Es probable que la pintoresca votación que se celebrará en el Parlamento catalán no se entienda sin algunos de los rasgos primordiales de la política catalana, ese territorio mítico donde caben toda suerte de delirios.
En Babia. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) acostumbra flotar en casi todas las controversias con una actitud que guarda cierto parangón con las formas perplejas y compasivas del observador internacional. Ya puede someterse a votación la independencia de Cataluña, la potestad de rotular en castellano o una ILP antitaurina. En todos los casos, y antes que proyectar una mínima elaboración discursiva, el PSC se afana en justificar las iniciativas ajenas por descabelladas que éstas sean. Bajo la óptica socialista, cualquier mascarada resulta respetable, legítima, digna de consideración, representativa de “una parte” de los catalanes… Esa brecha de naturaleza absentista (cuando no incendiaria) es la que ha propiciado la consulta masiva del 13D o, por ir más lejos (en cualquiera de los extravíos semánticas que contiene ese “lejos”), el estruendo declarativo “Barcelona antitaurina”.
La voss del pueblo. Iniciativa per Catalunya-Verds (ICV) no concibe el Gobierno de las instituciones sin promover cada tanto una consulta popular. Incapacitado para gobernar sin necesidad de erigirse en efervescente opositor (incluso de sí mismo), ICV se ha movilizado para jalear todos y cada uno de los aquelarres identitarios que se han celebrado en Cataluña. En el caso de la propuesta abolicionista, para la que ha solicitado el voto a favor, el ardor nacionalista aparece camuflado por un animalismo bárbaro, que ignora de cabo a rabo la liturgia taurina.
La puntita. Convergència i Unió sigue arrimada al principio que anima sus pasos desde los tiempos del peix al cove. Así, su vinculación con lo real es siempre secundaria en relación con la consigna política que, convenientemente administrada, le brindará la posibilidad de seguir manufacturando chantajes. En el caso de la ILP, Artur Mas ha llamado a filas en torno al laissez faire para, en abril, apretarle las clavijas al Estado.
Arena española. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) ha porfiado en la prohibición sin el menor embozo ecologista. No en vano, algunos de sus alcaldes tarraconenses han votado contra la prohibición de los corre-bous, una práctica que, ésta sí, no presenta síntomas de inoculación del virus españolista.
Sin remate. Ni el discurso de Ciutadans (C’S) ni el del Partido Popular (PP) han calado en la ciudadanía hasta el punto de levantar algo semejante a una sospecha. El tétrico paisaje que resulta del intento de amoldar el gusto de la ciudadanía a los caprichos del nacionalismo merecía algo más que una enmienda. Merecía un debate monumental.
Por Pepe Albert de Paco
lo que deberian de hacer los profesionales del toro (toreros,ganaderos,presidentes),es ir a barcelona durante una semana y mezclarse con los ciudadanos,a base de conferencias,tertulias,peliculas,y explicar lo que es el toreo para ellos.ellos son los primeros interesados, y deben de ser los que mas la defiendan.
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