sábado, 31 de julio de 2010
Que me quiten lo bailao, por Albert Boadella
Cuando el último invierno asomó la cabeza y encendí el fuego de la chimenea en mi casa del Ampurdán, el calor que desprendían las llamas con sus efluvios de roble y encina me sumieron en una agradable pero inquietante sensación de bienestar. Lo primero que me vino a la mente es que aquel momento tan grato por el efecto placentero del fuego tenía los días contados.
Un acto primitivo que había durado milenios gozaba de un futuro muy incierto y posiblemente, debería ser sustituido por fuegos in-vitro de gas o electricidad. Son las adherencias negativas de la modernidad.
Una impresión idéntica me la producen otras cosas confortantes de mi entorno, las cuales parecen llevar fecha de caducidad incluida. Pero entre todas ellas, donde más experimento esta sensación de postrimería es en la corrida. Tan sólo acercarme a la Monumental de Barcelona, me encuentro en la entrada de la plaza con un puñado de ciudadanos que me llaman torturador y asesino. Lo hacen con tal violencia, que parece como si los defensores de los animales, al identificarse sentimentalmente con las bestias, llegaran hasta el límite de asumir su naturaleza. No obstante, es el testimonio histérico de una realidad manifiesta.
Esto no siempre fue así. Hace cerca de 60 años, cuando pesaba más o menos 10 kilos, mi tío Ignacio me llevaba los domingos sentado sobre su brazo en algún tendido de la Monumental.
Desde este privilegiado palco, permanecía totalmente subyugado por lo que iban descubriendo mis ojos. Aquello era la vida de verdad, o por lo menos, como me hubiera gustado que fuera la vida. Las cosas que ocurrían en el exterior de la plaza, hasta el momento, me resultaban absurdas y sobre todo incomprensibles, pero allí dentro parecía todo tan natural que al domingo siguiente, sólo a la vista de la arena, mi corazón latía ya emocionado. Después, como tantos miles de niños españoles de la época, las toallas o los trapos de cocina se transformaban en muleta y el patinete era un peligroso morlaco.
Mis primeros dibujos infantiles fueron monotemáticos: toros de cuernos inacabables,
picadores por los suelos y toreros impartiendo justicia con la espada. Cuando los adultos me planteaban la tópica cuestión «niño, qué te gustaría ser de mayor?» yo no dudaba un solo instante, y durante muchos años respondí exactamente lo mismo: ¡quiero ser torero! Y en cierta medida he cumplido, lo que ocurre es que con un toro de cartón sobre el escenario. Me he conformado con un arte de simulación en vez del arte de la verdad. Si pudiera retroceder, lo tendría claro, a pesar de que en la tierra en que nací no hay toros sino millones de cerdos que nos contaminan el territorio con sus purines.
Si he rememorado esta íntima frustración es para poner de relieve que los chiquillos son los seres más cercanos a las artes; aunque paradójicamente, hoy me prohíban llevar a mi nieta a La Monumental. Los niños desearían que la vida fuera sólo arte, y en este sentido, he tenido la fortuna de que la mía se mantuviera fiel a la misma aspiración infantil. Quizá por eso los toros han sido también el núcleo de mis criterios artísticos.
Cuando de chaval asistía a La Monumental, los toros era entonces la actividad lúdica de más prestigio en España. Hasta finales de los 60 del pasado siglo XX, la fiesta taurina se había desarrollado en nuestro país como algo que formaba parte de la cotidianidad y por consiguiente, nada hacía prever un declive en su sólida implantación.
La enorme irradiación de la tauromaquia, esparcida en la simbología y el lenguaje corriente, así como la exaltación de la mitomanía popular derivada hacia las figuras del toreo, constituían el fiel reflejo del arraigo social y su primacía absoluta como festejo nacional. En definitiva, ningún ciudadano español sentía el mínimo complejo por declararse aficionado a la corrida, y más bien lo contrario podía suponer una rareza.
El panorama es ahora muy distinto. Actualmente, las artes han derivado hacia las simulaciones o la simple imitación de lo que fueron en el pasado. Mi oficio nada tiene que ver con lo que ocurría en la Grecia antigua. No digamos la pintura y la escultura que han desaparecido enterradas en los tanatorios del arte contemporáneo.
Los toros representan todavía el único arte auténtico bajo un concepto arcaico de las artes.
Es auténtico porque la vida y la muerte están presentes con toda su veracidad pero también con toda su metáfora. Nada es simulado ni pertenece al principio de lo decorativo. Se trata de un rito moral donde revivimos de forma catártica los ingredientes esenciales que componen la vida; el riesgo, la astucia, el miedo, la inteligencia, el valor, la belleza, la prudencia, el dolor y, sobre todo, lo más omnipresente en nuestra existencia: la muerte. Y aquí radica el mayor problema; nadie desea hoy su presencia, todo lo contrario, se quiere la muerte bien escondida. En este sentido, la permanencia del espléndido rito taurino parece tener un futuro difícil. El mundo occidental ya no corre paralelo a las emociones que segrega la tauromaquia, son sentimientos en declive que pertenecen al terreno de los grandes mitos del pasado.
El puritanismo ha triunfado definitivamente en Europa. La equiparación de los animales a las personas, los melindres patológicos en el trato a perros y gatos en sustitución de hijos o nietos, etcétera. En definitiva, la mala conciencia de la sociedad del bienestar viene compensada por un despliegue de filantropía y sensiblería infantil hacia los animales. La gente puede mirar las tripas al descubierto en la víctima de un atentado terrorista pero se horroriza por ver una gota de sangre en cualquier bicho. Los documentales acostumbran a eliminar las imágenes de un animal despedazando a otro, sobre todo si el merendado es un tierno cervatillo. En esos reportajes se cuenta la existencia animal como si de una telenovela se tratara, o sea, a gusto del consumidor actual. En resumen, como los niños y los adolescentes son los que cada vez más inspiran la moral de nuestra sociedad moderna, obviamente se impone su antojo; una naturaleza domesticada con justicia democrática y Seguridad Social.
Afortunadamente, el reino de la impostura no me quitará lo bailado. Nadie me hará olvidar a Carlos Arruza en sus triunfos de Barcelona, ni el ceremonial austero de El Viti, ni el toreo de frente de mi añorado amigo Manolo Vázquez. Los catalanes que se han privado de las grandes tardes del sacerdote-torero José Tomas en la Monumental no sabrán nunca que allí estuvo un artista mejor y sobre todo, más sobrio que Gaudí. ¿Volveremos a revivir aquello? Es posible, pero aun sin perder las esperanzas de cosas mejores me he beneficiado sobradamente del arte de estos toreros. Incluso, he tenido la suerte de que el rechazo taurino de Barcelona me haya empujado a la espléndida feria de Nimes. En su impresionante anfiteatro romano he visto también al gran Enrique Ponce indultar un toro y después brindarme otro. Señores, con semejante historial ya me puedo morir satisfecho.
jueves, 29 de julio de 2010
Principio y final de un brindis
Juan Franco del Río
Sol y Sombra
27 Julio 1921
Rafael El Gallo, en la Monumental de Barcelona el 24 de Julio 1921
En su primer toro comenzó la faena confiado y bien, dando pases lucidos, pero se cansó pronto, le dió un puñalón de los suyos en las tablas de cuello y se acabó lo que se daba, viniendo después un general desconcierto...
Pero pisó el ruedo Capuchino y se encontró el torero que necesitaba. Vimos a Rafael torear de capa y lo vimos hacer quites preciosos, y poner pares de banderillas muy toreros, sobre todo el último, digno de un cuadro de Sorolla.
Luego vimos más. Se le ocurrió a Rafael, porque en todo es original, brindarle la muerte del toro a una criatura de unos dos años que, vestidita con un traje de luces, tenía su padre en los brazos, en el tendido 3 de sombra. Y realizó el soberano artista una de esas faenas que no hay pluma que la detalle, de las que no hay quien la reseñe. No daba un pase sin mirar a la afortunada criaturita. No se puede torear mejor, ni con más arte, ni con más gracia, ni se puede estar más cerca, más tranquilo, más confiado. Públicos y toreros estaban admirados. Y la música, sin cesar de tocar. Y las aclamaciones cada vez más frenéticas. Buen toro fué Capuchino, pero se le puso enfrente el torero, el artistazo que necesitaba. Una estocada delantera a tenazón y un descabello al segundo intento, se desbordó el entusiasmo.
Bueno, pues de este toro no se le concedió la oreja, a pesar de pedirla con gran insistencia el público. Al Sr. García, que presidía, no le dió la linda gana y se ganó una soberana bronca y, en señal de desagravio, las ovaciones a Rafael fueron continuas, casi hasta terminar la corrida.
Bajó al ruedo el padre con la criatura y Rafael la cogió en brazos y la besó. Estos espectáculos, como otros de otra índole, no los proporciona más que este supremo artista del toreo.
Y vamos con lo de la oreja. Un espada torea muy mal a un toro, pero éste junta las manos y el diestro entierra el acero en los altos hasta llegar al pelo; se entusiasma el público, pide la oreja y el presidente la concede.
Un espada que desde que el toro sale del chiquero, torea bien, hace una faena de muleta inmensa, vuelve loca a la gente, da una estocada defectuosa, descabella al segundo intento, y el público lleno de entusiasmo, no cesa de aplaudir y pide la oreja, negándose a ello el presidente.
¿Pero quién otorga el galardón, el público o el presidente? ¿No se da una oreja por una gran estocada, por qué no se ha de dar por una faena inenarrable? ¿No se premia el mérito de un gran estoqueador, por qué no se ha de premiar el de un buen torero? ¿Puede un presidente conceder una oreja sin ser pedida por el público?
Pues bien; yo más complaciente, más justo que el Sr. García, concedo a Rafael, porque me da la franca gana, las dos orejas, el rabo, y todo lo que hay que conceder de Capuchino en premio a la indescriptible faena del más grande artista del toreo...
