miércoles, 29 de febrero de 2012

Más que decentes. Toros en el día de Andalucía


















28 F: Día de Andalucía. Con las cámaras de Canal Sur presentes. La banda de música -apenas se escucha- toca, decir interpretar es aventurarse demasiado, el "andaluces levantaos" de Blas Infante mientras un gitano en el seis pide un coca cola al pipero, el mellao de la barrera de sombra grita un "Paílla que güevos tienes" y un grupo de marujas con más papada que años, en el sol, discute fervorosamente sobre lo bien que han agarrao los injertos de pelo a Ponce. Son las mismas criaturas que un rato después, en la taberna o la peluquería, pedirán que se levanten unos tabiques en las vascongadas y Barselona -jamás en la vida sus bocas eruptaran un Euskadi o una Catalunya-, porque son unos malajes que no respetan el himno de España la noche que sus dos equipos fetiches juegan a la pelotita. En fin, que estamos en Sanlúcar de Barrameda, con toros de la prestigiosísima ganadería de Hnos. Sampedro, una de esas en cuyo cuyo árbol genealógico reza el epitafio "elimina todo lo anterior para adquirir reses de Juan Pedro Domecq". El medio pensionista Enrique Ponce, el jubileta Ruiz Miguel y el carilampiño David Galván. El festejo, cinco minutos antes de que empezase, nos lo sabíamos de carrerilla, como la lista de reyes godos. Pues anda que de éstos no hemos vistos unos pocos, tú. Pero el vicio es el vicio y ahí que nos pusimos, como koalas mascando eucalipto, delante de la pantalla.




Pero sonaron clarines y timbales y una rueda de toros cinqueños, con presencia, cuajo y pitones -a esto hemos llegado, señores del arte del taurineo, a tener que alabar que un bicho bicorne tenga dos cuernos-, saltó a la arena del delta guadalquiveño, para sorpresa y algarabía del personal. Cuesta recordar un festejo de pueblo de Despeñaperros pa'bajo con esa fachada y galanura. Lo que llevaban por dentro es otra historia, también cantada, aunque para disgusto del mismo personal, aquí ya no hubo milagro y casi tres horas que estuvimos escuchando la coplilla de la falta de fuerzas, la baja laboral de la casta y la huída del miedo, trillo de las emociones, lejos del graderío. Se salvó el quinto, premiado con la vuelta al ruedo, huelga decir que otorgada con demasiada alegría, un buen toro que pecó de falta de fiereza aún siendo un dechado de eso que los sénecas de las revistillas llaman classsse -en la plaza hacen malabarismos con el frenillo de la lengua para poder pronunciarla con acento en la ese, quiera dios que los coja una tarde cambiando las tíldes el sillón T de la Real Academia, Pérez Reverte-. Hay que decir en descargo de la sam-pedrada que fue picada horriblemente, no por que los leñazos con las varas fuesen infames, sino por las maneras de los tíos de las varas y sus jefes, que hicieron las suertes de cualquier manera, al relance, metiendo el toro debajo del caballo o con cariocas.


















De los matadores se puede decir que estuvieron cada uno en su línea, que es la de tres maneras distintas de entender el toreo. El toricantano David Galván, que abandona el escalafón novilleril para enlustrar la nómina de jóvenes espadas que tienen que dar tute a los acomodados jédiez, demostró una gran seguridad en sí mismo, una atípica serenidad para la edad y no se puede dudar que está dotado del sentido natural del temple, si bien es cierto abusó del manzanarismo, ese destoreo perfilero y suavón tan en boga en nuestros días.

Paco Ruiz Miguel está hecho un chaval. Fuerte como roble y con más afición y hambre que un maletilla sin tabaco. Verlo moverse con mando en plaza, gritándole al peón que hace derrotar al negrito contra las tablas, comerse al picaor para que levante la vara o instruir al bregador que lidia en banderillas, merece tanto la pena como la mejor media de Morante. Recuerdo de otros tiempos, como la picaresca, el borderío, el ir y venir con el público, enjaretarle cuatro guasas, esa torería golfa que ha quedado soterrada por unas repelentes buenas maneras. En sus dos toros el león de la Isla dió una demostración de conocimientos: de capa, a la verónica, en las dos ocasiones ganó siempre el pasito a cada lance, de la primera raya para fuera, al cabo de seis o siete lapas, no más, bicho parado casi en los medios. Con la franela se gustó más en el cuarto, donde reverdeció viejos laureles, embistiendo él más que el cornúpeta, pegándose un arrimón de antaño.


Y Ponce era Ponce, ahora es Enrique, un triste jornalero del toreo que echa sus peonadas de vez en cuando, por esos pueblos de dios, a la caza de un puñado de cuartos, algún elogio y de resistir algo más en el candelero. A su primero le enjaretó una faena larga, despegada y monótona, asentándose y ajustándose algo más con el quinto, al que a fuerza de no exigirle nada, a punto estuvo de indultar.

