Rullot. Aplausos |
Una de las principales diferencias entre las ganaderías buenas y las menos buenas sale a relucir cuando les salta el toro malo. La de Ricardo Gallardo es de las primeras, y bien que se notó en el transcurso de la corrida, poca gente se aburrió y los coletas siempre estuvieron que estar ojo avizor con las embestidas de los fuenteymbros. El género, de lo más rescatable del campo bravo hoy y máximo exponente en bravura de un encaste denostado por los sectores más duros de la afición, estuvo por debajo de las altas expectativas creadas en todo momento. Empezando por la presentación, que sin ser malísima, se esperaba mejor, un par lució caritas anovilladas, que les restaba seriedad y lo que es más preocupante, y esto va también para otros hierros que pasaron por Fallas y colocan con mimo fundas a la camada, hubo pitones, dañados y bananeros, no dignos para un coso de primera. ¿Para qué fundas, pues? Por el fielato del caballo pasaron de puntillas y lo más destacable que se pueda escribir sobre ellos, y no es poca cosa, es que mantuvieron el interés, gracias a sus diferentes condiciones: descastados, mansos, encastaditos, bravucones, todas ellas lógicas en la naturaleza del toro, y no de las cabrillas que vemos habitualmente. Una corrida mala de un hierro bueno que posibilitó el triunfo, sin monerías, a los que se pusieron enfrente.
Y enfrente estaba Fandiño, con su contagioso terno verde esperanza, brote verde del toreo clásico, empeñado en hacer una raya en medio entre los pintamonas del arte, y los tíos que se visten de luces para jugarse la pelleja. Pechó con dos garlopos difíciles, con muchas teclas que tocar, que se dice ahora, para apostar y tirar la moneda, que se decía antes, y carajo, vaya si lo hizo. Al segundo bis, Escribiente, que fue a más en la voladora muleta, le enjaretó una faena vibrante, de tu a tu, sin trampas ni cartón, una serie la ganaba Escribiente, aliado con eolo cabrón, y la siguiente tanda el orduñés, empecinado en salir victorioso de ese toma y daca constante que algunos llamamos toreo. Combate a los puntos para el coleta, que paseó por el platillo una oreja.
La nit del foc vino en el quinto, indefinido, ni manso ni bravo y todavía hoy desconozco si fue un toro bueno o del montón, que tuvo la inmensa suerte de caer en las manos de un Fandiño que rompió, y de qué manera, con la monotonía de la dictadura impuesta por el derechazo ramplón. Toreó con la diestra como el mejor con la zocata, con empaque, cargando la suerte, invandiendo los terrenos del toro, pasandóselo cerquita y, a veces, cuando la batalla dejaba un respiro, hasta lento, templado, pero del temple de verdad, el que frena la velocidad de la peluda masa durante el tiempo eterno que el hombre expone las femorales. Se tiró a matar a cara de perro, que es una suerte no escrita en los tratados de clasicismo, pero que permanece tan pura y virgen como la primera vez, hace tropecientos años, que a un hombre se le ocurriese dar, para mayor honra del animal, la muerte más bella que jamás haya existido.
Puerta grande, enorme, para Fandiño y todo el respeto del mundo para Urdiales y David Mora, que cumplieron con creces, con la sobriedad por bandera, sin pegar un mal martinete ni querer quedarse con la peña a fuerza de circulares inversos. Rotundos y firmes con lo que había enfrente, que no eran las hermanitas de la caridad de casi todas las tardes.
A última hora, Fandiño ha encendido la mecha de las Fallas, y quién sabe si la de una temporada en la que podría desnudar la marujona hegemonía de los chicos del jédiez.
La nit del foc vino en el quinto, indefinido, ni manso ni bravo y todavía hoy desconozco si fue un toro bueno o del montón, que tuvo la inmensa suerte de caer en las manos de un Fandiño que rompió, y de qué manera, con la monotonía de la dictadura impuesta por el derechazo ramplón. Toreó con la diestra como el mejor con la zocata, con empaque, cargando la suerte, invandiendo los terrenos del toro, pasandóselo cerquita y, a veces, cuando la batalla dejaba un respiro, hasta lento, templado, pero del temple de verdad, el que frena la velocidad de la peluda masa durante el tiempo eterno que el hombre expone las femorales. Se tiró a matar a cara de perro, que es una suerte no escrita en los tratados de clasicismo, pero que permanece tan pura y virgen como la primera vez, hace tropecientos años, que a un hombre se le ocurriese dar, para mayor honra del animal, la muerte más bella que jamás haya existido.
Puerta grande, enorme, para Fandiño y todo el respeto del mundo para Urdiales y David Mora, que cumplieron con creces, con la sobriedad por bandera, sin pegar un mal martinete ni querer quedarse con la peña a fuerza de circulares inversos. Rotundos y firmes con lo que había enfrente, que no eran las hermanitas de la caridad de casi todas las tardes.
A última hora, Fandiño ha encendido la mecha de las Fallas, y quién sabe si la de una temporada en la que podría desnudar la marujona hegemonía de los chicos del jédiez.
¡Olé! por Don Antonio Díaz, explicando lo que es el temple de verdad. Repánsenlo, releánlo y a ver si nos enteramos, ya de una vez lo que es templar. Lo digo por Ricardo Gallardo que ¡no se entera!
ResponderEliminarEl de Orduña, los trae locos hace tiempo, desde que decidió echar abajo las puertas de las oficinas de los del Cinturón de Acero, hablando con la muleta y la espada en la mano, con lo que le echen.
Felicidades Antonio
Saludos de Gil de O.