Aquella criatura a la que las musas quisieron que quedara bendecida por el aceite de la buena sombra que rezumaban los trillones de trillones de átomos que le daban forma al mayor artista que ha existido, es la viva imagen de la tauromaquia. Nacida durante la Edad de Oro, sus mejillas carnosas fueron selladas de por vida como gallistas. Noventa y un años han pasado desde entonces, y el terreno fértil dónde Rafael plantó el beso hoy no es más que un torrente seco, un despeñadero que se ha ido formando lentamente por la erosión que han provocado taurinos ávaros y sociedades ovejunas, que se han encargado, al a limón, de enterrar al Toro sin pensar nunca en que esa sería la muerte de aquella criaturita casi centenaria.
miércoles, 28 de julio de 2010
Más vivos que nunca
Fumata blanca. Lo que ya se sabía, lo que era un secreto a voces, la bicha, se ha consumado. La Monumental de Barcelona dejará de dar corridas de toros, a partir de 2012.
De abolir la tauromaquia, nada de nada. Y mira que lo han intentado de todas las formas y medios posibles. Con valdanos argentinos; con filósofos con filosofías de chicha y nabo; el pelón del Dalai Lama, entre ensalada de bambú y petisuís de soja, ha enredado lo suyo; culturetas perroflautas como Alaska; políticas como Rahola, tan carismática ella, con cátedra en el Crónicas Marcianas, junto a Boris -y su pene-, Ramoncín, Yola Berrocal o la Bruja Lola; o la activista -que al parecer ahora es una profesión, como médico o maestro-, ex cantante de Amistades peligrosas, aquella que se hizo millonaria cantando esa letra tan lorquiana de hoy voy a ir al grano, te voy a meter mano... Menuda panda.
Tengo 28 años, nací en democracia, en una familia en la que los rescoldos de la guerra aún abrasan. Con gente de mi misma sangre enterrada en alguna cuneta, en algún punto entre los límites de Almería y Granada. Son muchas las veces que me han contado las miserias de la vieja España, que para mí más que vieja, era lejana. Tan lejana como Júpiter. Oía esas historias de vecinos amargándose -y quitándose- la vida entre ellos, pepitos que disfrutaban con la desgracia de los juanillos, comités del pueblo -alcalde, cura, médico- organizando Fiestas Patronales en dónde días antes la bala y el cuchillo habían ajusticiado a los que pensaban diferente a ellos. Y yo, que apenas atendía, siempre lo escuchaba como el que oye llover.
Esta mañana por fin he entendido algo. La vieja España no estaba en Júpiter, estaba ahí y no la hemos querido ver. La España de los ganadores y los perdedores. En ese momento, justo después de conocerse el resultado oficial, toda la mezquindad, todo el veneno de la casta humana ha tomado por suyo el hemiciclo. Personas, vecinos, amigos, familiares, representantes, paisanos, conocidos, camaradas, compañeros, colegas, todos nuestros, dando brincos de alegría, mofándose y riéndose del vecino, pavoneándose del sufrimiento ajeno. Reales y duras las imagenes de esos animalistas botando como energúmenos mientras sentados a su lado hay personas llorando desconsoladamente. Los mismos que nos culpan de no tener compasión por el Toro no han tenido por bueno hacer gala de ese sentimiento para con el prójimo. Cómo si el prójimo les importara. El problema quizás subyace en que sus prójimos son los burros, los periquitos, los marranos o el camarón de agua salada. Son animalistas porque piensan y sienten como bestias, y de ahí su comportamiento. Tirando al asno.
Hace un rato he vuelto a hablar con mi amigo Tolo, que sin ser catalán ha luchado -desde su modesta posición de aficionado- con todas sus fuerzas porque la Monumental no se muera. A porta gaiola se ha ido, al Parlament, a ver a los puntilleros pasar en sus Mercedes con chófer, lujo que curiosamente antes sólo se podían permitir los toreros. Se salieron con la suya -me dice casi gimoteando-. Un tio criado en Almería, a caballo entre el desierto de Tabernas y el mármol de Macael. Un tipo duro y apretado como la risca al que esta mañana lo he imaginado llorando por segunda vez en su vida. La primera fue cuando le tocó darle sepultura a un hermano. Sus sueños de torero, ese torerillo que saltaba con la luna las vallas de las dehesas creyendo que al otro lado estaba el paraíso y que por la noche las vacas no podían dar cornadas -pobre, que se le creyó-, hace años que se desvanecieron. Y no se le ocurrió otra cosa que dejar su casa, su familia, su tierra, para largarse, como muchos andaluces, a Catalunya, en busca de un trabajo, de una nueva vida. Hoy hay muchos tolos, hay gente padeciendo, sufriendo, sintiéndose extraña en su propia casa, preguntándose que es lo que ha hecho mal para que los vecinos con los que comparte tantas cosas de pronto lo señalen como maldito. Me vuelvo pa'llá, ¡que cojones me van a decir a mí lo que tengo que hacer o como tengo que vivir! -fin de su historia en Barcelona- Mi casa la tiene abierta.
Tanto empeño, tanto derramamiento de dinero, energías y gilipollez, para adelantar la muerte, dejando víctimas millonarias, de una plaza que llevaba condenada desde hace tiempo. Mi enhorabuena a todos ellos, por demostrarle al pueblo que no es necesario el graduado escolar, la decencia o el esfuerzo para tener un minuto de gloria en esta vida. Constituyen todo un ejemplo de superación personal, como el loro que dice hola después de un año de adiestramiento o el mono que aprende a distinguir un platano de Canarias -el de las motitas- de una banana. Saben perfectamente que en Catalunya a los toros le quedaban dos o tres años, o hasta que se retire José Tomás, ¿Por qué tanto empeño en provocar dolor? ¿Por qué esas prisas por enterrar todo? El afán de notoriedad y la erótica del poder son las respuestas. Se ven ganadores, se creen revolucionarios a los que los libros dentro de tres siglos los van a cubrir de gloria. Si tanto saben de ecología deberían de saber que su destino está con el mío, con los gusanos, la podredumbre y la peste. Y si existiera Dios, a mí me da igual dónde me mande, pero que a estos los encierre -nunca mejor dicho- en el paraíso de los toros, con Bastonito, Bravío, Diano, Islero o Pocapena, que ya sabrían lo que hacer con ellos.
En Catalunya seguirá habiendo toros, en el nord, en Cèret. Capital mundial de la suerte de varas. Catalunya auténtica, la que recibe con los brazos abiertos, sin mirar el acento ni la partida de nacimiento del visitante. Gentes de Graná -Granada, en los mapas- los montes de Toledo, la baja Andalucía, las dos castillas o el norte, se reúnen bajo una misma bandera, sin colores ni franjas: la del Toro. Cuando estamos en Cèret el habla catalana suena diferente, a lengua de hombres. La naturaleza es sabia; el cuerpo humano una maquina perfecta -menos en algunos casos, como el mío-, y no pueden permitir que suenen igual las cuerdas vocales de un sujeto que habla y vive en total libertad, cómo y dónde quiere, que las de un fulano al que le imponen una lengua, a través de leyes y estatutos, desde que se destetó, viviendo siempre bajo el yugo de unos cuantos rabinos integristas que no son multitud. Cèret es nuestro Perpignan y así va a seguir siendo. Ahora les toca dar un paso a las figuras, aquellas que decían a Zabala o a Molés que siempre defenderían las corridas en Catalunya -defenderlas de ellos mismos, que irónico-. El año que viene, y el otro, y el siguiente, los de la barretina, el de la encerrona, los del duende y el puro, todos para allá, para Cèret, con la Fiesta, el Pueblo y el Toro. Es hora de que algunos demuestren de verdad de que material están hechos.
Pero hay mas: el planeta de los toros, y los satélites que lo rondan: la emoción, el peligro real de muerte, las cantidades ingentes de adrelina recorriendo esos cuerpos serranos -las hormonas no entienden si la serranía es de Ronda o del Penedés-, la admiración y veneración -real- del pueblo por el toro van a seguir girando por las Tierras del Ebro. El Correbous sigue -y seguirá- en órbita.
Como creen saberlo todo -hasta lo que prohiben-, piensan los pobres que acaban con la tauromaquia desposeyendo a José Tomás de su plaza talismán; al Juli de una plaza de primera categoría en la que seguir sumando o multiplicando números; o dejando con la miel en los labios a cinco mil personas, viudas de Morante. El arte de torear es algo mucho más profundo y serio que todo esto. Para empezar, es algo imborrable. Pueden derribar plazas, gasear ganaderías, castigar al aficionado, sobornar a taurinos, pero nunca, nunca, podrán borrar las huellas que ha ido dejando a su paso. Huellas en el lenguaje, en las costumbres, en la cultura, en el carácter, y sobre todo, en el corazón y en la mente de millones de personas. Digo personas y no aficionados, porque abolicionistas al margen, todo el mundo, alguna vez en su vida se ha emocionado, se ha visto ensimismado por la obra de un torero.
Si por prohibir es, nos pueden prohibir el acceso a una calle, las vuvuzelas, el burka, a fumar habanos, a circular como aviones, lo que quieran, que para algo son los ejecutores de esta democracia vestida de buenas intenciones, debajo de cuyas ropas se cobija una dictadura, la de las mayorías. Sin embargo hay dos cosas, que vienen a ser la misma, que se les escapan de las cadenas que intentan ponernos: enamorar y torear. Decía Curro -un próscrito a partir de ahora, casi un terrorista- que torear es acariciar; verbo que a su vez aclara lo que es tratar a alguien con amor y ternura. ¿Hay pues, alguna manera más loable y respetuosa de tratar a un Toro que toreándolo con finas maneras, mostrándole todo el querer que sólo pueden y saben darle unas personas que se visten de luces y se les conocen como toreros?
No lo creo. Si yo fuera toro, montaría una ILP en la dehesa -con la amenaza de cerrar el grifo de las embestidas- para obligar a que vuelvan Curro, Antoñete y Paula y nos traten como dios manda.
martes, 27 de julio de 2010
Domingo sin fútbol y sin toros
DOMINGO 25 JULIO 2010
19:30 Plaza de Toros de Roquetas de Mar (Almería). Toros de Cuvillo para El Juli, El Fandi y Ruíz Manuel.
