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miércoles, 17 de agosto de 2011

Gallos con arroz. Figuras por la France.




Le mystique

José Tomás, Bayona (Jandilla)




 
Les artistes

Morante y Manzanares en Dax (El Pilar)






L'importance

El July, Dax (La Quinta)





Le du sort

El Cid, Dax. (Ana Romero)






Les proscritos

Sergio Aguilar y Diego Urdiales en Dax (Victorino Martín)



 



Le cyclone

Padilla, Dax. (Dolores Aguirre)






Que mal repartido está el escalafón y cuántas mentiras nos engalanan como verdades aquellos escribas chupasangres de la Fiesta. A Tomás lo encumbran a los cielos por torear de aquella manera, en Bayona, una collera de novillas de Jandilla. Con obra similar, incluso mejor, y con los Santa Coloma de Ana Romero, primos hermanos de la Quinta en borreguno comportamiento, el Cid triunfó en tono menor. Mis emociones y yo, que a veces compartimos el mismo destartalado corpachón, no entienden, o sí, la paranoia de la crítica ante EL uno y los otros. Julyan se ha empeñado en hacer rico a Álvaro Conradi en tres o cuatro años a cambio de enviarle la ganadería completa al matadero dentro de diez, como ya ha pasado en otras ocasiones con otros protagonisas. En Dax terminó de liarla, el sexto toro de la Quinta fue devuelto por falta de trapío -bendita ilegalidad, digna de los grandes tiempos en Interior, QEPD-, tras una gran bronca del público, que despidió a los toreros entre gritos de "toros, toros, toros". Al César lo que es del César, de ésto sólo ha dado fé Burladero. Los demás a callar. Lo de Manzanares y Morante es para hacerselo mirar: la explotación manufacturada de su arte no compensa el tercermundismo al que someten al toro. Una verónica por aquí, media por allá, una hiperbólica torería, exagerada hasta en tardes de bronca y fraude, siete cambios de mano requetetráidos de casa, las estocadas "esperando", que no recibiendo, como bien dice Paco Abad, el twitter, el puro, y a vivir en figura, que son dos días.

Mención aparte merecen Urdiales y Sergio Aguilar, que parecen destinados a tener que matar la descendencia del toro Ratón para que les echen cuentas. Gloria también para los Victorinos, que llevan una temporada alcista, usando jerga económica, echando buenos toros aunque sus triunfos han sido "sordos". Los grises de moda ahora son otros. 

Fuera de concurso, como siempre, Padilla, con torazos de la Doña, a su manera, antítesis de la torería, pero, al fin y al cabo, matando toros que es de lo que se trata.




lunes, 23 de mayo de 2011

Resina y corcho

No merece mucho la pena comentar lo de Partido de Resina ayer, fue un fracaso ganadero en toda regla, saliendo en los madriles una corrida en escalera, con un galafate de casi setecientos kilos, del que se podía sacar el patrón para siete u ocho garcigrandes, pasando por alguno más anovillado, el frentudo, o el negrito con pinta de cualquier cosa menos de Pablorromero. Todos, rozando la invalidez y el descaste en grado absoluto. La corrida fue remendada por un toro de Nazario Ibañez, igual de flojo que sus compañeros de desolladero, pero más noble tirando a tonto, si cabe. Segundo bis -el titular fue devuelto por flojeras-, de los Chospes, un bigardo que dejó estar y poco más.

De los toreros, a los que siempre hay que hablar con respeto cuando se anuncian con lo que los ricos no quieren, hay que resaltar su compostura, valor y compromiso. El mexicano Garibay, necesitará de un equipo de psicoanalistas para cuando le pregunten en su país como es el toro en España -anunciado con Pablorromeros, se lo llevan días antes a entrenar a lo de Zalduendo y termina matando uno de Nazario y corneado por el padre de la ganadería moderna-. Digno en su primero, templado, largo y desajustado, es decir, con todo aquello que serían defectos en el manual de tauromaquia clásica, pero que en la torerimaquia moderna sería catalogado como faena buena, con ritmo y no se qué, que no tiene nada que envidiar a la que hacen muchos de las denominadas figuras. Mal, sin paliativos, durante toda la lidia al cuarto, un buque militar aplaudido de salida con el que me hubiera gustado ver al Manzana, al Tala o a Tomás, ahora que ha mandado a Cuvillo a por siete cartones de Winston. El caso es que el morito empezó a dar vueltas por el redondel, pegado a tablas, y chocando contra el caballo cada vez que veía uno -más por accidente que por ansia-. Un disparate de lidia, con el mexicano mirando para otro lado. Antes de este punto hay que subrayar que este toro quizás es el que menos debilidad acusaba y que, curiosamente, más en tipo de pablorromero estaba, aún siendo manso de carretón. En el tercio de muleta, y más por incapacidad que por miedo a lo que tenía delante, pienso yo, se llevó un volteretón de aupa, del que no escapó ileso. El mal entendimiento de los terrenos, y el mal uso del pico -con el peligroso hueco que deja para el toro que no es tontorrón- fueron los motivos de la cornada. Se rehizo y mató como pudo. Y mucho hizo con poder. El hule, que le honra y justifica como torero, no vale para tapar su labor. Sinceramente, y respetándolo mucho, no es torero que me apetezca volver a ver.


