El "toro" del triunfo. Foto: Julián López |
Escribe Carlos Ilián en Marca:
...Ya era difícil superar aquella obra de arte porque el de la Puebla lo bordó en derechazos bellísimos y naturales que resultaron un monu ejemplarmento a esa suerte tan fundamental. Qué hondura, qué armonia, qué manera de ligar, dejando la muleta adelantada para que el conjunto de tanta belleza y tanta torería reuniera, además, la importancia de la obra bien rematada. Todo lo anterior en loa de un torero cumbre que rindió homenaje con esa faena a la memoria de Pepín Martín Vázquez, el gran artista sevillano fallecido ayer a los 83 años. Hasta aquí la parte que me cabe elogiar de Morante. Pero no se puede aceptar que enfrente tuvo un perro con dos pitoncitos, un animalito que no se lidia ni en la más pobre plaza de pueblo. Tanta belleza en el toreo de Morante queda devaluada por aquel impresentable ejemplar de Cuvillo...
Escribe José Ramón Márquez en Salmonetes:
En su segundo, nada y nada, algunas dudas y bastante envaramiento hasta que brilla de pronto un enorme redondo en medio de una tanda que iba planteada con poquísimo mando y después, de sopetón, cuatro soberbios naturales lentísimos y uno de pecho, extraordinarios. Toreo bonito en su más purísima expresión, composición plástica al servicio de nada, magnífica estética por la estética, plasticidad que, por desdicha, ni tiene finalidad ni objeto.
Escribe Antonio Lorca, en el País:
No se puede presumir de figura y enfrentarse a seis gatitos en pleno Madrid sin que a uno se le caiga la cara de desvergüenza taurina."
Lo de las seis figuritas que han pasado por Vistalegre este fín de semana ha sido una puñalada trapera a la fiesta de los toros.
¿Ésa es la fiesta que consideran Bien de Interés Cultural?...Eso es una farsa, la fiesta de los toros sin toros.
Hola Antonio:
ResponderEliminarAl margen de estar o no de acuerdo, me gustan las crónicas de Ilián y Márquez. La valoración debe hacerse en función de los factores que forman lo observado y en aplicación del pertinente concepto adquirido. Esta forma de escribir/interpretar puede dar la medida exacta de lo contemplado y colocarlo en el lugar que corresponde dentro de la escala. No se puede negar que Morante tuvo momentos inspiradísimos y de gran plasticidad, y frente a estos, otros menos decorosos; pero también es evidente que el toro daba risa. Por lo tanto, la suma de bueno y malo nos da la idea exacta de la altura alcanzada por la obra. Creo que ésa debe ser la función de cualquier crítico y es ahí donde reside la honestidad de la profesión.
Un saludo