Mundotoro.
Así nos cuenta la actuación de El Juli Juanjo Aguilera, en el Ideal:
Dicen que se torea como se es y por lo visto ayer casi que sí, si bien es cierto que pueden aparecer excepciones. Puede que la de El Juli sea una, porque el 'acelero' de tener que torear en Roquetas de Mar a las 19.30 y tener que hacerlo en Atarfe a las 22.30 no 'casa' con quien aplica tanto temple a su toreo. Por esas formas de expresarse en la plaza, el madrileño salió ayer por la puerta grande y por esas formas acumula muchos triunfos esta temporada.Una demostración
Lo de El Juli es la confirmación del cambio que el diestro madrileño ha experimentado de hace varias temporadas acá y en la presente parece haber llegado a ese momento de forma que todo profesional ansía. Ayer, en Roquetas, dio una exhibición de poder y maestría para, en el primer toro, hacer una gran faena. Compró un metro cuadrado de terreno y en él ejecutó su doctrina.Siempre utilizó la medida exacta, ni se pasó ni se quedó a medias a la hora de pisar terrenos -siempre en los justos-, de poner la muleta en el sitio, de sentir y de sentirse torero. Ya se le vio a la hora de recibir a su enemigo, con excelente toreo a la verónica, para lucirse luego con un buen quite. Lo mejor, sin embargo, estaba por llegar. Julián López demostró que ese camino que recorre en la actualidad lleno de éxitos no es fruto de la casualidad, sino de su oficio y, por supuesto, de sentirse a gusto delante de la cara del toro. Ahí compuso su faena, con desmayo, profundidad y temple y, por si le falta algo, de menos a más en intensidad.Ante el quinto, sacó buenos lances con el capote e intentó cuajar una actuación similar, pero el toro, que se le echó en mitad de la faena dos veces, no quiso darle más gloria al madrileño, si bien es cierto que consiguió un par de tandas con mucho 'peso' por el pitón derecho.
Nota: Aguilera es el único cronista que se ha referido a la endeblez de la corrida, con colofón en el quinto, que se echó dos veces, no sabemos si por inválido o por borrego.
22:30 Plaza de Toros de Atarfe (Granada) Toros de Daniel Ruíz para López Chaves, El Juli y El Fandi.
Así se los ponían a Felipe II. Ramón L. Pérez. (pinchar para agrandar)
María Dolores Martínez, ilustre pregonera del Corpus de Granada, emperifolló la crónica para Mundotoro así:
Emocionante y valentísima la faena de Julián López El Juli frente al parado segundo. El duende y el quejío en la soleá que le dedicó El Parrón fueron el acompañamiento perfecto para una labor plena de conocimientos en la que El Juli apuró al máximo los terrenos para imponerse con suficiencia a su astado. Refrendó su importante obra con un pinchazo y estocada hasta la bola que pusieron en sus manos dos orejas pedidas con muchísima fuerza.
El Juli tampoco perdonó con el quinto, en el que encontró mejor material por su fondo de nobleza y mayor entrega. Exhibió una vez más la naturalidad y suavidad de su capote y muleta en mano exprimió al máximo las posibilidades de un astado que acabó entregando la cuchara. Otra estocada y oreja a ley. El arte de Marina Heredia y el de El Juli se fusionaron esta vez con la letra de un poema de Benitez Carrasco.
Nota 2: Tampoco aquí se hace referencia al supuesto afeitado de alguno de los toros. El de la foto, por ejemplo.
Resumiendo: Domingo 25 de Julio, tarde-noche, dos plazas de tercera, dos ganaderías comerciales, cuatro toros bobos, uno afeitado, otro inválido que se echó dos veces a media faena, cinco orejas, dos puertas grandes y otros dos triunfos importantes. Desplazamiento por carretera de 162 kilómetros, más de cinco horas -con sus cuatro faenas y algunos quites- , con el mismo traje de luces, que termina en la lavandería sin una sola mancha de sangre. ¿Figura de qué?
lunes, 26 de julio de 2010
La última mesa
La última cena de la Mesa antes del Calvario. Entre ellos, Balañá contando sus treinta monedas de plata.
La tauromaquia se encuentra más indefensa y sola que nunca. Sufre ataques irracionales por todas partes; por dentro, el más virulento, con toreros sin orgullo, toros sin casta y ávaros taurinos. Por fuera, nos asaltan los de la verdura, integristas de la coliflor y el nabo; los representantes del pueblo, moralistas con la misma moralidad que los viejos verdes del Vaticano; y el resto de la sociedad, displicente frente a las injusticias, cobijada bajo la cobardía del `mientras a mí no me toque...´
Las pocas defensas naturales de las que siempre ha dispuesto la Fiesta, el Toro bravo, imponente, el que no da lástima, cumple años en las dehesas sin que ningún veedor se enamore de él. El asfalto y el adoquín de las calles lo verán correr y las plazas de tientas anónimas dónde , después de la ración de mueco, son utilizados como carretones de entrenamiento son su destino. Algunos son indultados, y se van para Francia o para el norte de España, dónde mueren como casta obliga. Mientras, los toros de Disney, esos que en varas en vez de encampanarse y arremeter contra el acorazado de picar se ponen a soltar lágrimas -por lo noble, dicen algunos- y a mugir como vacas charolesas -por su clase, dicen los mismos-, se hacen los amos del ruedo. Del ruedo de la deshonra y el folklore. De verdad, hay cosas que son indefendibles. Como Irak.
Las defensas -ofensas diría yo- artificiales que tenemos no son capaces de mirar más allá de su propio ombligo sin tropezarse dos veces con la misma piedra. Y no sólo por que aún no hayan roto el saco de la avaricia -aunque está descosido y los remiendos no le valen-; lo preocupante de verdad es que esta incapacidad es lo natural en ellos. Ni ganas, ni disposición, ni mucho menos vergüenza. Así está el patio.
Mesas, Plataformas, Federaciones, ANOET'es, y no sé cuántas más cofradías de la taurinocracia, que han contemplado impertérrritos, como la vaca que ve pasar el tren, los numerosos terremotos -con sus réplicas- que llevan sacudiéndonos desde hace años. Trabajando -cuando lo hacen- tarde y mal, que para eso somos españoles y hay una fama que cumplir. Abnegados y cegados por el brillo del dinero y el encanto del poder. La legalización de las fundas, una tarjeta de crédito -que no valdrá para sacar entradas para los toros en Catalunya- o la reunión de urgencia con el PSC, con dos años de retraso, cuando el pescado está vendido y servido en la mesa -que ironía-, han sido los últimos ases que se han sacado de la montera estos señores ejecutivos -y ejecutores- del toro. La chirigota de Martín Peñato, que podría ganar un Primer Premio en los Carnavales de Cádiz, por cómica y absurda, es la de la que más se habla, lo cuál no quiere decir que sea para bien. De la Plataforma, ANOET, de la Federación se sabe poco, tendrán cosas más importantes que hacer que mojarse el culo en la bicha catalana.
El sistema taurino está caduco, apesta a leche agriada y, como los encastes de Miura o Cuadri, está siendo víctima de su endogamia. Toreros retirados en labores de periodista -algunos, sin el Bachiller-, de ganadero, profesor o ejecutivo. ¿Criaturas polifacéticas o garrapatas chupasangres? Ganaderos con labores ejecutivas y administrativas, empresarios que llevan ganaderías, plazas y toreros. Representantes de los mozos de espadas que tienen reuniones con los políticos. Lo raro, y extraordinario de verdad, hubiera sido que estos grupos hubieran sido capaces de defender algo que no sean sus intereses. Es urgente abrir las ventanas y airear la casa, que atufa a muerto. A un muerto que hay encima de la mesa.
Uno de los grandes argumentos que usamos para rebatir a los antitaurinos -los de fuera- es el de la gran masa de gente que mueve el toro, sólo superado por el balompié. Las comparaciones son odiosas -en este caso más- pero es necesaro hacerlas, pues hablamos de los dos espectáculos mayoritarios de un país -o lo que queda- con 45 millones de habitantes. Vamos al lío pues.
Si dejamos aparte el lado de lo que pasa en el ruedo o el campo, y nos referimos a asuntos de despachos y modelos organizativos, el fútbol, y sus grandes clubs, pueden valernos como ejemplo. El lugar que ocupa en los medios y la sociedad de nuestro tiempo no es por casualidad. Detrás de veintidós tios detrás de una pelotita hay una ingeniería del negocio, un gran proyecto de espectáculo que es bien recibido y tratado por todo el mundo. Hablando de negocios y modelos de gestión futboleros el mejor ejemplo es el Real Madrid. Presidido por un tipo que no tiene ni pajolera idea de fútbol -está más que demostrado- pero un Rey Midas, al fin y al cabo. ¿De quién se rodeó? Innovó un organigrama empresarial nuevo en el fútbol. Carlos Sánchez Albornoz, José Angel Sánchez en labores ejecutivas; Ferreras -que era Director General de la Cadena Ser- en el Departamento de Comunicación; también abrió un departamento jurídico propio que le evitó airear los trapos sucios fuera de casa. Después todos conocemos el boom de la marca Real Madrid. Lo que pasara luego dentro del campo pertenece a otro tipo de análisis. Decir que, posiblemente, de los antes citados, ninguno es ex-jugador, ni ex-nada, son, eran, simplemente los tipos más brillantes para llevar a cabo una determinada labor. Y a por ellos que fué, sin contemplaciones.
Premio Taurodelta 2010 al eslogan más disparatado.