Serafín Marín, el Niño de los sobreros, se llevó un ídem de los Chospes que dejó estar, sin molestar demasiado, pero con poca transmisión para Madrid. Anduvo muy templado y embraguetado con él, aunque no terminó de inyectar a los tendidos la necesaria dosis de adrenalina para que aquello cuajara en lío. Hasta que entró a matar, un poco a topacarnero, valiente y decidido, pero con poca técnica, cogido por la pechera de mala forma, recordando a lo de Lancho con los Palhas. Dio una vuelta al ruedo que en otro tiempo hubiera resultado excesiva pero que viendo como va la feria se antoja justísima. Con el otro, ya de la ganadería titular, no hubo entendimiento entre las partes.


Sergio Aguilar ha sido el único que ha matado aquello a lo que venía anunciado, y con lo que su toreo, de verdad y pureza, que necesita Toro pues, no ha podido lucir. No se le podrá nunca un pero a su valor, que lo tiene siempre al servicio del buen torear, ni se podrá escatimar elogios a su colocación, al medio pecho, al cite con la muleta adelantada, plana y planchá y al arraigo de sus zapatillas a la arena. Pero ayer le faltó algo, se llevó demasiados enganchones y no tuvo demasiada claridad de ideas para solventar los problemas que sus dos mansos enemigos le presentaron -y tampoco en demasía-. Otro día será.

lunes, 23 de agosto de 2010

Aguilar, naturalmente

Aguilar, naturalmente. Maurice Berho.



Plaza de Toros de Vistalegre. Bilbao. Corridas Generales. Segunda del ciclo. Menos de media entrada. Toros de Alcurrucén para Antonio Barrera, Sergio Aguilar y Luis Bolívar.



Llegan las Corridas Generales, dueto de palabras que cascabelean a Toro, seriedad y derramamiento de adrenalina, cuando no de sangre. Bilbao es la prueba feaciente de que haciendo las cosas bien se puede satisfacer a todos: al aficionado de Vistalegre, que es la envidia del de toda España; a los administradores de la plaza, que siguen teniendo rédito y manteniendo el nivel del coso; y a los toreros, que encuentran recompensa a los sudores fríos y el terror que les produce pisar las arenas cenicientas del Bocho.

Una señora, la de Alcurrucén. Como lo serán las que vienen por detrás. Las cabezas de camada, a Bilbao. Las dolores de cabeza, a Madrid. Seis toros, musculados, sin exceso de peso, muy en tipo, con unas defensas pavorosas y comportamientos variados, algunos hasta propios de un toro de lidia y no de los borregos a los que estamos acostumbrados cada tarde. La media docena de alcurrucenes se fueron ovacionados, algunos excesivamente, con alguna oreja de más, sin perder una mano ni afligirse lastimeramente. Herbívoros, rumiantes pacíficos, incapaces de herir minimamente al torero, según el docto Mosterín. Sergio Aguilar no tiene la misma opinión.



