Vuelve el Morante más chabacano

Imagen: Luis, de Terciodepinceles


Vaya por delante, que me encanta el Morante torero, cuando se siente y lo visitan las musas. Pero cuando no está a lo que debe es un personaje novelesco, más de novela negra que de otro sub-género. No es la primera ni será la última vez que Morante mete la pata hasta el colodrillo. En la plaza se maneja con finura y elegancia, pero fuera de el aroma que desprende es el de la codicia y la avaricia. Es raro el año en el que no se ha visto metido en alguna polémica intrascendente que debilita su ya controvertida y singular carrera. No puede ser que un torero de su magnitud esté permanentemente, y ya van para trece años, tan mal rodeado. No tiene tino ni para elegir apoderados, ni consejeros ni una cuadrilla que este a su altura ( y a su caché). Pero tras doce años de alternativa ya no valen excusas; las ha ido agotando todas. Es dueño de sus decisiones sean para bien o para mal. La última ha sido gorda, sonada y humillante . No se puede caer más bajo, maltratar de esa manera la figura de Paquirri, un mito que derrochó su sangre en pos del renacimiento de La Fiesta cuando estaba en un momento delicado. Al maestro de La Puebla, que se las da de estudioso del toreo antiguo, habría que explicarle quién fue Paquirri y qué enseño a muchos. Además de aprender desplantes y molinetes gallistas y medias belmontistas podría aprender del valor, la integridad, la hombría y el compañerismo de Paquirri, que posiblemente no tendría el arte de Morante, pero si la suficiente sensibilidad como para respetar un minuto de silencio en honor a un compañero caído. Ahora asomarán la cabeza los morantistas más acérrimos presentando mil disculpas y excusas. Pero eso ya no vale, una figura debe serlo tanto dentro como fuera de la plaza...