Volviendo a la Mesa, ¿qué tenemos? Un presidente que sabrá -eso espero- lo que es un berrendo en colorao, o lo que es un toro sardo, pero el tema de tomar decisiones, elegir colaboradores, elaborar proyectos, llevar a cabo ideas, no tiene capacidad. No tiene formación para eso. Victoriano Peña, representante de los mozos de espada, se sabrá al dedillo los hoteles y mapas de media España, conocerá de primera mano lo que siente un torero mientras se viste dos horas antes de anuciarse con la parca, pero quizás no sea el hombre adecuado para reunirse una semana antes de la votación con el representante del Partido Socialista de Catalunya. Así podríamos seguir enunciando taurinos, hijos de, ganaderos de, ex- algo que, con todos los respetos, no merecen el cargo que ocupan.
Es hora de buscar gente preparada, jóvenes entusiastas, que sepan moverse por los laberintos de este principio de siglo, dónde la tecnología y la imagen es vital para subsistir. Renovarse o morir. Licenciados en Derecho, expertos en Ciencias Políticas, Comunicación, Dirección de empresas, los mejores que estén a nuestro alcance, visto está que cuando quieren hay dinero. No tiene que importar si son aficionados al Toro o al punto de cruz. Profesionales con formación, con currículum, con ideas frescas y no esos profesionales, que en la jerga taurina vienen a definirse como `los que siempre salen en la foto´.
Ya puestos, matariamos dos pájaros de un tiro. Antes hemos dicho que la imagen es fundamental para llegar a la gente, esa gran desconocida. ¿Con qué se encuentra esa persona, a la que los toros ni fú ni fá y que ha leído en el Diario Público, por ejemplo, que el mundo del toro es primitivo, rancio y cosa de viejos? Si puede ver a los componentes de la Mesa, verá que predominan los pelos encharcutados en brillantina, las patillas blancas y el olor a macho. Un par de mujeres. Jóvenes, ¿para qué? Resulta una broma de mal gusto -otra- el slogan. Mesa del toro: el futuro de los toros. ¿Cómo puede acuñarse la palabra futuro sin contar con los jóvenes?
La Mesa del Toro, necesita una renovación urgente, que conociendo como conocemos el percal, sabemos que no se va a producir. Desaparecerá el Toro de las plazas y ellos seguirán, con sus tarjetas de crédito, sus patillas y sus reuniones secretas. Así son estos señores, primero su Mesa y después, el Toro.
domingo, 25 de julio de 2010
La muerte del toro
En la corrida el toro muere necesariamente, pero no es abatido como en el matadero, es combatido. Porque el combate en el ruedo, aunque sea fundamentalmente desigual, es radicalmente leal. El toro no es tratado como una bestia nociva que podemos exterminar ni como el chivo expiatorio que tenemos que sacrificar, sino como una especie combatiente que el hombre puede afrontar. Tiene, pues, que ser con el respeto de sus armas naturales, tantos físicas como morales. El hombre debe esquivar al toro, pero de cara, dejándose siempre ver lo más posible, situándose de manera deliberada en la línea de embestida natural del toro, asumiendo él mismo el riesgo de morir. Sólo tiene el derecho de matar al toro quien acepta poner en juego su propia vida. Un combate desigual pero leal: las armas de la inteligencia y de la astucia contra las del instinto y la fuerza.
Filosofía de las corridas de toros
El Julipié es la rúbrica más ruín y cobarde de una liturgia que gira en torno a un sólo elemento: el respeto al Toro. Sin éste cortés afecto, nada tiene importancia, por mucha belleza que desprenda la obra, será hueca como un támbor al que golpea la vida.
Obsérvese atentamente en las dos fotos:
Arriba, el Fundi, 365 días al año honesto matador de toros que, ocasionalmente, y de manera adicional, cuando la condición del Toro, siempre un Toro, se lo permite, es capaz de aunar la estética a la ética. Gloria a los héroes.
Debajo, El Juli, vanguardismo torerista en estado puro, 365 días al año censurando la bravura, vetando al Toro, cerrándole las puertas del paraíso dónde está escrito tienen que ir a luchar o morir. Cínico verdugo, sus mutilados antagonistas son condenados a muerte, como el guillotinado, sin posibilidad ninguna de defender su vida y/o atacar a su ejecutor.
Véase también en ambas instantáneas la expresión, la mirada del toro en el momento del embroque. El Miura lidiado en Pamplona, con la mirada viva, sabiéndo y acertando en su presa que, de manera leal, entiende que la suerte suprema es el momento en que Toro y Torero tienen que luchar cada uno con sus armas, asumiendo el riesgo de la propia muerte. Es el momento cumbre de la lidia: matar o morir.
Zurcidor, de Torrealta, mantiene la inexpresividad en el gesto del encaperuzado que no sabe lo que se le viene encima. Únicamente tiene algo de savia su mirada, con el ojo ampliamente abierto, signo de sorpresa, señal de sobresalto ante lo desconocido, asustado por lo que no es capaz de ver, culpa de una amplia muleta cegadora.
viernes, 23 de julio de 2010
Las virtudes memorables de don Daniel
Así nos contó Javier Villán el triunfo de El Juli en Valencia con los toros de Daniel Ruiz.
Javier Villán,
El Mundo
23, Julio, 2010
Ayer fue una tarde gloriosa y ciertamente digna de recordación; para el ciclismo español y el ciclismo en general, quiero decir. Desde lejanos tiempos asocio, indefectiblemente, San Fermín y la Fira de Juliol al Tour de Francia. En parte la culpa de esta afición mía al ciclismo la tiene Carlos Ilian, el de Marca -la Marca que decía la gente allá por los cuarenta, cincuenta, sesenta e incluso los setenta-. Carlos Ilian sabe de ciclismo casi tanto como de toros; a veces le digo que esa erudición por la bicicleta se le ha contagiado Don Mariano Rajoy; y entonces, el crítico taurino, se revuelve como un santacoloma de aquellos que mataba hace años su admirado y admirable Paco Camino, Don Francisco de Camas. Ante esta procelosa aventura encastada, cambio el tercio diciéndole que José Tomás también es aficionado al ciclismo; tanto que, una vez, para ver la ascensión del Tourmalet o del Mont Ventoux -no recuerdo muy bien- un amigo fletó un avión para que el fenómeno de Galapagar llegara a tiempo desde Málaga a las nieblas o los vientos franceses. Nebulosas y ventarrones oscurecieron las mentes de los matadores, menos la de El Juli, firme y contundente.
Los torillos de ayer de Don Daniel que, ¡oh milagro!, se movieron pese a su blandura y, a veces, con dudosas intenciones; era como si las citadas nieblas y ventiscas les hubieran reblandecido los huesos. Las reses de don Daniel Ruiz, ilustre ganadero albaceteño, me ponen. Veo anunciados estos toros y me sobreviene enseguida una descarga de adrenalina que me produce un subidón.
Los toros de los señores Ruiz, padre e hijo, son previsibles. Mas dentro de esa previsibilidad tienen cierta incertidumbre; por ejemplo, en qué momento de la lidia van a derrumbarse, qué tipo de noblota mansedumbre desarrollarán, si la rectante de la babosa o la lanuda del ovejo. Y, sobre todo, qué siniestra mano traidora les ha toqueteado los pitones, que no digo que estén tocados, pero por si acaso. Dejémoslo en grado de sospecha para no herir sensibilidades, que los taurinos son muy suspicaces.
A veces, amagaban la cornada como el segundo, quizá, con el quinto los de más trapío. O sea que a El Fandi le tocó bailar con la más fea sin que pudiera redimirse con las banderillas. Se descubrió Fandila y el danielruiz le pegó una gran paliza. Por lo demás, algunos de los animalejos resultaron indecorosos para una plaza de primera. El tercero era un chota sin cara ni pitones; y al cuarto, se le simuló la suerte de varas.
Esa es otra de las incertidumbres de los toros del señor Ruiz: adivinar cómo se van a simular los puyazos; si con un picotazo o un refilonazo. Como diría un castizo madrileño, `sangre ni para un análisis´. Con estos animalejos, la técnica torera de El Juli anduvo a gorrazos; Manzanares, en cambio, fue desbordado y le rompieron a menudo su exquisita imagen de torero esteta.
In memoriam: es la primera feria en Valencia, desde hace veinte años, que no me encuentro con Jaime Marco, El Choni. Sus amigos echamos de menos su sabiduría, su tomasismo radical y hasta su leve amargura de torero insuficientemente valorado al que le dió alternativa Manolete. Requiescat un amigo y un torero cabal.
jueves, 22 de julio de 2010
Barcelona medio llena; Barcelona medio vacía
-Tolo, ¿estuviste ayer en La Monumental? Dicen que se lió gorda.
- ¿Gorda? Como no te expliques...
- Que con la plaza casi llena, y eso que no estaba José Tomás, hubo una gran protesta, y una gran tarde de toros.
- ¡Qué dices! Serían, cuarenta o cincuenta, en un tendido con una senyera, los que empezaron a gritar ¡libertad, libertad! y el resto de la plaza empezó a aplaudirles. Además, de casi lleno ná, mucha gente de fuera y muchas colas fuera, en la taquilla, devolviendo las entradas y cogiendo el dinerito, sólo les interesaba el místico.
- Pues he leído y me han contado otras cosas. Que fue una gran muestra de la soberanía popular. Un ejemplo de libertad del pueblo catalán. Vamos que aquello parecía París en el Mayo del 68. Que Manzanares estuvo cumbre y el Juli bien, con poco material. No me lo terminaba de creer, pero mira me has sacao de dudas...
- Una más: aburrida y triunfal. Con toros sin casta y sin fuerzas. Y alguno sin pitones.
- Nos vemos...
Mucho se ha hablado en estos últimos días sobre el catalanicidio de los toros, sobre si los culpables hay que buscarlos entre la clase política, o en nuestra propia familia. Las vendas que se le han puesto al herido también generan polémica. Más que mitigar, han aumentado el dolor y el escozor. Unos creemos que la única manera de acabar con la basura que apesta en el toreo es levantar las alfombras, contar todo lo que pasa, desde un punto de vista lo más objetivo posible, sin caer en fantasías ni en fanatismos, ejerciendo la crítica con todos los sentidos puestos en lo único que tiene valor: lo que pasa en el ruedo. Lo demás, es accesorio. Somos los que vemos la botella medio vacía.