En resumidas cuentas, una tarde con sus grandezas y miserias, como todas, pero dónde siempre hubo un mínimo de seriedad y dignidad, que ojalá marque un precedente en los festejos de dudosa calificación en cosos de tercera, sobre todo en los televisados al gran público.





















Las fotos las ha cedido amablemente el fotógrafo Paco Gallardo.

martes, 28 de febrero de 2012

Hacia un monoencaste de aficionados
















François Bruschet, en Campos y Ruedos, nos contó que los toros de Don Cesareo, el cura de Valverde, ya no pastarán más en tierras charras. Un francés se los lleva para la Camarga. Mientras Salamanca, cuna del toro bravo, se empobrece a ritmo somalí, los franceses taurinamente nos siguen dando sopas con honda: en 2012 nos roban un hierro mítico y no nos librarán de ninguna corrida de Cuvillo. El próximo movimiento gabacho que se espera es la creación de unos guiñoles del jédiez jodiendo la marrana como dios manda.


















En Encastes Bravos nos muestran la antepenúltima camada de Sánchez Cobaleda que, como todos recordamos, mandáse hace unos meses las vacas de vientre y sementales al matadero. Para este año tiene ocho o nueve corridas, destinadas a festejos de rejones de poca monta, pues el monoencaste Murube impide que los patas blancas sean del agrado de los caballeros más afamados.


Cuando uno habla, aunque a veces parece que escupe lenguas de fuego, contra el encaste Domecq, no lo hace por simple necedad, ni porque los que disfrutamos de un tipo de toro, faena y torero distintos a los prototipos actuales -excesiva nobleza, arte a espuertas y artistazos del copón bendito-, fuésemos maletillas en Atapuerca. No creo que haya aficionado que tenga remilgos para alabar el hierro que críe toros con casta, poder y trapío, proceda de donde proceda. El problema es mucho más profundo que el manido "es lo que está embistiendo y permitiendo el triunfo" o el escasamente meditado "es que representa la mayoría de la cabaña brava"; ni siquiera es consecuencia del sempiterno enfrentamiento entre toristas y toreristas. La triste realidad es que si la sociedad está destaurinizada, el gran público que asiste a los cosos se está analfataurinizando. Exceptuando cuatro o cinco lugares, Madrid, Zaragoza; y Valencia, Pamplona, Bilbao y Sevilla en menor medida; el toro que sale en las ferias del resto de la piel de toro una tarde tras otra es parecido, y no vamos a meternos en el charco de si peor o mejor. Negro, normalito de pitones -siendo magnánimos-, anovillado, bajo, blando de patas, lleno de buenas intenciones y colaborador.

Así, si el lector viniera con servidor a una de las muchas placitas, sobre todo de por aquí abajo, donde llevan años y años sin ver un pitón que no sea Domecq, o en ferias en las que el noventa por ciento de sus toros lidiados en los últimos diez o doce años han sido de un mismo encaste, corroboraría con tristeza la ignorancia, que es decadencia, de los asistentes. Que si el toro marrón claro; el de los cuernos pa'rriba, si es que se los ha doblao contra el comedero; el de los lunares blancos, si es hijo de vaca lechera; ese que sale de chiqueros cabreao, porque se tira bufando, como un político rencoroso, a las capas; el que va más de dos veces al caballo, si es porque se conocen de la finca; el tobillero, que ya está toreado; aquel que con su mansedumbre dificulta la lidia, si es porque viene de familia de las vacas locas... y asi, un montón de gaches que hunden al taurino más pintao.

La crítica al monoencaste Domecq no es tirria de una banda de aficionados rencorosos, simplemente es el celo que una parte de apasionados profesan hacía un animal único. Despectivamente llamados toristas, como si el ídolo del torerista no necesitase de un toro para levantar las fiebres adolescentes en el tendido y el Diez Minutos.

La variedad de castas, capas, hechuras, encornaduras, comportamiento -salida de toriles, caballo, banderillas y muleta- debería de ser la base de los conocimientos de todo aquel que quiera ver de toros. Conocimientos que, con tanto bicho parecido, nos están negando a costa de dar a conocer una tauromaquia pobre que está favoreciendo la creación de un encaste de taurinos ricos y egoístas: los monomillonarios.