Abrió la feria Antonio Barrera, cuyo argumento más solido para ganarse, y muy bien por cierto, la vida toreando, es el bullicio y el lío, ha deambulado durante toda la tarde inseguro, sin arriesgar un ápice, mermado en sus facultades físicas y quién sabe si anímicas. A su primero, un tío que pedía otro tío, le recetó tres puyazos, con sus respectivas cariocas y frituras mixtas de fullerías que poco tienen que ver con el ahormamiento del toro y sí más con el apocamiento del torero. Como no conviene mezclar churras con merinas o cuvillos con barciales, es necesario decir que ese toro, que tenía un gran poder que no empleaba, exigía, por lo menos, tres entradas al caballo, aunque de forma más cabal. En la lidia de muleta, afligido Barrera y campeador Deseadito, no pudo haber lucimiento, ni toreo, ni musas, ni siquiera dignidad, pero si hubo una cosa: verdad. Una de los axiomas inamovibles de la tauromaquia dictamina que cuando sale el Toro, lo más lógico es que sea el vencedor. En tardes así, en las que no se afeita la Fiesta, hay que respetar al matador, por desafortunado que esté.

Con su segundo, también Deseadito de nombre, anduvo más porfión, más en Barrera, con su repertorio de pases despegados y picudos, y una batería de zapatillazos que se sintieron hasta en Cuenca, dónde Finito, Ponce y Juli mataban unos santacolomas trucados con los que regalan el diploma de figura que no hace ascos a nada. Diploma que no le hace falta al sevillano, que aunque carece de duende y oficio, no va corto de vergüenza, y ya se mete hasta con Miuras en Francia.



El personaje de la tarde en el reino es Sergio Aguilar, torero gallardo al que le niegan el pan y la sal, con argumentos vacuos, como el muy manido de la frialdad y la falta de chispa, cuando la chispa la tiene que poner el Toro. Sigo pensando lo mismo de siempre, que tiene mucho más del buen José Tomás que este José Tomás de piedra con el que nos apedrean en los últimos años. Por firmeza, colocación, verdad y orgullo, Aguilar debería de estar encartelado en ferias como lo que es, uno de los mejores. Cuando salía el segundo de la tarde, que saltó al ruedo ovacionado, igual que cuando lo abandonó arrastrado por las mulillas -un honor que no tiene ningún indultado-, se barruntaba que algo importante, de la importancia de los antiguos, iba a acaecer en el ruedo. Faena emocionante, poderosa, por la derecha, por poner algún pero, un tanto despegado. Aguantando gañafones y las dudas del toro, que una vez te embestía por fuera y a la siguiente por dentro; que igual se le paraba en la taleguilla, que arreaba con más genio que codicia detrás del lienzo. Eso es torear, vencer las dificultades propias de un Toro. Así, la faena discurrió entre la seriedad de Barbito y el buen hacer de Aguilar, hasta que se cambió la muleta de mano, cambiando con ello su suerte y la de los aficionados que han podido disfrutar de ella. El nuñez no iba, cuando digo ir quiero expresar lo que los taurinos llaman embestir como una burra, y no hacía nada más que tirar cornadas y buscar al torero, que apenas si podía defenderse del acoso. En la barrera, apoderados y en los micros, los showman, le pedían que volviera a la derecha, `que es más fácil´. Nada de nada. A palabras necias, oídos sordos. Torear con la derecha saben hasta los fiambres, con la izquierda unos pocos vivos. El orgullo y el placer de sentirse torero lo ha llevado a recibir una cornada en el muslo, cuando la cosa con la zocata todavía iba así así, madurando a fuego lento. Con las carnes ya abiertas, y no lo serían por última vez, se produjo la magia taúrica, el viejo arcano de Joselito el Gallo, el poderío, el mando del hombre sobre el bruto en una serie de naturales encajados, de mano baja y muleta mandona que hicieron crujir los huesos de la bestia como si fuesen de cristal. En esta tanda ganó Aguilar, en la siguiente la bestia le infirió una cornada de gancho de carnicero. Gloria a los toreros que pueden presumir de serlo.



Bolívar se echó a cuestas tres de estos toros, con lo que pesan -y no me refiero a los kilogramos-. En términos generales el colombiano estuvo muy dispuesto, sabiendo lo que se jugaba y haciendo gala de una mente despejada -con algún nubarrón- y un oficio que lo van a ir sacando del hoyo en el que se ha empeñado en meterse. ¿Estuvo bien? Sí. ¿Debió estar mejor? También. En su cuenta de déficit hay que apuntar que estuvo mal con el toro que más exigía, el tercero, mansito con transmisión que no lo dejó asentar las zapatillas ni un momento, y que le ganó la partida sin discusión. Una gran estocada maquilló su labor.

