Reverte
ABC
15 Junio1926
La corrida del domingo en Vista Alegre tuvo la nota trágica, brutal, sangrienta, de la muerte de un torero. Fiesta de arte y valor, de alegría y de muerte, fue ésta la triunfadora en ese día. Mariano Montes, un torero valiente y entusiasta, un hombre bueno, un luchador infatigable que aspiraba a conquistar un lugar en la torería que asegurase el bienestar de él y los suyos, murió destrozado a cornadas. ¡Pobre muchacho!
Fue la mala suerte compañera inseparable de Mariano Montes. Tuvo el pundonoroso torero toledano una gran tarde, una tarde inolvidable en la plaza de Madrid matando él solo una corrida de ocho Palhas. Fue un triunfo; cortó dos orejas y, entre aclamaciones entusiastas, le llevaron en hombros hasta casi la Puerta del Sol. Empujado por la fama, corrió el nombre de Mariano Montes por todos los ámbitos de España.
Muchos toreros han vivido tan solo del recuerdo de una tarde de gloria; algunos, tan solo de una faena; pero a Mariano, que tuvo en su haber éxito tan resonante, no le sirvió de nada. La mala suerte fue su compañera; sus entusiasmos, su decisión, su deseo de llegar se apagaban ante la indiferencia de las Empresas y de los públicos. Toreó poco; en Madrid, casi nada. El pasado año para poder torear cerca de Madrid, aceptó una corrida en Tetuán; este año vestía por primera vez el traje de luces en Vista Alegre; por primera vez en la temporada, por última vez en su vida. La fatalidad, su compañera inseparable, descargó sobre él su último golpe.
Se lidiaba una corrida de Don Florentino Sotomayor, y el ganado salió grande, con mucha cuerna, duro y con nervio. Corrida fuerte y peligrosa para toreros poco entrenados, que peleó malamente con los caballos y llegó bronca y difícil a la muerte.
Mariano había toreado con mucho valor a su primero, sufriendo un revolcón al iniciar un pase, y despachado a su enemigo de dos pinchazos y una estocada bien puesta. Una cariñosa ovación premió la labor del bravo torero.
Salió el toro quinto, fuerte y abierto de cuerna, y Montes se fue a él decidido a recogerlo por verónicas; al dar la tercera, por el lado izquierdo, fue empitonado por el costado y arrojado a lo alto; el toro, lo volvió a recoger en el aire; lo zarandeó cogido por el muslo y lo arrojó a la arena. El público, puesto en pie, lanzó un grito de horror.
Montes se puso en pié, pálido, casi sin respiración, con las ropas destrozadas y empapadas en sangre; dio unos pasos y, al fin, se desplomó en brazos de los que acudieron a socorrerle.
La impresión fue horrible. Nadie dudó de que Montes iba muerto. Cuando el toro fue despachado por Sánchez, el público, impulsado por un sentimiento de piedad, pidió y obtuvo de la presidencia que se suspendiera la corrida…
Antonio:
ResponderEliminarNo te diré que me alegras la vida con algunas de tus últimas entradas, creo que tampoco lo pretendes, pero lo que sí consigues es que no se me olvide la verdad que hay en esto, lo duro que resulta para muchos, y ahora recuerdo el torero de los Andes, que fue aquí el primer sitio donde lo vi, y que muchísimas veces los que más aficón tyienen no son recompensados por la fortuna, pero tampoco les abandona el ánimo y el amor por el toro. Si aprendieran otros que esto no es solo negocio, negocio y más negocio, igual estábamos en otras.
Un saludo