 

Próxima recogida de firmas ILP: Campofrío



















































¡Que es broma! Que la coqueta placita de toros de Campofrío, en diez años, que es el tiempo que separa ambas secuencias fotográficas, se ha caído a cachos sin que ningún estamento taurino dijese eso de "hay que apoyar la fiesta en el momento actual" o el "tenemos que defendernos de los ataques del exterior". Como uno ya no tiene fe en el taurinismo en general y, mucho menos en su defensa de la tauromaquia en particular, ni les veo con los suficientes dedos de frente como para ganarle la partida a los avezados antitaurinos, me hubiera conformado con verles apoyando plazas como ésta, aunque sea con puntales y tablones de obra, y que fuesen defendidas de los ataques del exterior, sí, por lo menos de los daños de las termitas y la erosión mecánica del agua, las malas yerbas y el lorenzo. Pero no, los cosos taurinos van a seguir carcomiéndose, y no precisamente por las termes ni los solanos.

Hay datos escritos que atestiguan que la de Campofrío, sita en un rincón onubense es, era, la plaza de toros más antigua de España -conozco unas cuantas que se jactan de lo mismo-, cuya inauguración data de 1718. Que ya sea una ruina, como tantas otras que yacen abandonadas, como esos manicomios en los que se cuelan los cazafantasmas, no es problema de los amos del toreo, mientras que en las plazas de las cuatro ferias importantes que quedan, les pongan el wifi para tuitear lo guapo que soy y las orejas que tengo.



Nota: las fotos (las de la ruina) son de Gilberto.




lunes, 27 de febrero de 2012

Los tíos del Conde de la Maza para este año





















Estos son solo algunos de los toros de saca (por la leña huelen más a Madrid que a Sevilla) que tiene el Conde de la Maza para este año -o el que viene, para que mueran en plaza como cinqueños, que tal y como están las cosas, nunca se sabe...-. Serios, guapos, con hechuras para embestir y seguro que encastados.

Hace unos días, Miguel Abellán, que es torero de mi gusto, se sumó a la moda facilona de poner a parir a Canorea por no encartelarlo en Sevilla. Dijo que tendría que pintarse unos labios, dejarse las uñas largas y no se qué más tonterías, entre ellas la de ser más "cariñoso". Tiempo después nos hemos enterado de que le fue ofrecida la corrida del Conde de la Maza, y que el maestro, al que uno no pide cariñitos ni arrumacos, y sí, como buen matador que es, orgullo y osadía, rechazó la oferta. Ahora, mientras el uno no gana para telefóno tecleando lamentos por tuiter y la empresa Pagés acepta en su circulo íntimo que "se careció de tacto con Abellán", el aficionado no da crédito a esta locura: ¿acaso es un insulto matar dos toros de Nuñez? ¿nos estamos volviendo locos o muy julandrones?





domingo, 26 de febrero de 2012

Jazmín, el medio toro















En el camino el poni olvidó que era poni y decidió convertirse en toro de lidia. 

"De poni tiene lo de los bocaos, que tira muchos bocaos, y de toro que humilla, pasa bien y tiene detalles mu bonitos"


En el abono sevillano -74% de toros de la misma casta- se cortarán bastantes orejas a bichos que embisten como el poni Jazmín, pero sin pegar bocaos eso sí.


viernes, 24 de febrero de 2012

La corruptela de las fundas









A petición de Cortinar, que demuestra tener buen gusto reprochándonos el dar cabida a imágenes de bichos con condones, no vamos a publicar nunca más en este blog fotos de toros con la enfermedad de las fundas. Tampoco busco reabrir un debate -otro-, que creo que el aficionado ha perdido -las fundas son toleradas, sin rubor, por la mayoría de público, profesionales y crítica- si digo que me chirría que tres semanas antes de lidiarse - a 18 o 19 días vista de ser embarcados- puedan seguir con sus pitorritos de fibra de carbono los Zalduendos escogidos -que esa es otra, cómo son los bichos-, para las Fallas. Peor aún es comprobar como los toros de Hermanos Sampedro que servirán para doctorarse a Galván en Sanlúcar el día de Andalucía, ¡sólo faltan cuatro tardes!, seguían con los pitones plastificados hasta hace poco -si no los siguen llevando aún-, según dan a entender las instantáneas recién publicadas. Qué se yo, no vamos a pedir ética y buenas costumbres a un mundo que, por lo general, carece de escrúpulos, en el que la pela es la pela, me pregunto si no podemos devolverle la libertad plena al toro en la dehesa, qué menos que pedir que pongan una norma por la que haya que desenfundarlos con más de un mes de antelación a su lidia y muerte. Pero mientras seguirmos soñando, que les den a las fotografías una pasada con el linimento digital del Photoshop o que no las publiquen, que no nos tomen por tontos, ya que hacen la trampa, que intenten seguir engañándonos como a niños de la teta, para que podamos seguir diciendo cada seis de enero la pijada esa de Jean Cau "amar a los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, creer en los Reyes Magos e ir a su encuentro".