Para otros, que son muchos, la única manera que tienen de ayudar es colocándose el disfraz de la buena madre. Tapando las gamberradas del hijo; firmando las malas notas antes de que el padre las vea o excusando todo lo que el vástago hace mal en la suerte, el destino o el `ya mejorará, es joven aún´. La justificación infinita es su pecado. Hasta que unos cuántos años más tarde, la policía llega un día a casa, y esas excusas, ya no son tales, ahora el niño ha metido la pata hasta el corvejón, y la madre, la buena samaritana que sólo tenía palabras de aprobación y justificación para su hijo, se ha convertido en encubridora y cómplice de un delito. En este momento, a la pobre, que sólo quería lo mejor para su retoño, las lágrimas la desbordan, y el `¿qué he hecho mal? o ¿qué he hecho yo para merecer esto? le corroe las entrañas. Pero ya es tarde, demasiado buen corazón y poca sensatez. Son los que ven la botella siempre medio llena.
El ejemplo más claro de esta doble cara -aunque hay muchas más- que tiene el aficionado se ha dado en la corrida de toros celebrada en Barcelona el domingo pasado. Se encartelaban Juli, que sustituía a José Tomás, Manzanares y Fundi, con toros de Victoriano del Río. En teoría, el cartel cumbre de la temporada catalana, fijado diez días antes del ajusticiamiento político del toro por parte de sus señorías. La fecha estaba bien estudiada, magníficamente elegida. Uno, que no ha estado allí, y que sólo tiene conocimiento de lo que pudo pasar a través de una conversación telefónica con mi amigo Tolo, del que dicho sea de paso, me fio poco de sus criterios taurinos -perdona, Tolo, pero ya lo sabías-, se ha tenido que dedicar a ocupar su tiempo libre en librar asuntos propios de detectives. Algo así como un Sherlock Holmes taurino. Con sólo cambiar la pipa de detective, por el puro de aficionado, y la lupa por el pañuelo blanco, ya se hacen ustedes una idea. Así que vamos a dejar escrito por aquí, todas las afirmaciones y negaciones sobre lo acontecido el otro día, que a principios de temporada llevaba camino de convertirse en otra tarde histórica e importante, y unos días después vemos que para lo único que ha valido ha sido para darle más argumentos, sólidos como barcos de acero, a los antitaurinos.
Burladero, el portal taurino con no se qué cuántos millones de lectores, tituló: `Barcelona clama libertad en su día y goza con Manzanares´. Germán Jiménez nos cuenta que la gente acudió masivamente a la cita, sin importarles que no estuviera José Tomás. También nos dice que unos aficionados del 5 se arrancaron con las voces reivindicativas y que los siguió toda la plaza. Habla de toros terciados, justos de fuerza , desiguales, rajados y manejables. Con este material afirma rotundamente que el Juli tiró de raza y que Manzanares hizo gozar al respetable.
En Mundotoro, alter ego de Burladero, el bueno de Ángel Saá titula `Lío de Manzanares´. Nos describe como Manzanares enloqueció la plaza gracias a su toreo empacado, como el Juli estuvo importante, dejando dos series de naturales monumentales y Fundi a disgusto con su lote. Nos cuenta que los toros de Victoriano tuvieron un juego distinto, que hubo un quinto exigente y un tercero, que sólo quería defenderse. Todo esto, ante la mejor entrada de la temporada.
El lío viene ahora, con Antonio Lorca y su `Algarabía turística´. Para empezar, coloca la entrada en algo más de media, de la que buena parte eran turistas. Palabra que debe ser maldita para algunos, visto lo visto. Cuenta que estos turistas, aplaudieron todo, a los alguacilillos; a los tres toreros; que silbaban al picador por hacer su trabajo; al puntillero por no hacer el suyo; y estaban más en los detalles insustanciales, que en la miga. ¿Los toros? Pues de los toros dicen que eran anovillados, blanditos, bonitos, nobilísimos y buenos hasta producir lástima. ¿Que qué hicieron con ellos? Volver loca a la gente, a base de toreo plástico, de mentiras y estocadas enteras a capón. Dice que Manzanares estuvo elegante, con su gracia especial. Del Juli que no tuvo su tarde con dos novillotes, y del Fundi, que los toros tontos no le valen. Ésta crónica es el grave delito de Antonio Lorca.
Paco March, periodista de La Vanguardia, que estaba en la plaza, tiene otra versión muy diferente de los hechos que nos ocupan, y no dudó en enviar una nota a Mundotoro, que para estas cosas es bastante más serio que la Agencia EFE o Reuters. En el comunicado, éste sin título, pero que podríamos llamar `Turista será tu padre´, March se despacha contra El País a gusto, poniéndolo de parte de los antitaurinos. ¿El delito? Degradar los triunfos, denunciar las corruptelas e insultar a la Historia y afición catalanas. El periodista catalán se alegra de que 12.000 personas hayan asistido, a pesar de la aunsecia de José Tomás, lo que es todo un éxito. Se siente dolido porque dónde Lorca vió una ovación a los alguacilillos él vió el nacimiento de un clamor reivindicativo. Y porque dónde el del País vió una nube de polvo digna de portátil el de la Vanguardia vió que sólo se levantaba polvareda en algunos momentos. La guinda del pastel la pone cuándo con solemnidad, afirma que es totalmente falso que en la plaza hubiera mayoría de turistas, que los que allí veían de toros era la sufrida afición catalana acompañada para la ocasión de aficionados de distintos lugares de España -entonces, me expliquen, que es un turista-. Termina acusando a Lorca de desconocimiento -o falta de visión desde el palco-, por ver como anovillados los ejemplares de Victoriano.
Una vez he terminado con las pesquisas del Día D, entre medios y profesionales, me dirijo a intentar desvelar la verdad en el único sitio dónde puede haberla: entre el aficionado. Así que me dirijo, a los Toros en el Siglo XXI, dónde Raúl y su incontenible tormenta de ideas, nos da muchos temas para la reflexión. Títula un post con un sonoro `El País y Antonio Lorca son patéticos´. Raúl se pregunta cómo puede el señor Lorca explicar que pese a la baja de JT se haya dado el mejor aforo de la temporada. Tampoco le gusta el empleo de los términos algarabía y turista, sobre todo cuándo son utilizados para tapar el acto reivindicativo de los tendidos. Menos gracia le hace aún que no aparezca en la crítica los gritos de ¡libertad, libertad! del pueblo catalán, y se muestra crítico con el uso de epìtetos en contra de toros y toreros.
Con la misma opinión se ha manifestado Pablo García Mancha -éste es profesional y buen aficionado, por eso lo coloco aquí- en Toroprensa. Entre tanguillos del Chano Lobato, y novedades de la actualidad taurina, con la Rioja como preferencia, nos hemos podido encontrar con `El turista es él (Antonio Lorca)´. Aún le escuece, por falsa, la crítica de Lorca sobre la encerrona de José Tomás en Barcelona, lo que le hace dudar de la veracidad de `Algarabía turística´-que va camino de convertirse en best seller-, a pesar de no haber podido asistir a la corrida por culpa de unas leyes talibanes que no permiten llevar a un padre a sus hijos a disfrutar de una tarde de toros. A Pablo no le gusta la crítica pretenciosamente dura y graciosa de Lorca, y su escrito lo califica como una ofensa a la afición catalana. Se da la incongruencia -y esto lo digo yo- de que si Pablo, o Pepito, o yo, hubieramos ido a la Monumental, pasaríamos a ser turistas. Lo cual, indudablemente, cambiaría nuestra manera de entender el caso.
Bajando de norte a sur, aunque el ordenador no entiende de puntos cardinales, me encuentro en La Glorieta Digital, dónde una terna de periodistas a los que le ha pasado factura ser aficionados íntegros, nos hemos encontrado con una crónica, `No creo en los taurinos´-Amén-, que va más allá del festejo en sí. Victor Soria se pasó el fin de semana en la Ciudad Condal, presentando el libro sobre Navalón. El turista Victor Soria en los toros, lo cuál no tiene que ser un insulto ni un menosprecio. Es fácil de entender. Cómo tampoco es un menosprecio que a Idílico le pidieran el indulto miles de visitantes que se mezclaron con las gentes del lugar. Sus aventuras no han sido tan fantásticas como se podía presumir, más bien serían un melodrama con tintes de terror. Nada más empezar, una sentencia cruel: `los toros interesan poco´. Sufrió dos colas de veinte minutos, dónde se mezclaban los que querían entrar al museo y los que se apelotonaban para devolver una entrada. Colas impresionantes, pero no para ir a los toros, sino para irse de los toros, afirmaciones a las que sólo separan dos letras pero que son como el día y la noche. El bueno de Víctor, como no tuvo bastante, decidió irse al Múseo taurino, dónde tras un buen rato esperando a que alguien lo despechara en la ventanilla, sufrió las malas formas de un malaje -en todos los sitios hay uno, en mi pueblo soy yo- al que trabajar en domingo no le estaba sentado demasiado bien. Seis euritos por ver una pequeña habitación. Con Historia, sí. Pero una ciudad que tuvo tres plazas de toros tendría que tener `material´para llenar el Museo del Prado. Víctor se volvió para Salamanca desencantado, sobre todo con la empresa, verdadera culpable del fin de la historia en Barcelona.
La conclusiones que se pueden sacar son muchas, pero casi todas vacías, inútiles. ¿Es Lorca un mal periodista que va contra todo y contra todos con el beneplácito del País? ¿Paco March es un ejemplo de la clase de aficionado que hace falta en Catalunya? ¿Quién lleva razón?