La oreja la cortó en el más noblón de la corrida, con el que con una faena más comercial y moderna, empezada con el ordinario pase cambiado por la espalda, varias series de derechazos y un arrimón, casi ya en tablas buscandole las vueltas al manso, y al público, que llegaba muy sensibilizado a estas alturas del festejo.


Otra le hubiera cortado posiblemente al sexto, un galán de las películas en blanco y negro, encampanado, con rizos en la testa y porte de bravo que se hizo dueño del ruedo con su sola presencia. Más clásico Bolívar en este ocasión, muleteando con templanza y gusto al natural, pero errando a espadas. Sale con fuerza del mal trago.

viernes, 9 de julio de 2010

La tarde en que un Cebada se partió un pitón

Afeitado legalizado encubierto. Manolo Moreno




Plaza de toros Monumental de Pamplona. San Fermín. Cuarta de feria. Lleno. Toros de Cebada Gago para Francisco Marco, Sergio Aguilar y Morenito de Aranda.




Malos tiempos para la lírica, de vacas flacas -nunca mejor dicho- para el aficionado torista, y peores aún, los que vendrán para la familia de los Cebada. De un tiempo para acá, los cebaditas, un encaste -por lo menos yo lo considero como tal- siempre reconocible por las hechuras y comportamiento, han ido convirtiéndose en toros indescifrables en su conducta y forma, en híbridos de no se sabe qué. Ya no les sale, en exclusividad, ese toro astifino desde la cepa, acaramelado, armonioso, fino de cabos, sin kilos, pero musculado que era un tótem taurino. Ahora, también le pueden salir engendros, fetos sospechosos, con encornaduras y morfologías diferentes, y deficientes, como en el caso del primero que se partió el pitón como el que parte el gazpacho. Con 110 kilos de diferencia en romana, unos más que vareados, delgados en demasía; otros, más retacos. Resumiendo: no eran para Pamplona. Si no fuera por su leyenda y atractivo en los encierros... Por dentro, vanos de casta. Ni de la buena, ni de la mala, como se dice ahora. La suerte de varas no existió, acusaron blandura de remos, un desastre absoluto, que unido a los tres que han mandado hoy a la enfermería -sin gravedad- y el recuerdo de Barrera en Istres, van a hacer que esta entrañable familia ganadera pase su particular calvario. Y si no, al tiempo.






Como a perro flaco todo son pulgas, al pobre, pero honrado Francisco Marco, que anda escaso de oportunidades, le ha tocado en el lote un campamento entero de estos bichejos amantes de los cánidos. Sólo pudo matar un cebada, porque de torearlo, ni hablar. Sin opciones, o mejor dicho, sin posibilidad de torear según los cánones fraudulentos establecidos desde Capea padre. Una alhaja que llevaba en su primorosa testa una letra de cambio para hacerla efectiva en el cementerio. Estuvo voluntarioso, como es de esperar en esta clase de toreros ayunos de toro, pero un tanto bisoño. Se dejó ver demasiado, con un enemigo enfrente que veía lo traspuesto, y que tiraba gañafones como el maleante que tira de navaja. Lo decimos por activa y por pasiva: estos toros tienen su lidia, que diverge totalmente de la faena multiusos del derechazo picudo y el natural ayudado con el estoque. Ni que decir hay que siete, ocho, nueve minutos delante de ellos son como las exageraciones de Quevedo, pero sin gracia. Su segundo lo atropelló, se le metió, aún no sé muy bien lo que pasó, en el recibo capotero, dejándonos una de esas imágenes gore que mañana repetirán una y otra vez en el tomate, o lo que sea que pongan ahora. Hay personas que nacen con estrella y otras estrelladas. Francisco Marco, como tantos otros anónimos y buenos toreros, pertenece y lucha por salir del segundo grupo. Ojalá y lo consiga.




Sergio Aguilar tuvo que trabajar de más. Con tres se las tuvo que ver. Lo único que se llevó fue una cornada, -los toros no dan cornaditas- en la mano, después de plantear y perpetrar una faena sin pies ni cabeza. A lo loco. Son faenas que carecen de sentido si estribamos en que la gracia del toreo está -estaba, mejor dicho- en que el hombre, mediante su intelecto y el uso de la lógica debe de ganar en justa lucha al toro, que se sirve de su bestialidad y poderío. Si el hombre desestima al razonamiento y el toro carece de poder, nos presentamos con un espectáculo esperpéntico: un chaval raramente vestido empeñado en ponerle los muslos -porque sí- a una cuarta de los cuernos de un toro, con medio metro de lengua fuera, que recula para las tablas como diciéndole: `porque no´. A veces pasan cosas dantescas en esto de los toros. Lo de esta tarde lo ha sido. Y que conste que Aguilar es de esos toreros por los que uno puede apostar.



