Nacho García |
Sevilla. Plaza de toros de la Maestranza. Feria de Abril. Octava. Tres cuartos largos. Toros del Ventorrillo para el Juli, Perera y Daniel Luque.
No merece la pena comentar mucho sobre la tarde de ayer. Los toros del Ventorrillo han pegado el petardo absoluto. Un cero a la izquierda de la bravura. Algunos además, sospechosos de pitones, astillados con bastante facilidad. Creo que ese toro es, en cuanto a morfología, el prototipo de bicho comercial moderno, aquel con hechuras amorfas, que han sacado del tipo del que procede genéticamente para hacerlo más grande y meterle más cara, con lo cuál tenemos un toro que es verlo salir por toriles y no decirnos nada. Uno de esos maniquís para plazas de primera que han colonizado durante los años del ladrillo los escaparates de las dehesas. No pasará a la historia y sería de esperar que el año que viene no estuviesen anunciados en el abono sevillano.
Con esto hay que decir que no estaba la tarde para ponerse el turquesa y oro de Manzanares. Pretender darle pases bellos, de mano baja, largos o ligados a estos bueyes era naufragar en un mar de descaste y desesperación. Estar en artista, que es el único sinónimo actual para la palabra torero, era objetivo lógicamente inviable. Pues nada, estos héroes, puestos a hacer heroicidades de boniato, que son las suyas, se han puesto a darles mantazos, pamelazos, leñazos, trapazos, navajazos, monterazos, calambrazos y cuaquier actividad bien remunerada y acabada en -azo que se pueda hacer con la mano izquierda en la cintura y en la derecha una tela montada en una espada de souvenirs de las que se compran en la gasolinera que hay a la entrada de Albacete. En el transcurso del cualquier -azo, es muy importante no olvidar colocar el mentón clavado en el pecho -que cause destrozos importantes en clavícula y cuello a la vez-, morros de labrador de secano en agosto, medias rosas y un encaje de oro con tonos espuma de mar o azules eléctricos. -azo, que es la conjugación torera que se suele aplicar cuando aparece en el enunciado de la tarde el adjetivo descaste. La otra es la -ina, más conjugada con el adjetivo más generalizado: aborregamiento. En tardes así, las -inas suelen brillar por su propia ausencia.
Se ha echado en falta oficio, saber analizar fríamente, con corazón caliente, los terrenos y faenas demandadas por cada toro. Administrar los tiempos, ser breves cuando hay que serlo, que hoy ha debido ser siempre, machetear, meterse en la tabla del cuello, tocar las costillas y sobre todo, y ante la imposibilidad de hacer nada lucido, matar por arriba, conforme los cánones, demostrando que la alternativa recibida como matador de toros no fue regalo, casualidad o mero formalismo.
La muerte de estos seis ventorrillos nada tiene que ver con la solemnidad que le cantó el Búfalo a Júncal. Y eso tienen que hacerselo mirar. De nada vale que hablemos de tradiciones y liturgias en pleno siglo XXI si luego nos comportamos como charcueteros del Mercadona.
Cuando alguien no servía para nada, decía mi padre que "no tenía oficio ni beneficio". De lo que aquí planteas Antoñito, creo que viene al dedo la expresión. Torero que no tiene oficio, ningún beneficio puede aportar a la fiesta y ningún beneficio se puede dar a sí mismo...
ResponderEliminarUn abrazo y enhorabuena.