Galería de los toros Hnos. Sampedro para la
alternativa de Galván. AQUÍ

Galería de Zalduendos para Valencia AQUÍ


Un FuenteYmbro para Pamplona




¡Qué tío! Pena de fundas...




jueves, 23 de febrero de 2012

El que fue a Sevilla, mató Jandilla

Torero, empresario y ganadero, demontando el Toro.



Ya habemus carteles en Sevilla, para tranquilidad de los revistosos, que dormían estos días como sabuesos sin olfato, a la caza de la exclusiva tomasera, con un ojo abierto y otro cerrado. El abono de la segunda plaza del planeta de los toros, deja al desnudo las carencias tercermundistas de la fiesta, inunda de desazón al aficionado, que empieza a mirar el futuro de las corridas de toros como el que oye llover, y certifica que nuestro presente, por mucha recogida de firmas, motínes artísticos y sublevaciones culturales que se hagan, es simplemente un día más y un día menos a tachar en el vencido almanaque de la tauromaquia. 

Ahora, en el centro de cada corrillo de aficionados se edificará un tabique de las lamentaciones, el clavelero pagará de su bolsillo una misa de domingo llena de cantos, ruegos y plegarias para redimir el arte de su muerte y antes del comienzo de las tertulias se guardará un minuto de silencio en memoria de los ausentes. Por lo que a mi respecta, me da igual que esté o no el July, con su importancia ante bichos que carecen de ella; Perera, que lleva años sin empatar con nadie o José Tomás, que hace ya tiempo que ni empata, ni pierde, ni gana en fechas de postín. Para qué se va a calentar uno la cabeza dilucidando lo que sería de una tarde de garcigrandes, cuvillos o danieles con el Juli, Pepete o el Hambrientito de Cuenca, si cada función, en eso de cuando el operario de la puerta cuadrillas pega el cerrojazo macabro, es un día de la marmota en el que el de las patas negras es lo de menos; la capa, un estorbo; la suerte de varas una desgracia; y el toreo puro se rebaja al pírrico orejismo: al fulanito dos, menganito tres. Qué más dará, si llevamos viendo las mismas ferias los últimos quince años y hasta hoy casi nadie ha dicho ni .

Podríamos decir, buscando el consuelo que solo encontramos en el Toro, que ahí están para regar, un año más, de casta el albero de la Maestranza, los badanudos triguereños de don Fernando Cuadri, los del Conde de la Maza, finos y guapos como ellos solos, que bien está que vuelvan los grises de Victorino, que se respete la tradicional miurada, ya del año I d.F. -después del Fundi-, y que se asistirá al bautismo oficial como hierro del clan torista de FuenteYmbro.

 A uno, que estaba deseando que se esfumara el jédiez y que dejase de chupar primer plano, se le hace la boca agua por ver triunfar a jóvenes como Nazaré, Silveti, Aguilar o Jiménez Fortes junto a aquellos, que estando más vistos, o será por eso, con los que sentimos que se les debe algo, que existe una cuenta pendiente, una deuda de caballeros, y que no hay mejor fecha para pagarla que abril y Sevilla con televisión, para que lo vea toda España, como son los Urdiales, Fandiño, Mora, Castaño o Moreno.

 El capítulo de ilusiones toreras queda deslucido por las proporciones ganaderas del abono. Serán veintitrés los festejos de a pie, casi dos docenas de tardes en las que habría de caber de todo, pero en las que, nada más lejos de la realidad, sólo seis se escapan de la plaga bodeguera, que Luis Valdés bien podría haber pintado debajo de su Joselito, "Domecqs en Sevilla 2012". De cada cuatro pavos que salgan por chiqueros, tres serán de la misma casta, estadística que viene a reafirmar que el principal exterminio del toro empieza en la plaza, pasa por los profesionales, que van a lo suyo, y acaba en el público, incapaz de despojarse de las anteojeras que sólo les permite disfrutar de un arte paticojo.



martes, 21 de febrero de 2012

Irreconocible

Camilo Arango para Toros, Literaturas y Más.




















El torero de la suerte cargada, que cita y embarca al toro con la panza de la pañosa, ciñendóselo al cuerpo, dejándose lamer las femorales por la quemazón de la embestida y llevándolo profundo era, para sorpresa -por lo visto-, de la gran mayoría de los lectores, Julián López, el Juli. 

Un cámara indiscreto en Bogotá, ayer mismo, captó la imagen que todos deseamos ver: la de un Julián de corte clásico, que no acude con regularidad a la trampa, y que es capaz de hacer suyos los preceptos básicos del toreo: parar, templar, mandar y cargar. A ese julyanismo alejado de los bailes de la importancia y del nuevo testamento orejero, nos apuntamos, aunque sea a regañadientes. 

