viernes, 18 de marzo de 2011

La apreciada peste de Cuvillo






Halcón, Majoleto, Empolvado, Turulato, Fusilero y Billetero. Así se llamaban los cuvillos, que en paz descansen y caguen las moscardas, que han saltado, para bochorno de la tauromaquia, al ruedo de la calle Játiva. Aunque también, merced a sus hechuras, en esa granja escuela que es el Grullo, podrían haberlos bautizado como Gorrino, Micifuz, Pitorrito, Lisiado, Lelo y Retaco. La sádica y exigente afición levantina en el arrastre los despidió con pitos, silencio, pitos, pitos, palmitas (al Lelo, como premio por hacer honor a su nombre) y silencio. Ríase usted del talibán medio del Siete. Cómo se puede ser tan fanático para no reconocer que el presente y el futuro, más grande y lustroso que el fraudulento pasado, es éste, el del bicho que sale ya templado de chiqueros, que de toro no tiene un pelo; que no exige lidia porque, como buena lumbrera, no presenta problemas; cuyo comportamiento y vigor hacen que los dos primeros tercios queden reducidos a un mal tentadero; con embestidas melancólicas que logren sacar el graznido del bieeeeen, arrancado de las fauces del clavelero que no se digna a pisar un tendido y que esa tarde se paga una barrera para presumir de prominencia social; sardinas cuya mayor y única virtud radica en colaborar con el torero para que le sean cortadas las orejas, si es simbólicamente, junto al rabo, mejor. Esta es la peste que nos quieren vender como esencia fetén de los nuevos tiempos. Los clásicos la hubieran llamado por su nombre: mierda.


Tres, cuatro y una media, bordada en el blanco y negro, lo que se llevan los morantistas a la boca. Ninguno de los dos novillotes con los que pechó le dieron opciones, aunque tampoco el ruiseñor de la Puebla hizo mucho porque se las ofrecieran. Con el primero se puso delante con la elegancia de siempre, despacito por si a la borrega con las prisas le da un infarto -e ahí la cacareada "medicina del temple"-, intentando templar la embestida o lo que sea ese movimiento cansino que hacen las bestias en esta ganadería. En el cuarto simplemente dimitió. Se ausentó de la lidia, desastrosa, cuando el toro era un bendito que sólo necesitaba que algun alma cándida lo recogiese. Sólo pedía caridad. Se llevó, como el que no quiere la cosa, tres puyazos y unas cuantas pasadas en falso en banderillas para darnos motivos a los que pensamos que no se puede pretender ser figura en esto con una cuadrilla de segunda fila. No se dió coba con la muleta y con un sainete a espadas final se despidió, otra vez más, sin puntuar en plaza de responsabilidad.


Manzanares ha dado una demostración soberana de como torear sin toro. Que viene a ser algo así como meter un gol sin portero o ganar a los naipes jugando al Solitario. La figura del maestro alicantino crece a pasos agigantados, dicen los revistosos. El pero, y no es pequeño, es que como si de una macabra fórmula aritmética se tratase, para que crezca su dimensión de torero y artista es igualdad obligatoria que mengüe hasta límites caricaturescos el Toro. El quinto de la tarde fue uno de esos animales que parodian al animal que (casi) todos amamos, ex-eje de la Fiesta, y que permitió al Manzana hacerle diabluras, por aquí, por allá, una tanda soberbia de naturales, un pase de pecho de cartel y remates con garbo y donosura. Los taurinos han logrado darle la vuelta a la tortilla: hacer que el fuerte, el que tiene ventajas sea el hombre, y que el débil, que pasa miedo con el oponente sea el Toro. Me pregunto si la Historia se hubiera escrito igual si Goliat le hubiera ganado a David. ¿Donde estaría la gracia para el pueblo de Israel? ¿Dónde reside en esta tarde, y muchas otras, el arte para el aficionado sediento de emociones? 


Para Luque tampoco había toros. Más que decoroso con la capa -no se crean que hay en el escalafón muchos capoteros como él- y voluntarioso con la muleta. Sin opciones.


Como dice el Inclusero: 

"El arte sin emoción no es toreo"

2 comentarios:

  1. Bueno Antonio, perdona por no aparecer en un tiempo por aquí, que no quiere decir que no te siga. El trabajo y la familia me tienen temporalmente absorvido.
    No estoy viendo mucho de fallas la verdad, pero hace un par de meses oia al ganadero decir que intentaba conseguir en sus toros la maxima "toreabilidad" posible en sus toros. Apague usted y vamonos.
    los exitos lo avalan y no voy a ser yo quien se lo discuta, pero... ¿ese exito lo tiene de verdad para el aficionado a el toro bravo en toda la extensión de la palabra?.
    A mi personalmente me gustan los toros que salgan de chiqueros como toros. Encastados, bravos y si además de eso son nobles... la hemos liao. Pero principalmente encastados y bravos. El tonto de la pandereta no me sirve.
    En fin Antonio, para gustos, los colores.
    Un saludo.

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  2. Un buen epitafio pudiera ser:

    "Aquí yaces
    y haces bien.
    Tu descansas,
    yo también (por el momento)..."

    Saludos.

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