Los primeros días sientes vahídos, un pequeño desasosiego, momentos de cansancio mezclados con otros momentos de lucidez. Conforme va pasando el tiempo se unen pequeños dolores, instantes de desesperación e insomnio, a ratos. La cosa no mejora con el paso de los días, al malestar general se suman vómitos e incontinencias que te hacen ponerte al borde de la deshidratación. Cuando te propones dejar la afición a los toros no crees que va a ser tan duro. Los toros son una droga, tan dura como la heroína, que te marginan del resto de la sociedad y de tu circulo de amistades: ¡Cómo te puede gustar semejante carnicería! -te recriminan los amigos-, los toros también te abocan al desastre económico: ¿cómo le dices a tu familia que te vas a Vic Fezensac, Bilbao o Pamplona cuando en tu casa han cortado la luz porque el último recibo que abonastes estaba en pesetas..? Aislado social y económicamente, como un heroinómano. Del curro no hablámos pues no hace falta ser adicto a nada para estar engrosando las listas del Inem en este país zapateriano. No hace ni un mes que prometiste dejarlo, fue allá por la penúltima corrida en Zaragoza, la de Dolores Aguirre, cuando decidiste que no te merecía la pena meterte chutes tan malos. Cuanta amargura, todo adulterado, cortado, sin pureza ninguna. Pero da igual, veintitantos días después te das cuenta de que no puedes quitarte, que esto engancha de verdad y que no tienes elección, eres un aficionado y no puedes hacer nada por evitarlo. Lo llevas en las venas, tú mismo te convences de que no se puede luchar contra algo que te hace evadirte a un mundo de valientes y te hace partícipe en historias de héroes. Y de villanos. Cabría una solución: un centro de rehabilitación para taurinómanos, pero por aquí aún no los hay, aunque en Catalunya van a abrir algunos a primeros de año. Se cuenta que van a ser lor primeros en prohibir esta droga. Veremos. Así que intentas ``pillar´´ lo primero que ves por ahí, necesitas ver toros, pero ``el material´´ que venden sigue siendo la misma mierda. No sabes si son efectos del mono o es la dura realidad, pero enchufas la caja tonta y ves que en México y por las mismas fechas, un niño de doce años se pone delante de toros del mismo trapío que los que soba Ponce en otras ciudades aztecas. Con la diferencia de que a Ponce se los dan ya arreglados para su disfrute. Abres periódicos y ves que Joselito se asocia con Molés, se te hace extraño ver a el coyote y el correcaminos compartir la misma senda. Además, dicen de José Tomás que vuelve a las grandes plazas a dar la cara. A estas alturas ya no sabes si es realidad o es paranoia.
Extraordinario post, lo has bordado.
ResponderEliminarGracias Paco. Esto de escribir en un blog es curioso, un día te preguntas qué carajo estas haciendo perdiendo el tiempo y otros días tienes millones cosas que contar... Un poco como los toreros ¿no?
ResponderEliminarSaludos
Fenomenal, has retratado a millones de "chalaos" que deambulamos por no se sabe donde...
ResponderEliminarPero ya sabes, no escarmentamos y nos veremos en el quinto carajo buscando alguna verdad que igual ya ni hay...
Me ha encantado.
Muy bien Antonio, lo mismo que no se perderá la otra droga, la de los cuernos perdurará mientras estemos unos cuantos enganchaos por este mundo.
ResponderEliminarSaludos
Magnífico. Eso me ha pasado a mi y estoy en plena etapa de desintoxicación y desenganche.
ResponderEliminarUn saludo
Sorprendente, me siento totalmente identificada con tu relato. Muy bueno si señor.
ResponderEliminarUn saludo.
A ver que le parece...
ResponderEliminarhttp://solymoscas.blogspot.com/2009/06/droga-dura.html
http://solymoscas.blogspot.com/2009/06/el-mono.html
un saludo y felicidades por su blog
Seguiremos enganchados, mientras nos dejen. Sol y Moscas: la droga de Esplá que tanto nos gusta me temó que se acabó para siempre. Y para ver otro galafate como el de Navalrrosal nos vamos a tener que comer muchiiiísimas tardes de mono.
ResponderEliminarSaludos