domingo, 28 de marzo de 2010

Clínica San Miguel




Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Domingo de Ramos. Un tercio de plaza. Toros de San Miguel y dos sobreros de Carriquiri para Curro Díaz, Leandro y Morenito de Aranda.



Los seis de San Miguel salieron unos borrachos, otros inválidos y algún otro toxicómano. Se cayeron de todas las formas posibles: perdiendo las manos, sentándose de culo, rodando como pelotas y despeñándose lentamente, que será el summum para el ganadero artista, ver como su animalito pierde las manos y el culo detrás de la muleta deteniendo los relojes. Menuda basura lo de la Clínica San Miguel.

Los sobreros de Carriquiri, mejor presentados, fueron bueyes descastados más aptos para el laboreo de tierras agrícolas que para su lidia como ganado bravo.



El bueno de Curro Díaz no tuvo opción con sus oponentes. La nada más absoluta. No le dejaron ni pasar miedo. Venir a Madrid para esto -pensará el linarense. El que haya ido a la plaza pensará lo mismo.


Leandro aprovechó la tonta y boba condición de sus toros, que fueron sólo un poco menos inválidos que sus hermanos. Se llevó el lote medio pensionista de la tarde. Entonces fue cuando apareció el que todos conocíamos, el Leandro Marcos de siempre, para abusar y ponerse bonito, muleta picuda y pierna retrasada, delante de animalejos que por su humana bondad pensamos que pueden haber sido bautizados por el altísimo Mosterín y sus discípulos.


Y del Morenito de Aranda tampoco podemos decir mucho. A su primero lo toreó con el capote un tanto acelerado, pero volando bien la tela, abriendo el compás y ganando pasos. Después le tocó hacer de enfermero y en el que cerraba la tarde anduvo para aquí y para allá dejando algún estimable muletazo suelto. Debió abreviar y no ponerse pesado.





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