martes, 19 de octubre de 2010

Lo que hay detrás de la montaña






Nos la están metiendo doblada. Hasta la campanilla, como el rey de Aragón hizo con la reina de Castilla. A todos por igual. A los hunos, los inmovilistas, los que creemos que el Toreo tiene tanto de ciencia como de arte y que debe de subsistir anclado en unos valores tan viejos y roqueños como los pilares de la Tierra. Y a los hotros, los darwinistas, que creen que la tauromaquia, como toda forma de expresión de costumbres, tradiciones y ritos humanos, debe de ir de la mano con la evolución de las sociedades. 


En los mentideros y tertulias el aficionado debate intensamente sobre las contraindicaciones del Toreo en Cultura, o de la perenne incompetencia del Interior para controlar el fraude. La razón, dicho sea de paso, nos asiste a todos. Ni en Cultura ni en Interior, ni en el Palacio del Santo Oficio del Vaticano estamos a cobijo de todos los males que nos acechan como una jauría de lobos. La cuestión es mucho más profunda, y mosqueante. Algo se está cociendo y mientras, nosotros, nos enfrentamos en un debate más propio de personajes del Tomate que de gentes que nos confesamos amantes de un arte tan sobrio como el Toreo. Hablamos -todos- sin saber realmente del tema, que está sometido a una oscuridad informativa propia del regimen castrista. Ni el G-7, ni la Mesa del Toro, ni el propio gobierno han informado de antemano sobre las lineas maestras de las reuniones. Los toreros no tienen disculpa, en pleno siglo de la información les hubiera sido fácil dar a conocer su postura negociadora ante el gobierno a los aficionados. Pero, por lo que fuera, no lo estimaron oportuno.

De la primera reunión, con la Ministra Sinde, apenas si se pueden sacar conclusiones. Las escasas lecturas que se pueden extraer, es que la Ministra de Cultura no recibía de agrado tal visita, y que iba a hacer más bien poco por fomentar el cambio. Una foto que no se hizo, una oficialidad que no se quiso dar, una sala de prensa que no se prestó, y una nota del Ministerio parecida a una lista de la compra, son las evidencias de lo que aquí se escribe. No hubo interés por los Toros, ni por lo que tuvieron que decir los Toreros. Pero sí que hay una ventana abierta al futuro. La lista de la compra sindiana lo dice claro: `el Ministerio se compromete a promover la creación de un grupo de expertos que analice la situación de la Fiesta desde un punto de vista alineado con los tiempos actuales´. Todo esto fue un 30 de Septiembre.


Apenas dos semanas después, el 13 de Octubre, y en tiempo récord en la Historia de la burocracia española, se acepta -a la primera- aquello que fuese que los toreros y el abogado Araúz de Robles hablaron con Rubalcaba. Porque esa es otra, de buenas a primeras -otra vez- se le da oficialidad a la cumbre, las figuras son recibidas con honores ya por el número dos del Gobierno, y no por la discutida y olvidada ministra de Cultura. Fotos, apretones de manos, cordialidad, copa y puro. Y a juzgar por la cara de muchos al salir del encuentro, no descartamos que se echara algún polvo.


Se hace pública la decisión. Hunos mostramos nuestra preocupación y desconsuelo. Hotros ven -o se imaginan- la luz al final del túnel. Pero no aprendemos, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra -si es nacido en España, catorce- y seguimos en lo de antes: discutimos en la ignorancia, pues la negrura informativa sigue sin dejarnos ver el bosque. La transparencia brilla por su ausencia. Sólo nos queda jugar a descifrar un jeroglífico compuesto de muy pocos símbolos: una rueda de prensa en la que el G-7 no explica nada, sino que se limitan a expresar su contento por un día histórico; unas declaraciones a destiempo, y con presunto ataque de cuernos de Sinde, que se siente deslegitimada por Rubalcaba, aclaran que todo va a seguir prácticamente igual, que lo único que se transfiere a Cultura es el Registro de los Profesionales; y una entrevista al abogado del movimiento, Javier Araúz de Robles, en las que habla de una regeneración de la Fiesta acorde a los tiempos modernos, un espectáculo abierto a todo tipo de espectadores, -incluso a los críticos, dice, con dos cojones-, una Fiesta abierta a todos los públicos.