Yo no lo sé, ni me interesa, ni me importa, la verdad. Supongo que a Lorca se la ha ido la mano, confundiendo una manifestación del público a favor de los toros en Catalunya con una ovación a los alguacilillos. El síndrome turista que se ha provocado no lo entiendo. Sobre Paco March, me parece bien que intente defender la Fiesta de lo que considera injusto y exagerado. Lo que no sé, es quién nos defiende a nosotros de los periodistas partidistas, que olvidan el sentido de la justicia y de la verdad cuando sus intereses están de por medio. Está en su derecho de decir que el diario El País se está cargando los toros, faltaría más. Ahora bien, al defensor de las causas nobles me hubiera gustado verlo enviar una nota a Mundotoro, el día que su plaza se convirtió en noticia mundial gracias al indulto -insulto- de un borrego de nombre Idílico. Ese sí que fue un atentado contra el toreo, y no todas esas minucias sobre el polvo de la plaza o la partida de nacimiento de los espectadores. Pero ese día o no le interesaba, o `no le pillaba en buen momento´.
Sí que hay una lectura preocupante, que revela el verdadero problema de la Fiesta, en Catalunya y fuera de ella: el Toro no interesa. Es casi imposible encontrar un crítica que hable del comportamiento del toro en varas, del castigo que se le dió, de la salida al ruedo que tuvo, de su comportamiento, de su lidia, de su trapío, de la disposición de los toreros, de los terrenos que se pisaron, de las cuadrillas, de la colocación del toro en las estocadas... Nada, absolutamente nada. Nos hemos perdido en una nebulosa que poco tiene que ver con el toreo, con el arte de mandar con un trapo sobre un toro. La Fiesta la van a apuntillar otros, pero los que la hemos desangrado hemos sido nosotros...
miércoles, 21 de julio de 2010
La naturalidad de Belmonte cuando torea al natural
Corrochano,
ABC, 29 Junio 1919
El pase natural es el más discutido de todos los pases. No por su mérito,que todos los espectadores estiman como el más importante, el pase matriz, el pase cumbre, sino acerca de cómo debe darse. Hay varias opiniones, según el modelo que se elija, porque cada torero le da una interpretación. Yo creo que hay que distinguir entre torear con la mano izquierda y torear al natural, pues la mayor parte de las veces que se torea con la mano izquierda no es al natural. Si yo tuviera que definir el pase natural no me perdería en descripciones, que serían confusas, conectaría con un ejemplo: Pase natural es el de Belmonte. No faltaría quien me contestase: `Pues yo he visto a Belmonte en cinco corridas, en diez corridas, en veintisiete corridas, y no le he visto dar un pase natural´. Y yo le replicaría: `Seguramente le ha ocurrido eso porque los da muy pocas veces: pero si usted no lo ha visto, no sabe lo que es dar un pase natural´.
En el centro de la plaza hay un toro del duque de Veragua. Su pelo es colorado; su nombre, Chimenero. Un toro bravo, un toro mu guapo, como diría Guillermo, el viejo vaquero del duque. El toro, fino y recortadito, se había arrancado bien a los caballos, y como era pegajoso, le habían castigado mucho. Como ves, amigo Guillermo, hablo del toro antes que del torero, para que no me preguntes en la primera ocasión; `¿Pero porqué no se habla más que del torero? ¿Y el toro? ¿Es que no tiene madre? ¿Es que no tiene amo?¿ ¿Es que no tiene vaquero que quie saber como se porta, porque pa eso pelea con él desde que nace?´´ Pues ese toro, con madre, con amo ilustre, y con un vaquero de noventa años, que llevó corridas al Chiclanero y al Tato, se encontró ayer en los medios de la plaza con Juan Belmonte. Yo no sé qué hubieran hecho el Chiclanero o El Tato; pero, te contaré, Guillermo, lo que hizo Belmonte. Después de un pase ayudado por alto, tres o cuatro pases naturales, unos cuántos con la derecha y, como adorno, un intercalado de molinetes y pase afarolado. Pero ¡cómo los dió, querido Guillermo! Los pases naturales no sé cómo explicártelos. Es una cosa tan sencilla, tan natural, que no encuentro término de comparación adecuado. Es tomar al toro, que está en la derecha del torero, y trasladarlo a la izquierda, sin violencia, con un suave movimiento de mano, como si no hiciese más que indicarle el lugar que desea que ocupe. Es un diálogo en el que se pregunta el torero y responde el toro. Pero no uno de esos diálogos tan frecuentes en que toro y torero hablan por el métido Ahn: `Que buena tarde hace´. `No tengo más que dos pesetas´. En este diálogo de Belmonte y Chimeneo había congruencia, mutuo acuerdo. Belmonte, con la naturalidad del que verdaderamente dialoga con el toro, decía al engendrar el pase: `¿Por qué no pasas a este lado?´; y el toro, pasando también con naturalidad, sin violencia, asentía, como si contestara: `Lo mismo me da, y puesto que lo deseas... No tengo preferencia por ningíun sitio´. En esto de la preferencia no fue franco Chimeneo. Tenía preferencia por las tablas, adonde se quería ir después del pase natural. Por esto, y por llegar algo agotadillo, la faena no fue ligada, continua, seguida; éste fue el único cabo suelto para que fuera una faena redonda, definitiva, caso que no perdono a Chimeneo, porque, como detalles aislados, momentos de arte insuperable, pueden contarse tantos como pases. ¡Qué naturalidad, qué expresión, qué fuerza, qué manera tan suave, tan sencilla, tan natural de llevar al toro en la muleta con un ligero movimiento de la mano!
Cuando le veo torear así a Belmonte -con menos frecuencia de la que yo deseara- me acuerdo de una frase suya que dice el concepto que tiene Belmonte del toreo.
Un día le preguntaron: `¿Cómo puede usted torear si no puede usted correr?´Y Belmonte contestó: `Es que yo creo que quien tiene que correr es el toro´.
Belmonte estoqueando un Pablo Romero. `Ahora sale el toro más grande de la historia´. `Antes sólo toreaban becerros´. Una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad. La foto es de PG Macías.
Después de esta faena reposada, tranquila, como correspondía a un toro que no dió motivos de intranquilidad, se perfiló, entró a matar con estilo y dió una estocada, de la que rodó el toro. A esto es a lo que yo llamo un torero completo. Por esto digo yo que es un lugar común inaceptable eso de que Belmonte es un torero corto, que no hace bien más que unas cuantas cositas. No, Belmonte es un torero corto, cortísimo, microscópico en los toros difíciles, en los que no se arrima, como cada hijo de vecino. Pero en los toros que se confia, en los que torea a gusto, es completísimo, porque llega hasta el final: los torea y los mata. Y pone en el volapié tanto estilo como en el pase natural. Es decir, que en estos toros, tan elitista, tan personal y tan artista es en uno y otro momento; luego no se puede negar que es completo. Lo que es, es desigual, como lo fueron todos los de su temperamento, todos los que acusaron una personalidad. Pero ¿completo? Al toro que torea le mata. Después de esto, ¿queda algo por hacer? ¡Como no lo arrastre!
lunes, 19 de julio de 2010
Por la abolición de los cabestros
Crisis. Ley del aborto. Ley de dependencia. Cuatro millones y pico de parados. Seguridad ciudadana. Corrupción. Quiebra de bancos y cajas. Mal funcionamiento de la justicia. Inmigración. Brotes xenófobos. Violencia de género. Reformas estatutarias. Terrorismo de ETA. Mafias. Terrorismo internacional. Militarización española de Afganistan, Líbano, Haití y Bosnia-Herzegovina. Muertos en el asfalto de las carreteras. El déficit de la educación. La Guerra Civil, y sus rescoldos. La vivienda, inalcanzable para los jóvenes. España, y su verdadero lugar en Europa. La siniestralidad laboral. Drogadicción. AVE para todos. El bamboleo del IVA. La precaria situación de la agricultura: el kilo de tomates dos euros en el Mercadona y diez céntimos en el campo. Pesca: más barcos, más piratas, más leyes restriccionistas y menos peces. Propietarios con múltiples pisos vacíos y cada día más gente durmiendo en bancos. Sanidad, cada día es más caro, y difícil, morirse como dios mada. Huelgas. Obreros disconformes. Empresarios asfixiados. Bancos cerrados. Políticos complacidos. Sindicatos, menos marxismo y más obrerismo. Trabajadores de la Guardia Civil, del Metro y Telemadrid, obteniendo limosnas gracias a sus huelgas. De Juana Chaos -25 muertes, 3000 años de condena- obtiene la libertad tras una huelga de hambre. Monopolios fraudulentos que afanan al pueblo. Para los científicos, ni una perra gorda. Pensión media de jubilación: 874 euros. Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander, 87 millones de euros de pensión. Astilleros. La minería, más carbonizada que nunca. Relaciones con paises vecinos, que son los que nos interesan. La convivencia de múltiples religiones. Exposición y enumeración de la diferencia real entre una jovencita musulmana que lleve velo y una monja castellana que lleve hábito. Discriminación. Monarquia en el siglo XXI. Casi nueve millones de euros anuales para una sola familia, sólo por ostentar un apellido. Un millón y medio de familias tienen a todos sus miembros en paro. Presupuesto de la cuadra de caballos -son 17- del Jefe del Estado: 305.000 euros. Reabren en España mataderos de caballos, como solución a los miles que se abandonan al año. Un juez en el banquillo de los acusados. Criminales con 17 años en libertad. Peligros de internet. Ludopatía. La cultura: de todos, o de unos pocos. Desertización. Incendios. Tala indiscriminada de árboles. Inundaciones. Escasez de pantanos. Malas canalizaciones. El Ebro vaciando su agua en el Mediterráneo. Murcia, ¡qué seca eres! El Presidente del Gobierno de España tiene un salario de 6.515 euros brutos al mes. Belén Esteban saca 100.000 euros al mes. Playas sembradas de hoteles y chalets para extranjeros. Pueblos y aldeas castellanas fantasmas. Mallorca colonizada por alemanes. Málaga por ingleses. 2009: 21 festejos taurinos en La Monumental de Barcelona, 21 actos de tortura para algunos. 2009: 95 denuncias por tortura contra los Mossos de Esquadra, un 45% menos que en 2007, que fueron 173. Todavía no han pedido la abolición de las comisarias, que se sepa. Siglo XXI, siglo de la información. RTVE y su ERE: las veteranas voces de la transición y el nacimiento de la Democracia, a la calle. Telecinco se llena de putas y tunantes. Fomentación del reciclaje. Energías alternativas. Los soles y vientos que no sean sólo para el disfrute del turista playero. Inversión. La ganadería extensiva, insostenible. Proliferación de grandes marcas y almacenes. Extinción del pequeño comercio. Inquietud y malestar por la oca, y su paté. Abrigos de visón y complementos de cocodrilo, al alza. En España, el año pasado se abandonaron un cuarto de millón de perros y gatos. Toros de lidia, en el 2009, 11.000 murieron en la plaza. Ganado bovino muerto en mataderos en España: 2.732.046 en total. Novillos: 767.767. Terneros: 220.638. Vacas: 380.128. Toros: 1.363.513. Toros de lidia muertos a estoque en la Plaza Monumental de Barcelona el año pasado: 104.
