Escrito por Rosa Cullell para el Periódico de Catalunya el pasado martes:
En cuanto llega Pentecostés, en la ciudad francesa de Nimes, la del coso romano, los penachos de los alguaciles se tiñen de rojo. Empieza la feria taurina. Un millón de visitantes esta temporada, un 30% más que la anterior, y los hoteles hasta la bandera. No hay entradas. ¿Empiezan a emigrar los taurinos catalanes?
«Siempre nos quedará la Catalunya Nord», me dice con sorna un aficionado barcelonés, a quien se le llevan los demonios cuando piensa que este año será el último que toreará José Tomás en la Monumental. En el 2012 se acaban las corridas y los expertos taurinos creen que detrás de la ley aprobada en el Parlament hay algo más que amor por los animales. Una sospecha lógica. Por un lado, los correbous seguirán celebrándose. Por otro, parece absurda tanta urgencia cuando solamente el 6% de los toros bravos mueren en la plaza; el resto lo hacen en el matadero, junto con los millones de vacas, cerdos o corderos criados como carne. Los partidos entraron al trapo por diferente cuestión. «Para imaginar un futuro sin España, Barcelona tenía que reinventarse un pasado sin toros», indican los académicos franceses que han escrito el libro Nous n'irons plus à Barcelone (No iremos más a Barcelona).
Francia, donde las corridas se introdujeron en el siglo XIX, ha declarado la tauromaquia patrimonio cultural. Mientras, en Catalunya, cuya primera corrida se remonta al XIV, se prohíbe. El PP intenta una moratoria de tres años argumentando un ahorro de hasta 400 millones en indemnizaciones, pero Convergència no se lo puede permitir. Pactar presupuestos con el PP y, a la vez, retrasar la prohibición taurina suena muy españolista. Por eso, quizá, Francesc Homs asegura en un cálculo apresurado que cerrar la Monumental solamente costará unos miles de euros. Ya veremos. Lo que es absurdo es empeñarse en cerrar un coso moribundo donde se lidian 90 toros al año. Y, en plena crisis, pagar por ello.