Algo se estaba cociendo y algo que se ha podrido. O las figuras son mejores negociadores de lo que creemos, o el Gobierno nos ha dado un pase de pecho de pitón a rabo. O ambas cosas a la vez. 


El caso es que poco a poco todos los acontecimientos taurinos que pasan, dentro y fuera de la plaza, se van sumando, granito a granito de arena, como la duna que viaja por el desierto, para construir la nueva cara del espectáculo: las corridas de toros incruentas. 


No miento si escribo que en la piel de Toro se pueden contar con los dedos de la mano las plazas en dónde no se abronca al picador por hacer su trabajo. Tampoco lo hago si digo que que el oficio de crítico taurino murió hace años, y que con su muerte empezó a penar la tauromaquia, que ahora lo que se llevan son una especie de cronistas deportivo-taurinos que narran y cuentan muy bien, pero que no enseñan; que las cadenas de televisión no toleran un festejo con hormonas, sangre y muerte si no es a cambio de una grata suma de dinero; y que el futuro es negro si los que tienen que enseñar a ver toros a nuestros jovenes son los Hermanos Romero, el lobo con piel de cordero André Viard o el mayestático imperio fenicio. 


La Fiesta no se va a abolir. Es imposible. Impensable que un negocio que genera millones y millones de euros al año lo dejen escapar políticos y taurinos. En unos años, la sangre y la muerte del Toro en el ruedo será cosa del youtube. Lo pienso una y otra vez, y me doy cuenta de que es imposible defender el traslado de los Toros a Cultura, porque ese viaje lo han cobrado siete apóstoles a cambio de treinta monedas de plata y un beso como dulce despedida en la mejilla a los hunos y a los hotros.

4 comentarios:

Juan Arolas dijo...

Después de leer que el Pasmo de Cantalejo cataloga su temporada de "dura, en lo físico y en lo psíquico", te puedes imaginar lo que hay detrás de la montaña.
Esto ya no tiene remedio, porque los seis o siete toros que han salido de verdad en Madrid, Pamplona o Bilbao, se han ido sin torear.

pedrito dijo...

Sr Antonio DIAZ,

¡ Olé !

¡ Olé !

¡ OLÉ !

¡ Y OOOOOOOOlééééé !



Un saludo

fabad dijo...

Mejor es difícil decirlo.
Y que se sepa que me jode (no que lo digas bien)que esto va al cachondeo fijo.
Cada vez me entretiene mas el futbol...

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Voy a discrepar en una cosa contigo y seguro que estarás conmigo. Yo sí que creo que los espectáculos tengan que evolucionar con la sociedad, pero ¡OJO!, lo que no se puede consentir es que se prostituya basándose en una mentira, que eso es lo que nos quieren colar. Y si la sociedad no consiente que se mate un animal o se le pique, pues la salida es la desaparición, lo que tampoco quiere decir que esto lo decida una mayoría, sea la que sea. Lo que nunca se debe tocar es la esencia, que es lo que están sobando desde hace años. La evolución es poner peto a los caballos, hacer que los caballos salgan cuando se ha parado al toro, que el toreo sea más artístico y vistoso, pero con el mismo toro, que a este se le seleccione más y mejor pero sin convertirlo en una borrica tonta y de momento poco más, porque tonterías como permitir el estoque simulado han hecho más mal del que nos podemos pensar y si no, como prueba tenemos lo que pasó con Juan Mora, que sí llevaba la de verdad. Al final creo que los dos decimos lo mismo, eso sí, yo tengop ventaja porque es mucho más fácil puntualizar sobre una línea, que escribir la entrada que has escrito, como siempre estupendamente fundamentada y argumentada.
Un saludo