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Odiados miembros y miembras, mentecatos y mentecatas del Parlamento de Cataluña, no me queda otra que llamaros sinvergüenzas. Quién me iba a decir a mí que unos granujas de medio pelo, que necesitan el canuto para hacer la O, se atrevieran a prohibir los toros en Catalunya. Después de la que ha caído, está cayendo y va a caer, no tenéis otra cosa que hacer que montaros vuestras propias tertulias taurinas -muy bien pagadas, por cierto- a costa del dinero del contribuyente. Que si el toro muere. Que si Pepito le hace pupa. Que si antes de morir muge. Que si no es justo. Que si el estoque pincha. Que si los toreros son malotes... El país se hunde señores, el vuestro señores separatistas, también, y vosotros dando la tabarrita con la libertad, el sufrimiento, el dolor, la muerte y no se qué más tonterías que no le importan a casi nadie. Más arriba tenéis una lista de las tareas pendientes, de cosas importantes de verdad que nos llevan por la calle de la amargura, a nosotros, los que os sufrimos y mentamos a vuestros difuntos cada vez que os vemos salir en la prensa con vuestra cara de `sí, pero no´. Y vosotros os llamáis representantes del pueblo. Cuando solo representáis la mentira, la hipocresía y el asesinato. El asesinato de la libertad.
Para defunción, la de la casta política, herida de muerte por un atajo de malos estudiantes, de los que suspendían hasta el recreo, que vieron en la política la forma más fácil de hacerse ricos y poderosos sin darle un palo al agua.
El dolor y el sufrimiento, el que vais a evitar a 104 toros por año, aunque sea a costa del padecimiento y la tristeza de unos cuántos miles de catalanes, a los que les van a quitar el trabajo, sus ilusiones, su vida. Pero bien pensado, ¿a quién le interesan las personas pudiendo tener toritos tan contentos como la vaca que ríe?
Tomo nota, que diría Juncal.
Cornúpetos y bestiario. Crónica de un antitaurino. Eugenio Noel en los toros.
Algunas líneas que se pueden pasar por alto
En Diciembre de 1911, el que escribe estas lineas acabó de estudiar los problemas profundos de flamenquismo español. Convencido de que todos los problemas ibéricos el más grave era la propensión de la raza a vivir en continua emoción violenta, lo que le restaba serenidad de espíritu suficiente para abordar la inmensa cuestión de su incultura mental y material atraso, ese hombre humilde, pero enérgico de veras, acometió la labor él solo de llamar la atención de todos sobre estas materias que habían permanecido siempre en una forma brumosa, y como fuera de toda psicología nacional seria, como pintorescas, como poco poderosas para obrar en el carácter y temperamento históricos de nuestra estirpe.
No creo, y los sostengo con orgullo, que jamás campaña periodística alguna fuera llevada con tantísima constancia, aportando a ella no sólo las energías espirituales de una fuerte juventud, sino cuanto dinero proporcionaban centenares de conferencias de arte y cultura, millares de artículos en la Prensa española, docenas de libros originales.
Prometí, al principio de la campaña, emprender una formidable tarea. Suponed que no le ha acompañado el éxito, que no se ha logrado nada positivo; pero habéis de reconocer que esa tarea de ocho años ha ido verdaderamente formidable. Millares de conferencias , dos veces recorrida España entera, millares de artículos, libros y más libros, exposición perpetua de la vida, pérdida de autoridad mental por causa de la misma intensa popularidad que me proporcionaba mi postura ante el flamenquismo, fundación de periódicos que están en la memoria de todos, en fin, cuánto se puede pedir a un verdadero periodista moderno, a un hombre de nuestros días, que sabe que no basta estudiar un caso y tener razón, sino que es necesario buscar desapasionadamente la verdad de esas cosas donde ellas y tal como ellas se producen. Y es lógico que ello reste a las notas toda literatura, todo otro valor que el divino valor de la verdad. Si apenas tendrán otro mérito que el ser trazadas bajo la mirada de miles de almas y con una pena enorme en el corazón.
La expectación por la corrida de toros de esta tarde es enorme, y no son los toros, sino yo la causa. ¿No es triste que tan grande popularidad tenga por causa la torería, los juegos circenses? ¿Qué clase de vicio es éste que otorga tan inaudita popularidad aun a los que a el se oponen? ¡Con lo que cuesta en arte puro, en la ciencia bendita conseguir llegar al pueblo!.. He ahí el argumento: si las salpicaduras de la popularidad son tan grandes para los que hablan mal o bien de toros, ¿que no será la popularidad, la aureola de los lidiadores? Se comprende el orgullo de los toreros, la afición enloquecedora. No hay en España nada que de lejos o de cerca tenga la repercusión en el alma del pueblo como la fiesta taurina; ella acapara todas las posibilidades de emoción de ese pobre pueblo. Me avisan de que esté con cuidado, pues preparan tijeras para pelarme. Siempre la misma tontería, la obsesión de estas melenas, a las que debían estar acostumbrados. También me avisan de que brindarán un toro y de que me preparan una silba formidable. ¡Oh, que satisfacción se ve en las caras de los que van a ir a los toros! Parece que esperan misteriosos efectos de esa fiesta, que por sólo ir a ella se sea más hombre.
Es todo el prestigio secular de una diversión favorita de un pueblo la que se refleja innoblemente en esas caras... Cierto, cierto, el ir a los toros presta al alma no sé que enormemente macho. Es como una angustia que me conmueve el corazón preparándole a grandes cosas. Es como la ilusión de que los lidiadores no son otra cosa que uno mismo, que se necesita el mismo valor para actuar en esa fiesta que para verla. Venden el Programa de la Corrida. Le compramos, es un papel de color rosa en el que hay estampados en malísimos grabados en madera unos toros absurdos, entre los que hay uno que se llama Culebro... Los picadores tienen en este Programa nombres excelentes: se llaman Calero, Aceitero, Gorrión y Peseta. Entre los diestros hay uno cuyo apellido es Ventoldra. También no s advierten de que en eso de inutilizarse los siete piqueros no podrán exigirse otros; solo esto es ya un capítulo de Psicología de muchedumbres. Además, se nos dice que los novillos serán desechos de tienta y defectuosos; por seis pesetas que cuesta una barrera no se puede pedir más. Un toro de esos puede matar a un hombre de aquellos, ¡diablo! Ver esto bien vale seis pesetas.
¿Cómo nadie ha reparado en la silueta excéntrica de un picador marchando a la plaza? ¡Oh, esa mancha plata, esos refleros de oro, la zona roja de la faja, el amarillo de las manos, ese monosabio petulante de blusa garabaldina sobre un caballo escuálido víctima de toda una raza!
Los tranvías rebosan de gente, esos execrables tranvías amarillentos cargados hasta los estribos, los coches más absurdos aprovechados, las aceras cuajadas de público heterogéneo, ansioso de divertirse con sangre... Todo vulgarismo, todo mediocre, todo falso y manido. En ese remalazo de ardiente sol que barre la calle típica de Madrid, esa gente y esos picadores, el estruendo de coches y tranvías. ¡Qué lejano está todo eso de lo antiguo, de lo que nos decían!
Sale un toro bonitísimo, que corre como una cabra, sembrando el pánico. La gente silba y grita, histérica perdida. Le lancean. Mientras yo miro a los arcos voltaicos que sirven de techo a la plaza. Suenan aplausos. Un torero, que se llama Amuedo, da unos lances tan apretadas, que en poco le coge. La gente quiere divertirse, tiene ansia de ello, aplaudiendo sin ton ni son. Cae un pobre caballo entre la indiferencia universal; cuando yo le creo muerto, le levantan. Por cualquier cosa aplaude la gente o chilla.
No le rajáis la piel a un tomate -grita uno a los picadores-, que se retiran.
Le torean, le ponen banderillas, y el toro, noble, bellísimo, acude, mira atento y codicioso, corretea, sangriento el morrillo, zarandeando los astiles de los rehiletes.
Suenan unas chirimías. Todo á escape, muy á escape, como si quisieran acabar pronto. Unos toreadores preparan al bestiario el toro, y el jovenzuelo, pálido, procura ante el toro recordar lo que ha visto. No se arrima y es un choto, dicen detrás de mí. La gente ríe. Se perfila sin faena alguna, el toro, herido, muge horriblemente. Le trae cerca de mi barrera y oigo gruñir a los dos, al toro y al torero. Nada más chabacano, insulso y memo. Le aconsejan de todos los lados, porque quiere descabellarle, acabar siempre pronto. Silbidos estrepitosos; el toro muge.
Dos peones le lancean cerca de la barrera y el pueblo protesta. Es decir, el pueblo protesta, ríe, aplaude, chilla y habla, todo á la vez. Seis chulos capeadores rodean, sin contar al matador, al toro. Miedo, mucho miedo. Todos tienen mucho miedo; el torero al toro, los espectadores á que le coja el toro al diestro. Cuando el toro cae, el pueblo goza lo indecible.
Toca la música. Aparecen las mulillas. Se arrastra el toro. Suenan silbidos. De vez en vez todo calla. Y nada más. Aquí no sucede gran cosa alguna que deba anotarse.
