jueves, 3 de junio de 2010

La belleza callada del toreo

Morante. Histórico. CABRERA



El toreo, como tal, no va encaminado a crear belleza, o por lo menos, no esa belleza pseudolírica y yerma de autenticidad, puesta en boga por muchos iluminatis en los últimos tiempos. La verdadera esencia del toreo reside en el indescifrable enfrentamiento del hombre contra la naturaleza omnipresente. La alteración del orden de la naturaleza, el caos provocado durante unos eternos segundos por un hombre, el hombre, que sólo se vale de su pericia y de un guiñapo rojo.


Si bien, existe una belleza real, un arte, el de la tauromaquia, la manifestación de la capacidad de un hombre, de carne y hueso, con el que nos identificamos todos, para alterar el orden y leyes de la naturaleza. Este arte poco tiene que ver con las expresiones exteriores de estética: no es bello por sí sólo Cayetano, como tampoco lo es un vestido de luces, la capa de un toro, la silletas de Nimes o la composición del paseíllo.


El orden contra el desorden; la fuerza y poderío del toro contra la fragilidad del torero; la aceleración contra el temple; la animalidad contra la razón. Estos son algunos de los ingredientes fundamentales que aportan los dos antagonistas para instituir el toreo clásico. El ortodoxo, el bello. Belleza que aumenta o disminuye, como si fuera una fórmula aritmética, según se cambie o se produzca una merma en alguno de los dos cómplices. Se puede llegar a rozar la excelencia cuánto más pavoroso y poderoso es el cornúpeta y más pequeños son los trastos, tretas y argucias del torero. Penosamente, lo normal es encontrar el caso contrario: toros mermados y matadores sablistas. Cuánto más intenso es este arte, se hace más desgarrador, hasta que termina por desvanecerse como un fantasma o quebrarse como el cristal, dependiendo de quién salga airoso: bípedo o cuadrípedo.


Bello, de verdad, fue ver a César Rincón en el centro del platillo, quieto como una esfinge; citando de frente con la pañosa plana y adelantada; con la suerte cargada, la pierna entre el corazón del torero y los pitones del toro; mandar en la incierta embestida de un animal fiero . De modo contrario, la lopesina, esa arquitectura capotera tan presuntuosa en las formas y vacía en el fondo, no puede considerarse como pieza artística. Como nunca pueden ser comparables las recias sensaciones que dejan en el paladar unas simples chuletas de cordero, con la anodina y aparatosa cascada de sabores insípidos que ofrece en su extensa carta el artista Ferrán Adriá.


Todo esta reflexión, que casi nadie considerará acertada, viene dada por la nueva obra de arte, de estética más bien diría yo, de Morante en la Beneficencia. Torear, o atoreá, como decía El Gallo, es otra cosa. Pegarle verónicas a una birria, de la ganadería más extensa y antitaurina del mundo, carece de importancia. Puede que aquello fuera muy bonito, que la gente se rompiera las camisas, que se pararan los relojes y que las musas hicieran de las suyas, pero nunca me podrán decir que fue emocionante, ético, espontáneo o imprevisible. Toreo de laboratorio, probado y requete-ensayado, empezando por el adiestramiento genético de los malditos cuvillos y siguiendo por Morante, el coleccionista de deuvedés. El genio de La Puebla estuvo primoroso en lo estético, insubstancial en lo ético.



Pero cómo le vamos a pedir más a un tío que triunfa sin hacer nada, que lleva unos cuántos años viviendo del cuento, de tardes vacías llenadas artificialmente con detalles vacuos. Aún somos muchos los que estamos esperando ese triunfo serio, en una plaza con fuste, con el toreo fundamental: veinte pases por abajo, cruzado, cargando la suerte, sin probaturas, citando desde lejos, sin baratijas ni ventajismos. Vamos, lo que ha venido haciendo, por ejemplo, El Cid. Como es mi obligación no engañar al lector, hay que decir que estamos hablando de utopias, porque es imposible, con la fiebre morantista que nos invade, que el ruiseñor de La Puebla haga autocrítica y vuelva a los orígenes, con esas turbas de plumilleros que le jalean todo. Esos ingeniosos y originales revistosos que, cuando la silla, se dedicaron a jalear ese atentado contra la tauromaquia con definiciones como histórica y antológica. Ahora, lo del cuvillo nos lo cantan como antológica e histórica. Mañana, en otro pueblo con otro toro tullido, en las cabeceras saldrán las palabras hantológica e istórica, todo sea por seguir contribuyendo a la campaña.


