Morante en el Puerto de Santa María. Una de las tardes de la temporada. Y algunos -si hay que pedir perdón, se pide- seguimos sin verlo. Mucha compostura, salero y tal, pero acompaña más que torea, y no termina de pisar los terrenos del toro, que son los que proporcionan al aficionado una descarnada y viva emoción. Y esto, sin entrar a valorar profundamente los desechos de tienta a los que se supone torea. Enhorabuena al torero y a los muchísimos que son capaces de disfrutar con él sin escrúpulos ni prejuicios.
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