Para que la admiración sea cabal, tendría que darle al madrileño por retirarse del matonismo en los sorteos y de los safaris por las dehesas, lugares en los cuales se perpetran los principales atentados contra la Fiesta, donde se priva de variedad, poder, casta y decoro al Toro. El debate entre detractores y partidarios se solventaría en parte si el toreo de Juli se ajustara más a resolver los problemas que presenta el fondo de la cuestión taurómaca, disposición que el aficionado debería exigir cada tarde con firmeza -qué y para qué se torea-, que las formas -cómo se torea-, en sí mismas, con las que sí se puede aceptar la controversia.



Quién



¿Quién es el torero de la suerte cargada?


lunes, 20 de febrero de 2012

De cotillón


Finito de Córdoba from MEDIAVERONICA on Vimeo.

Festival de Utrera



Al final, y aunque el cartel anunciase "reconocimiento a los maestros Curro Romero y Rafael de Paula", de honores, no hubo ni rastro: el festejo comenzó un cuarto de hora tarde con los maestros sentados uno en la sombra, el otro en el sol, no se les dió una mísera placa, un pequeño busto, ni un maldito souvenir de gasolinera del presunto homenaje y hubo que esperar al sexto novillo para que un chaval que está empezando les brindase la faena. 

Como el que no se consuela es porque no quiere, hay que decir que los participantes, para torear, se vistieron de toreros, no como viene pasando con otros, como veremos más tarde. Del ganado, mejor correr un tupido velo, los novillos, escogidos entre los más colaboradores de un ramillete de los hierros más colaboradores, fueron mazapanes inválidos que se prestaron, cómo no, a sacar de la hibernación siberiana el arte, y a escacharrar los relojes que hace cuarenta noche nos trajeron los Reyes de Oriente.

 





Vía FeriaTV

domingo, 19 de febrero de 2012

Julianadas*



* ¡Van a por él! ¡Van a por él! ¡se lo quieren cargar! 
-el julianismo, hace unas horas-










Otto Rodríguez a portagaiola en Mérida, VEN, ayer mismo.
















































Aquí arriba, los seis de San Sebastian lidiados por Otto, Fandi y Talavante cuarenta y ocho horas después, a la misma hora y en el mismo sitio, que "lo del July"











































Pero es que en la novillada picada del ciclo venezolano se pudieron ver tantos o más pitones.






































Hasta los alumnos de la escuela taurina del July, este domingo se las vieron con becerretes similares a los que mataba el maestro al otro lado del charco.



Imágenes: Venezuela Taurina;Fernando Zambrano y Julián López para Aplausos; Rojas y Sálazar para Mundotoro; "Garapuyo" y Hugo Angulo en Contrabarrera.
 

sábado, 18 de febrero de 2012

¡Pobre Julián!












































Estos son los bichejos de Ernesto Gutiérrez con los que se ha anunciado July, en Mérida, Venezuela. Así se las gasta "el importancias", el valiente que tiene contra la espada y la pared las grandes ferias, al lobby televisivo y a parte del empresariado, que huye de la casta, las arrobas, el trapío y la edad como de la peste; el tío hecho y derecho que filtra a la crítica rumores de retirada para dar penita y recibir carantoñas a gran escala, como una choni de Gran Hermano que airea en el confesionario sus melancolías; ese ejemplo de lucha ante el que todo aficionado debe postrarse a su paso, que supone para la tauromaquia lo que la pisada del caballo de Atila el huno a la hierba. 

 El July, torero destacado y figura en potencia de la que se conocerá como Edad de la Decadencia.

 ¡Que se vaya!


Las fotos las ha colgado Juan Lamarca en "Del Toro al Infinito"



viernes, 17 de febrero de 2012

jueves, 16 de febrero de 2012

Todo por la patria




Los toros serán siempre motivo de polémica, y de una polémica en que brilla con luz propia la intolerancia: "Aqui no hay partidarios de Joselito, sino enemigos de Belmonte", se dijo, por ejemplo. 

Sabido es que cuando el español discute, no razona, chilla. Quien luzca la voz más atronadora, llevará razón. Al parecer, la razón española no está en la cabeza, sino en los cojones. En una ocasión, 
Valle-Inclán, llamó "hijo de puta" al padre de un monedero falso de la literatura al que el autor de Tirano Banderas había comenzado por reprochar su falta de talento literario. El hijo del insultado, alto, fortachón, pedante, altanero (se tiene altanería cuando se carece de altura) se abalanzó entonces contra el ilustre escritor y de un puñetazo le hizo dar en el suelo con su lengua barba y cuerpo huesudo.

- Ahora rectifique -le dijo.- Le he demostrado que mi padre no es un hijo de puta.

Y el que murió soñando que un día sería marqués de Bradomín, le respondió desde el suelo:

- Joven, usted lo único que me ha demostrado es que tiene más fuerza que este pobre viejo, pero su padre continúa siendo un hijo de puta.