Cuando sale, cuatro toreros que hay cerca de la barrera huyen. El toro muge, escarba, recula, huye.
Silba el gentío. El toro muge más cerca de los toriles, sólo. De pronto, se arranca sobre un torero, que salta apurado la barrera; cornea horrorosamente a un caballo, cebándose en él. El picador cae al callejón, cerca de otro caballo con la asadura fuera, que lo monosabios sostienen en pie y aprovechan para que monte otra vez otro picador, el toro le acomete, el picador cae al callejón y los monosabios se llevan al caballo; pero tropieza con su asadura y muere. Silba el público á un picador moroso. Es horrendo este modo de picar, de matar caballos, de agruparse y esperar la mortal embestida. A veces, en el silencio que hacen los espectadores, surge el accidente: es un torero que hace cualquier cosa, el toro que se mueve; el público, porque sí, por dar rienda suelta á su histerismo, charla, gruñe, aplaude.
Sobre todo aplaude los cambios de suerte; esperar, esperar siempre algo que sacuda sus nervios, que le excite. Muge el toro fuertemente, le hacen daños los harpones de los rehiletes. Su mugido en la gran marcha blanca del sol, el sol reflejándose en los trajes de los banderilleros, los vivísimos colores de los abanicos y los pascolines, ¡qué triste es todo ello, qué primitivo, qué estúpido! Sobre todo estúpido. El toro muge cada vez más, trota; el sol destaca sobre la piel negra el húmedo grosella de su sangre. A intervalos parece que nada sucede en la plaza.
-¿Qué le haces?- dice un espectador á un torero.
-¡Ay, que cruel!- dice el otro con toro amariconado.
Nuevos toques de chirimías. Es el otro matador. Nada más vulgar que todo esto. Le preparan el novillejo, adopta posturas vulgares, pasa al toro con la muleta de un modo soso, y siempre, siempre, deseando acabar pronto. Silba el público. Unos le aconsejan que pase por la derecha. Se la echan encima porque el diestro quiere acabar pronto, y se perfila en cuánto el toro está quieto. Nuevas protestas.
-Estate quieto, mamarracho- dicen.
-Déjalo- gritan.
El torero aprovecha, y adelantando mucho la izquierda, como dicen á mi lado, la espada una primera vez, y luego una segunda, y la gente aplaude.
-Otro pase; ese ya lo sabemos- dicen.
- No está -gruñe el gentío cuando el torero quiere acabar pronto y se perfila.
Nuevo perfilarse. El toro le escupe la espada. Sin embargo, le aplauden.
-El toro está suave -le dicen.
Otro perfilarse.
-Ahora -le dicen.
Y le aplauden a rabiar. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho este hombre? Cerca de mi barrera el pobre mártir agoniza.
-Dejalo ahí un rato -le gritan.
Delante de la espada, de ese morrillo sangriento, las magras chichas, la figura insignificante del diestro parece cualquier cosa.
Un descabello y al avío. El pobre mártir ha dejado de sufrir. Aplaude á rabiar el público. Pero ¿qué aplauden? Allí no hay arte, ni valor, hay un deseo enorme de ver algo, de acabar pronto.
Entre una polvareda sale un bicho precioso, para el que es poco la tierra; parece que no anda, sino que vuela. Un diestro le lancea, y no gusta su lidia. Salen en seguida, y cada uno hace lo que puede. (Aplaudos y silbidos, como siempre) Le llevan delante de un picador; el toro parece pensarlo bien. De pronto arremete, se oye el ruido de la cornada, pero el caballo no cae. Silban á un picador porque hace al toro una enorme herida. Picadores, toreros, monosabios forman un grupo antiestético delante del toro. De pronto suena una salva enorme de aplausos y comentarios atroces; es que allí ha podido suceder algo; nada, pues.
Mientras ponen á este toro banderillas miro la plaza llena de bote en bote, y no encuentro, por más que lo busco, la belleza de que todos han hablado siempre. De esa masa horrenda salen voces estentóreas de cuando en cuando. Ni pasión, ni arte, ni tragedia. Un oficio como otro cualquiera, ese que distrae á estas pobres almas...
Sale el matador. Pasa de muleta. La gente calla y comenta cuando no lo hace con audacia. Le aconsejan, lo avisan, alguna grande voz sale de pronto en la muchedumbre, y cuando menos lo esperan, el diestro mete a su espada. Sin lucimiento, sin arte, sin gracia, el toro muere. Le silban estrepitosamente. Suena una música muy mala. Y sus notas, en este ambiente, no dan idea alguna de tragedia, sino de una necia visión de cosas muy vistas, que parecen interesar muy poco.
De salida arremete contra un capitalista, que se salva arrojándose de cabeza al callejón.
El torero lo lancea, procurando imitar los gestos belmontinos.
-Este torea como Angelote -dicen.
La gente gritan varios olés. Luego silba porque el diestro de tanda no le da emociones fuertes.
En la suerte de pica el toro está mucho tiempo con el cuerno metido en el cuerpo del caballo: salen las tripas.
Un escandalazo enorme. La gente vocifera enormemente contra un picador, que ha deshecho el toro con su puya. El toro humilla enormemente; le ha matado, sin duda, ya ese bruto. La gente le execra y le arroja la almohadillas. ¡Qué tristeza de este espectáculo! He visto á ese picador tan animal encorajinarse, y, cuando más era la indignación, achuchar al caballo contra el toro, sin importarle gran cosa sus barbaridades y las vociferaciones de la multitud. Lamentable, todo muy lamentable.
Todo sucede horriblemente vulgar, dando la impresión de un espectáculo lelo, memo, repugnantemente absurdo.
-¡Que se presente Noel! -grita uno.
Todavía no se han percatado de que estoy aquí.
Nuevas chirimías y el mataor delante del toro queriendo recordar lo que ha visto. No hay cuidado de que este hombre haga nada excepcional. Todo da la impresión aquí de que es fácil, necio, un oficio, algo que no necesita de valor extraordinario.
El toro le achucha, él huye, la gente se ríe y grita ¡ay! Ni el toro ni el torero quieren nada uno del otro. Se cuadra sin más y el torero aprovecha. Uno del tendido le aconseja que no. Pero al momento le dicen que sí, que ya está el toro. De modo que apenas se ha puesto á lidiar el toro ya le ha metido una estocada. Río de veras. Pero ¿dónde está aquí la emoción, el arte, esa emoción y ese arte que legalicen tan enorme entrada como en la Plaza hay, el bárbaro dispendio de dinero?
Hay un largo silencio. Otra vez se perfila y á matar. Silbidos, voces. Seis toreros que le cercan. Otra vez se perfila y hiere mal. Y todo á escape, todo de prisa. Hay que acabar, acabar pronto. Y se acaba. Silban, patean, toca la música y en paz.
Todo va á escape. No hay tiempo para reflexionar, para darse cuenta de otra cosa que de que esto no vale la pena. El toro huye de salida. Y ahora he aquí lo que pasa. Silbidos, silbidos y voces. El torito huye. La gente silba. Los toreros corren detrás del toro. Los picadores dan vueltos en torno de la barrera.
- Anda al toro, granuja -le gritan.
- A la cárcel -le dicen.
Un torero se mete en un burladero de golpe, y el golpe, que se oye fuerte, hace reir a la gente.
Unos lances de capa, insignificantes, provocan olés acompasados. Pero, ¿qué ha hecho ese hombre? Nada, absolutamente nada. Mas la gente ha de legalizarse á sí misma, que se divierte.
¡Pobre caballo! El toro se ceba con él. ¿Cómo verá esta gente esto sin conmoverse? Cae el caballo; el monosabio quiere á todo trance levantarle. Cuando creo que está muerto, el monosabio hace el milagro de resucitarle y se le lleva cojeando; por fin le da la puntilla. Entretanto, banderillean al toro á traición, á la media vuelta. Es bobo ese juego burdo, á nadie interesa, ni á los mismos que lo hacen.
Sale el mataor. Nueva lucha para matarle en seguida para quitársele de en medio y á escape. Y sin casi faena, estoconazo. La gente se da por contenta y aplaude. En vano es querer buscar aquí la emoción, que vale tanto dinero y tanta gloria. El toro se arrodilla, la gente cree que ha muerto, y aplaude. Mas de pronto el toro se levanta y anda moribundo cercano a la barrera. Su agonía es siniestra; adelanta el hocico hacia su matador y muere entre aplausos tributados a su diestro, cuyo único mérito ha sido la prisa que se ha dado para despacharlo. El pálido muchacho da la vuelta al ruedo entre ovaciones y sombreros.
De salida arremete contra un picador y destroza poderoso é inconstable un pobre caballo que queda hecho trizas. La gente abuchea á los toreros que no se atreven á hacer nada con este toro fortísimo. Nueva arremetida contra otro picador y nuevo despanzurramiento.
Otro caballo horriblemente corneado. Se llevan á un caballo con la asadura fuera. La gente no se fija, sino en los quites del matador, que es ovacionado. Cae un caballo cerca de otro. Más de doce personas hay al lado del toro. ¡Qué triste impresión causan los caballos muertos en el ocre sucio de la arena!
Coge el matador unas banderillas cortas y las pone sin gracia; á la gente no le gusta. Durante esos instantes la visión de la lámina del toro embarga toda mi atención. ¡Cuán bello es este animal!
- No bailes tanto -le dicen al mataor en los primeros pases.
- Que te está mirando Noel -le gritan.
Le aplauden. Pero parece ser que está muy movido. Después de aplaudirlo, le silban. Se ha descompuesto. Y millares de veces intenta matar, sin conseguirlo.
En resumen: nada, absolutamente nada. Todo á escape, muy á escape; de prisa, muy de prisa. Deseando todos ir á escape, acabar pronto.
Esa es la impresión. La de un oficio en el que todos desean acabar lo más pronto posible.
Nota-- El torerillo que me iba á brindar el toro, según el quería, fué cogido por el primer mártir, casi de salida. Lo siento por el pobre muchacho, víctima del toro y del público.
El Liberal
18 Agosto 1918