Morenito de Aranda medio se dejó ir a un inválido y humillador cebada, que según cuentan, `venía de lo antiguo´. No hace falta que lo juren, con lo antiguo se refieren a esos burís gaditanos calléndose como pelotas que demandaban todas las figuras. Luego la cosa cambió, echaron pitones, músculos, les salió la barba, se hicieron adultos y nació en ellos la casta a la vez que murió la fama y el cariño que procesaban entre las figuras. El ciclo del toreo. El caso es que un par de series con la derecha templadas y sin emoción le valieron para, por lo menos, imaginarse con una oreja en la mano. Su torpeza con el estoque le valió por un feo trueque: cambió la oreja de Asustado -vaya nombre- por una luxación de hombro que lo llevó a la enfermería, más poblada hoy que las patillas de Padilla. Una vez infiltrado, cosa que antes era de policias, ahora de toreros, salió a matar el quinto, que en realidad era el sexto. Normalmente dice el refrán que no hay quinto malo, pero como andabamos así, con esta ambigüedad en el orden, por culpa del desgraciado accidente de Marco, y no sabiamos si el toro era en realidad quinto o sexto, podemos decir en descarga del ganadero que este toro tuvo que ser malo por culpa de las cábalas del destino. Que no fue descastado y tontorrón por que más que sangre brava llevara horchata charolesa. No. La culpa, de las matemáticas, tan caprichosas e inexactas a veces.






jueves, 27 de mayo de 2010

El Santuario de Lourdes

`Estoy buscando al Fundi para brindarle un toro, ¿lo ha visto usted por aquí?´. Iván de Andrés.



Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Feria de San Isidro. Vigésimoprimera corrida. Lleno. Toros de Javier Pérez Tabernero para El Fundi, Sergio Aguilar y Luis Bolívar.




Hasta diecisiete mamíferos bovinos, rumiantes, vertebrados, artiodáctilos, cavicórnidos, monodelfos, ungulados han hecho aparición por la misma puerta por donde a veces salen toros de lidia. Más que la feria de San Isidro parecía la cosa una feria ortopédica para lisiados. O el Santuario de Lourdes. Las mayores ovaciones de la tarde se los han llevado los de la ganadería de Florito, que no fueron precisamente los que más condición boyar tuvieron. De la ganadería titular, Pérez Tabernero, se devolvió el segundo, como se tuvo que devolver el primero, el cuarto fue un buen toro, aplaudido exageradamente en el arrastre, el tercero, el más atanasio, uno de los últimos, embistió con más genio que bravura, el resto para olvidar. Salieron, por orden de rotura, en segundo lugar, uno de Domínguez Camacho, bonito y bravo hasta que se abrió las manos; un Torrehandilla parecido a una de esas pinturas de Altamira y uno del Conde de Mayalde, que ni Botero lo hubiera pintado más cabezón. Lo de los sobreros es una vergüenza. Y lo de los titulares, también.




Un extraño, vestido de rosa y oro con cabos negros ha tenido el atrevimiento de venir a Madrid y anunciarse como el Fundi. No se veía tamaña falsificación desde que al chaparrito del Pardo le ponían dobles para inaugurar pantanos. Pero no nos la ha colado, el verdadero Fundi estaría en la finca del suegro tentando esos galafates tan impresentables, por grandes, con los que se entrena para venir a dar la cara a Madrid. El imitador, malo de solemnidad, se ha dejado ir el cuarto toro con las dos orejas puestas, después de plantearle -es una manera de hablar- una faena sin tón ni són. A tontas y locas. En los medios con la ventolina, muchos pases templados y mecánicos, sin decirnos nada el torero, y lo que es peor, sin decirselo tampoco al toro. Su primero fue un animal descastado y desgastado que tuvo que ser devuelto por tullido. Con los chiribolos de matar tampoco fue buena la imitación. O el plagiador mejora o va a ser menester que venga el auténtico.