Este aristócrata apócrifo, feo, católico y sentimental, que sería beneficiado post mórtem por el rey Juan Carlos I con el ansiado título nobiliario, que recayó en su hijo, el médico gallego Carlos del Valle Inclán, había dictado, una vez más, una lección de cordura.




La hora de la verdad. ¡El toreo al desnudo!
Antonio Domínguez Olano



miércoles, 15 de febrero de 2012

Deva 1848. Bildu 2012.



Durante el verano de 1848 el célebre periodista, taquígrafo, escritor y publicista Francisco de Paula Madrazo, se sumergió en lo más hondo de tierras guipuzcoanas, aventura que aprovecharía para explorar costumbres y folklore sin prejuicios ni banalidades. Su trabajo dio como fruto una obra en la que el reportero hace una fabulosa crónica viajera. "Una espedición a Guipúzcoa en el verano de 1848". 

El relato (siendo largo se hace corto) que a continuación transcribo, da fé de las fiestas patronales de San Roque en Deva -o Deba-, y de la salud social de la que goza un pueblo aunque su feria comparta tipismo con otras nacionalidades del resto de España.  En esta villa todavía se siguen dando festejos menores, y aunque sea a contracorriente y mal que bien, la afición por el toro, y no solo en la corrida ordinaria, sigue perdurando. Por lo menos hasta ahora, cuando Bildu pone en peligro una tradición arraigada al pueblo vasco desde siglos antes de que malnaciesen los de la capuchas y las bombas. Alguien debería contarles que las tradiciones, por bárbaras que parezcan -esta lo parece y a veces lo es-, sirven para hacer libre y feliz al pueblo. Pero claro, estos que van a saber de eso.


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De todos los pueblos de seis à ocho leguas a la redonda acuden hombres y mugeres; ellos con su pantalón de rica pana y su boina azul ò sombrero negro de grandes alas, y ellas con sus pañuelos en la cabeza más blancos que la nieve y con sus más estimadas sayas. Pero de donde concurren más aficionados es del vecino pueblo de Motrico, y nada puede darse más vistoso ni más animado que ver venir por el mar en pequeñas lanchas toda una población, que desembarca alegre en la ría, enmedio de los cánticos del país, y de los lecayos, especie de saludo burlesco que se dirigen por medio de gorgoritos los que se encuentran en el camino.

Algunos días antes de las funciones se dispone la plaza para las corridas de toros. Levantándose bajo la dirección del arquitecto de la villa la barrera y los tendidos, queda la plaza herméticamente cerrada, y convertida en verdadera plaza de toros. Los balcones y ventanas que dan a ella toman aquellos días un valor estraordinario, y se alquilan por seis y hasta por ocho duros. El largo y espacioso balcón municipal está destinado para las autoridades y el clero. Amanece el día de San Roque, y al punto se señala desde sus primeros albores por un bullicio estrepitoso, entre el cual sobresale el ruido del tamboril; las avenidas todas de la plaza están llenas de mercaderes ambulantes de uno y otro sexo, con bollos, rosquillas, aguardiente, chacolí y sidra; una multitud inmensa de hombres y mujeres que espresan el júbilo de que están poseídos, bailando todas à un tiempo, y dando voces y entonando zorcicos, obstruye las calles contiguas à la plaza; aquella mañana es la primera prueba para la corrida de la tarde, y todos se afanan por proporcionarse una entrada. En tanto las campanas de la ermita de San Roque, situada en una escarpadísima montaña de dificultosa subida, casi encima del pueblo, y las de la iglesia parroquial, anuncian con su alegre repiqueteo que empieza esta última solemnidad religiosa. El señor alcalde, vestido de frac negro y con su junquito, símbolo de la autoridad popular en aquel país, preside la fiesta en el primer banco. A su lado está el secretario de ayuntamiento y un poco má allá el alguacil. Un gentío inmenso llena el espacioso templo. Cántase una Misa mayor de las más solemnes, y después del evangelio ocupa la cátedra del Espíritu Santo un sacerdote que con una pronuncación fácil y estraordinariamente rápida, debe ensalzar las glorias del patrón de Deva, y decimos que debe ensalzar, porque el panegírico del Santo se pronuncia en vascuence, y la única palabra que llega à nuestros oídos de significación clara, es la de catolicua, conque una y otra vez se dirige à sus atentos oyentes. Sin embargo, por lo que pudimos comprender, nos pareció que el vascuence es idioma que se presta mucho, por su dulzura à la par que por su energía, à los sublimes arranques de la elocuencia religiosa. Terminados el sermón y la Misa, se lleva procesionalmente una imagen de San Roque, adornada con flores, à la ermita de la montaña, sin que baste à entibiar el devoto celo con los que siguen à la procesión, que son todos los vecinos de Deva y de los pueblos limítrofes, la fuerte lluvia que à todos trae disgustados por el temor de que se malogren los toros de la tarde.

