que conmueve y que le hace a uno más y mejor aficionado. Gracias.

Y recordar a todos los toreros de plata, a los que tan duramente les está castigando el toro esta temporada. Muchos de ellos se están asomando a balcones desconocidos por algunos matadores. Grandeza de plata.

Un saludo.

MARIN dijo...

Bueno Antonio, la verdad es que me he quedado sin palabras. He tenido la suerte de compartir con Jesus años y años en la escuela taurina de Huelva, y creeme que es una grandisima persona, tanto el como su familia.
Te puedes imaginar la cara que se nos quedó el domingo a todos viendo como Jesus se nos podia ir.
Gracias por la entrada.

Un saludo.

http://marin-lastmohican.blogspot.com/2010/09/mi-amigo-jesus-marquez.html

Anónimo dijo...

De puerta grande sus palabras, como siempre, don Antonio. Conmovedoras y bellas.

Si alguien hubiera llevado este texto al Parlamento catalán, difícilmente habría podido aprobarse la prohibición de los toros. Bueno, se habría aprobado igualmente -ya sabemos cómo son los políticos- pero al menos habrían descubierto, aún más, su inhumanidad y desvergüenza.

Custoway

Juan Arolas dijo...

Conmovedor y bello a la vez como el toreo mismo. Un lujo, gracias.

Enrique Martín dijo...

Antonio:
De vez en cuando hay cosas que nos reconcilian con nuestra afición. Igual que también unos pocos párrafos pueden servir como demostración de que aquí no se tiene manía a nadie, no se disfruta con la tragedia y no se está esperando ansiosamente el mal para colmar los más bajos instintos.
Es para cortar dos orejas y salir a hombros, pero ante un suceso así, estoy convencido que como hacían antes los toreros, rehusarías el homenaje y saldrías andando por la puerta de cuadrillas pensando en que la tragedia siempre puede aparecer en cualquier momento. Muy grande, sí señor, muy grande.
Un saludo

fabad dijo...

Por poner un puntillo... Ser doctor no es malo, lo malo es ser Mosterín, que por cierto no ha contestado a Santi Ortiz.
La sangre de los Toreros nos hace, de vez en cuando, pensar que esto es AUTÉNTICO.

Anónimo dijo...

Titula el blog "Y DIGO YO": UNA FOTO QUE LO DICE TODO...sobre la otra cara de la fiesta.
Después de dorar la píldora a Francisco Díaz sobre la foto, que dicho sea de paso no es nada buena, pues la cara de Jesús Márquez no aparece en la foto, pero para el propietario del blog, representa el sufrimiento, la fe, el compañerismo, la tragedia...

Es una contradicción con lo que publicó este mismo blog cuando la cogida de Julio Aparicio este año en Madrid, entonces decía y con razón... ESTE BLOG SE NIEGA A PUBLICAR LAS FOTOS DEL PERCANCE, POR MUCHOS MOTIVOS.
Para este aficionado unas veces puede ser morbo y otras no, a mi la sensación que me da, es que por querer quedar bien con la Web Taurina de "Sevilla Taurina" o con el fotógrafo, se traiciona así mismo en su opinión sobre hechos parecidísimos.

Por último decir, que espero ver colgado en "Y DIGO YO" la inclusión de Diego Silveti en la última novillada fuera de abono de la Real Maestranza, que tendrá lugar el 19 de septiembre.

Saludos de Alejandro Martínez

Anónimo dijo...

Gran artículo, si señor.

Anónimo dijo...

Extraordinario post Antonio
Pgmacias

Antonio Díaz dijo...

Disculpad la tardanza en respoder a los comentarios pero últimamente ando muy liado.


Juan Medina, igual que soy pesimista, y ladro bastante contra los de oro, pienso que hay una `camada´de toreros de plata buenísimos. No voy a andar con históricos o los mejores de no sé cuánto, eso lo dejo para otros. Lo que sí sé es que merecen la pena.


Marín, he ido siguiendo esta historia a través del Retoñal y de Ambitoros, que es dónde se va uno para ver que pasa por Huelva. Ánimos para la familia y amigos.


Custoway, no me llame Don que me envejece de golpe cuarenta años. Tutéeme.

Juan Arolas, las luciérnagas sí que son un lujo.

Enrique, como bien dices aquí no se disfruta con la tragedia, es al contrario, aquí respetamos y encumbramos a los que se crecen en las malas. ¿No hay cosa más bella y humana que ésa?


Paco, cuando lo escribí sólo tenía en mente dos tipos de doctores: Mosterín y los que firman partes médicos a Morante y a Luque, por ejemplo, este fin de semana. Por supuesto que no es malo ser doctor.


Alejandro Martínez, suelo entrar por el blog de Pérez Alarcón, y a mí, por lo menos, me gusta. Las fotografías de Paco Díaz, como las de cualquier fotógrafo, si son buenas también, y si son malas, pues menos. En este caso, creo que la técnica o la calidad de la foto importa menos, lo que de verdad pesa es el espíritu, lo que quiere decir, el mensaje que transmite. Hay varias, de varios autores, de los subalternos llevando a Márquez, y todas me parecen buenísimas.


Respecto a lo otro, lo de Silveti, lo de Sevilla Taurina, lo de Aparicio, no sé que decirle. Que tire la primera piedra el que esté libre de pecado. O de contradecirse alguna vez. Yo lo hago muy a menudo.

Anónimo, se agradece.

Saludos y gracias a todos

Antonio Díaz dijo...

Gracias Pedro, que me había olvidado de tí.

Un saludo

fabad dijo...

Antonio, que era un decir, yo tengo alumnos que presentan partes facultativos, por gastroenteritis (o sea cagalera, como la del Luque o Morante), por un simple examen que sus compañeros, con torería hacen sin excusas. Lo grave es que el parte viene firmado por médicos de esos. Con los muchos años que llevo "en el toreo de la enseñanaza", me sorprende que la falta de torería de los estudiantes, como la de algunos matadores, les lleve a la cobardía. Seguro (casi) que son antitaurinos.

Anónimo dijo...

Ahora si espero leer la crónica del Sr Pérez, de la novillada de esta tarde en la Maestranza, lo mismo que me hubiera gustado leer la de su amigo Torres Jerez en Almería.

Saludos de Alejandro Martínez

Anónimo dijo...

Tuteo entonces. Pero también para mí, que todavía no llego a los 40.

Un saludo,

Custoway