El personaje de la tarde ha sido el picapedrero de Sergio Aguilar, de nombre Antonio Prieto, apunténlo, que ha repartido unas cuantas convidás con la puya a cual más devastadora para los lomos del animal. Se le fueron tres para atrás y al que se quedó, el segundo tetris ¿? le estuvo dando fiesta durante cuatro o cinco minutos. Con amigos como estos no te hacen falta enemigos, Aguilar. El mayalde se quedó paradote, no queda muy claro si por falta de casta o por falta de sangre que avivara su embestida, peligroso, buscando siempre el cuerpo del torero, que anduvo siempre ofreciéndole la muleta, el pecho y las femorales. No se puede hacer más con menos. Con el quinto, que no valía un real, volvió a presentar una faena digna, llena de verdad, con matices de torero bueno, pero que no pudo redondear por la falta de enemigo. En este caso me refiero al toro y no al picador. Con una gran estocada se despidió del abonado venteño hasta... ¿la sustitución de José Tomás?




A pesar de que lo pueda parecer, Bolívar no es gitano, y se nota en aquello de los buenos principios y los malos finales. Es la enésima vez que vemos al caleño empezar una faena en los medios, con distancia, con la zocata, dejándose venir el toro con alegría, para terminar dando pases como fuera uno de los mantas que torean en Prensas, Beneficencias y demás romerías. Mientras tuvo la pañosa con la derecha, no hubo problemas con el encastado tercero, es más, dió algún muletazo con buena colocación y disposición, muy acelerado también. En cuánto se la echó a la izquierda no hubo nada que hacer, salvando honrosas excepciones, el toreo al natural hoy sólo lo pueden hacer cuando se ha molido a capotazos; a cariocas; también se hacen unas pocas pasadas en falso con las banderillas; se empieza con la muleta con unos cuántos estatuarios o pases por alto que derrenguen el poder del toro y sigue la faena con cuatro series de derechazos que hayan terminado con cualquier signo de fortaleza y codicia que le quedara al animal. Entonces, y sólo entonces, se ponen a hacer posturitas amaneradas con la izquierda. Eso de parar, mandar, templar y cargar a un toro encastado con la zocata en los inicios es algo muy antiguo, que hay que modernizarse, y queda reservado sólo para el Cid, cuando las huelgas no se lo impidan.

domingo, 4 de octubre de 2009

Rebajas de Octubre en Las Ventas


Plaza de toros de Las Ventas. LLeno. Última de la Feria de Otoño. Toros de Victorino Martín remendados por uno de Carriquiri. Salió un sobrero de Julio de la Puerta. José Luis Moreno, Diego Urdiales y Sergio Aguilar.


Mal empezaba el dia cuando la corrida de los Victorinos no pasaba íntegra el reconocimiento veterinario. Mal presagio. Aún escuece la de Palha de hace siete días. Ahora no hay excusas. Que se sepa, Victorino no ha pedido dormir en los corrales, ni cambiar el agua de los aguaderos, ni siquiera parecía estar muy preocupado por la corrida según hemos visto en los micrófonos del Plus. No estaba preocupado porque sabía lo que había cargado en el camión. Ese camión era el de la basura. Toros chicos, sin trapío y anovillados, además de descastados y débiles. Juan Pedros con disfraces de Victorinos. Remendó la corrida un toro de Carriquiri y salió un sobrero regordío de Julio de la Puerta.

Abrió plaza José Luis Moreno, muy esperado por los aficionados. Es la revelación del año, aunque algunos ya lo conocíamos desde hace tiempo. No tuvo muchas opciones con sus oponentes. El primero fue una sardina, hace unos días en Pozoblanco toreó alguno con más trapío. Indigno para Madrid. Aún así no lo he visto también como en otras ocasiones. Tardó en coger la muleta con la izquierda y por ahí pasaron las pocas opciones que tenía de lucimiento. Demasiadas derechazos , de uno en uno y templados, pero sin sal ni picante. Cumplió. En su segundo, un toro digno del encaste bodeguero: soso, flojo y descastado, estuvo voluntarioso, sacó algún muletazo estimable pero terminó pasándose de faena y poniéndose pesado. Escuchó un aviso antes de entrar a matar. Tarde digna del cordobés, por encima de sus enemigos.