¡Los toros! hè aquí una de las diversiones más populares entre los vascongados. Sin temor de equivocarnos, no vacilamos en asegurar que una corrida de toros produce en las provincias aún mayor entusiasmo que en cualquier pueblo de esa Andalucía, cuna de las fiestas tauromáquicas. Presenciando una corrida de toros aquel pueblo, generalmente tranquilo y nada alborotado, adquiere otra fisonomía distinta, se vuelve jaranero y bullicioso, y da à esta fiesta española todo el colorido de la ruidosa animación que tanto distingue y hace valer. No se estrañe pues, que la constante lluvia con que favorece el cielo à los devanos el primer día de las fiestas de San Roque les disguste y enoje, y que no desarruguen su entrecejo hasta el medio día, en que asomando el sol entre nubes parece prometerles una tarde feliz.

Pero no solamente el sol el que se la promete; el pregonero de la villa, especie de Diario de Avisos ambulante, corre por las calles y se detiene en todas las esquinas à anunciarles la buena nueva. Pocas cosas pueden darse más originales que este pregonero. Instrumento de publicidad, parece que su misión no es otra, durante las horas de la siesta, que la de interrumpir el sueño de todos con sus desaforadas voces. Como preliminar del pregón toca siempre un buen redoble de tambor; al ruido de este acuden todos los chicos del pueblo, que se agolpan a su alrededor; se abren todos los balcones y todas las puertas, y cuando conoce el nuncio de buenas nuevas que ya tiene auditorio, abre la boca y con esténtorea y acompasada voz anuncia lo que le han mandado en el idioma del país. A renglón seguido y para que no se queden en ayunas los forasteros, hace del pregón una versión castellana, y se espresa poco más o menos en estos términos, haciendo las pausas que indican los puntos suspensivos:

"Sepan todos... los vecinos y forasteros... de la villa de Deva... que el ayuntamiento... ha acordado celebrar... las fiestas del patrón San Roque... con tres días... de corridas de toros... Serán estos lidiados... por el famoso Zapaterillo... y su padre... Hoy à las cuatro... tendrá lugar... la primera corrida... Terminada ésta... se bailarán zorcicos... Las hermosas guipuzcoanas... retan al baile... à los señores forasteros... La entrada à dos reales... El que quiera que acuda..."

Al llegar aquí, da el pregonero un nuevo redoble de tambor; aguzan todos los oídos y escuchan con placer lo siguiente:

"Sepan tambien todos... que para mayor solemnidad... de estas famosas fiestas... en la confitería de la plaza... durante estos tres días... se encontrarán... ricos sorbetes... à dos reales... El que quiera catar que vaya."

Ya no hay, pues, duda, el anuncio es oficial, la Gaceta de Deva representada en su pregonero nos lo ha dicho; tenemos corrida, vuelva el júbilo à los entristecidos corazones de aquellos entusiastas apasionados de Montes, del Chiclanero y del Zapaterillo. 

Los toros están encerrados desde muy temprano en el toril de la plaza; los tamborileros colocados en el estremo derecho del balcón del ayuntamiento empiezan à herir los aires con sus acostumbradas tocatas; este ruido, armonioso para aquel pueblo, lleva el júbilo à todos los corazones, pues les anuncia que está próxima a comenzar la corrida. A ete anuncio se precipitan todos à la plaza, prèvia la presentación del indispensable billete; los tendidos, aunque humedecidos por la lluvia más de lo que fuera menester, se ven poblados en un instante por una multitud de gallardos mozos que al entrar en la plaza se quitan las chaquetas y lucen la blancura de sus camisas; interpoladas con estos se ven graciosas y alegres guipuzcoanas, las más luciendo sus ricos pañuelos amarillos de la India y en la cabeza sus pañuelos de seda; describir la algazara que traen entre los unos y las otras es tarea casi imposible; baste decir que aun no ha salido el primer toro y ya se están retando para el primer zorcico. Los bañistas forasteros, que en aras de San Roque han hecho aquel día el sacrificio de su baño, contemplan embelesados desde los balcones ò ventanas de la plaza este animado y bullicioso espectáculo; en el balcón largo del palacio municipal ya se vé al señor alcalde y al secretario, à su lado están los seis ú ocho eclesiásticos que componen el clero de la villa; más allá el señor comandante de carabineros que vigila aquella costa; el apreciable médico don Carlos, el arquitecto, el escribano y el boticario del pueblo; ya nada falta en la plaza más que la presentación de la cuadrilla.

