Foto: La Verdad Albacete
Al toro , ese bello y fiero ser vivo, no se le puede faltar al respeto nunca. Es el animal que simboliza nuestro país, la figura sobre la que gira o giraba toda La Fiesta Nacional y el que reina en nuestras dehesas desde Irún a Algeciras, ya sea en las calurosas marismas o en la gélida Castilla. Toda esta pequeña clase de historia y geografía parecen no saberla nuestros toreros, esos héroes que dia sí y dia también, en vez de dedicarse a torear y a dominar la embestida de la fiera alimaña, se dedican a hacerle carantoñas, monerías y a burlarse de un animal que al fin y al cabo es el que les da de comer , les paga los Mercedes y les permite codearse con la jet-set, motivos por los cuales hoy dia los zagales quieren ser toreros. Además , esa sátira muestra solo una cosa: cobardía. Es muy fácil ponerse chulapo delante de un toro al que desde que salió por chiqueros no han parado de darle capotazos, estrellarlo contra las tablas y desangrarlo metiendole una cuarta de puya mientras lucha contra un percherón y un peto que juntos pesan más del doble que el toro. Y por si todo esto falla y es poco, afeitamos al galafate y ponemos burladeros por si las moscas... Todas artimañas pertenecientes a la tauromaquia moderna. Pues ¡Óle! por los antiguos, tios con dos cojones.
Toda esta reflexión viene dada por el grave cornalón que ha recibido Miguel Tendero el pasado lunes en Albacete. El manchego, al que tengo por un torero interesante con muchas cosas aún que pulir, se apuntó al carro del disparate, de la chanza y la burla ante un toro incierto que tenía mucho que torear. Pero es más fácil y más popular pegarse el arrimón que darle distancia al toro y dejarsela planchá en el hocico. Espero que se recupere pronto y que esta experiencia le valga para que empiece a respetar al toro, tótem de La Fiesta.
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