También estaría bien que dejaran descansar en paz a los muertos, a Rafael El Gallo o a Belmonte; que dejaran disfrutar de su bien ganada gloria terrenal a Curro, a De Paula o a Pepe Luis. Gloria, que por otra parte, Morante sólo va a conocer como el resto de los mortales, cuándo esté delante de San Pedro. Porque la otra gloria, la reservada para los grandes, está cerrada a cal y canto para él.




6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y para ti.

Anónimo dijo...

Antonio, en cierto modo te entiendo. Para mí, antes que nada está la verdad, la pureza, a partir de ahí y sólo cuando se dé esa circunstancia es cuando empezaré a valorar el arte. Como dijo D.Antonio Bienvenida, “arte es todo lo que sobra cuando se torea como mandan los cánones”. Mis emociones van por otro lado, por ejemplo, en aquella faena a Bastonito.

No obstante, en tiempos donde la vulgaridad campa a sus anchas por estas plazas de Dios, se echa de menos a toreros que, gusten o no, tienen un sello personal que hacen conmover al personal. Creo que todo esto es beneficioso para la Fiesta, unos se emocionan con la capa de Morante, otros con el valor seco de Castella, etc. Gusten o no, son toreros que arrastran mucho personal a la plaza y hace que se hable de la Fiesta.

En cuanto al toro, las cosas no pueden cambiar de golpe, vivimos en otra época y el toro que pide la mayoría del público es al que se le pueden pegar 60 muletazos. Con este tipo de toro es con el que vamos a tener que convivir, ya que esto es así y no va a cambiar, al menos le pido durabilidad y que no se caiga. Afortunadamente en Madrid tenemos varias oportunidades (poquitas) durante la temporada de ver otros encastes y paladear la emoción que impone un toro que no va a poner las cosas fáciles al que se pone delante, como ya pudimos ver en la novillada de Moreno Silva.

Saludos, J.Carlos.

Antonio Díaz dijo...

J. Carlos, es duro, o por lo menos para mí, aclimatarse a los nuevos tiempos taurinos. Tan duro, que no lo voy a hacer. Que Morante sea el menos malo de un montaña de mediocres no quiere decir absolutamente nada. No es cuestión sólo de pureza o de cánones, es algo más esencial: yo asisto a las corridas a ver toros, me importan un bledo los toreros, mientras no me demuestren lo contrario. Hoy el público va a ver a los toreros, y sólo da importancia a lo que ellos hagan. El toro y sus intenciones es lo de menos.


Es fácil: cuando Morante o Luque citaban con el capote al cuvillo no había lugar a la duda, a la improvisación, a la sorpresa, todos sabíamos lo que el torete iba a hacer. En ese mismo momento muere el toreo y nace otra cosa preciosista y muy estética, por que no decirlo, que tiene que ver más con la danza o el folklore que con la tauromaquia.


Yo lo tengo claro, muy claro, si este es el futuro que le aguarda a la fiesta, un futuro en el que se utiliza el toro como una herramienta, como una marioneta, prefiero que desaparezca dignamente antes de que sigan destruyendo un arte con más de trescientos años y por el que han dado sus vidas muchísimos tíos con cojones y vergüenza.




Saludos y perdona la chapa

Anónimo dijo...

La estética y la ética deben ir al compás, como bien dices Antonio, Lo demás son fuegos fatuos de colores, muy bonitos, pero exentos de la emoción de torear un toro
Pgmacías

franmmartin dijo...

Es humano buscar la mayor comodidad,el mínimo riesgo y el máximo dinero.Pero todo debe tener un límite que en el toreo actual se ha sobrepasado con creces y un tío con quince o veinte verónicas a un torete, vive tan ricamente como figura una pila de años.
Llegados a éstos extremos,yo también considero muy decente hacer mutis por el foro y dejar que éste simulacro, haga ricos a algunos y felices a muchos y que con su pan se lo coman.

Unknown dijo...

Antonio una vez más mi más sincera enhorabuena por explicarnos lo que no hemos podido conocer por nuestra juventud.

El otro día leí en "El Rotativo", el periódico de mi universidad que su blog es el más visitado de la blogosfera: una vez más mi enhorabuena por su labor.