El protagonista de la tarde fue Urdiales, un torero con un corazón de león. Recibió a su primero con mucha torería y poder, aunque terminó viéndose apurado. El de Victorino se movía más rápido que el AVE, se quedaba siempre corto y desarrolló mucha guasa. Hoy me hubiera gustado ver a Castella darle a éste los pases cambiados por la espalda, manoletinas y recortes ojedistas. El riojano estuvo hecho un tío, utilizando el valor para lo que tienen que utilizarlo: para torear como Dios manda. Benditos sean los toreros ortodoxos. Sacó algunos muletazos interesantes, pero la grandeza de la faena estuvo en la tauromaquia de principios del siglo pasado: imponerse al toro y declararse ganador de esa guerra entre el animalismo y la inteligencia. Precioso el macheteo en la parte final de la lucha. Faena en blanco y negro, con olor a pelo quemado. Mató a la segunda y perdió la oreja. Vuelta al ruedo de ley, de las que valen más que la mayoría de las orejas regaladas este año en Las Ventas. ¿O alguien se acuerda ya de Pinar, El Capea o Tejela?. En su segundo, tres cuartos de lo mismo, el toro se orientó pronto y Diego anduvo en torero, con sabor añejo. Lo mató de gran estocada y recibió una gran ovación. Merecidísima.

Debe sentar mal anunciarse con una determinada ganadería y torear dos toros de diferentes propietarios. Eso es lo que le ha pasado a Aguilar esta tarde. Su primero fue un parásito, sin fuerza ninguna, un inválido que pagó los platos rotos del petardo ganadero y fue para atrás. Salió en su lugar un toro regordío de Julio de la Puerta, con esas hechuras se le acabó la gasolina enseguida. Sin opciones. El sexto, un pavo de Carriquiri, duró tan poco como una piruleta en la puerta de un colegio. Ante semejante percal Aguilar se limitó a torear con temple y gusto, toreando de salón, sin rival. Porque ese puede ser el resumen de la tarde: no hubo rivales.

lunes, 17 de agosto de 2009

La Quinta , rumbo al infierno . 2º Aste Nagusia

Foto: Burladero.com
Segunda del Aste Nagusia . Media plaza. Toros de La Quinta para Barrera , Aguilar y Fandiño.
La Primera en la frente. Bacalá. Tampoco es que sorprendiera a nadie o a casi nadie , pues esto de La Quinta ya se lleva viendo tiempo que va camino de la perdición . Al alquimista Martinez Conradi se le ha ido la mano buscando toros con más trapío y mas caja , obteniendo como resultado toros muy desiguales de presentación y fuera del tipo del encaste. O toma medidas ya o terminará cambiando su titulo de ganadería torista por uno de ``ganadería bueyista´´. De estas metamorfósis López Olea , propietario de la ganadería del Conde de la Corte , puede impartir un máster. Para nada vale que traigan a las grandes ferias la cuadra de caballos de Bonijol si luego el tercio de varas es una simulación . Tampoco es que tengan hoy dia los toreros muchas ganas de hacer las cosas con ortodoxia y esmero. Es rarísimo ver a un torero colocar el toro en suerte como mandan los cánones , ayer no fue una escepción y en el primer puyazo casi todos los toros fueron al relance , una vez que el matador los había dejado casi debajo del peto.
De los de la coleta ninguno deslumbró , cada uno estuvo en su papel , Antonio Barrera bullidor , dando mil derechazos sin ton ni son , alargando las faenas en exceso y haciendo gala de una mediocridad absoluta . Tesón y ganas no le faltan , pero no es suficiente para que entre como está entrando en las grandes ferias. Lo de Sergio Aguilar es para hacerselo mirar : se coloca bien , tiene un buen concepto y demuestra valentía , pero es sumamente frío , es tan abúlico que raya la insensibilidad . Algunos quieren compararlo en sus formas con Jose Tomás , pero a mí me da que tira mas olor al toreo aletargado y apático de Talavante. Fandiño fue muy aplaudido por casi todo lo que hizo , sin duda de los tres de ayer es el que con más gusto torea . Protagonizó lo mejor de la tarde con la capa y su faena al tercero de la tarde , un toro templadito y noblón , digno del encaste bodeguero , fue premiada con una oreja . Fandiño por lo menos demostró la inteligencia necesaria como para no echarse encima del toro , darle distancia y sitio y no atosigarlo con tandas muy largas : tres y el de pecho. Un par de templadas tandas con la diestra y una estocada le valieron el premio. Mañana , la tercera del ciclo , toca tortura : torea El Fandi .