viernes, 10 de febrero de 2012

Anda y dí a tu amo...

Juan Pelegrín



Vencer à la fiera cualquiera que sea su especie  en valerosa lucha, no es cosa que hayamos inventado los que tuvimos la dicha de amamantarnos en el amoroso pecho del siglo XIX; y en corroboración de este aserto, no apelaremos en gracia de la brevedad à los viejos cronicones que tan de relieve nos pintan à los héroes de tales lidias, incluso nuestro abuelito Hércules, que así desquijaba leones con sus forzudas manos, como se lanzaba furioso sobre el jabalí de Erimanto. Bastará recordar como corolario de aquella verdad, bastará recordar, cuando el valeroso caballero de la triste figura y su ingenioso escudero tuvieron el imponderable arrojo de reñir brazo à brazo con una infinidad de brazos de gigantes, puesto que por tales tomaron las aspas de los molinos de viento. Así, pues, el que combate una creencia propia tomándola por estraña, esto es, el que forma por sí mismo un fantasma que escite su admiración y luego se bate denodadamente con él ¿quién duda que es un héroe tan digno de la posteridad como lo fué el caballero de la triste figura? Un torero que viendo à sus piés à la fiera à quien acaba de vencer, y se atribuye entonces en medio de su entusiasmo nada menos que la gloria del arte que profesa, es sin duda, un héroe de aquellos supremos instantes, pues los héroes son en su mayor parte como los hombres felices, que solamente lo son los que creen serlo. Quién quita al matador sentarse sobre su atrevida obra, y decirle al puntillero con mucha gravedad, como el emperador romano:


"Anda y dí a tu amo que has visto à Cayo Mario sentado sobre las ruinas de Cartago."



El porqué de los toros
El Bachiller de Tauromaquia
1853


El Fundi, si dios o el que esté al quite allá arriba quiere, se convertirá este año en el matador de toros con más paseíllos en Francia, con la gravedad que ello conlleva.

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