Esta se resiente de la escasez de su número. San Roque se empeñó en acojer bajo su patrocinio à casi todos los pueblos de la provincia, y como aquellos días hay toros en todas partes, las notabilidades tauromáquicas están distribuídas entre varias plazas. Pero atención: ya aparece la cuadrilla. El Zapaterillo, que es el primer espada, viste con notable gracia el traje andaluz; su chaquetilla y su calzón son de color rosa con oro. Su estatura es regular, su aspecto brioso, sus patillas de torero. A su lado marcha un anciano que viste chaquetilla y calzón negros, con alamares negros también. Es su padre. Hombre, aunque de edad avanzada, de corazón juvenil y de notables bríos, no teme arriesgar los pocos años que le restan de vida en obsequio de San Roque. Un aprendiz de torero, muchacho de más prudencia que talla, es el último individuo de la cuadrilla. Hecho por èsta el saludo de costumbre à la autoridad, mueve el alcalde su junquillo y sale à la plaza el primer toro. El Zapaterillo lo trastea con habilidad, le capea y pone banderillas con notable arrojo; su padre no le va en zaga, lidia y corre con más aliento del que prometen sus años. En tanto el aprendiz, que indudablemente erró su vocación, se mantiene siempre à una respetuosa distancia del vicho. El hijo y el padre son siempre saludados son fervientes aplausos, cien boinas y otros tantos sombreros caen à sus pies. La popularidad los enloquece, y à una suerte arriesgada sucede otra. Lidiados los seis toros, de los cuales ninguno es de muerte, porque todos son necesarios para las labores del campo, se apoderan de la plaza los aficionados y lucen su arrojo y su destreza con dos o tres vacas que vuelven al toril rendidas de haber tenido que correr tras tantos lidiadores. 

Concluida la función tauromáquica, queda despejado el campo para los bailarines y empieza el zorcico, ese baile que en sus primeros pasos es tan galante y respetuoso para con el bello sexo, es de familiar y envuelto al concluir. Martín Felix y un joven bullicioso hijo de un anciano general de Marina que residen en Oñate, son los que mejor le bailan y dirigen. Despues de los tres primeros zorcicos, que son los de empeño y en los que toman parte los más afamados bailarines, se van desocupando los balcones y los tendidos, pero no por eso ceja el baile en la plaza, que se prolonga hasta la madrugada à la rojiza luz de teas y de hachones que dan à aquella escena todas las tintas de una verdadera bacanal. En tanto que las masas celebran en la plaza la fiesta del Santo, los forasteros y las personas que forman la aristocracia del pueblo se solazan aquellas tres noches en el salón del ayuntamiento, más iluminado aún que de ordinario, con un sarao que eclipsa en brillantez y en concurrencia à todos los que le han precedido. Un partido de pelota en que ostentan su destreza los jugadores más famosos de la provincia pone término à estas celebradas fiestas. Algunos días después todos abandonan à Deva, como si les pareciera triste y solitaria la villa, tan llena de vida y de animación durante las funciones de San Roque.




martes, 14 de febrero de 2012

Peña los Areneros. Conferencias 2012

Loco mia (no me gusta que a los toreros les pongan la minifalda)







Manzanares, siempre en la vanguardia de los tiempos, es el ejemplo más diáfano de torero poderoso en el siglo veintiuno, un gallista de corral, un tío tocado con la varita, dotado de capacidad para avasallar en las más extremas situaciones, siempre que no haya un negrito enfrente, claro. Lo mismo le devuelve la vida a un bicho que de inmortal y fiero tenía lo mismo que Urdangarín de honrado; que te convierte los silencios de la Maestranza en una fiesta rave; capaz de partirte la cara si te lo tropiezas en un lavadero mientras le enjuagas los tapacubos al seiscientos; incluso de hacerte la danza del vientre mientras te canta aquello de "mar Ibiza, loco mía; sol Ibiza, loco mía; sexo Ibiza, loco mía, crazy Ibiza, loco mía...", con una pollera de cuero que bien podría provocar el retoque del superhit guatequero de Manolo Escobar, endegenerándolo a un "no me gusta que a los toreros le pongan la minifalda".

 Para ser torero, primero hay que parecerlo. Y éstos, que hay más, ya que Manzanares es solo el cabecilla de la conspiración en nombre de un arte de tienda de los chinos, se han emponzoñado en dar una imagen fría, hiriente y falsa de la tauromaquia. Ser torero no es ser un lolailo, la lidia nada tiene que ver con el ballet de Tchaikovsky, el Toro no es un juguete, la casta no es un terrón de arcilla que se pueda modelar a gusto del escultor y el toreo es ante todo, un ejercicio místico que, como tal, debe seguir conservando ante el resto de la sociedad ese carácter templario que nunca debió perder. 

Si esto es lo que llaman los del jédiez "renovarse o morir", prefiero espicharla aún que conservamos algo de dignidad. A diferencia de Manzanares, lo haremos con las botas puestas, no con sandalias de turista alemán.