viernes, 19 de marzo de 2010

El falsificador de Juanpedros

Álvaro Nuñez, relatando como es la vida de Idílico después de casado.




Plaza de toros de Valencia. Feria de Fallas. Undécima de abono. Lleno. Toros de Nuñez del Cuvillo para Enrique Ponce, Sebastien Castella y Jose Maria Manzanares.


Lo malo que tienen todas las modas es que suelen ser alimento de malos imitadores. Alvaro Nuñez de Benjumea ha conseguido en apenas unos años lo que muchas empresas llevan un siglo buscando: la fórmula de la Coca Cola. El secreto del borreguismo. Falsificar Juanpedros debería estar recogido como delito en el código penal. Sobre todo cuando la imitación no es exacta. Es aún peor. Estos no valen ni para el estofado, pues por no tener, no tienen ni chichas. Lo de hoy, liebres parecidas a gatos que han querido pasar como toros. No llegaban ni al género felino. Estos son los ganaderos que nos venden como Maestros del campo bravo en todos los medios adscritos al taurinismo. Ochocientas y pico vacas de vientre después para dar semejante mitin. Ahora me acuerdo de los Cuadri o los Prieto de la Cal, que con sus doscientas cabezas de ganado componen sinfonías al toro bravo.


Ante esta clase de ganaderías, que atiborran las dehesas de la piel de toro, al aficionado sólo nos cabe esperar que algún día, en un reglamento no muy lejano, nos dejasen emplear la Ley del Talión: Ojo por ojo, diente por diente. Compensación. Cada vez que una de estas camadas semiovientes estafaran al aficionado con sus gatos jaboneros tendría que haber un cuerpo de capaores de élite que se dedicaran a rebanarles los testículos a destajo a los engendros que usan como sementales padres todopoderosos. ¡Tiembla Idílico, rey de las adelfas!



A Enrique Ponce, el cantaor de rancheras, siguen aplaudiéndole por todo en su tierra. Hoy, en su plaza y a puertas abiertas, ha tentado un lote de becerros que daban de media en las báscula 480 kilos. Ahora vendran algunos, con lo del peso y el toro antiguo. El día que Cuvillo corra un toro con la décima parte de la casta que sacaban esos mismos toros antiguos, hablamos sobre pesos y trapío. Mientras tanto a Cuvillo se le puede considerar como la primera querida del Pasmo de Galapagar. Las otras son los Aparicios, Condes, Finitos y demás. El harén es largo. Lo malo va a ser cuando el místico no haga el paseíllo. Entonces, a llorar, pedir perdón y bajarse del burro. Pero no todo van a ser palos para el ganadero, también el festejo ha sacado sus cosas positivas. El juego del cuarto ternero ha propiciado algo insólito en la tauromaquia del minotauro valenciano: una faena de cinco minutos. Sin aviso. Ya que el público verbenero viene dispuesto a regalar, tendrían que haberle pedido la oreja. Cosas así, en Ponce no se ven todos los días.




Cada vez que en una buena compañía veo a Castella, la discusión está garantizada. No por su destoreo, lleno de imperfecciones, falta de respeto al toro y escasez de conocimientos. En eso hay unanimidad. Sino porque considero necesario, urgente más bien, el cambio del reglamento en la totalidad de plazas de primera y de segunda. Para salir por la puerta grande, dos orejas a ley a un toro. Nada de pequeñeces ni de andar rapiñando despojos como un mendigo en la puerta de una carnicería. A orejas sueltas el francés es el rey. A torear a ley, un verdulero.


La terna la completaba Manzanares hijo, otro de los que para relojes, embarga emociones, altera sentimientos y aturde con su belleza. Otro de mentira. De cartón piedra. La realidad es que para la emoción, embarga la tauromaquia, altera al más cuerdo y aturde a la razón. Son veintipocos los años que tiene y ya tiene un sitio en la Fiesta: becerrista mimado por los palmeros y toreros retirados que adulaban a papá. Otro que lleva el fraude por montera.





Mañana, la locura. Por la mañana saldrán novillos mas serios que los toros que veremos por la tarde. Y por la tarde, veremos la novillada que debiera haber salido por la mañana. Lo más interesante de este carrusel: ver a Juan del Álamo.







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